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DESEANDO TU AMOR
DESEANDO TU AMOR
Por: Valery Archaga
MI PEQUEÑA ROCA

Phoebe

Zaragoza, España

—No me puedes hacer esto, Steven. Dejé a Alan por ti. He hecho cada cosa que me has pedido. No me puedes dejar sola con esto. —Pedí al idiota enfrente de mí que se negaba a aceptar su paternidad. 

—No trates de culparme por tus estupideces. Querías dinero para ayudar a tus padres, te lo dí. Ahora no quieras venir con ese jueguito de que estás embarazada y que es hijo mío, cuando todos aquí sabemos que te has acostado con media colegio. 

—Eres el único con el que he estado que no ha usado preservativo. —Sus palabras me dolían porque me daba cuenta que llevaba una vida muy alocada.

—Es decir que admites que te has metido con todos, por lo que cualquiera puede ser el padre de esa cosa. —dijo, viéndome mi cuerpo de pies a cabeza con repulsión—. La verdad es que, debí estar bien dr0gad0 cuando me metí contigo. —Apreté mi puño y cobró vida en mi mano, porque al segundo después se impactó en su mejilla, haciendo que se tambaleara. El fuego en sus ojos caló mis huesos, al punto de hacerme temblar. Se acercó a mí y me dio una bofetada que me envió al suelo. Tomó de mi cabello con fuerza y pude ver como sus amigos se reían de mí.

—¿Qué está pasando aquí? ¡Steven! Suelta a esa muchacha. —dijo una anciana apareciendo en el jardín de la casa de Steven. 

—No te metas, abuela. —dijo él volviendo su agarre mucho más fuerte en mi cabello. Podía escuchar mi cráneo crujir. Me levantó con fuerza del suelo y nuevamente me empujó, haciendo que cayera a la piscina. No sabía nadar, por lo que entré en pánico, mis pies no podían tocar el suelo. Mi nariz ardía por el agua que entraba y mi garganta se atragantaba con el agua. 

—¡Ayúdenme! ¡No se nadar! —grité una y otra vez cuando lograba salir a la superficie. No fue hasta que mi cuerpo se fue apagando que sentí como alguien tomó mi cuerpo y lo sacó del agua. Miré algunas siluetas rodear mi cuerpo, hasta que mis pulmones liberaron toda el agua en ellos. 

Intenté sentarme, pero una mano lo impidió, Steven. 

—Quédate acostada. —Negué, no quería quedarme aquí ni un minuto más. Como pude me senté y tomé la mano que me ofrecía la anciana. 

—Ven aquí niña, disculpa a mi nieto, esas no son maneras de tratarte. —dijo ella ofreciendo una toalla. La cual no acepté, no deseaba nada de ellos nunca más. 

—Se equivoca, señora, le agradezco a su nieto. Pues me dio un nuevo horizonte. —Logré ponerme de pie, un poco mareada y temblorosa. No dije nada solo tomé la pequeña cartera que traía y caminé hasta la salida de la casa. 

—Phoebe —dijo Steven antes de que cruzara el umbral de la puerta. Lo miré como si quisiera que su cuerpo explotara en millones de pedazos en ese momento. Esperé a que dijera algo, pero eso no sucedió. Salí de esa casa, con un bebé que no tendría padre porque no andaría rogándole por su atención, dinero y cuánto más su amor.

Todo esto me lo había buscado yo sola, al ser tan inmadura y por no tener fuerza de voluntad y autocontrol. 

Mi casa estaba algo cerca, pero no sé por cuánto tiempo caminé con exactitud, sólo sabía que tenía toda la ropa pegada al cuerpo, que varios autos sonaban la bocina al ver mis senos marcados en mi camisa. Agradecí que era verano, por lo que no sentía frío, gracias al intenso sol que me acompañó durante todo el camino. 

Llegué a mi casa y no estaba el auto de mi madre, lo cual solo me hizo sentir temor por todo esto. 

Mi padre comenzaría a cuestionar y lo que menos deseo en este momento son preguntas, para las que posiblemente no tenga una respuesta elocuente. Tomé el valor suficiente y seguí caminando. Al entrar a la casa, mi progenitor caminaba dando vueltas por la mesa en el centro de la sala. Me miró y me estremecí, era la segunda vez que alguien me miraba de esa manera en el mismo día. Sin embargo, venir de mi padre lo hacía mucho más peligroso. 

—Lo preguntaré una vez, y más te vale responder con la verdad. —Levantó la prueba de embarazo que había dejado por descuido debajo de mi almohada. 

—Si, es mía. —dije y no pude decir más, su mano impactó con mi mejilla que ya me dolía por ser la misma mejilla que golpeó Steven de la misma manera. 

—¿Cómo fuiste tan idiota? ¿cómo no pudiste evitar embarazarte? —dijo el hombre que me decía que debía amarran a una familia millonaria. —¿Quién es el papá? ¿Alan Galeano? ¿Steven García?

—¿Importa? Lo único que te interesa es que esos idiotas llenen tu cuenta de banco con su dinero, pero para tu mala suerte: eso no pasará. —dije con la rabia saliendo por mis poros. 

—¿Qué quieres decir con eso? —dijo acercándose a mí nuevamente. Retrocedí lentamente, hasta que caí sentada en el mueble.

—El padre no se hará responsable. No quiere nada conmigo, ni yo con él. —dije, pero nuevamente explotó. 

—Es que son tan estúpidas. Eres igual que tu madre. Solo han venido para arruinarme la vida. —Se acercó hasta quedar muy cerca de mi rostro. Me tomó con fuerza del cuello—. Pues, si no se quieren hacer responsables mucho menos yo de ti y de ese bastardo. Tengo una deuda y si no me ayudas a pagarla, tú serás la moneda de cambio. —Un frío recorrió mi cuerpo ante lo que estaba diciendo. 

—No serías capaz. —dije horrorizada. Él apretó más su mano sobre mi cuello. Haciendo que el aire me faltará. 

—Sabes que nunca me ando con juegos. —Las lágrimas ya bajaban por mis mejillas. Me sentía tan insignificante para mi padre. Un dolor en mi vientre me hizo gritar y llevar mis manos hasta el lugar. 

—Me duele. —dije para que soltara mi cuello—. Por favor, puedo perder el bebé y la oportunidad de ganar mucho dinero con él. —esas palabras lo hicieron reaccionar. Me soltó, pero el dolor no se calmó. 

—Auh —dije cuando el dolor se hizo cada vez más fuerte, él me miró con la ceja alzada. 

—No me trates de manipular. —dijo dándose la vuelta para alejarse de mí.

—Hablo enserio, por favor, ayúdame a ir al hospital. —Estaba temblando por culpa del dolor, de miedo, ansiedad y por mi ropa que aún estaba mojada. ¿Qué más podía pasar? Solo pedía a Dios que mi bebé no pagara los platos rotos. Sentía que mi cuerpo iba perdiendo su fuerza en el mueble, cuando fui levantada del mueble y llevada al auto—. Gracias, papá. —Susurré. Nunca le decía papá, sabía que podía tocar una fibra sensible en él. Cerré mis ojos perdiendome en la oscuridad de la inconciencia. 

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Abrí mis ojos con fuerza, pero la claridad me cegó. 

—Qué bueno que ya despertaste, muchacha. —dijo una enfermera tomando mi temperatura. Estaba muy desorientada y no recordaba lo que había pasado.

—¿Qué me pasó?

—Tuviste una amenaza de aborto, pero llegaste a tiempo y fue posible evitar que perdieras a tu bebé. Llevas dormida y con fiebre un día entero. Además, que llegaste en condiciones muy lamentables al hospital. ¿No recuerdas lo que te pasó? —todo llegó a mi mente y me dolía recordar la manera en cómo fui tratada por Steven y mi padre aun sabiendo que estaba embarazada. 

Moví mi cabeza en negación. 

—De acuerdo, no te estreses, porque eso te puede hacer mal. —Asentí y ella salió. La puerta no alcanzó a cerrarse, pues mi madre entró a la habitación y para mi sorpresa y salvación; mi tía Salomé venía con ella. Mi madre se acercó a mí y como era de esperarse, ella al igual que Steven y mi padre, vino a golpear mi mejilla. 

—¡Eres una estúpida! ¿Cómo fuiste a embarazarte? —espeto con molestia. 

—Mamá… yo. —dije intentando sentarme. 

—Mamá nada, te vas a casar con el señor Benjamín Uclés. Pagarás la deuda de tu padre y harás creer que ese hijo es de él. —la miró horrorizada. 

—¡Amelia!, ¿te has vuelto loca? —preguntó mi tía, viendo por fin la verdadera cara de su hermana—. Si bien Phoebe se equivocó al embarazarse tan joven, pero es mayor de edad y no la puedes obligar a nada. 

—Pues es eso o abortar a ese niño. No seremos los hazme reír de ciudad, al tener una hija embarazada y soltera. Mucho menos aguantar las humillaciones de los García. 

—¿Cómo saben qué? —pregunté y ella sacó mi teléfono de su cartera para lanzarlo sobre mi pecho. 

—Porque el tal Steven te estaba llamando y al contestar preguntó por ti y le dije que estabas en el hospital, ¿y sabes que dijo? Que te hiciéramos un aborto porque si no su familia nos iba a destruir. Que no querían nada contigo y con ese niño. Así que las opciones son escasas. Te vas a casar con Benjamín y es mi última palabra, porque yo también tengo una deuda y no te gustará saber cómo prostituyen a sus monedas de cambio. —La mujer que me llevó en su vientre nueve meses también me quería ofrecer como moneda de cambio para sus deudas. Ya no aguantaba mi pecho con tanta decepción junta. Ella salió de la habitación maldiciendo.

Mi tía Salomé se acercó a la camilla y se sentó a mi lado. Me regaló un abrazo de esos que solo me regalaba Alan. Él siempre me cuidaba y quiso por cómo era; la chica capitana del equipo de animadoras, que le encantaba tener toda la atención sobre ella, por no poder tenerla en su casa. La chica que buscaba ser amada y querida, pero que se enamoró de la persona equivocada. Me encantaría que existiera la posibilidad de que este bebé fuera de Alan, pero no la hay.

—Ay, cariño. ¿En este infierno has vivido? —preguntó ella y no pude responder solo la apreté más a mi cuerpo. 

—Ayúdame tía, no dejes que me vendan. No dejes que maten a mi bebé. —Pedí sin dejar de abrazarla. Mis ojos se nublaban ante las lágrimas que acumulaban y salían de ellos. 

—Claro que te voy a ayudar. —La puerta se abrió dejando ver a un hombre con una bata de doctor. 

—Hola, Phoebe. ¿Cómo te sientes? —preguntó viendo unos documentos en su mano. 

—Todo está normalizado y controlado en tus exámenes. Hemos tratado la ligera deshidratación con la que llegaste, pero lo que más me preocupan son esos golpes en tu rostro y cuello. Si estás siendo víctima de abuso, no debes callarlo. Tienes que denunciarlo, porque pueden morir tu y tu hijo. —Asentí. 

—Esta es la alta médica, no has tenido fiebre desde hace unas horas, y si tomas estos medicamentos tu embarazo seguirá con normalidad. Trata de alejarte de situaciones que te pongan en peligro o que causen estrés. —No podía decir nada solo me quedaba mover mi cabeza en afirmación. 

—Gracias, doctor, y no se preocupe, la ayuda ya llegó. 

—Me alegra mucho. Pueden pasar por administración para cancelar el pago de la cuenta y podrán irse. —Sin más el hombre salió. 

—Iré rápidamente a una tienda que miré al lado del hospital. Te compraré ropa y cancelaré la cuenta de hospital. Te irás conmigo a Madrid y eso no está en discusión. Tu madre dijo que iba a ir a no recuerdo donde, pero iba a tardar y tu padre estaba con sus “amigos” en el club. Aprovechemos este tiempo. 

—Necesito ir a la casa a buscar unas cosas. No puedo depender de tu dinero solamente, tengo algunos ahorros y cosas que puedo vender para poder ayudarte con los gastos. 

—Tu tía gana lo suficiente para mantenerte niña. No perdamos tiempo, iré a hacer esas cosas, espérame aquí. —Ella apretó mis manos y me sonrió. 

—Gracias. —dije antes de sollozar de nuevo. No entendía porque me había tocado una vida así, esperaba que con Salomé mi vida fuera para mejor. Ella salió dejándome sola, aproveche este tiempo para meditar en qué hacer con mi vida. Ya no solo debía preocuparme por mí, si no también… un bebé.

—No te preocupes, no es tu culpa que tu madre sea una estúpida y que tu padre no nos quiera. No elegiré esa vida para nosotros, aunque me cueste mucho… Estudiaré y te daré un futuro digno, honesto, de valor, algo muy diferente a lo que yo viví. No me dejes, tu no, mi pequeña roca. —dije acariciando mi vientre, el cual se sentía plano aún. Me puse de pie y fui al baño a limpiar un poco mi cara y arreglar un poco mi cabello. 

—¿Lista? —preguntó mi tía al entrar con los documentos y la bolsa de ropa en su mano. 

—Agradezco mucho lo que estás haciendo por mí. —dije limpiando mis lágrimas. 

—No tienes porque, me duele saber que mi hermana se convirtió en un monstruo. Tú no tienes la culpa de sus ambiciones y adicciones con el juego. Ahora vámonos antes de que ellos regresen. —Moví mi cabeza en afirmación. Salimos del hospital donde minutos después llegamos a la casa, rápidamente tomé un bolso y fui hasta el librero. Mis padres siempre revisaban mi cuarto en búsqueda de dinero, y siempre dejaba un poco debajo del colchón de la cama o en mi mesa de noche, pero el único lugar donde jamás buscaban era en mis libros de la escuela que tenía en un estante. Los que les había hecho huecos en medio para guardar un poco de dinero y algunos regalos de joyería que recibí de Alan. Tomé todo lo de valor y salí de la casa, esta vez fuimos directo hasta la estación de tren. Compramos boletos a Madrid y para nuestra suerte llegamos justo a tiempo para tomar uno que salía en algunos minutos. 

Mientras iba viendo como el tren se alejaba cada vez más de Zaragoza, deseaba poder olvidarme de todo en esta ciudad, pero estaba segura de que eventualmente me tocaría volver y enfrentar a todos aquellos que me hicieron daño. No volvería sola y estaría lista para no dejarme pisotear de nuevo. 

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