CONFESIÓN

PHOEBE

Nos retiramos de la sala dejando a los familiares llorando en paz y con sus culpas. No fue hasta que llegué al piso de maternidad que vi a una mujer sonriéndole en brazos a su bebé que mis hormonas chocaron en mi cerebro. ¿Cómo puede ser la vida tan injusta? Mis ojos comenzaron a arder y me estaba faltando el aire.

—¿Phoebe? —preguntó una de las chicas del triage cuando miró que me sostenía con fuerza en el stand. Me sentí mareada y con muchas nauseas—. ¡Phoebe! —segundos después todo me daba vuelta y caí desmayada en el suelo.

—Phoebe, Phoebe. —Escuché a lo lejos que una voz me llamaba.

—Déjala descansar. —la voz de la doctora Jiménez. Abrí los ojos y miré a Aida y a la doctora a mi alrededor que me encontraba en una camilla.

—Ay, no. Phoebe me vas a matar del susto. —dijo Aida.

—Phoebe, tuviste una baja de presión. Tienes que empezar a cuidarte especialmente en esta etapa, entiendo que, lo que se vivió allá abajo fue muy fuerte para ti. —Asentí, al mismo tiempo que intenta
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