Capítulo 2 "Creí que te conocía".
FARID ARAY
La veo avanzar, grandiosa y celestial como una diosa, y creo que ya me voy a morir. Sé que me sangra la cabeza y que tengo una pierna rota, pero el hecho de estar viendo a Camil frente a mi, solo puede significar una cosa.
«¡Me voy a morir!»
Tiene que ser un espejismo, y uno bien macabro de mi cabeza…
Camil se acerca a mi, la muerte debe haber escogido su aspecto entre otros miles, pues sabe la muy canija que Camil De La Fuente siempre será mi asignatura pendiente, la espina en mi costado, el amor de mi herida.
El dolor debe estarme haciendo sufrir alucinaciones, y mi lado coherente lo sabe. Abro los ojos, pero ella sigue allí, vestida como el resto de los doctores que laboran como robots altamente entrenados en la atestada sala de urgencia.
Va bañada en sangre y me mira con una expresión tan asustada, que no puedo pensar en otra cosa de que ella sea real.
—«¿!Eres real!?»—murmuro cuando comenzó a acercarse a mi.
Se veía tan linda, tan mujer. Ya no era la misma mocosa insolente con la que nunca debí enredarme, pero que supo marcarme a fuego y pasión.
Pero nunca fui lo suficientemente fuerte cómo para evitarla… Camil de la Fuente me dominó, me hizo caer en ella una y otra vez, a pesar de ser prohibida, a pesar de que estar con ella iba contra mí mismo.
—¿Cómo te sientes?— preguntó sencillamente como si nos hubiéramos visto ayer, como si no hiciera un poco más de seis años que no nos veíamos, como si no hubiera desaparecido de mi casa un buen día; así de relajada se le veía… como si yo supiera y tomara totalmente natural que ella, una afamada modelo internacional, ahora apareciera en una sala de urgencias de un hospital en Atlanta, con ojeras importantes y bañada en sangre de pies a cabezas.
—¡Alucino!—admití mareado por el golpe de adrenalina, y comenzando a sentir la cabeza pesada. Me había golpeado un camión literalmente, pero ver reaparecer en mi vida a Camil, se sentía como chocarse con un tren descarrilado y sin control.
—¡Habló en serio Farid!— siseó ella, frunciendo el ceño. Se saco los guantes, tomando un par nuevo de un carrito lleno de material médico.
—¡Y yo también!— murmuré mientras se acercó, sentía sus manos examinando mi cabeza. Pasé saliva al sentir su contacto.
—¡Siéntate si!—ordenó sin mirarme. Tomó alcohol y torundas dispuesta a limpiarme la herida y algunos raspones que tenía en la cabeza y en la frente.
No entendía si era el efecto que ella causaba en mi, pero el resto de los dolores que me aquejaban desaparecieron.
¡Y no!¡No soy un hombre romántico!
Si he llegado a donde estoy es porque soy demasiado práctico, y la mayoría de las veces actúo con cabeza fría.
—¿Eres enfermera? — pregunté mirando la curva de su cintura que se marcaba aún con la sobrebata cubriendo su grácil figura. Definitivamente su cuerpo era otro, ya no era talla cero, ahora sencillamente estaba increíblemente más buena, más apetecible. Reconocía vagamente cada curva, solo que ahora eran aún más impresionantes que en el pasado.
—No, Farid. Ser enfermera sería encantador, pero soy doctora— expresó empeñándose en no mantener contacto visual conmigo en ningún momento a pesar de que mi mirada buscaba chocarse con la suya. Estaba nervioso, con cientos de sentimientos encontrados por verla otra vez, y ella solo me hablo como le hablan los médicos a los niños pequeños mientras lo revisan, tratando calmarlos—Soy Residente del último año de cirugía para ser más exactos— informó, pero su lenguaje corporal continuo siendo frío e impersonal.
—¿Cirujana? ¡Vaya! ¡Esto si es una sorpresa!— admití aunque no estaba asombrado en absoluto, cuando la conocí vi en ella demasiado potencial —Si me hubieran dicho hace unos años que serías doctora no lo hubiera creído en absoluto— hice una pausa y se me escapo una involuntaria y muda mueca de dolor mientras ella me limpiaba la herida. — Nunca dijiste que te gustara la medicina.
—¡Hubo muchas cosas que nunca dije Farid!— espetó siendo bastante cortante.
—Aún así… aunque no lo dijeras, yo creía que te conocía. Creí ser la única persona que logro conocerte... al menos un poco— supuse con tono ronco—.Por eso el encontrarte en este lugar es lo último que espere…
—Yo tampoco creí que te encontraría entre los heridos de un accidente múltiple, ¡y mírate! ¡Aquí estás!— murmuro como si pudiera desaparecerme con tratarme de ese modo.
Una enfermera se acercó a nosotros, aunque no es que Camil tuviera otra cosa que decirme. Ella permaneció en silencio durante lo que pareció una eternidad, y solo hablo con su compañera de trabajo, ignorándome.
—Ya casi terminó aquí Marta— le informo con apuro Camil—.¿Hay algún otro caso para mi?
La muchacha negó y con rostro risueño le habló a la joven doctora.—¡Situación controlada!, cirujana. Ya no necesitamos de sus modestos esfuerzos. Los demás pacientes que llegaron están siendo debidamente atendidos, y son solo rasguños leves.
—Pásame una sutura de 3/0—pidió la cirujana y la enfermera rápidamente buscó lo que le pedía.
—¿Me vas a cocer la cabeza?— la interpelé asustado.
—Ni modo que te deje semejante corte abierto— comentó mientras que la enfermera arreglaba las cosas para que Camil me suturara la cabeza—. Si no confías en mi capacidad para hacerlo, Farid... Marta puede hacerlo por mi.
Me dolió más que la herida, el hecho que pensara que después de todo lo que había pasado entre nosotros yo no confiara en ella.
A Camil De La Fuente años atrás, Yo le hubiera confiado mi vida. Por aquel entonces nos separaba un abismo, que iba desde la diferencia de edad hasta las condiciones familiares de ambos. Nada había cambiado desde entonces, ella seguía prohibida, y yo seguía embobado bajo su aura.
—¡Hazlo tú!— le confié—No creo haber confiado nunca en nadie, como confié en ti. ¡Confío en ti! Siempre supe que lograrías lo que te propusieras, y si eres cirujana sé que eres la mejor.
Ella no respondió, solo tomó el instrumental que le ofrecía la tal Marta y comenzó a hacer su trabajo. La aguja entrando en mi piel me obligó a guardar silencio y a quedarme muy quieto.
—¡Doctora De La Fuente! Ya veo que se liberó de su sexy profesor— escuche decir a otra de las enfermeras que llego y se plantó de pie junto a la otra. —Hace veinte minutos te vi correr tras él. ¿Se te declaro ya?¿Esta noche si?
Pegue un salto, como si Camil me hubiera tocado con la aguja de suturar el cerebro.
—¿Te hice daño?— preguntó ella preocupada.
—¡No! Estoy bien— murmuré pero no era cierto. El que alguien estuviera hablando de Camil con otro hombre me revolvía el estómago.
Tenía que admitirlo, me había ido del país, había viajado medio mundo, me había establecido en mi mansión en el Medio Oriente, solo para no saber detalles de la vida de Camil. A su hermano le había prohibido hablarme de ella, lo mismo que a la esposa de este. Así que ahora no me podía quedar allí tan tranquilo oyendo como un profesor de cirugía trataba de conquistar lo que debió ser mío.
—No se declaró— acotó Camil, sin perder la concentración en lo que hacía—En sus locas y fértiles mentes, es en el único sitio donde Dave está interesado en mi— comentó con tono acusador y ambas enfermeras rodaron los ojos. Por mi parte agradecí que el tal Dave fuera un tarado sin pantalónes como para declararse, de hecho ya sentía que lo odiaba.
Era ridiculo sentir celos, más cuando entré Camil y yo había quedado todo claro el día que me abandonó sin una sola explicación. Así que mis celos sobraban es esta historia.
—¡Camil por favor!—remarcó la tal Marta—No he conocido a un solo hombre que no se le caiga la baba por ti.
Eso era absolutamente cierto. Ella era de esa mujeres que obligatoriamente tienes que voltearte a ver.
—¡Doy fe de eso!— tuve que reconocer ganándome que Camil me lanzara una mirada furibunda. «Al menos así me miró»
—¡Eso mi lindo!— enfatizó Marta, ya hablándome a mi directamente, pero el cuerpo de Camil me bloqueaba la vision de las otras dos mujeres— Y la muy tarada se da el lujo de ser la jodida reina del hielo, el corazón se le congeló. Solo vive para la medicina y para…
—¡Basta Marta!— la cortó Camil más molesta de lo que recordaba haberla visto desde que llegue. —Al señor Farid Aray no le interesa saber seguramente cuáles son mis pasatiempos.
Pero se equivocaba, se equivocaba como siempre al suponer por mi. Me interesaba saber cómo es que un peligro andante como ella, había terminado viviendo en Atlanta, graduada de medicina, y lejos de los hombres. Me interesaba saber que había sido de su vida, y si me añoraba tanto a mi como yo la añoré a ella todo este tiempo.
Capítulo 3 “No llega el Olvido”CAMIL DE LA FUENTENo hay quien pueda olvidar completamente a una persona que significó tanto. Puedes creer que las superaste al tiempo de no verla, aún así su sombra te perseguirá aunque no quieras, y te será imposible no reencontrarla en todas partes, buscando su cara en cientos de desconocidos.Sin dudas la volverás a encontrar en un detalle, en una fragancia, en un lugar que es mejor evitar por lo triste de los recuerdos; la encontraras en una canción, en un libro, en una frase… y será como revivir la historia otra vez, la pasión, el mismo dolor, y más fuerte aún el desamor.Hay personas que como él, como Farid…que caben incluso en una letra. Me resigné que a pesar de que él no me amó nunca me libraría de su imagen, mi hija era un recordatorio de él, de lo qué pasó entre nosotros, y eso lo hace especial. Su recuerdo era algo de lo que no me liberaría, creo que por eso nunca intenté borrarlo. Por supuesto que una cosa es no tratar de olvidarlo
Capítulo 4 “No somos Familiia"CAMIL DE LA FUENTENo sé si era el interés de Melissa de seguir contemplando a Farid, o que el ortopédico estaba disponible, pero en menos de tres minutos el especialista estaba junto a nosotros. Cosa que agradecí bastante, mientras más rápido lo atendieran, más rápido se iría, ya Marta había descubierto mi secreto, no podía permitir que Farid hiciera lo mismo. En definitiva tanto Farid como Marta tenían razón, y él tenía una pierna rota. Un Rayos X lo confirmó, y él médico valorando la posible evolución, solo decidió inmovilizar la pierna. Ya amanecía cuando por fin Farid estuvo listo para volver a su hotel.Lo guié a la salida, empujando el sillón de ruedas en que iba sentado. Se le veía cansado, adolorido, y sin dudas los golpes que recibió durante el accidente ya habían comenzado a pasarle factura.—¿Estas bien?— pregunté en un susurro. Yo también estaba agotada, y la presencia de Farid esta noche, no había hecho más que catalizar todos mis miedos
"Te espere seis largos años" En una escala del cero al diez, donde cero es nada y diez es el máximo, está guardia podía calificarla con un doce sin dudas, esta noche fue el servicio más estresante de mi vida. No murió nadie, excepto mi escondite ante el único hombre con el que no debía cruzarme jamás. Traté de no pensar, de nada valía martirizarme ahora. Aún tenía que pasar un buen rato con Farid, así que solo necesitaba el vehículo de mi amiga, para tratar de hallar una salida fácil a todo esto. «Farid se iría muy pronto » murmuré tratando de tranquilizarme. A él no le gustaban los Estados Unidos, en un abrir y cerrar de ojos estaría de regreso a Arabia Saudí, o a cualquier lugar de los Emiratos en el cual estuviera residiendo, pero lejos. Era solo cuestión de ser cordial unas horas y él desaparecería de mi vida, así como una vez ya lo hizo. Camine al sitio donde estaba casi segura que estaría Marta a esta hora. Encontrar a Marta fue sencillo, tratar de quitarle su coche… no
6. "Tiempo" FARID ARAY No sabía exactamente que pasaba por la cabeza de Camil, para mi también había sido una sorpresa encontrarla pero aún así me mostraba un poco más amable que ella. Ella parecía haber masticado a una mosca, por la expresión de su rostro no se le notaba nada feliz. Siempre había sido como una tormenta en el mar, y parecía que los años habían aumentado su efecto devastador. Estaba linda, más hermosa de lo que la recordaba. Y aunque se esforzaba por mantener ese frío silencio al que me había condenado, sus ojos verdes gritaban furia contenida, de esa ira que es capaz de hacer arder al mundo. Empujó el sillón por la pasarela diseñada en el piso para ese fin encaminadonos a la salida de emergencias, que se dirigía al parqueo de los médicos. La vi dudar buscando su coche. Se detuvo y sentí sin voltearme como se paraba de puntillas para alcanzar localizar el vehículo. —¿Olvidaste dónde aparcaste tu coche?—pregunté en tono burlesco. Necesitaba concentrarme en
7. «Mía» FARID ARAY Ni aunque pasaran mil años encontraría las palabras precisas para describir lo que sentí en aquel momento. Mis sentimientos, esos que tanto me escondía a mi mismo, aprovecharon la ocasión para desencadenar una tormenta de grandes magnitudes en mi interior. Su olvido me ardía, me ardía a flor de piel, me quemaba tanto como me hirió su partida hacía ya más de un lustro. La vi meterse en el coche sin mirar atrás, sin voltearse a observar sobre su hombro ni una sola vez. «¡Pasado!». «¡Camil De la Fuente me había dejado atrás!». ¡Yo convertido en historia! Me parecía totalmente loco, que yo aún con la cabeza herida y con una pierna rota siguiera bajo el pórtico de la entrada del hotel, de pie y observando cómo se perdía el coche en el tránsito. ¿¡Me había borrado¡? Si… era evidente. ¿Se lo pensaba permitir? La pregunta rondo mi mente por unos instantes. A decir verdad… no podría llegar a imponerme. Ni siquiera sabía si había encontrado otro amor, que p
CAMIL DE LA FUENTE 8. " La hija de un Jeque Arabe". Aún no sé cómo llegué con vida a casa. Me temblaban las manos y la mente me daba vueltas viajando desde el pasado al presente; se me ponían los vellos de punta de solamente pensar en un futuro cercano, sobre todo las consecuencias de que Farid se llegase a enterar de la existencia de Emira. Mi bebé, mi niña linda… mi precioso tesoro. No quiero ni pensar que pasaría si descubrira que su padre estaba cerca, y yo era el único impedimento en que se encontraran. No es que quisiera justificar todo… pero no era por egoísmo que no le había dicho a Farid que tenía una hija. Era más bien por sentido común. Uno no se encuentra con un hombre herido en emergencias, y le suelta de pronto tanta información. Se imaginan si uno hiciera ese tipo de cosas… «Hola Farid, mientras te atiendo estos cortes, te actualizaré que ha sido de mi vida… tenemos una niña de casi seis años y que no tiene la más mínima idea quien es su padre…» Pensánd
CAMIL DE LA FUENTE 9.“Confesión ”Ciertamente no preví que no hubiese colegio, y mucho menos que Marta llegara tan pronto.La señora Madelein se fue a su casa, llevándose a Emira con ella para darle el sabroso almuerzo que tenía listo para ella.Yo limpié el desastre de la cocina, coloqué las galletas listas en un tarro de cristal; para luego cortar algunos vegetales para cocinarlos al vapor para la cena. Definitivamente la cocina no era uno de mis dones, y habían cosas que no cambiarían nunca, ni aunque pasaran mil años… como Farid. Él era otro ejemplo.El timbre de la puerta sonó, arisca y asustada como me sentía, casi se me sale el corazón del pecho. «Aunque médicamente no fuera posible».Al abrir me sorprendí de encontrarme con Dave Brown en mi puerta. —¿Dave?— pregunté abriendo los ojos como platos. —¿Qué haces aquí?—inqueri mirando al corredor para ver si de casualidad había venido a acompañar a Marta… ¡pero no! Marta no se veía por todo el pasillo.—Olvidaste tu teléfono e
10. “No quiso que lo encontrara”Mi cara de absoluta sorpresa le avisó a Dave que yo no tenía idea de esos sentimientos que decía sentir hacia mi. —¡No me mires así—demando mirándome a los ojos—¡No es como si te estuviera pidiendo matrimonio!…No aún… Pensé bien que le diría, analizando las posibles respuestas que podría ofrecerle antes de rechazarlo definitivamente, pero es que no tenía una respuesta adecuada, no tenía una excusa lo suficientemente buena. No me venía nada a la mente en absoluto. —Dave, yo… yo…—repetí buscando algo que me ayudara a salir del tema. —Tú no estás lista para una relación —terminó respondiendo él por mí y yo solo asentí con la cabeza. —¿Y que te parece si empezamos conociéndonos mejor? Si que ninguno de los dos invada el espacio del otro—sugirió poniéndose de pie para sentarse junto a mí en el sofá—Mi nombre es David Brown, soy médico cirujano— se presentó con una expresión pícara en los ojos que le iluminó el rostro. No pude hacer otra cosa que reír— M