XXVII

Anthoaneth.

Bebo un sorbo de mi té verde mientras observo como Victorino le coloca un gorro de lana a su bien elaborado muñeco de nieve. Sonrío y lo saludo con la mano cuando me alza sus pulgares enguantados.

La nieve cae en copos diminutos. Las calles de Italia están iluminadas desde temprano para recibir la llegada de la noche buena con toda la luz posibles. La casa la adornó Dakota junto con las opiniones de Victorino.

Han pasado tres meses desde mi último enfrentamiento con la DHV, desde que asesiné a Jailev.

Bueno, estaba herido y no tardarían nada en encontrarlo. Jailev era de mente débil, no tardaría nada en soltar la lengua con ellos, y menos con sus métodos de tortura.

Mario me avisa que ya envolvieron los regalos de mi bambino y asiento.

—Hanno già il corpo?

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