Mia se quedó plantada frente a Deimos, respirando hondo. El aire olía a tierra mojada y esas verdades que ambos habían escondido durante el tiempo que llevaban de haberse encontrado. Por un instante, hasta el frío del castillo pareció cálido. Ni los deberes, ni las batallas pendientes, ni siquiera el estruendo de la tormenta de afuera importaban. Solo este rincón de paz robado al caos. Deimos cruzó los brazos, como siempre hacía cuando se sentía vulnerable, pero sus ojos dorados, con esa mirada que podía ser capaz de quemar si así lo quisieran, traicionaron su dureza habitual.—Mia... —Comenzó, raspando la voz. Se aclaró la garganta antes de seguir: —No era mi intención complicarte más la vida. Ya tienes bastantes complicaciones con las que lidiar por ahora.Ella soltó un suspiro que le tembló al salir.—¿Sabes cuántas noches me he quedado despierta pensando en la manada, en todas las cosas que me hizo Seth, en Ayla y en cada herido que no pude salvar? —Cuestionó acercándose un poco m
—Amelia... —Pronunció su nombre como si escupiera veneno. La voz de Tarvos retumbó entre las paredes de piedra. —Cuando te vi, pensé… ¿Cómo es posible? Te creí comida por los cuervos. Te vi caer en el sacrificio. Ahora entiendo por qué todo este desastre, como siempre tú deshonrando nuestra existencia Ella no retrocedió. Aunque el odio de Tarvos era tangible, como un muro que golpeaba su pecho trancándole el oxígeno. Pero, aun así, Mia enderezó los hombros, poniendo la frente en alto. El traje blanco de reina de Velkan, todavía manchado de barro y ceniza, en ese momento pareció brillar en.—Subestimaste mi capacidad para sobrevivir. —Respondió Mia con altivez. Sus palabras no eran un susurro: era un desafío tallado en piedra. Tarvos cerró los puños. Ignoró a Deimos como si fuera un mueble más al avanzar, con sus botas marcando un compás de guerra.—¿Sobrevivir? —Repitió la palabra como si le quemara la lengua. —¿Y ahora te pavoneas aquí… vestida de reina? No te olvides de la porquer
El eco de las botas de Tarvos se fue desvaneciendo poco a poco por el pasillo, arrastrando consigo el sonido de su marcha, pero no el peso de su presencia. Su hostilidad había impregnado el aire como una niebla espesa, dejando tras de sí un rastro de tensión que se aferraba a la piel como el frío de la mañana lluviosa. Mia cerró los ojos por un instante, conteniendo el temblor que amenazaba con recorrer sus manos. Cuando los abrió de nuevo, su mirada se encontró con el vacío que Tarvos había dejado atrás, un espacio ahora cargado de palabras no dichas y amenazas veladas. Al lado de ella, Deimos permanecía en silencio, con sus ojos fijos en el punto donde la figura de Tarvos se había desvanecido. Los músculos de su mandíbula se tensaron, revelando una ira contenida que no necesitaba palabras. Pasaron unos segundos, que se hicieron eternos antes de que se volviera hacia Mia, rompiendo el hechizo de aquel momento. —¿Estás bien? —Preguntó enarcando una ceja, con su voz más suave de lo h
Amelia observaba atentamente la expresión ausente del hombre frente a ella, mientras sentía una extraña punzada en su pecho. Recién había escuchado la voz nasal de Lilly a través del teléfono de Seth, que había puesto el altavoz por error. Estaba enferma, y el pelinegro, por supuesto, se ofreció a cuidarla. Pero había algo que debía terminar…Esa noche Amelia estaba en su periodo fértil, y era de suma importancia que concibieran a un heredero lo más rápido posible. Cuanto antes quedara embarazada, antes podría deshacerse de ella. Después de llevar a cabo el coito más malo y torpe de toda su vida, Seth se levantó rápidamente para darse una ducha, sintiendo que necesitaba lavarse para quitársela de encima. Al salir del baño, notó que Amelia lo miraba tranquila, pero claramente estaba fingiendo, Seth pedía oler su tristeza a kilómetros, así que se acercó a ella y depositó un casto beso en su frente.—Eres la luna más hermosa del mundo. — Musitó. Sus palabras eran dulces, pero a la vez s
Con el alba, los empleados de la mansión comenzaron con los preparativos pertinentes para la gran cena de esa noche. Todos conocían perfectamente el mal carácter del abuelo y el padre de Seth: Tarvos y Magnus Winchester. Dos hombres despiadados y sombríos a los que todos les temían. Cuando el reloj marcó la hora de inicio para el banquete y Seth no había aparecido, todos los sirvientes presentes no tardaron en ponerse inquietos ante tal embrollo, conociendo muy bien el caos que se avecinaba.El reloj marcó las ocho y cinco, cuando Magnus, el padre de Seth abrió su boca para romper el silencio.—¿Sabes dónde carajos se ha metido tu marido? —Inquirió con autoridad, su voz grave resonando en la habitación.Amelia bajó la cabeza a la par de su mirada que se posó en sus manos. Ella no se atrevía a mantenerle la mirada ni por un segundo, pero no podía ser descortés, así que respondió como pudo.—Seth… Él… —Tartamudeó ligeramente—. Él ha estado muy cargado de trabajo estos últimos días.Magn
Desde de llevar a Amelia a su habitación, Seth finalmente tuvo un momento de paz y silencio, la indiferencia de Magnus y Tarvos, como siempre, lo hartaba. “No permitiré que mis futuros hijos crezcan en este ambiente tan desprovisto de amor”, pensó hastiado. Estaba dispuesto a romper el pacto y si era posible, trataría de salvar a Mia de la muerte.Con la imagen de Amelia en su cabeza, levantó la vista y la vio salir del baño en ese momento. Con su cabellera rojiza húmeda, y su cuerpo pálido, curvilíneo, pero a la vez frágil y delgado; era su esposa, cuidadosamente seleccionada por él. Mia era la mejor opción para él. Ella era tonta y sumisa, necesitada de amor, no tenía familia o amigos cercanos, y cualquier muestra de bondad, por más pequeña que fuera, era suficiente para manipularla.Hasta el momento, parecía seguir creyendo sinceramente que su matrimonio era una unión de amor. Por eso, había estado esforzándose al máximo para agradar a su familia y a los miembros de la manada. A ve
Amelia sacó de su bolso la comida que había preparado para Seth y se la entregó, luego se preparó para irse. Sabía que Seth odiaba comer con otras personas, y Magnus y Tarvos siempre imponían ceremonias y protocolos en la mesa que podían hacer que hasta la comida más deliciosa se volviera desagradable. Comer con Seth era, de alguna manera, un privilegio de Lilly. Pero al ver la figura decidida de Amelia alejándose, Seth no pudo evitar fruncir el ceño.—¿A dónde vas? ¿Por qué no te quedas? Como su esposa, aparte de en las reuniones familiares, nunca había comido a solas con él. No era de extrañar que su padre y los demás empezó a sospechar. Pero Amelia malinterpretó sus palabras.—Hay cosas que hacer en casa, padre dijo que las ventanas necesitan limpieza. Si empiezo por la tarde, debería poder terminar antes de la noche. Los soldados pueden devolverme los utensilios. Amelia no comprendía el repentino cambio de actitud de Seth, pero como una Luna no reconocida, tenía demasiadas preocup
Llegó la noche del festival del pueblo, aunque más bien era de madrugada porque la celebración debe llevarse a cabo a las tres de la madrugada, el demonio Aamon era muy exigente y desde luego que nadie en el pueblo quería provocar su ira.Amelia se puso el atuendo tradicional de Luna y, junto con Seth, se dirigió a la plaza central del clan. Allí, algunos ancianos que parecían muy jóvenes, pero en realidad habían vivido durante mucho tiempo, se despedían de sus familias, listos para partir hacia el eterno lugar sin preocupaciones ni tristezas. Esta era una tradición del clan Bllod Moon, y cada anciano debía cumplirla. En unos pocos años, Tarvos también llegaría a su momento.Seth se subió a una plataforma elevada, donde pronunció unas palabras de bendición para los ancianos y anunció el embarazo de Amelia, informando que la manada tendría un nuevo heredero. Al escuchar esto, la multitud estalló en vítores, y todos comenzaron a cantar y bailar para celebrar la ocasión. De repente, una