-No…¡no!
-Betiana...es una orden de Mario…
-¿Una orden de quién? ¿De ese pobre tipo, raza inferior? Como no lo maté mientras pude…-dijo en un susurro.
-Te escuché...así que lo hubieras matado…
-¿Lo hice?
-No…
-¿Entonces porqué decís algo que no pasó…?
Reynaldo estaba sentado, mientras ella caminaba de un lado a otro.
-Me voy a escapar…-irrumpió su hermana-y vos me vas a ayudar…
-Ni lo sueñes, Bety...ya no me vas a dar órdenes. Las órdenes las vas a obedecer vos ahora…
Ella lo miró con
Cuando las guardias entraron al despacho de Umha, Safra estaba sentada en el sillón, arma en mano, con los pies sobre el escritorio, como si estuviese aburrida. Artemis, de pie contra la pared, contemplaba absorta la situación, casi como una espectadora ajena a los hechos.Las guardias entraron en manada, como unas 6 de un solo golpe, comandadas por una trans de complexión robusta, de casi un metro noventa, rostro serio, adusto. Esta hechó una mirada rápida, vio el cuerpo de Umha a un costado, destilando sangre, sin vida.-Capitana Safra, ¿podría explicar que sucedió?Ella siguió en el sillón, dando pequeños y suaves giros de un lado a otro.Con una sonrisa socarrona, respondió:-La regente Umha quiso acusarnos de traición, siendo que ella es la que está detrás de los movimientos de los rebeldes. Quiso atacarnos con un arma, a lo que
-Como todos los domingos, la posibilidad de que abran es nula…-Claro. Si vos lo decís. Tenés menos ganas de caminar que yo de morirme de insomnio.-¿Sabés qué? Andá vos.-¿Qué?-Lo que escuchaste. Andá vos. Yo me cansé de ser tu sirviente.Sabía con claridad lo que sucedería a continuación.Ella reaccionaría con furia descontrolada, tildando su accionar como machismo irracional. Luego vendría la amenaza, y él cedería, por enésima vez.-Así que sos un sirviente. Un esclavo diríam
Reynaldo caminó unos cien metros cuando tuvo que esconderse detrás de una verja.Una patrulla de 3 Persefonas deambulaba por la calle 32 Este. Iban conversando, sonriendo. Parecían distraídas, pero prefirió no correr el riesgo.El amanecer empezaba a despuntar.Detrás de las montañas, más allá de la ruta 3, el resplandor se hacía evidente.Sobre los barrios Cristina Fernández y Amalia Huanches los rayos solares incidían con fuerza.Reynaldo estaba en una esquina, en el sector 12, a escasos pasos de la calle principal este. La casa, según supuso él, era de la amiga de Bety, Pabla X-da. Pavla salió disparada a casa de Bety, luego de que confirmara que Reynaldo estaba en el frente de su casa.Bety tenía que aprovechar esta oportunidad, no podía dejarla pasar.Sería una necedad no hacerlo.Golpeó a la puerta, con desesperación.-Vamos...abrí…Ella demoró unos minutos.Abrió la puerta, estaba en pantalones cortos, con un cigarrillo en la mano.-¿Estás fumando?-Hola Pavla…-No sabía que fumabas… no es bueno fumar.Pavla
Reynaldo estaba seguro de dos cosas en este momento: en primer lugar, la tarea que su hermana le encomendara ponía en peligro su vida y segundo, su vida no tenía mucho valor que digamos. Las horas pasaban lentas para él. Sus únicos amigos, “Conejo” y “Matute” estaban desaparecidos. Conejo con un triste final. Su salida en horas del día terminó con su cabeza siendo extirpada de su cuerpo, pero no por el simple hecho de andar bajo la luz del sol, paseándose como quien tiene toda la libertad del mundo. Él le contó cómo sucedió. Horas antes de ser ejecutado. Quise rebelarme. Y terminé acá. Andaba dando vueltas bajo el astro rey, cuando una de esas malditas me llamó desde una esquina. Empecé a correr. Corrí tan fuerte que casi se me sale el corazón por el pecho. De ve
-¿Un sismo?-Si. No importa, ya pasará. Decime donde puedo encontrar a tu hermano.-Lo mandé a la farmacia Vitta Nova.-¿Es ilegal?Bety ejecutó una suave risa.-Si no saben ustedes…-Bueno, no importa. ¿Vitta Nova dijiste?-Si. ¿Algún problema?-Ninguno. Estoy a tres cuadras. En cinco minutos llamenme de nuevo.Inspectora, dijo Betiana para sí.
Dos minutos después de que Reynaldo ingresara al túnel, las Persefones descendieron por la escalera al sótano.Era una cuadrilla de cinco de ellas, equipadas para la situación con sus pistolas Taser y los bastones.“Sexual” estaba detrás del mostrador. Tenía la mirada puesta en una carpeta de anotaciones y una birome en la mano. A los ojos de las uniformadas parecía muy concentrado. Debajo del mostrador escondía una ametralladora Uzi japonesa, cargada, lista para usar.No había tenido tiempo de esconder a Zafra. Esos breves instantes los aprovechó para cargar la Uzi.Cuando las Persefones vieron en el suelo, en un charco de sangre a su capitana, inmediatamente
Reynaldo vomitó dos veces mientras avanzaba por el oscuro túnel hacia la escalera que, de seguro, chocaría con la cabeza.En las penumbras había aplastado con sus manos lo que parecían ser cucarachas, y sintió el cosquilleo de lo que, para su primeras náuseas, resultaba ser una rata pequeña.Los sonidos que emitía el pequeño roedor alimentaron la sensación de sofocamiento, por lo que aceleró sus movimientos a la par que maldecía en silencio.Solo podía avanzar gateando, sin ninguna coordenada que le indicase cuánto más tenía que soportar el aroma fétido a podredumbre.Cuando chocó con el final del túnel, asfixiado por el encier