𝟸𝟸 𝚍𝚎 𝚎𝚗𝚎𝚛𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾
𝙰𝚕𝚎𝚝𝚑𝚒𝚊
El sonido que desprende las ráfagas de viento contra mis oídos es lo único que confirma que el tiempo sigue corriendo.
Las olas están tan cerca que solo basta un paso para hundirme en ellas. Chocan contra la superficie resbaladiza de los picos y más allá, mucho más profundo, al sur, se extiende una línea infinita que muere donde acaba el sol.
Ha pasado un poco más de una semana. El tiempo lo he ocupado dibujando y pintando a mi voluntad. Sin embargo, a cierta hora de la tarde no me queda nada por hacer y me siento frente a la ventana a observar las olas romper contra las rocas, hasta que el cielo se torna rojo. Hoy quise que fuera diferente. Por eso estoy en un risco, con el cabello azotando mis mejillas.
La casa es pequeña y modesta. Con nuestra llegada, las personas encargadas de la limp
𝐓𝐄𝐑𝐂𝐄𝐑𝐀 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄:𝐋𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐥𝐥ó.𝐃𝐞 𝐦𝐚𝐫𝐳𝐨 𝐚 𝐣𝐮𝐥𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝟏𝟗𝟔𝟖.𝟸 𝚍𝚎 𝚖𝚊𝚛𝚣𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙴𝚟𝚊𝚗—¿Alguna vez ha sentido que su cuerpo no es en realidad, su cuerpo? ¿Qué sus palabras no son más que oraciones prestadas?, ¿qué su verdadero yo se encuentra escondido en algún rincón y no tiene intención de salir?Esas son las palabras que suelto cuando una conversación calla. Me pica la curiosidad. Mentiría si dijera que no disfruto de las caras que ponen los demás.Nadie me ha dado otra respuesta que no sea "no", "¿qué?" O en ocasiones, un "no lo sé" les basta. Pero sigo intentándolo, con la esperanza que alguien al azar me dé una respuesta para admitir que valió la pena la espera. Mien
𝟺 𝚍𝚎 𝚖𝚊𝚛𝚣𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙰𝚗𝚜𝚎𝚕—¿Qué hace aquí?—Yo también me alegro de verlo.Extendí la mano para saludarlo, pero él no la estrechó.Abel se nota más cansado que la última vez que lo vi. Su cabello está largo, se dejó la barba y los botones de su camisa están entreabiertos. Como si acabara de despertar.De su parte esperé algo como: ¡Holmes! Hace rato que no nos cruzamos, ¿no debería estar usted en Londres? ¡Pero que torpe soy! Pase, pase. Ahora puedo ofrecerle té... Oh, pero, no guardo ningún ajedrez en esta casa, me disculpo.Su reacción afilada me desconcertó. Nunca se había comportado así.Sonreí con cinismo y me presenté.—Soy el detective Glenn, no sé si aú
𝟼 𝚍𝚎 𝚖𝚊𝚛𝚣𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙴𝚟𝚊𝚗𝚍𝚎𝚛Escuché que todo, al final, retorna a su lugar. A donde debe estar.Mi hermana yace acostada sobre la espesa hierba con un vestido azul marino sencillo, como un camisón. Con mangas abultadas y un delicado encaje en las puntas. Su cabello está sujeto en una coleta que rebela la gracia de su cuello delgado y largo. No me ha mirado desde el momento que entré en su exclusivo circulo, pero está consiente de mi presencia. Eso es seguro.No está inquieta, eso me alivió. Más bien se ve impasible, como si lo que ves es solo el reflejo de su verdadero yo tras una pared de cristal.El silencio nos acompaña, ya que no se me ocurre nada por decir. Pero eso es porque me basta con ver su pequeña figura con poca carne en las caderas.—¿Cuándo fue la última vez que observast
0𝟼 𝚍𝚎 𝚖𝚊𝚛𝚣𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙰𝚗𝚜𝚎𝚕—Yo lo maté —repasé esas palabras una y otra vez intentando encontrar el tono correcto para imitarlo. ¿Era grave o agudo? No, más bien certero y afilado. Tal vez hasta sofisticado, si es que es posible—. Yo lo maté. Yo... Lo maté.Después de confesarlo, no pude mover ni un solo musculo. Incluso cuando él cerró la puerta detrás de sí con lentitud, murmurando un «hasta luego, detective». Guardando un fajo de billetes en el bolsillo de mi camisón.Aun lo tengo y ni siquiera lo he contado. Permanece en el bolsillo de la prenda colgada en un perchero del armario. A veces, me quedo minutos enteros a observarlo y adivinar su cantidad. Nunca encontré las ganas de comprobarlo, en realidad.He escuchado muchas confesiones a lo largo de mi carrera, de hom
0𝟼 𝚍𝚎 𝚓𝚞𝚕𝚒𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙰𝚖𝚊𝚛𝚊𝚗𝚝𝚊No comprendo porqué, pero el aire se puede cortar con un cuchillo.Desde que apareció ese hombre en la puerta, la paz acabó. Todos estábamos confundidos, no es normal tener visitas y mucho menos que el señor los recibiera de tan mala gana. Así que los hilos los unimos por nuestra cuenta.Estoy segura que ese hombre era el detective del que han huido todo este tiempo, pero no entiendo porque la señorita Alethia tenía tantas ganas por verlo y después de él, se apagó como la primera vez que llegó aquí. Se fue sola a su cuarto, cabizbaja como un gatito mojado por la lluvia y no salió hasta el otro día.Estuve a su lado todo el tiempo y puedo decir con certeza que lloró casi toda la noche. Pero que ella se quedó al otro lado de la puerta tambi&e
𝟸𝟼 𝚍𝚎 𝚓𝚞𝚕𝚒𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙰𝚗𝚜𝚎𝚕(𝟺 𝚖𝚎𝚜𝚎𝚜 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎́𝚜)El verano trae consigo algunas emociones cálidas. Descongela lo que se perdió en el invierno y en la primavera se ocultó.El sol se alza a una altura perfecta para iluminar el rocío de las lluvias espontaneas de julio y así es más sencillo admirar el lento crecimiento de las flores rebosantes de polen que esperan ansiosamente el alivio de las abejas. Por fin hace un buen día.Cuando observo las nubes me veo a mi mismo, siempre cambiando. A veces gris en las sequias y también claro y tranquilo. Pero eso sí, estoy seguro que ellas no son las mismas siempre y la que ves en el cielo hoy, no serán la que mañana estén tras tu ventana.Mejor dicho, siendo honestos, no sé nada del clima ni de nubes, como tampoco entiendo la fama
𝟷𝟸 𝚍𝚎 𝚘𝚌𝚝𝚞𝚋𝚛𝚎 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟽𝙰𝚋𝚎𝚕(𝙿𝚊𝚜𝚊𝚍𝚘. 𝙳𝚒́𝚊 𝚍𝚎𝚕 𝚊𝚌𝚌𝚒𝚍𝚎𝚗𝚝𝚎)¿Qué piensa una persona que está a punto de quitarle la vida a otra?Y no me refiero a un suceso que ocurrió en el instante, si es que a eso se le puede llamar accidente. No, nada de eso. Me estoy enfocando en las personas que ya planearon la muerte con anticipación. Los que ya tienen el funeral pagado, pues.Porque, por ejemplo, si tomamos un personaje como el de El extranjero encontraremos a un hombre casi absurdo que nunca se le pasó por la cabeza cometer un asesinato en esa playa, pero el calor del momento lo impulsó a presionar el gatillo, literalmente. Personas como él no cuentan porque no se parecen a mi, así es imposible comparar nuestras situaciones. También llevo Crimen y castigo conmigo, aunque me arrullaba en la secundaria. Ahora
(𝚃𝚛𝚎𝚜 𝚊ñ𝚘𝚜 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚞é𝚜 𝚍𝚎𝚕 𝚊𝚌𝚌𝚒𝚍𝚎𝚗𝚝𝚎) —¡Aquí esta! Me acerqué a la lápida. Efectivamente tiene escrito su nombre en la piedra. Es una roca gris, simple y austera. Alrededor están sepultadas otras personas que son visitadas con regularidad, lo digo por la frescura de las flores. Yo calculo que su última visita fue ayer y hace dos días, respectivamente. Me incliné frente a su tumba. El pasto crece con regularidad y da la ilusión de que no hay nada enterrado debajo. Como una extensión de la tierra y nada más. —Te traje algo. Dejé los tulipanes ahí. Empecé a rebuscar en los bolsillos del abrigo y encontré, entre los recibos del tren, esa inconfundible textura delgada del oro blanco. —Y esto también. Me arrodillé. Agarré el collar con ambas manos, asegurándome de que el dije esté perfectamente alineado y lo deposité sobre la lápida. En