𝟷𝟸 𝚍𝚎 𝚎𝚗𝚎𝚛𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾
𝙲𝚑𝚊𝚛𝚒𝚜
«—Todo se va a poner mejor —me consoló esa mujer en el funeral.
Su sonrisa de dientes blancos y esos ojos verdes están llenos de vida. Se alejó moviendo sus caderas al dirigirse a otro grupo de personas.
Me pregunto si ella también se acostó con mi esposo».
Desde el encuentro con el detective, tengo una perpetúa emoción melancólica.
—... Charis, ¿te encuentras bien?
Él, con sus ojos atentos en mí, cubrió mis dedos.
—Perfectamente. Solo he dormido poco.
Aparté mi mano de la de Abel para tomar un cubierto. Todo, con el fin de evitar la mirada de mis hijos. Aunque lo único que quiero es salir a vomitar.
—Estamos discutiendo dónde deberían quedarse cuando vuelva a
𝟷𝟹 𝚍𝚎 𝚎𝚗𝚎𝚛𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙰𝚕𝚎𝚝𝚑𝚒𝚊La puerta se abrió y entró una figura indescifrable. Mi corazón palpita de prisa, como si quisiera salir de mi pecho.—No has comido mucho. El cangrejo nunca ha sido tu favorito.Mamá tiene una sonrisa a medias y trae una bandeja con pan cortado en rodajas, un frasco de lo que parece mermelada y jugo de naranja. Todo lo dejó sobre el escritorio donde tengo acostumbrado dibujar y cuando se inclinó vi el bonito broche marrón que recoge su cabello.—No escuché tus pasos.Perdí esa sensibilidad hace mucho: la del paso del tiempo y el espacio. Me siento frente a la ventana cuando amanece y me quedo ahí casi todo el día, observando el cielo perecer en la oscuridad en un ciclo que no termina.La tierra no se ha detenido, después de todo.—Siemp
𝟷𝟺 𝚍𝚎 𝚎𝚗𝚎𝚛𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙰𝚕𝚎𝚝𝚑𝚒𝚊«Seguía el camino que dejaban sus pies, como una niña al acecho. Quería pisarle los talones».—Quiero que plasmes lo primero que se te venga a la cabeza —ordenó y giró su cabeza al notarme ausente—. ¿Alethia?Yo asentí varias veces, como si hubiera despertado de un sueño, de repente. Sonreí. Eso fue suficiente para que se alejara un poco.Me duele la cabeza desde que me levanté. Pienso que es gracias a esos fragmentos que comienzan a tomar forma. Ya me acostumbré a lo tediosas que pueden ser las secciones de terapia pero nunca me quejé al respecto. Mucho menos con Clara, que solo hace su trabajo. Sin embargo, eso no elimina esa sensación de incomodidad. Ella nada en el océano incontenible de mi mente sin barco, ni salv
𝟹 𝚍𝚎 𝚖𝚊𝚛𝚣𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟻𝙰𝚕𝚎𝚝𝚑𝚒𝚊(𝙿𝚊𝚜𝚊𝚍𝚘)Es difícil asegurar si es el frío que se desliza por los bordes de la ventanilla lo que le hace encogerse como un bebé indefenso. Pero es bastante obvio.—¿Quieres que encienda la calefacción?Le pregunté, reteniendo una risita. Lo miré a través del espejo retrovisor, el reflejo solo enseña su perfil.—Hieres mi orgullo de hombre.Bromeó. Él me observó por unos segundos y luego devolvió su atención al camino que transitamos. Una carretera tan ancha como para transitar tres autos juntos, a la vez.—Así que es tan obvio que no tolero el frío.—Siempre actúas como un cachorrito con la mínima brisa.Me incliné hacia adelante. Lo suficiente para buscar a ciegas
𝟷𝟻 𝚍𝚎 𝚎𝚗𝚎𝚛𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙳𝚊𝚙𝚑𝚗𝚎(𝙿𝚛𝚎𝚜𝚎𝚗𝚝𝚎)"Nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río y en el que se baña".—Heráclito.La expresión de mi hermana es vacía. Observa la ventana como una criaturilla inocente. No le sorprende el verde de los prados ni el tono topacio del atardecer. Mejor dicho, la belleza se convirtió en una primavera efímera y ahora es envuelta en un desierto de indiferencia. Ella no era así.Antes tenía los ojos brillantes y parloteaba sobre cualquier tema que le apasione. Ahora, lo que estimula su silencio es la culpa que le está devorando por dentro. Royendo cada órgano y escupiendo esas emociones sosas. Lo que es una verdadera pena para alguien que guardó tanta efervescencia.Mamá est&a
𝟸0 𝚍𝚎 𝚎𝚗𝚎𝚛𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙲𝚑𝚊𝚛𝚒𝚜No hizo falta que su mayordomo me guiara porque el aroma a licor mezclado con nicotina ahoga la sala. Donde más estaría, sino ahí.Es el quinto día en un lugar tan acogedor. Las paredes de madera tienen un precioso color perla que hace relucir los cuadros al igual que la alfombra violeta. Como Abel aseguró, es un lugar tranquilo. Cinco cuartos, dos baños, una cocina y la sala que conservan con mucho cuidado. Unos cuantos jarrones y un telégrafo le dan aire de una máquina del tiempo de marfil. Es más de lo que pedimos. Me recuerda al hogar que compartí con Damian cuando Alethia era solo un bebe.La noche llegó y entre la oscuridad solo puedo vislumbrar su figura hacerse más y más grande con cada paso que doy. Sentado en un sofá de perfil, acompañado con una copa con
𝟸𝟸 𝚍𝚎 𝚎𝚗𝚎𝚛𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙰𝚕𝚎𝚝𝚑𝚒𝚊El sonido que desprende las ráfagas de viento contra mis oídos es lo único que confirma que el tiempo sigue corriendo.Las olas están tan cerca que solo basta un paso para hundirme en ellas. Chocan contra la superficie resbaladiza de los picos y más allá, mucho más profundo, al sur, se extiende una línea infinita que muere donde acaba el sol.Ha pasado un poco más de una semana. El tiempo lo he ocupado dibujando y pintando a mi voluntad. Sin embargo, a cierta hora de la tarde no me queda nada por hacer y me siento frente a la ventana a observar las olas romper contra las rocas, hasta que el cielo se torna rojo. Hoy quise que fuera diferente. Por eso estoy en un risco, con el cabello azotando mis mejillas.La casa es pequeña y modesta. Con nuestra llegada, las personas encargadas de la limp
𝐓𝐄𝐑𝐂𝐄𝐑𝐀 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄:𝐋𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐥𝐥ó.𝐃𝐞 𝐦𝐚𝐫𝐳𝐨 𝐚 𝐣𝐮𝐥𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝟏𝟗𝟔𝟖.𝟸 𝚍𝚎 𝚖𝚊𝚛𝚣𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙴𝚟𝚊𝚗—¿Alguna vez ha sentido que su cuerpo no es en realidad, su cuerpo? ¿Qué sus palabras no son más que oraciones prestadas?, ¿qué su verdadero yo se encuentra escondido en algún rincón y no tiene intención de salir?Esas son las palabras que suelto cuando una conversación calla. Me pica la curiosidad. Mentiría si dijera que no disfruto de las caras que ponen los demás.Nadie me ha dado otra respuesta que no sea "no", "¿qué?" O en ocasiones, un "no lo sé" les basta. Pero sigo intentándolo, con la esperanza que alguien al azar me dé una respuesta para admitir que valió la pena la espera. Mien
𝟺 𝚍𝚎 𝚖𝚊𝚛𝚣𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙰𝚗𝚜𝚎𝚕—¿Qué hace aquí?—Yo también me alegro de verlo.Extendí la mano para saludarlo, pero él no la estrechó.Abel se nota más cansado que la última vez que lo vi. Su cabello está largo, se dejó la barba y los botones de su camisa están entreabiertos. Como si acabara de despertar.De su parte esperé algo como: ¡Holmes! Hace rato que no nos cruzamos, ¿no debería estar usted en Londres? ¡Pero que torpe soy! Pase, pase. Ahora puedo ofrecerle té... Oh, pero, no guardo ningún ajedrez en esta casa, me disculpo.Su reacción afilada me desconcertó. Nunca se había comportado así.Sonreí con cinismo y me presenté.—Soy el detective Glenn, no sé si aú