III

Julieta.

Nos encontramos en la sala de interrogatorios, la cual usamos también para reuniones ya que solo somos cuatro, diría que cinco, pero Júpiter no se mete de lleno en las misiones.

Es una pequeña sala con un archivero situado en una de las esquinas, un estante con cosas para torturar y una lámpara halógena colgando del techo, iluminando perfectamente el centro de la mesa, toda la habitación es simplemente gris.

Graham está frente a mí, construyendo líneas de cocaína con un pedazo de papel, Catalina a mi derecha y la patrona a mi izquierda.

Los cuatro conformamos como tal a la DHV, un grupo que los cuerpos policíacos ven como una amenaza, pero en realidad solo les facilitamos el trabajo.

La justicia solo se encarga de dar una sentencia a los criminales que mayormente son varios años de cárcel, nosotros tenemos nuestra propia ley y es que depende de tus delitos, peor es tu tortura.

Los cuatro vivimos bajo seudónimos que solo conocemos nosotros, ya que para toda la población mundial los rostros de la DHV tienen una incógnita como imágen, la única que se conoce es la patrona: Cleopatra.

Tiene el cabello y los ojos marrones, ojos simples, pero tan cautivantes que dan miedo en varias ocasiones. Es la jefa y nada se hace fuera de su consentimiento, habla cinco idiomas y porta incluso más habilidades que los otros tres juntos, es nacida aquí en España.

Graham: Brasileño, su altura de aproxima más o menos a uno setenta y ocho, ojos azul cielo. Habla tres idiomas, muy eficaz a la hora de combatir, espiar, camuflajearse y cerrar negocios. Se le conoce bajo el apodo de Belial, su origen es de uno de los ocho reyes del infierno. Veintiséis años.

Catalina: Mexicana, la más joven, tiene veintitrés años. A tan corta edad es francotiradora, espía al igual que Graham, Pool Dancer y bastante perfecta a la hora de fingir cualquier cosa y muchas otras destrezas que no recuerdo. Su cabello es ocre y algo ondulado, tiene los ojos verdes y es esbelta. Es ambidiestra, algo batante útil. Tiene dos apodos; Galaxia fue el que le asignó Natasha porque los talentos y habilidades son como las estrellas, y bueno. Sin embargo, ella se hace llamar "La masoquista" nadie sabe los motivos, ni siquiera la patrona.

Júpiter no forma tanta parte de la DHV en los operativos porque no porta destrezas corporales como pelear y esas cosas, pero es todo un genio a la hora de crear explosivos y todo tipo de dispositivos. Es quien interroga a la víctimas cuando se necesita. Fue la mano derecha de Logan por dos años hasta que decidió trabajar con Natasha.

Y por último, pero no menos importante, yo: Julieta, veinticinco años, nacionalidad venezolana. Destaco cuando de hackear se trata, soy quien captura a las víctimas y las trae aquí para que los otros hagan el trabajo sucio, soy espía (Ahora que lo pienso, casi todos lo somos), soy a quien más envían a obtener información de cualquier vaina. Mi cuerpo engaña, soy bastante delgada y de piel morena, pero no te sorprendas cuando veas que puedo pelear con tres hombres corpulentos y llenos de tetosterona al mismo tiempo. Mi cabello es negro y esponjoso, diría que soy la copia de Skai Jackson. Mi seudónimo asignado es "Némesis" por la diosa de la venganza, solidaridad y equilibrio en la mitología griega. Hablo solo español. También soy quien se encarga de los interrogatorios, junto con Júpiter.

—¿Qué piensas hacer ahora que recuperaste el zafiro?— le pregunta Catalina a la patrona y ésta se acomoda el cabello.

Esta mujer emana elegancia con cualquier gesto que haga. La admiro por equilibrar la despreocupación y la autoridad en una misma balanza.

—¿Qué proponen?— inquiere.

—Capturar a Anthoaneth— digo de inmediato.

Anthoaneth Ferrara es la dama de la mafia italiana. Su esposo, Federico Ferrara; es narcotraficante y lavador de dinero. Anthoaneth es muy clase aparte en asuntos de negocios, pues está confabulada con clanes de trata de niños para proveer aún más su negocio de pornografía infantil, creo que es la tipa a la que más odio en el mundo.

—Para eso se necesitarían más de cuatro— habla Catalina—, para nadie es un secreto que esa mujer tiene a todo Europa comiendo de su mano.

—No nos tiene a nosotros— defiendo—. Y tenemos que trabajar los cuatro en este operativo.

—Se necesita más personal.

—No podemos tener más personal— contesto tranquila.

—¡Entonces no hagamos nada! ¡Natasha no va a exponernos por tus planes absurdos!

—Sí, coño e' tu madre, porque debe ser que no hemos tenido misiones peores— frunzo los labios—. Parece que no te ha quedado claro que la DHV es famosa por sus logros, jamás hemos fallado en un plan.

—A quien no le ha quedado claro es a otra, si hubiesemos querido hacerlo, la atraparíamos meses atrás que era más fácil.

—Teníamos asuntos más importantes pendientes— me cruzo de brazos—. A diario se reportan desapariciones de niños por todo el mundo y no es ninguna coincidencia ver como Porn.kids sube mínimo cuatro videos a la semana...

—¡Ya basta!— Natasha hace que me calle— Parece que habeis olvidado quien es la puta jefa— habla para ambas.

—Esto es absurdo— Catalina rueda los ojos y descanza la cabeza en su puño.

Yo solo respiro profundo y me recuesto en el espaldar de la silla.

—Es una excelente idea comenzar a buscar a Anthoaneth, pero también somos muy pocos y aunque ser pesimista no me caracteríza, moriríamos en el primer intento.

—Pero sí estás de acuerdo con que hay que hacerlo— la patrona asiente—. Graham, ¿tú qué opinas?

El aludido tiene la cabeza de medio lado sobre la mesa.

—¡Graham!— exclamo. Alza un poco la cabeza, mirando hacia el frente, pero perdido— ¿Qué opinas tú de todo esto?— me ignora, volviendo a recostar la cabeza.

Acuno todo mi rostro entre las palmas de mis manos y maldigo a mis adentros.

—¡Graham!— me levanto de mi puesto y lo abofeteo con la mesa de por medio— ¡¿Estás drogado?!— busco sus ojos.

—¿Cual venado?— se ríe por lo bajo, indicándome que sí lo está.

Las tres lo ignoramos, Natasha se vuelve hacia mí.

—Los colegios son los más propensos a sufrir secuestros, ve a violentar los sistemas de seguridad de las cámaras y analizar perímetros a ver si encontrais algo fuera de lo común.

—No creo que sea prudente— sale Catalina del más allá—. Los colegios de aquí son religiosos en su mayoría y no darán su brazo a torcer.

—Por la plata baila el perro— digo como lo más obvio.

—Sí, por camarón que se duerme baila mona se queda por conocer— divaga Graham.

Natasha le mete un puñezato que le hace sangrar la boca y cae inconsciente sobre la mesa.

—Terminamos— avisa la patrona, dándonos la espalda y una buena vista de su culo cuando sale.

Otra de las tantas cosas que admiro de ella es eso, su peculiaridad. Se pasea desnuda cada vez que se le antoja porque, según ella; es igual o más pecadora que Eva y esta mansión es su edén, con la única diferencia de que nadie logrará desterrarla de aquí.

Me voy a mi habitación y me cambio de ropa por un jean, una camiseta blanca y chaqueta igual que el pantalón. Meto unos fajos de euros en uno de los bolsillos de la chaqueta, mi celular en uno de los del pantalón, decido dejarme el cabello suelto.

Salgo al pasillo tras cerrar la puerta y guardar una navaja por si acaso. Bajo las escaleras y agarro las llaves de mi Aveo LT negro, me subo al ascensor y abordo mi auto ya cuando estoy abajo.

Comienzo a conducir a la ciudad con la voz de Canserbero abrazándome el sistema de audición.

Aparco en el estacionamiento del centro comercial. Decido caminar a las instituciones en lugar de llevar el auto, camino varias calles arriba hasta llegar a la primaria “La Trinidad” cuenta con dos edificios de ladrillos pequeños, dos grandes pinos de los lados de la verja de entrada que es color crema. Al entrar hay una gran estátua de Jesucristo que divide dos senderos, hay niños jugando por doquier a causa de ser la hora del receso, una sonrisa se escapa de mis labios.

Solía ser maestra de primaria cuando vivía en Venezuela, lo hacía por vocación ya que no es una profesión bien pagada que se diga... Allá ninguna lo es. Me iba caminando al colegio porque el salario no alcanzaba ni para ir a trabajar. Me encantan los niños, siempre ha sido así. Pero Venezuela es un país donde trabajar en lo que te gusta no es un privilegio y mucho menos una opción, sino una pérdida de tiempo; donde debes buscar un trabajo que pueda ayudarte al menos a tener tus tres comidas diarias y cosas personales, sin derecho a darte gustos o comprar ropa nueva...

Seco la pequeña lágrima que rodaba por mi mejilla. Llego a la oficina de la directora, la cual está ausente porque solo encuentro a la secretaria revisando carpetas sobre el escritorio.

—¿En qué puedo ayudarle?

Saco cinco billetes de 100€ y se los deslizo por el escritorio con un semblante serio.

—Necesito revisar las cámaras de seguridad.

—La privacidad de nuestra institución está prohibída mostrarla al público.

Reviso el bolsillo, manteniendo la postura y saco el resto de la paca.

—Necesito revisar las cámaras de seguridad— recalco.

Duda y vuelve a revisar papeles, fingiendo que me ignora. Hice un curso de psicoanálisis, así que por sus acciones y nerviosismo sé que se está resistiendo.

Saco otro fajo y lo coloco a lado del primero.

—Es más de lo que ganas en tres años— le digo.

—Por favor vayase por donde vino y no me traiga problemas— pide—. Hará que me despidan.

—Todo será discreto.

Aprieta los labios y descuelga una llave de uno de los clavos de la pared. Me hace ir a un pasillo desolado y me la entrega.

—Tiene treinta minutos— advierte.

Callo lo que iba a decir, aunque me diera solo cuatro minutos, revisaría todo en tiempo record.

Dejo la luz apagada, enciendo los ocho monitores de la mesa en forma de media circunferencia y aplasto mi culo en la silla giratoria.

Reviso las cámaras de cada una de las aulas y no hay nada fuera de lo corriente, veo las de los baños, oficinas de personal, areas de administración y hasta las de la pequeña capilla, pero no consigo nada. No me frustro, más bien son buenas noticias.

Salgo mirando a los lados, me doy cuenta de que solo pasaron diez minutos.

Dejo las llaves a un lado de la rendija de la puerta. Salgo del instituto y camino a otro que se encuentran unas cuadras más arriba.

Hago el mismo protocolo, solo que el director de este otro no se anduvo con tantos rodeos. No es un colegio religioso, se llama “Los robles”. Es un solo edificio de color verde militar, en la entrada está el área de deportes con la bandera de España a un lado.

La sala de las cámaras no está en el edificio, sino en un pequeño cubículo situado a unos cuantos metros de la cancha (como le llaman en mi país). El hombre renchoncho de baja estatura me deja entrar al pequeño cuarto y me da vía libre para revisar lo que se me venga en gana.

Tacleo un par de claves en una de las computadoras de la izquierda y automaticamente las otras se encienden. Este colegio es más pequeño que el otro, pero aquí habitan más estudiantes por ser primaria en la mañana y secundaria a partir del mediodía.

Mi atención se centra en la cámara que graba desde uno de los postes de luz de la otra ascera. Pauso el video y le hago zoom a la imágen, la acentúo un poco y puedo ver a una niña vestida completamente de negro y con capucha hablando con otra de éste colegio, el video es de hace dos días, exactamente a la hora de la salida. 

La de negro habla un par de cosas con la colegiala y se va hacia la derecha. Reviso las grabaciones de ayer y hoy, pero no encuentro nada. Busco en otras de semanas pasadas y aparecen las mismas dos niñas hablando, sin faltas a las doce.

La otra niña aparece cada tres días con la misma ropa, la capucha no me permite ver su cara, solo sus pequeñas manos y si me acerco bien, tiene una cicatríz de unos seis puntos en la quijada.

No parece ser una amenaza para la otra, pero levanta muchas sospechas el patrón y la secuencia con la que se aparece por estos lares.

Lleva un mes hablando con la misma niña... Salgo del cubículo y me camino hacia la misma dirección en que las grabaciones captan que se va la pequeña.

Solo hay callejones, me adentro a varios sin obtener resultados. Comienzo a salir de uno, pero un ruido proveniente de una de las canecas de b****a me hace devolver. Aparto varias de las bolsas azules y gruño sacando al animal ¡Me devolví por un estúpido perro!

Camino devuelta al estacionamiento, ha sido demasiada búsqueda inconcusa por hoy.

Cuando llego al centro comercial, veo a Catalina recostada de la maleta, tiene lentes oscuros y una braga enteriza negra.

—Natasha también me mandó a investigar— asegura cuando llego—. Encontré pistas en las farmacias y jugueterías.

Arrugo el ceño confundida. Saca una hoja doblada de su cartera mientras sigue hablando.

—Hay una mujer que compra inyectadoras, gasas, aguas oxígentas, alcohol anticéptico y un sinfín de cosas más en la farmacia de aquí los domingos— explica—. La misma compra barbies en las jugueterías, pero no frecuenta mucho ese sitio.

Me da la hoja, la desdoblo y suavizo la expresión.

—Las cámaras de Los Robles la captaron también— digo. La reconozco por la cicatríz—. Pero en las grabaciones lucía como una niña.

—Es una mujer con enanismo— aclara.

—La huérfana y ella entonces— alzo una ceja—. Vamos a llevárselo a Júpiter para que nos diga cómo proceder.

Asiente y se sube a su camioneta. Yo hago lo mismo con mi auto y conducimos a la mansión de cuatro pisos. Subimos en el elevador y Graham es el primero al que encontramos.

Le contamos de la investigación de cada una y solo se queda concentrado en la imagen.

—...Entonces creemos que sí es una amenaza para la nena— concluye Catalina a la espera de una respuesta que no llega— ¿Graham?

El aludido se levanta con un ápice de confusión, rascándose el cabello.

—Graham— vuelve a llamar la mexicana.

—¿Qué pasa?— le pregunto al brasileño que también me ignora a mí— ¡Habla pues, mamagüevo!— le arranco la hoja de las manos.

—Es que no solo tiene enanismo— me pide la hoja de nuevo y se la entrego para que nos explíque— ¿Ven estas cicatrices de aquí?— señala las esquinas de la frente, hay marcas mínimas, pero visibles si la detallas bien. Catalina y yo asentimos— también está usando el cabello y rostro de alguien más.

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