Phoebe
Madrid, España
7 años después.
—Mamá, mamá. Despierta, hay alguien tocando la puerta. —dijo mi pequeño Noah, golpeando mi mejilla. Miré mi teléfono y eran las 7:30 de la mañana.
—Tranquilo cariño, ahorita voy. —Él se fue de la habitación y me dejó cambiar mi ropa. Tenía un par de horas de haber regresado de mi turno en el hospital.
Gracias a mi tía Salomé me logré graduar y estudiar enfermería.
Durante ese viaje de tren que nos trajo aquí, una señora se puso de parto y ver como mi tía la ayudó a traer a esa nueva vida al mundo me hizo enamorarme de la labor médica. La carrera como médico era muy costosa, y mi tía ya me ayudaba suficiente al cuidar de Noah y de mí, mientras me dedicaba a estudiar.
Dos semanas después de comenzar mi labor en el hospital. Mi tía sufrió un accidente que me la arrebató para siempre, al ser atropellada afuera del hospital por culpa de un automovilista ebrio.
Noah tenía 3 años y a pesar de que era pequeño, él siempre me preguntaba todos los días por mi tía Salomé y eso me dolía. Me enfoqué mucho en cuidar de él, y de tratar de desempeñar bien mi trabajo en el hospital. Era lo que siempre le prometí a mi tía, siempre dar todo por el bien de Noah y el mío.
Después de tener a Noah mi cuerpo cambió, y me encantaba verme en el espejo. Mis caderas se ensancharon muchísimo, mis senos crecieron, y mi cintura solo un poco, regalándome esa ilusión de reloj de arena. Amaba mi cuerpo curvilíneo, y más lo que podía hacer con él como mujer. Usaba camisas cortas que dejaban ver mi ombligo, camisetas de tirantes dejando ver mis brazos. Jugaba mucho con los colores de mi cabello y mi maquillaje. Para muchos yo era la gordita y no me molestaba. Había aprendido que la belleza de una mujer no es su cuerpo, es su seguridad y confianza en sí misma, al mismo tiempo que decidí amarme y valorarme, por lo que no les daba importancia a los comentarios de los demás. Solo importaban los míos y como me sintiera yo.
—Mamá, rápido. —dijo mi hijo apurando. Me peiné rápido y salí corriendo a la puerta.
Al abrirla me quedé dura.
—Hola —dijo Steven. Mis piernas temblaron, él me miró de pies a cabeza, pero no fue con desagrado, si no con sorpresa posiblemente de verme tan diferente—. ¿Puedo pasar? —preguntó.
—Mamá, ¿quién es él? —preguntó mi hijo viniendo a mi lado y viendo directamente a Steven.
—Un amigo de la preparatoria, cariño, tranquilo. Ve a tu habitación. —Agradecía que Noah fuera muy obediente. Porque se fue a su habitación, sin decir nada.
—¿Qué quieres? —pregunté volteando a ver al idiota padre de mi hijo.
—Se parece mucho a mí de pequeño. —dijo con una sonrisa en su rostro.
—No volveré a preguntarlo. ¿Qué quieres? —pregunté esta vez sin amabilidad.
—Relájate. Créeme que lo que menos necesito en este momento es estar aquí, pero mi abuela está muriendo y exige verte. —No podía procesar sus palabras. Recuerdo a la señora, la vi en casa de Steven un par de ocasiones. ¿Por qué ella estará pidiendo verme a mí en su lecho de muerte?
—¿Cómo te enteraste de que estaba aquí?
—El dinero soluciona muchas cosas. No sabía dónde buscar, pero luego tu madre dijo que posiblemente estuvieras en Madrid. Contraté a un detective y dio contigo. Empaca tus cosas, nos vamos. —crucé mis brazos y alcé la ceja.
—¿Estás loco? Vienes a mi departamento, dices que no quieres estar aquí, pero aquí estás, diciendo que empaqué mis cosas, ¿y milagrosamente me vaya contigo? No, por favor. Vete de mi casa, siete años Steven, siete años han pasado. —dije y él entró y se sentó cruzando su pierna, como si estuviera en su casa.
—Tienes que agradecerle a tu madre. Mi abuela estaba en casa cuando tu madre llegó a amenazar con desprestigiar a mi familia, por haberte embarazado y dejado. Pidió bastante dinero, no accedimos a darle lo que ella pedía, pero ya está puesta la denuncia y en cualquier momento la meten presa. —Su historia tenía sentido. He vivido estos últimos años en mudanzas constantes por culpa de mi progenitora.
—No puedo solo irme, tengo trabajo, un departamento, mi hijo está comenzando su primer grado.
—Pues pedirás un traslado para tu trabajo, para la escuela y pagaré lo que sea necesario para que puedas salir de aquí. —dijo poniéndose de pie y acercándose a mí.
—Te daré dos días, tengo que hacer negocios en la ciudad. No intentes escapar porque lo sabré. Volverás conmigo a Zaragoza y no quiero ponerme rudo contigo. No quiero que mi hijo tenga una mala impresión de su padre.
—No es tu hijo, Noah es solo mi hijo nada más, así lo ha sido, y así lo seguirá siendo. —dije molesta alejándome de él.
—Ya eso no viene al caso. Volveré dentro de dos días, espero ya tengas solucionado eso para entonces. —tomó mi barbilla entre su mano—. Sabes que no me gusta que me desobedezcas y tristemente para ti tienes todas las de perder si deseas llevarme la contraria.
—Sigues siendo un maldit0 infeliz. —dije, él hizo aún más intenso su agarre en mi barbilla.
—A mucha honra, preciosa. Ya lo sabes, dos días. —dijo y sin oportunidad de decir nada el idiota me soltó y se fue del departamento.
Caí sentada en mi mueble cubriendo mi rostro con mis manos. No deseaba llorar, pero fue inevitable. Cuando estaba en lo mejor de mi trabajo y Noah había encontrado una escuela que le gustaba. Una manita se apoyó en mi hombro, haciendo que rápidamente me secara las lágrimas.
—¿Tenemos que irnos con él? —preguntó con preocupación. Traté de calmar mis emociones lo más que pude. No deseaba transmitirle mi angustia.
—Si, no me gusta la idea, pero tenemos que hacerlo para saber qué es lo que está sucediendo con su abuelita.
—¿Él es mi papá? —preguntó y yo moví mi cabeza en afirmación. No diría más cosas sobre el tema porque no quiero predisponer a mi hijo de ninguna manera en contra de Steven.
—Si, pero eso no cambiará las cosas, cariño. Vamos a vivir en otra ciudad, pero seguiremos siendo solo tú y yo. Nadie nos va a separar y buscaremos una escuela nueva, y estaremos bien. ¿De acuerdo? —El afirmó mis palabras.
Los dos días pasaron y gracias a la encargada del hospital “La Paz”, pude lograr encontrar un cupo en mi área de especialidad. Ser una enfermera auxiliar en el piso de maternidad del hospital general en Zaragoza.
Investigamos escuelas por la internet y encontré una que estaba cerca del hospital en caso de emergencia. A Noah le gustó por ser un lugar pintoresco o al menos eso era lo que se mostraba en las fotografías. El departamento lo rentaba amueblado, por lo que no tuve necesidad de hacer una gran mudanza. Solo serían mis cosas y las de mi hijo. Algunos juguetes tuvimos que dejarlos para ser regalados en la entrada del edificio.
Puntualmente y a la misma hora, el timbre sonó, no me iba a sorprender sobre quién era. Ya lo sabía, mi hijo vino y abrió la puerta. Ya tenía las maletas a un lado de la cama y ya estaba lista.
—¿Tienes todo listo Noah? —Solo se giró mostrando su pequeña mochila y moviendo la cabeza en afirmación.
—De acuerdo, vamos a abrir la puerta. —Caminé con él y antes de abrir la puerta me puse a su nivel acariciando su mejilla—. Pase lo que pase siempre estaré a tu lado mi niño.
Él se lanzó sobre mí y me abrazó.
—Te amo, mamá —dijo dándome un beso en la mejilla. Me agitaba el corazón no saber qué era lo que pasaría al llegar. Tenía a mi incubadora en mi mente, la posibilidad de que desearan quitarme a Noah y entre tantos temores, que me acompañaban en este momento.
Sin más preámbulo, abrí la puerta y estaba Steven acompañado por dos hombres que venían justo detrás de él.
—Vaya, no creí que estuvieran listos. Hola… —dijo él acercándose a Noah. Rodé mis ojos porque dije el nombre de mi hijo ayer y no se pudo acordar.
—Me llamo Noah Santiago, señor. ¿Nos vamos? —dijo mi hijo con molestia. Me sorprendió mucho esa actitud de parte de Noah.
—El pequeño tiene carácter, me agrada. —dijo antes de darse la vuelta, dar instrucciones a los dos hombres y diciendo que lo siguiéramos, tomé la mano de Noah y caminamos detrás de él.
Steven había ganado un poco más de estatura, y su cuerpo seguía igual que antes. Su rostro mostraba más frivolidad que antes y no sentí ningún tipo de atracción por él, pero sí unas ganas de darle una patada en el trasero que lo enviara de regreso al vientre de su madre.
Me reí yo sola de mis pensamientos y sin querer lo hice en voz alta.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó y yo negué.
—Nada, solo venía pensando en las ironías de la vida. —Alzó su ceja e ignoró mi comentario. Llegamos hasta el primer piso donde estaban las oficinas administrativas. El señor Fausto recibió mis llaves y caminamos hasta el auto que fue abierto por otro hombre.
—Ustedes irán en este auto, nos veremos al llegar. Tengo un departamento arreglado para ustedes.
—No te hubieras molestado, ya tengo un piso donde vivir, gracias. —dije entrando al auto. La puerta se cerró y el auto se puso en marcha.
No quería recibir nada de él. Nunca lo necesité y no lo haría ahora al llegar a Zaragoza. El auto se estacionó en el aeropuerto y abordamos el avión que nos llevaría a Zaragoza. Noah iba algo emocionado, estaría en un avión por primera vez.
Al llegar ya estaban esperando por nosotros en la entrada.
—Iremos a ver a mi abuela primero. —dijo y solo asentí. Era la primera interesada en saber qué era lo que deseaba la anciana conmigo.
Llegué a la casa y suspiré al recordar la manera en cómo salí de ella hace 7 años. Tomé la mano de mi hijo y caminamos a la entrada, al hacerlo la madre de Steven estaba en la sala, acompañada de una chica que identifiqué de inmediato, Allison una “amiga” y compañera de colegio.
Ambas mujeres me vieron con desagrado, pero yo les regale una de mis más resplandecientes sonrisas y eso pareció molestarlas.
—¿Esta es la mujercita? Vaya hijo, creí que tuvieras mejores gustos. —dijo la señora a su hijo.
—Hola, señora. Me llamo Phoebe y si, los gustos de su hijo son un poco retorcidos. —dije viendo a Allison quien no necesito una lupa para ver que se ha hecho más de alguna cirugía. Bastaba con recordar los planos que eran sus pechos y su nariz—. A lo que venimos. —dije viendo a Steven. Este asintió y me dirigió hasta la habitación de la señora. Su hijo, el padre de Steven estaba con ella.
—Papá, —Llamó Steven y el señor se hizo a un lado. Se quedó sorprendido viéndome y luego a mi hijo. Se acercó y se agachó frente a él.
—¿Cómo te llamas pequeño? —dijo tomando su mano.
—Noah, Noah Santiago. —dijo él con una sonrisa. El mayor lo miró y sonrió. Elevó su mirada hacia mí y sonrió.
—Gracias por asumir la responsabilidad de cuidar de mi nieto. Te admiro por eso. Mi madre está descansando, solo desea conocer a su bisnieto antes de morir.
—Pablo… —Se escuchó decir a la señora. Me dio mucha pena lo que estaba pasando. El señor nos pidió que nos acerquemos un poco más a la cama donde estaba ella. Estaba mucho más mayor desde la última vez que la vi.
—Mamá, mira, ya está tu bisnieto y su madre aquí. —dijo él con sutileza. La señora abrió los ojos desorientada. Su mirada se fijó en mí y en mi pequeño.
—Muchacha, que hermosa estás. —Sonreí y me acerqué a acariciar su hombro.
—Usted es mucho más bella que yo. —dije haciéndola sonreír.
—Gracias, gracias por venir a ver a esta vieja. Prometo que luego podrás volver a tu vida y mi nieto no te molestara.
—Esa no es tu… —comenzó a decir Steven antes de ser callado por su padre.
—¡Silencio! —expreso el señor molesto.
—Déjame ver al pequeño. —el señor sentó a mi hijo sobre la cama. Noah acarició la mejilla de la señora y le dio un beso en la frente.
—Tengo una abuelita muy bonita ¿verdad mami? —Eso derritió el corazón de la señora. Lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos.
—Ayúdalos, Pablo. —dijo ella y yo negué viéndolos. Fui hasta el otro lado de la cama. Tomé la mano de la anciana con delicadeza.
—No deseo nada, hemos llevado una vida modesta y tranquila. Soy enfermera y pronto comenzaré a trabajar en el hospital general. Mi hijo y yo somos felices de esa manera.
—Tu madre… —dijo ella y sentí vergüenza. El señor Pablo sacó a Noah de la habitación.
—Hace 7 años me fui no por los tratos que recibí por Steven o por el peligro que corrió mi Noah cuando casi lo perdí. Me fui porque mis progenitores me querían usar a mí y a mi hijo como monedas de cambio para sus deudas. Mi tía Salomé cuidó de nosotras y me ayudó a poder conseguir una carrera que me encanta mucho.
—Qué bueno, muchacha. No sabes cuanta culpa sentí ese día que te fuiste de esa manera de la casa.
—No fue su culpa, creo que uno cosecha lo que siembra. Llevé una juventud muy alocada y cometí el error de confiar en la persona equivocada, de amar a la persona equivocada. Cuando nació Noah, fui muy feliz y estoy decidida a darle una vida muy diferente a la mía. Sobre mi madre… —tomé un respiro para poder continuar—. Les pido una disculpa. Lastimosamente uno no decide los padres, hijos o nietos que vayamos a tener y mucho menos controlamos el cómo serán como seres humanos.
—Me alegra mucho que corregiste tu camino, a diferencia de otros. —dijo viendo a su nieto—. Muchas gracias por venir, ahora ya puedo irme tranquila, porque mi bisnieto tiene una buena madre y no está sufriendo o carece de algo. —dijo ella tocando mi mejilla. Tomé sus manos entre las mías.
—No se preocupe, seguiré cuidando de todo aquel que quiera separarnos. —dije viendo de reojo a Steven quien estaba dentro de la habitación. Me incliné a darle un beso en la frente a la anciana. Ella asintió acariciando el dorso de mi mano con su pulgar.
Noah estuvo acostado con ella hasta que llegó la hora de la comida y tuvimos que bajar a comer con todos. Yo me despedí de la señora Efigenia y prometí volver al día siguiente.
—Phoebe, espero y no te ofendas, pero deseo practicar una prueba de ADN entre mi hijo y Noah. Es para términos legales y tranquila, no es para afectar a ti o a mi nieto. Mi madre desea poner al niño en su testamento y el abogado sugirió una prueba por si mi hijo o mi esposa desean apelar. —sus palabras me han dejado con la boca abierta.
—Pueden hacer la prueba de ADN, no tengo ningún problema. Lo que sí quiero es tener algún tipo de garantía de que nadie me va a pelear la custodia de Noah.
—Tienes mi palabra… —con eso salí otra vez de esa casa. Nos instalamos en el departamento que había rentado y Noah estaba tan cansado que cayó dormido en el mueble de la sala. Era un departamento muy agradable. Viviríamos muy tranquilos aquí.
La mañana siguiente cuando salíamos a buscar mercado, del departamento a un lado al nuestro salió una chica que iba con el uniforme de enfermera. Su nombre es Aida y al ver a Noah se puso a la disposición. Días después me uní al equipo en el hospital y la encontré también allí. Teníamos la misma edad y se ofreció a ayudarme con cuidar de Noah que ya había ingresado a la escuela. Ella está en el área de pediatría, por lo que le gustaban mucho los niños. Visitamos cuando podíamos a la señora Efigenia.
Steven no se nos acercaba, éramos como un cero a la izquierda y eso estaba más que perfecto para mi.
El padre de Steven se portaba muy bien con nosotros y en una de sus visitas me hizo llegar un documento firmado por Steven donde prometía mantenerse alejado de mí. Fui muy feliz en ese momento.
Algunas semanas más pasaron y la señora Efigenia murió. La lectura del testamento se hizo casi a los dos días de ser enterrada y dejaba el 40% de sus bienes a mi hijo, el cual los recibiría a la mayoría de edad. Todo sería manejado por un fondo de seguros.
Mi madre fue encontrada muerta en alguna esquina de la ciudad. Fui la única en su velorio y su entierro. Si, dirán que soy muy estúpida en tomar estas molestias, y si ella podrá ser el peor ser humano en la faz de la tierra, pero era mi madre y por mi propia paz la despedí con respeto. La perdoné por todo lo que me hizo y fue muy liberador. Me hubiera gustado poder hacer lo mismo por mi padre, pero no pude hacerlo.
La madre de Steven visitaba a mi hijo, una vez que tuvo en su mano el resultado de la prueba de paternidad, parecía estar alegre por tener un nieto. En mis adentros sabía que lo hacía solo para quedar bien ante su esposo.
No podía negar que mi vida era tranquila y que mi hijo estaba teniendo una infancia estable, ahora no solo conmigo, sino porque ahora compartía con sus abuelos y de mi nueva amiga Aida y no solo éramos él y yo.
Los meses pasaron y en un abrir y cerrar de ojos, mi Noah cumplió 8 años.
Era un niño que últimamente se había empecinado en buscarme una pareja. Sentí mucha tristeza por el cuándo se enteró que Steven se había casado con Allison. En su cabecita se había hecho la película de volver a juntar a sus padres, pero en ese momento era encontrarme un esposo o novio para mí.
—Si, parece que está muy mal. Su novia no se separa de él. —dijo Wendy una de las enfermeras en la sala de descanso.
—Si, imagínate ser casi asesinado por una loca el día de la boda de tu hermano. —dijo Kimberly.
—¿De quién hablamos? —pregunté entrando en la conversación.
—De Alan Galeano, ayer tuvo un accidente y parece que está muy grave. —dijo Wendy y mi corazón martillo con fuerza.
No escuchaba ese nombre desde hace ya mucho tiempo y se sentía muy mal saber que estaba en esa situación. El accidente y la situación de Alan, fue el tema que se habló durante unas semanas por todo el hospital. En una visita a su piso, pude ver a su familia, afortunadamente nadie me reconoció y desde lejos pude ver como a una pequeña chica de cabello negro, con rasgos asiáticos salir de la habitación. Era muy bonita y se miraba muy afectada por lo que estaba pasando con Alan.
Casi al día siguiente de mi visita la chica fue ingresada por un desmayo y sus exámenes resultaron en un embarazo de unas pocas semanas, lejos de sentirme mal, me sentí muy feliz por ellos dos. Esa noche me dormí pidiendo que Alan lograra despertar y ser feliz con su familia.
Al día siguiente al llegar a mi turno a medio día fui recibida con la noticia que Alan había despertado y me puse muy feliz. Me tocaba estar en el turno de la noche y me sentí muy mal al saber que habían traído a la novia de Alan de emergencias al hospital.
—Phoebe, acompáñame a realizar una ecografía. Traer el ecógrafo. —dijo la doctora Zion y rápidamente seguí sus órdenes. Entramos a la habitación y al hacerlo sonreí ante la escena frente a nosotras. Alan y su pareja se miraban con tanta ternura. Podía verse el amor que se tenían.
La noticia de que tendrán gemelos fue algo sorprendente y muy emocionante. Alan no apartaba sus ojos de ella o de la pantalla del ecógrafo. Estaba muy enamorado, por un instante sentí envidia de la chica. El me miraba de esa manera hace muchos años y no lo valoré. Ahora aquí estaba yo, deseando que alguien me mirara con esa misma intensidad, complicidad y con ese mismo amor.
La doctora les dio los pormenores de cómo iba su embarazo y de los cuidados que deben tener. Al salir ella no pude evitar sacar lo que tenía en mi pecho.
—Me alegra mucho que encontrarás a una joven tan buena para ti —dije, limpiando el ecógrafo. Me daba un poco de vergüenza darle la cara, por lo que lo dije de espaldas a él.
—¿Tanto he cambiado que no me reconoces Alan? —dije al no recibir ningún tipo de respuesta. Me giré y esta vez se me quedó viendo con seriedad.
—¿Se conocen? —preguntó ella. El asintió. Y me sorprendió completamente al decirle mi nombre como si ella ya supiera de mí.
—Si cariño, ella es Phoebe.
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Phoebe—Tranquilos, que no intento hacer nada en su contra. Solo que me alegra muchísimo verte feliz con tu pareja —comenté con mis manos en mi pecho y sonriendo. Sabía por lo que habían pasado por culpa de una mala mujer. Era el chisme que más se escuchaba en el hospital. —La verdad es que si estas muy diferente —comentó Alan. Sonreí ante su comentario, era muy evidente que la chica delgada y rubia que él conoció en el colegio había desaparecido. —Si, la vida nos cambia, también nos premia y castiga por nuestras acciones. A mí me castigó al ponerme el peor de los hombres en el camino y perdiendo a uno muy bueno. Lo siento muchísimo Alan, disculpa que me tome este tiempo, pero nunca me dejaste aclarar la situación. Me tomará un minuto, solo que necesito sacarme esto de mi pecho. Lo he atravesado todos estos años —dije, posiblemente esta sea mi única oportunidad para hacerlo y tenía la necesidad de hacerlo. El parece buscar la aprobación de su pareja.—Está bien Phoebe, pero tendrás
OMAR—Ay, hijo, no te desanimes. La chica solo iba detrás de tu popularidad y de tu fortuna. Sabes que no soy de juzgar sin conocer antes a esa persona, pero no necesito conocerla. Basta con ver de lo que fue capaz para darse cuenta de sus intenciones. —dijo mi madre acariciando mi mejilla, al mismo tiempo que sacaba el vaso de ron de mi mano. —Enserio creí que era ella, mamá. —dije hipeando, el alcohol ya estaba tomando el control de mis palabras y mi cuerpo. Ver al ex novio de mi hermana y “amigo” junto con la mujer que iba a ser mi prometida, fue un golpe duro para mí. —Te diré algo, Omar, lo bueno tarda en llegar, porque lo que fácil llega, fácil se va. La mujer que sea para ti será una mujer única con la que sentirás una conexión mucho más allá de la intimidad. Te será difícil de conseguir, porque lo bueno cuesta, hijo mío. Y no hablo de detalles caros o visitar restaurantes caros. Ustedes los hombres son bien idiotas, conquistan a las mujeres con lo material, activándose su la
OMARHabía sido un año tan agotador, lleno de trabajo, entre los entrenamientos, los partidos, entrevistas, nuevos proyectos y problemas que se seguía suscitando en la familia; la vida era cada vez más complicada.—Jamás pensé que esto se vendería como pan caliente. —dijo Alexis al ver las estadísticas del curso fitness en el que participe junto a algunas marcas patrocinadoras.—Si, recuerdo que me dijiste que una persona como yo, no debería vender mi imagen tan mediocremente. Me sentí ofendido y ofendiste a todo el gremio fitness. Tu ni siquiera puedes levantar una pesa de 45 libras y nosotros si trabajamos todos los días para fortalecer nuestros cuerpos y lleva sacrificio y disciplina lograr tener un cuerpo. Así que te voy a pedir que, en tu vida, vuelvas a denigrar ningún tipo de trabajo; honesto y sacrificado a menos que desees dejar de ser mi agente. —Nunca le había hablado así por lo que lo tomó por sorpresa. Elevó sus manos en rendición y asintió.—Si, tranquilo. No volverá a p
OmarNunca había disfrutado de una reunión familiar como esa vez. Ese juego de miradas que teníamos con ese riquísimo bombón me ponía a mil por hora.Esa timidez, inocencia y hasta deseo en su mirada no hacía más que cautivarme. Era como si con una sola mirada me robara la existencia por completo. Si, aquí estaba yo de nuevo intenso por una mujer, pero lo que ella me hacía sentir; era diferente.Era como una historia de hombres lobo cuando encuentran a su pareja destinada; a su luna, con quien pasarán el resto de su vida juntos. En mi caso era un apetecible y exquisito bombón rosa como su vestido.Ella se despide de todos en la mesa y me sentía inquieto. No era el santo de la familia, pero tampoco el mujeriego y quería hablar con ella, pero que no hubiera tantos ojos encima de nosotros, para no incomodarla, especialmente los de su hijo.Ella comenzó a caminar hacia la salida y mi madre me dijo que fuera tras ella. No hubo necesidad de que lo dijera, de igual manera tenía la intención
PHOEBEMis piernas temblaban con tan solo recordar lo que pasó en la fiesta. La vergüenza que sentí por la pregunta del señor Guzmán, no tenía explicación. A eso sumarle las manos del jugador en mi espalda, su manera de decirme que calmara utilizando la palabra “Bombón” fue una bola de fuego hubiera golpeado mi cuerpo. Mi cuerpo entero se quemaba, pero no de la misma manera en cómo lo hacían mis mejillas.Como si eso no fuera lo suficientemente vergonzoso, tener un hijo muy voluntarioso contestando por mí, fue la cereza al postre de mi vergüenza. Le agradecí la intervención de la señora Guzmán y de la señora Jimena, sin embargo, estar entre mi hijo y Omar Guzmán no hacía nada fácil la situación. Trataba de no verlo, pero mi hijo y su “¿Verdad?” hacía que eso fuera inevitablemente.Al despedirnos nuevamente no espere que ese hombre fuera capaz de ir detrás de nosotros y ofrecerse a llevarnos al departamento. Me daba temor, porque él al ser una persona pública lo más probable es que se
PHOEBE—¡Aah! —Gemí y no de dolor si no de placer cuando el señor meloso apretó mi pezón con sus labios.—Si, bombón, no reprimas ningún gemido, quiero escucharte gritar en todas las frecuencias posibles. —dijo para luego hacer lo mismo del otro lado. Omar se puso de pie conmigo rodeando su cadera. Sin el mayor esfuerzo, mis ojos no dejaron los suyos en ningún momento—. ¿Cuál será el lugar perfecto para comer un postre como este? —dijo viendo hacia la puerta de la habitación o la cocina. —Mis postres los disfruto en mi cama viendo una película. —dije apretando mis dientes al sentir como la yema de sus dedos presionaba mi centro. Él sonrió y caminó hasta su habitación para dejar mi cuerpo con delicadeza sobre la cama con sábanas negras. Se separó de mí y comenzó a desabotonar su saco con lentitud. Sin dejar de mirarme con una sonrisa que me tenía disfrutando de la vista. El saco acabó en una esquina de la habitación. —Alexa, pon música para seducir un bombón. —dijo. —Lo siento, eso
OMARPhoebe me había cautivado un día antes de la boda de mi primo, pero su nuevo cambio de imagen, principalmente el nuevo color de cabello y ese vestido; hicieron estragos en mi pecho y entrepierna. La belleza que desborda esta mujer no tenía límites, no podía creer cómo era capaz de mezclar inocencia y sensualidad a la vez. Ella no lo sabía, pero me tenía a sus pies.La noche fue la mejor que he tenido en mi vida. Mi plan era regresar a su casa después de la fiesta, pero al llevarla a mi departamento me dediqué enteramente en disfrutar junto a mi bombón. La suavidad de su piel, sus labios carnosos, sus gemidos, lo maleable de sus pechos, su trasero rebotar contra mi pelvis en cada embestida que le deba en ciertas posiciones abrieron un apetito insaciable por ella.La amé durante toda la noche, casi hasta ver el amanecer.Recuerdo muy bien haberme acostado abrazando su cuerpo, pero amanecí solo sobre la cama y escuchando fuertes golpes en la puerta de mi departamento.Me levanté ráp
OMAR—¿Quién te crees al decir mi hijo? Noah es mi hijo. —dijo y pude reconocerlo. El tipo se puso de pie y se arregló el saco.—Steven, un hombre como tú no merece ser llamado padre. Nunca te has preocupado o interesado en tu hijo.—Eso no quita que lleve mi sangre y mis genes. No voy a permitir que estés cerca de él, y tu… ya sabes lo que tienes que hacer, no me importaría pelear y recuperar tu patria potestad si es necesario. Este golpe les saldrá muy caro.—Tu firmaste tu patria potestad no puedes quitarme a Noah.—Puede revocarse si un juez así lo cree conveniente para Noah. Tu eres una madre soltera, que lo deja solo o con tu vecina solo para ir a revolcarte con este, un hombre agresivo que fue capaz de golpearme enfrente de Noah. —giré mi cabeza hacia la puerta del departamento donde Noah miraba todo con temor—. ¿Ese es el mejor ejemplo para Noah? Afuera está lleno de reporteros listos para atacarte a ti y a Noah todo por tus malas decisiones. Yo le puedo dar un hogar, estoy ca