Vitta Nova

-¿Un sismo?

-Si. No importa, ya pasará. Decime donde puedo encontrar a tu hermano.

-Lo mandé a la farmacia Vitta Nova. 

-¿Es ilegal? 

Bety ejecutó una suave risa.

-Si no saben ustedes…

-Bueno, no importa. ¿Vitta Nova dijiste?

-Si. ¿Algún problema?

-Ninguno. Estoy a tres cuadras. En cinco minutos llamenme de nuevo. 

Inspectora, dijo Betiana para sí.

-No te confundas. No te voy a hacer daño alguno. En realidad, admiro que seas puro.

Reynaldo aferraba el matafuegos con todas sus fuerzas. 

-¿Admirás? ¿O deseas, en realidad?

“Sexual” bajó la mirada, por primera vez en varios minutos.

-Para ser sincero, las dos cosas. Pero tengo códigos. 

-¿Y por qué debería creerte?

Una lágrima rodó por la mejilla de “Sexual”. Hizo un surco en el pesado maquillaje, revelando la piel gastada que escondía detrás de tanto químico.

-Porque yo sufrí mucho cuando dejé de serlo. Cuando mi madre hizo que abrazara la homosexualidad. 

Homosexualidad, pensó Reynaldo. Hace cuánto que no escuchaba esa palabra.

De a poco empezó a bajar el matafuegos, hasta depositarlo a sus pies, con suavidad. 

“Sexual” retrocedió hasta detrás del mostrador, y secó sus lágrimas con una servilleta de papel. 

-Soy medio sensible. No me gusta llorar, corre mi maquillaje. 

-Entiendo.

En realidad no entendía. No entendía nada de lo que estaba pasando. De repente la compra de una droga se convertía en una escena de confesión dramática.

-Te voy a dar la droga y te voy a sugerir algo...si me permitís. Tomálo como una ayuda…

Dubitativo, Reynaldo asintió.

-A este lugar entran todo tipo de gente, no sé si me entendés...principalmente buscan este tipo de drogas, para dormir, para relajarse, para inhibir la sensación de dolor o para aplacar la conciencia. Esas son las Persefonas. Buscan callar la conciencia para hacer desmanes sin límites de ningún tipo.

-Ok...te sigo, pero no capto cual es la ayuda.

-Tranquilo. Dejáme terminar. Como te decía, en este antro entran todo tipo de personas. Sé quienes pueden ayudarte. No sos el primer “puro” que puedo ayudar. 

Reynaldo abrió los ojos sorprendido. 

-¿Conocés los “Gorilas”? ¿O al menos escuchaste de ellos?

-Algo. Sé que se los culpa de la mayoría de los males de la ciudad. 

-Eso. Y no solo de la ciudad. De la Provincia-Estado. 

-¿Qué tienen que ver ellos?

-Yo los conozco. Soy muy cercano a uno de ellos, Mario Trezet. Llamado “Tarzán”. 

-Escuché de él.

-Podría decir que somos amigos. 

Una voz femenina cortó el aire y la conversación, proveniente de las escaleras de ingreso al sótano.

-¿Amigos? 

Los sonidos de las maderas crujiendo bajo el peso de las botas repiquetearon en las paredes.

Reynaldo volteó, pálido. 

“Sexual”, con la boca abierta, apoyado en el mostrador, dejó caer un hilo de saliva.

-Así que sos amigo del enemigo número uno del Régimen.

Ella se acercaba lentamente, como si cada paso estuviera programado, y simplemente siguiera una secuencia.

-Yo...yo...no…

-Tranquilo, tranquilo Eduardo. O “Sexual”, como te gusta que te llamen -hoy estoy interesada en este despreciable evasor de sus responsabilidades legales. Después me voy a ocupar personalmente de vos.

Se detuvo a unos dos metros de Reynaldo, a quien nunca le quitó la mirada. Se llevó una mano al costado, donde estaba su arma de detención, una taser X-C2. Carga pesada de hasta 10.000 voltios. La descarga duraba hasta 15 segundos. 

-Usted me va a acompañar, ¿sabe?

-Zafra…-intervino “Sexual”-él...él...él está conmigo.

-Con vos. ¿Haciendo qué?

-Él vino a mí. Él y yo…

-¿Él y yo, que? No sé qué bicho te picó, Eduardo, pero te recomiendo que te alejes de esa zona. No seas cómplice de un futuro condenado.

Zafra se acercó a Reynaldo, quien permanecía tieso, asustado y sorprendido.

Finalmente, mandó a alguien a hacer su trabajo sucio, pensaba.

-¿Te mandó mi hermana, no?

Sacó un precinto de los bolsillos laterales del pantalón.

-Poné las manos juntas, en la parte lumbar de tu espalda.

Él lo hizo, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas. 

Le ajustó el precinto, con fuerza.

-¿Fue ella, no? Ella te mandó…

Zafra seguía inmune a los cuestionamientos.

-Afuera hay una cuadrilla. Te voy a llevar, no sin que antes te resistas. 

-¿Resistirme? -preguntó, envuelto en una confusión insoportable.

-Vas a pegarme en la cara, y dejar un moretón en la mejilla. 

Tomó el Bastón Tonfa PR-24, que llevaba pegado a su muslo, y lo aventó contra su rostro, ante la mirada atónita del detenido.

“Sexual” entendió la situación, y mientras Zafra se autolesionaba, se acercó rápidamente, en la medida que la grasa de su cuerpo se lo permitía, tomó el matafuegos del piso, y lo asestó en su cabeza.

Ella retrocedió, desconcertada por el golpe sorpresa. Se detuvo, y quiso arremeter, pero hizo un paso falso y cayó de bruces al suelo, inconsciente. 

-¿Qué hiciste?

Ambos permanecieron de pie, posando la mirada aterrorizada sobre el cuerpo inerte de Zafra. 

-¿Está...muerta?

Reynaldo se agachó, poniendo el dorso de su mano sobre el cuello.

-No. No está muerta. Los que estamos muertos somos nosotros.

“Sexual” sudaba a chorros, provocando ríos de transpiración que circulaban por los rollos de piel en el torso. La camisa que llevaba puesta quedó empapada. 

Giró, y se dirigió al mostrador.

-¿Qué vas a hacer? ¿Qué vamos a hacer con esta mujer? 

-Tranquilo. Voy a llamar a “Tarzan”.

-¿A “Tarzán”? ¿Para qué?

-Para que te venga a buscar. 

-¿Buscarme? ¿Para qué? 

“Sexual” lo miró con firmeza, mientras sostenía el dispositivo en sus manos.

-Escuchame una cosa, “puro”...¿vos pensás que vas a safar de esta? ¿vos pensás que vas a volver a tu casa y que vas a seguir tu vida normal como si nada hubiera pasado? ¡NO! ¡Tu hermana te entregó! Y ella va a usar esto para acusarte a vos, no a mí.

Reynaldo pensaba. No quedaba ninguna duda de que su hermana lo había enregado. La evasiva de la oficial de responder a una simple pregunta evidenciaba eso.

-Está bien. Pero…¿qué tiene que ver “Tarzán” con todo esto?

-Él es amigo mío. Él te va  cuidar. Te van a llevar con ellos. Es tu única opción por ahora.

“Los Gorilas”. El Régimen les temía. Atentados, crímenes, robos, violencia sin límites. Todo eso se le adjudicaba a los “Gorilas”. Nunca supo porque ese apodo. 

Mientras su nuevo “protector” intentaba comunicarse con “Tarzán”, Reynaldo caminaba de un lado a otro. 

La cuadrilla seguía esperando arriba. No iban a demorar muchos minutos más en darse cuenta de que algo no funcionaba bien.

-¿Mario?Mario...que bueno dar con vos...si, estoy bien...no, no...un problema. Un problema grave...si, necesito tu ayuda...no, no es eso...acá hay un blanco hetero, puro...si, vino a comprar...tenés que llevarlo con vos...la hermana lo entregó, vino a buscarlo la Zafra...si...si, ella misma...no, como la voy a matar, no soy un asesino...ok...ok...hay una cuadrilla afuera, esperando...ya van a bajar...ok...bien...bien...haceme este favor...como amigo...si...ok…

Cortó. 

-Escuchame bien, “puro”...

-Me llamo Reynaldo.

-Bueno, Reynaldo...escuchame bien. Vas a escapar. Vas a correr como nunca corriste en tu vida. Hasta la rotonda de la Vieja Fundación. 

Unos 6 kilómetros. Las probabilidades de ser atrapado eran altas. 

-¡Hasta la…!

-Si. Hasta allá. Vení…

Lo hizo pasar detrás del mostrador. Se acercó a las estanterías y agachándose, corrió una cortina que cubría los últimos dos estantes. Detrás de ella la manija de una puerta pequeña. 

-Esta puerta lleva a un túnel. Ese túnel lleva a unas escaleras muy angostas que suben hasta la vereda de la casa del otro lado de la manzana. Ese túnel es de unos 30 metros. Hay ratas, cucarachas, bichos horribles. Y un olor nauseabundo. 

Reynaldo mostró su mejor cara de angustia. 

-Te voy a dar algo para que te ayude.

Revisó en los estantes, con determinación. 

Encontró lo que buscaba, un frasco pequeño, de color negro, con una tapa blanca. No tenía etiquetas.

-Esto se llama “Superman”-sonreía alegremente, como si estuviera en un parque de diversiones-con esto vas a correr y resistir como una bestia…

Sacó una píldora. 

Tomate una ahora, y otra cuando salgas por la otra vereda.

Reynaldo la tragó sin agua.

Antes de agacharse y huir, miró con cierta consideración a su protector.

-No entiendo porque me ayudás tanto.

-Ya te dije. Me recordás mucho a mí.

-¿Seguro que no es por nada más?

“Sexual” bajó la mirada por un  instante. Cuando la volvió a levantar sus ojos estaban húmedos.

-Tu papá...yo lo conocía. Cuando me dijiste el apellido recordé quien sos. Tu papá quiso evitar que me entregaran. Tu papá me quiso salvar. Es lo menos que puedo hacer. 

-¿Conociste a mi papá?

-Un poco. Yo era muy chico. Cuando mi madre se enteró de su intenciones nunca más me acerqué a él.

Reynaldo también sintió humedad debajo de sus párpados. La nostalgia lo invadió profundamente. 

-Pero ya tendremos tiempo de recuerdos...ahora andá, que ya deben estar por bajar a buscarte.

-Otra pregunta, Eduardo…

“Sexual” sonrió y se sonrojó al escuchar su nombre.

-La última y rápida.

-¿Quién es él y que le pasa?-dijo, señalando al joven que estaba sentado en el sofá, concentrado en su dispositivo y que no había mostrado ninguna reacción en todo ese tiempo.

-Él es mi sobrino. Y está así por culpa del animal que acabo de desmayar. Por culpa de Zafra…

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo