6. "Tiempo"
FARID ARAY
No sabía exactamente que pasaba por la cabeza de Camil, para mi también había sido una sorpresa encontrarla pero aún así me mostraba un poco más amable que ella. Ella parecía haber masticado a una mosca, por la expresión de su rostro no se le notaba nada feliz.
Siempre había sido como una tormenta en el mar, y parecía que los años habían aumentado su efecto devastador.
Estaba linda, más hermosa de lo que la recordaba. Y aunque se esforzaba por mantener ese frío silencio al que me había condenado, sus ojos verdes gritaban furia contenida, de esa ira que es capaz de hacer arder al mundo.
Empujó el sillón por la pasarela diseñada en el piso para ese fin encaminadonos a la salida de emergencias, que se dirigía al parqueo de los médicos.
La vi dudar buscando su coche. Se detuvo y sentí sin voltearme como se paraba de puntillas para alcanzar localizar el vehículo.
—¿Olvidaste dónde aparcaste tu coche?—pregunté en tono burlesco. Necesitaba concentrarme en ella, para que el dolor que ya estaba sintiendo no me terminara de taladrar la cabeza y la espalda.
Sin dudas había sido un amanecer raro. El más raro de todos desde aquel alba en que regresé a buscarla a mi mansión de Riad, y se había marchado sin avisar.
—¡No, no lo olvide¡— se excusó—, solo que lo aparqué ayer temprano en la mañana, y desde entonces obviamente han pasado veinticuatro horas— explicó cansada—. El recuerdo que tenía del parqueo cambio bastante. Un turno entero de médicos y personal de este hospital se marchó, y regresó esta mañana. Así que no es para nada extraño que no encuentre mi coche.
—Está bien, solo fue un comentario casual— murmuré y ella me miró— Esta bien, fue un mal comentario.
Finalmente empujó el sillón de ruedas a un Tesla eléctrico de color plateado. Era un auto costoso pero no excesivamente, aunque acorde al salario de un médico.
Abrió la puerta del copiloto y acercó la silla todo lo posible para que me pusiera de pie y diera dos pequeños saltitos con mi pierna buena hasta acomodarme en asiento del coche.
Camil se alejó a dejar la silla de ruedas cerca de la puerta del hospital, mientras que yo subía ambas piernas en el coche, y me recosté con cuidado de lo lastimarme la cabeza al espaldar de cuero.
Camil regreso y ocupó ágilmente el asiento del conductor poniendo el auto en marcha.
Salimos a la avenida y nos incorporamos al tráfico rápidamente. Camil no me miraba ni de reojo, y me moría de curiosidad del «cómo» había ganado la madurez necesaria para ignorarme de ese modo.
Hace unos años hubiera tenido que amarrarla para que entrara en el mismo vehículo que yo sin importarle que yo estuviera herido. Era irrespetuosa, egoísta, egocéntrica… pero pasional, eso si tenía que reconocerlo. La Camil del pasado era un volcán descontrolado, ardiente e irreprimible.
Ahora, ahí estaba sin perder la compostura, sin apartar la vista un solo segundo de la vía, y sin reclamar o emitir un solo sonido de callada exigencia.
—¿Por qué te fuiste?—la pregunta se me escapó sin siquiera pensarla. En qué mierd@ estaba pensando para soltar semejante estupidez que la pondría a la defensiva.
No respondió inmediatamente, tampoco parecía estar planeando una respuesta. Sencillamente fingió que no me escucho; y juro por Allah que si no hubiera estado herido habría detenido ese puto coche, y la hubiera obligado a reaccionar. Su frialdad era nitrógeno líquido inyectado en mis venas.
No voy a mentir, aunque me impuse olvidarla, no puedo negar que en el primer y el segundo año tras su partida obviamente fantaseaba de vez en cuando con el momento en que nos volveríamos encontrar. Eso si… ni en la peor pesadilla me imagine que sería así… «¡tan poco Camil!».
—Mi tiempo en Riad había acabado— murmuró con sencillez sin mirarme.
—Y te fuiste sin despedirte, como una ladrona— le recriminé recordando el momento que en que volví, tratando de enmendar las cosas tras nuestra última discusión y ella ya no estaba. Se me rompió mucho más que el ego esa mañana. Sabia que su tiempo es Riad había caducado…¡Ambos lo sabíamos!, pero ella no se quería marchar, y yo planeaba cualquier cosa menos echarla de mi lado.
—No me llevé nada que no fuera absolutamente mío cuando me fui— objeto sacándome de mis cavilaciones.—¡Nunca como una ladrona!— recalcó a la defensiva—¡No me lleve nada tuyo!
—¡No estaría tan seguro de eso!— espeté entre dientes. Tampoco admitiría a estas alturas que cuando se fue sentí mucho más que despecho. No diría que su partida me pego más fuerte que un campeón de pesos pesados, que solo cuando la perdí me di cuenta lo que significaba perder el corazón, que te lo arrancaran y se lo llevaran lejos. Me había costado recuperarme de efecto “Camil” en mi vida, pero la había dejado atrás…
El coche se detuvo en el semáforo y incorporándonos a otra calle me miró por primera vez desde que habíamos abandonado el parqueo del hospital.
—¿Cuál es tu hotel? — pegunto como si no fuera necesario que lo hubiera preguntado diez minutos atrás.
Si no hubiera estado tan agotado y adolorido me hubiera carcajeado por lo nerviosa que estaba, que ni siquiera había atinado a preguntar hacia dónde nos dirigíamos al salir. Al parecer también existía un efecto “Farid” capaz de sacarla de su zona de confort.
—Al hotel St. Regis Atlanta— le informe con voz queda y ella asintio con la cabeza.
—¡De seguro una Suite en el ático!— alegó y pude descubrir un pequeño dejé de ironia en su expresión de su rostro.
—¡Así es!nos conocemos demasiado bien. ¿No es así?—inquirí volteando un poco la cabeza, para verla a los ojos.
—El hotel no está lejos— se limitó a farfullar sin dar ni siquiera un poco de contienda.
«¿Quién era esta mujer?…¿Y dónde demonios tenía escondida a mi Peligro?
Aunque esta dama de hielo, apacible e inquebrantable también me llamaba demasiado la atención. Era como dos mujeres distintas e inigualables viviendo en el un mismo cuerpo, el cuerpo donde convergían todas mis fantasías sexuales.
—¡Llegamos! — soltó en tono casi triunfal, poco falto para que gritara «al fin».
Camil detuvo el auto frente al hotel y se bajo dispuesta para ayudarme a incorporar.
Abrí la puerta sin esperar que llegara a mi posición.
Uno de los botones del hotel me reconoció de inmediato, y corrió a socorrerme.
—¿Está bien señor Aray?— preguntó mientras me ponía de pie apoyándome en el hombro del portero.
Me volteé a ver que hacía exactamente Camil. Ella seguía allí inmóvil analizando si con el portero sería suficiente para llevarme al interior del hotel y subiere a mi habitación.
—¿Estaras bien?— preguntó con rostro preocupado.
—¡Si!, creo que si— comenté mirándola a la cara. Su piel tersa de porcelana se veía marcada por ojeras violáceas —Tú también te ves exhausta después de semejante guardia.
—Aunque no lo creas estoy ya acostumbrada. Sabes lo que dicen… ¡a todo se acostumbra uno!— expresó a forma de broma.
—¡Si lo sabré yo!…— que me acostumbre a tu ausencia. No complete la frase en voz alta, pero la mirada que le lance delataba lo que estaba pensando en ese momento.
—¡Mejor me voy!— susurro prácticamente. Solo asentí con la cabeza como un tonto.
Ella sonrió tristemente y antes de voltearse en dirección al auto, se llenó de valor y me miró.
—¡Fue Bueno verte Farid!— la voz se le rompió un poco por la emoción y los nervios—. A pesar de las circunstancias fue bueno verte.
—A mi también me gusto verte Camy. Sobre todo me gusto saber que tu vida, y tu profesión tienen un propósito tan noble como el de salvar vidas— hice una pausa, y obviamente ella no sabía que más decir para despedirnos definitivamente y romper el incómodo momento.
—¿Un café?¿Te puedo invitar un café antes de abandonar la ciudad?— le pregunté casi con desesperación.
—¡No! —Fue su escueta respuesta, después de eso saludo con la mano izquierda, camino dos pasos había atrás aún observándome, y se volteó para regresar al auto.
—¿Ni siquiera por los viejos tiempos?— insistí y sentí como cada pieza de mi cabeza crugió al alzar la voz.
—Solo fue eso Farid…¡Tiempo!¡ Y ya deberías saber que el tiempo que se va no vuelve!
7. «Mía» FARID ARAY Ni aunque pasaran mil años encontraría las palabras precisas para describir lo que sentí en aquel momento. Mis sentimientos, esos que tanto me escondía a mi mismo, aprovecharon la ocasión para desencadenar una tormenta de grandes magnitudes en mi interior. Su olvido me ardía, me ardía a flor de piel, me quemaba tanto como me hirió su partida hacía ya más de un lustro. La vi meterse en el coche sin mirar atrás, sin voltearse a observar sobre su hombro ni una sola vez. «¡Pasado!». «¡Camil De la Fuente me había dejado atrás!». ¡Yo convertido en historia! Me parecía totalmente loco, que yo aún con la cabeza herida y con una pierna rota siguiera bajo el pórtico de la entrada del hotel, de pie y observando cómo se perdía el coche en el tránsito. ¿¡Me había borrado¡? Si… era evidente. ¿Se lo pensaba permitir? La pregunta rondo mi mente por unos instantes. A decir verdad… no podría llegar a imponerme. Ni siquiera sabía si había encontrado otro amor, que p
CAMIL DE LA FUENTE 8. " La hija de un Jeque Arabe". Aún no sé cómo llegué con vida a casa. Me temblaban las manos y la mente me daba vueltas viajando desde el pasado al presente; se me ponían los vellos de punta de solamente pensar en un futuro cercano, sobre todo las consecuencias de que Farid se llegase a enterar de la existencia de Emira. Mi bebé, mi niña linda… mi precioso tesoro. No quiero ni pensar que pasaría si descubrira que su padre estaba cerca, y yo era el único impedimento en que se encontraran. No es que quisiera justificar todo… pero no era por egoísmo que no le había dicho a Farid que tenía una hija. Era más bien por sentido común. Uno no se encuentra con un hombre herido en emergencias, y le suelta de pronto tanta información. Se imaginan si uno hiciera ese tipo de cosas… «Hola Farid, mientras te atiendo estos cortes, te actualizaré que ha sido de mi vida… tenemos una niña de casi seis años y que no tiene la más mínima idea quien es su padre…» Pensánd
CAMIL DE LA FUENTE 9.“Confesión ”Ciertamente no preví que no hubiese colegio, y mucho menos que Marta llegara tan pronto.La señora Madelein se fue a su casa, llevándose a Emira con ella para darle el sabroso almuerzo que tenía listo para ella.Yo limpié el desastre de la cocina, coloqué las galletas listas en un tarro de cristal; para luego cortar algunos vegetales para cocinarlos al vapor para la cena. Definitivamente la cocina no era uno de mis dones, y habían cosas que no cambiarían nunca, ni aunque pasaran mil años… como Farid. Él era otro ejemplo.El timbre de la puerta sonó, arisca y asustada como me sentía, casi se me sale el corazón del pecho. «Aunque médicamente no fuera posible».Al abrir me sorprendí de encontrarme con Dave Brown en mi puerta. —¿Dave?— pregunté abriendo los ojos como platos. —¿Qué haces aquí?—inqueri mirando al corredor para ver si de casualidad había venido a acompañar a Marta… ¡pero no! Marta no se veía por todo el pasillo.—Olvidaste tu teléfono e
10. “No quiso que lo encontrara”Mi cara de absoluta sorpresa le avisó a Dave que yo no tenía idea de esos sentimientos que decía sentir hacia mi. —¡No me mires así—demando mirándome a los ojos—¡No es como si te estuviera pidiendo matrimonio!…No aún… Pensé bien que le diría, analizando las posibles respuestas que podría ofrecerle antes de rechazarlo definitivamente, pero es que no tenía una respuesta adecuada, no tenía una excusa lo suficientemente buena. No me venía nada a la mente en absoluto. —Dave, yo… yo…—repetí buscando algo que me ayudara a salir del tema. —Tú no estás lista para una relación —terminó respondiendo él por mí y yo solo asentí con la cabeza. —¿Y que te parece si empezamos conociéndonos mejor? Si que ninguno de los dos invada el espacio del otro—sugirió poniéndose de pie para sentarse junto a mí en el sofá—Mi nombre es David Brown, soy médico cirujano— se presentó con una expresión pícara en los ojos que le iluminó el rostro. No pude hacer otra cosa que reír— M
11 “El Señor Árabe” CAMIL DE LA FUENTE Después de que Marta se fue, me quede pensativa y distraída. Aunque estaba clara que no me podía dar ese lujo. Mi hija estaba en casa y me abordaba con una pregunta nueva cada día segundos. Emira definitivamente era una niña demasiado despierta. —Mami…— llamó desde su habitación y le respondí enseguida. —Si bebé… —¿Puedes venir, por favor?—insistió y fui por ella. Me recosté al umbral de la puerta y la mire con todo el amor del mundo. Emira era la mejor parte de mi vida, la mejor parte de mi. —¿Pasa algo bebé?— pregunté suavemente. —Estaba pensando mami… — casi balbuceó, y Emira no solía ser tímida ni recatada para decir nada así que me extraño bastante. Entré en la habitación y me senté junto a ella en la cama. —¿Acerca de que estuviste pensando bebé?— insistí y ella me desarmó observándome con esos ojos profundos capaces de cruzarme el alma de lado a lado. —Acerca de lo que dijo la señora Madelein, mami…—respondió por fin— Yo
12. "Una alternativa al Amor"CAMIL DE LA FUENTEMi habitación penumbras me recibe , aún así no me molesto en encender la luz. Suelto el aire que inconscientemente había estado conteniendo hasta ahora, en un suspiro cargado de pena. No cierro la puerta al entrar, pues quiero estar atenta por si Emira despierta y me necesita.Mi corazón ya dañado, creo que acaba de romperse del todo «aunque médicamente sea imposible» con este emotivo y desgarrador momento por el que pase con mi bebita Me siento en la cama con la vista perdida en algún punto de la habitación y las lágrimas que había tratado de contener hasta ese momento por fin salen, quemándome las mejillas a su paso. El peso de la culpa es mucho más grande cuando sentimos que por nuestra causa sufre alguien a quien amamos, alguien totalmente inocente a los errores del pasado. El dolor de Emira es mi consecuencia...consecuencia de las veces que me equivoqué para llegar hasta donde estoy. A veces el dolor reaparece, provocado que
13 “La misma Mentirosa”FARID ARAY«Camil... mi Camil peligrosa y malvada».Aún recuerdo la primera vez que la vi desnuda en el lobby del hotel Burj Al Arab en Dubai. Allí estaba ella paseándose como Dios la trajo al mundo dejando en rídiculo el nombre de la familia Aray, pero haciendo babear a todos los hombres que la veían pasar contoneando las caderas.Los hombres de seguridad no se atrevían a acercársele, por ser la hermana de uno de los accionistas; así que me tocó a mi controlar su pequeña demostración de poder. Esa era su descarada manera de revelarse a que su hermano la hubiera sacado a rastras de Miami. Solo que en su irresponsable acto de rebelión me llevo a mi enredado entre sus piernas. «Literalmente entre sus piernas»Después de ese día, Camil me atrajo a ella como un cuerpo celeste con una gravedad. Por más que huí, por más que me aleje, la dejaron en mi casa... bajo mi techo, y con las hormonas revueltas propias de su edad. Éramos como dinamita en medio de un volcán.
14. "Sin Opciones" CAMIL DE LA FUENTE Después de una semana, estaba de guardia otra vez. Era la primera vez que me separaba de Camil después de aquella noche en que lloró en mi regazo pidiéndome que hablase con su padre para que fuera su padre. Si el destino había sido más irónico con alguien, pues había reparado su error ensañándose conmigo a partir de este momento. Y del Karma ni hablar… el puto Karma pues se había olvidado de todas las cosas buenas que yo había hecho durante todo estos años… había salvado cientos de vidas, había sido la mejor samaritana posible, le daba comida a las aves del parque, ayudaba a los ancianos con la compra y para cruzar la calle; pero aún así las factura que estaba pagando era la del pasado, cuando no era otra cosa que una irresponsabilidad. La guardia iba siendo bastante tranquila, aunque en un hospital de última generación y listo para recibir complicados casos de urgencia, era casi un hecho insólito la palabra “tranquilidad”. De Farid no había