𝙰𝚕𝚎𝚝𝚑𝚒𝚊
—Alethia. Despierta, pequeña.
Esa voz suena tan cálida, tan dulce, ¡qué provoca que mi corazón salte en mi pecho de la emoción! Mi primer instinto fue ir tras ella, buscarla. Pero en cuanto abrí los ojos lo que menos me preocupó fue el murmullo.
Estoy en un bosque.
Hay árboles tan altos que besan al cielo, un río que luce como una delgada serpiente dormida y salvaje, hongos que brotan sobre las rocas mojadas allá, entre el musgo y el agua que interrumpe su ritmo, y las azucenas blancas florecen en ese hábitat frondoso a su lado. También, las aves baten sus alas y cantan todo tipo de melodías que arrullan, volando rumbo al sol que está en su mejor momento, brillando, sin fastidiar los ojos.
Estoy descalza, pero las plantas de mis pies no sienten dolor cuando piso las ramas o alguna que
𝟸𝟺 𝚍𝚎 𝚘𝚌𝚝𝚞𝚋𝚛𝚎 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟽𝙰𝚗𝚜𝚎𝚕Alethia despertó cuatro días después de mi última visita. Pero seguro se arrepintió en el mismo instante que abrió sus ojos.—¡Es increíble que este periódico publique artículos tan amarillistas! —Evander vociferó, poseído por el coraje. Su mandíbula está pronunciada y sus brazos se extienden y mueven a conciencia propia, amenazando con lastimar a alguien con sus movimientos bruscos y torpes—. Y eso no es lo peor, ¿quién se atreve a escribir una columna pretendiendo que eres culpable del choque?Casi de inmediato, lanzó el periódico sobre la mesa.Nadie me miró. ¡Qué alivio! Pero es mejor alejarse, para prevenir.—Me gustaría saber —continuó su madre—, ¿
𝟸𝟻 𝚍𝚎 𝚘𝚌𝚝𝚞𝚋𝚛𝚎 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟽𝙰𝚋𝚎𝚕Es tan fácil engañar a alguien cuando está desesperado por una respuesta, ¡que da pena!—¡Pero si es nuestro detective favorito! —intervine rumbo a la mesa más alejada del local, donde el señor Glenn disfruta de una taza de café. Luego, nos dimos un fuerte apretón a pesar del disgusto que no se molestó en ocultar—. ¿Dónde dejaste a Watson?Reí para aliviar el ambiente. Aproveché para observar los movimientos de Ansel en busca de un punto flaco, pero no me dio nada. Solo asintió con lentitud y me enseñó la silla de enfrente, con los modales propios de un caballero.Parece que ya se acostumbró a mi humor. Que hombre tan aburrido.—Por favor, siéntese, Abel.Tomé una postura tranquila, imitan
𝟸𝟷 𝚍𝚎 𝚖𝚊𝚛𝚣𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟻𝟾𝙲𝚑𝚊𝚛𝚒𝚜(𝙿𝚊𝚜𝚊𝚍𝚘)La música suave me hipnotiza.Reflexioné, con la copia de Guerra y Paz de Tolstoi en el estante, en todos los errores que tuve y que, inevitablemente, cometeré en el futuro.Paz.La paz llega cuando el sol se esconde en el horizonte y no hay más que cuerpos celestes flotando, en el sacramento de la noche. En el instante que el reloj marca las nueve y el día ha llegado a su final. El momento en que la nación entera llega a su cumbre y se sumen en el sueño.Entregaría toda mi fortuna por preservar para siempre las noches que Daphne y yo leemos los cuentos de Dickens antes de ir a dormir. Acariciando la tersa piel de su frente, arreglando su cabello oscuro y admirando sus pequeños ojos redondos que luchan con el agotamiento para no dormir, como esta noche. Con la ún
𝟹0 𝚍𝚎 𝚗𝚘𝚟𝚒𝚎𝚖𝚋𝚛𝚎 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟽𝙰𝚗𝚜𝚎𝚕Si quería terminar con la vida de él, ¿por qué arriesgó la suya?Bajo la luz del fuego observo la mesa en la que reposa el collar que guardo con recelo en estas noches tan frías. Brillando, prueba de la joya tan exquisita que es y lo mucho que podría costar. Pero, venderlo nunca estuvo en mis planes.Llega el invierno y con eso, la melancolía de la primavera. Afuera, por ser una residencia tan familiar, algunos vecinos salen con sus hijos a construir muñecos de nieve. Todos ellos eran amigos de mi esposa hace cuatro años, pero, como era de esperarse, la olvidaron y lo que fue de sí en cuanto su altar fue retirado de en frente mi casa. Ahora está desierta la verdadera tumba de mi esposa.Desde donde sea que estés, ¿te estás burlando de mi amargura?Supon
𝐒𝐄𝐆𝐔𝐍𝐃𝐀 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄:𝐋𝐚𝐬 𝐫𝐚𝐳𝐨𝐧𝐞𝐬.𝐃𝐞 𝐝𝐢𝐜𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝟏𝟗𝟔𝟕𝐚 𝐞𝐧𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝟏𝟗𝟔𝟖.𝟷𝟸 𝚍𝚎 𝚍𝚒𝚌𝚒𝚎𝚖𝚋𝚛𝚎 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟽𝙳𝚊𝚙𝚑𝚗𝚎(𝚃𝚛𝚎𝚜 𝚖𝚎𝚜𝚎𝚜 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎́𝚜 𝚍𝚎𝚕 𝚊𝚌𝚌𝚒𝚍𝚎𝚗𝚝𝚎)Dime, Alethia, que cuando recuperes la memoria serás capaz de perdonarme.«El reloj marcó las seis de la madrugada cuando ella entró, como un espectro. Cuidaba cada paso que sus pies descalzos dieron, a pesar de que el alcohol le hacía tambalear.Yo tenía once años en ese entonces.—Ya sabes que debes entrar por la puerta trasera.Ella dio un brinco y volteó a verme.Yo estaba sentada en el último escalón de la sala principal, organizando mi desayuno antes de ir a la escuela.A pesar d
𝟷𝟷 𝚍𝚎 𝚎𝚗𝚎𝚛𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙰𝚗𝚜𝚎𝚕Encontrar un taxista dispuesto a transportarme a la mansión no fue difícil, como tampoco lo fueron las indicaciones.Solo con dar el nombre del lugar este hombre ya conocía de memoria el camino. Me parece que estuvo esperado por este momento con las mismas ansias de un niño en la navidad. Por eso no para de hacerme preguntas.—Ya se ha enterado de lo que pasó, ¿no? —Preguntó, mirándome por el espejo retrovisor donde se mece un escapulario—. Mi esposa fue quien me dijo.Ya sabe. Ella está participando en esos sindicatos para mujeres donde lo único que hacen es compartirse chismes.Se burló y rascó su cabeza calva. Cavando hasta encontrar el sitio más razonable de su cerebro, sin éxito.—El mundo está cambiando.
𝟷𝟸 𝚍𝚎 𝚎𝚗𝚎𝚛𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙲𝚑𝚊𝚛𝚒𝚜«—Todo se va a poner mejor —me consoló esa mujer en el funeral.Su sonrisa de dientes blancos y esos ojos verdes están llenos de vida. Se alejó moviendo sus caderas al dirigirse a otro grupo de personas.Me pregunto si ella también se acostó con mi esposo».Desde el encuentro con el detective, tengo una perpetúa emoción melancólica.—... Charis, ¿te encuentras bien?Él, con sus ojos atentos en mí, cubrió mis dedos.—Perfectamente. Solo he dormido poco.Aparté mi mano de la de Abel para tomar un cubierto. Todo, con el fin de evitar la mirada de mis hijos. Aunque lo único que quiero es salir a vomitar.—Estamos discutiendo dónde deberían quedarse cuando vuelva a
𝟷𝟹 𝚍𝚎 𝚎𝚗𝚎𝚛𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟿𝟼𝟾𝙰𝚕𝚎𝚝𝚑𝚒𝚊La puerta se abrió y entró una figura indescifrable. Mi corazón palpita de prisa, como si quisiera salir de mi pecho.—No has comido mucho. El cangrejo nunca ha sido tu favorito.Mamá tiene una sonrisa a medias y trae una bandeja con pan cortado en rodajas, un frasco de lo que parece mermelada y jugo de naranja. Todo lo dejó sobre el escritorio donde tengo acostumbrado dibujar y cuando se inclinó vi el bonito broche marrón que recoge su cabello.—No escuché tus pasos.Perdí esa sensibilidad hace mucho: la del paso del tiempo y el espacio. Me siento frente a la ventana cuando amanece y me quedo ahí casi todo el día, observando el cielo perecer en la oscuridad en un ciclo que no termina.La tierra no se ha detenido, después de todo.—Siemp