Amelia observaba atentamente la expresión ausente del hombre frente a ella, mientras sentía una extraña punzada en su pecho. Recién había escuchado la voz nasal de Lilly a través del teléfono de Seth, que había puesto el altavoz por error. Estaba enferma, y el pelinegro, por supuesto, se ofreció a cuidarla. Pero había algo que debía terminar…
Esa noche Amelia estaba en su periodo fértil, y era de suma importancia que concibieran a un heredero lo más rápido posible. Cuanto antes quedara embarazada, antes podría deshacerse de ella.
Después de llevar a cabo el coito más malo y torpe de toda su vida, Seth se levantó rápidamente para darse una ducha, sintiendo que necesitaba lavarse para quitársela de encima. Al salir del baño, notó que Amelia lo miraba tranquila, pero claramente estaba fingiendo, Seth pedía oler su tristeza a kilómetros, así que se acercó a ella y depositó un casto beso en su frente.
—Eres la luna más hermosa del mundo. — Musitó. Sus palabras eran dulces, pero a la vez superficiales.
Amelia le sonrió con complicidad al tiempo que sus mejillas se ruborizaron completamente.
Seth volvió al vestidor para terminar de arreglarse, se colocó unos jeans negros, sus clásicas botas de piel negra, una camisa negra y su cazadora de piel con detalles plateados, aplicó un poco de perfume sobre sus puntos cardinales y luego volvió a la habitación para irse.
—Recuerda la reunión de mañana con tu abuelo y tu padre… Intenta llegar a tiempo. —Le recordó la pelirroja.
Este frunció el ceño al tiempo que soltó un ligero gruñido, como si no tuviera muchas ganas de estar en dicha reunión familiar.
—Lo sé, allí estaré. —Respondió entre dientes y luego marchó rápidamente.
Con la partida de Seth, segundos después Alanys, una Omega que trabajaba para la familia tocó a la puerta y seguido entró a la habitación; en sus manos traía una charola de cristal con un vaso de agua y un conjunto limpio de seda para dormir.
—Aquí tiene. Señora Amelia… —Dijo tendiéndole la charola a la pelirroja para que esta tomara las cosas.
—Ya te lo he dicho cientos de veces… Solo dime Mia. —Instó la pelirroja con una sonrisa cordial.
—Lo siento, Mia. —Respondió la morena mientras comenzaba a tender la cama.
Mia se levantó para cambiarse y así darle espacio a la omega para que trabajara.
—Seth ha estado muy ocupado últimamente… me preocupo a donde saldrá a estas horas de la noche… —Se quejó Alanys intentando sacarle información a Mia.
Mia no le dijo nada al respecto, sabía lo chismosa que podía ser la omega cada vez que oía algo sobre cualquier persona. Ella sabía que lo que realmente ocupaba a Seth, no eran sus labores como príncipe heredero, sino más bien, su primer y único amor verdadero, Lilly.
Seth protegía tanto a Lilly que, nadie sabía sobre la existencia de esa mujer, con excepción de Mia. Según su esposo, solo ella sabía de su existencia porque era su amiga y solo podía confiar en ella. Inclusive, cuando Mia trabajaba como su asistente, él la envió más de una vez a llevarle ropa, comida y medicinas a “su amiga”.
Pero, a pesar de saber que su corazón le pertenecía a otra, Amelia seguía amándolo de una manera autodestructiva, Seth era la persona más importante de su vida. En esta manada, todos eran inmortales, pero por alguna extraña y desconocida razón, los padres de Mia murieron poco después de su nacimiento, lo cual generó revuelo en todo el pueblo, todos creyeron que se trataba de una misteriosa enfermedad y supusieron que Amelia sería la siguiente en morir.
Así que. En lugar de sentir compasión por ella, todos prefirieron repudiarla, convirtiendo su miedo hacia ella en un odio implacable, viéndola como la manzana podrida que pudriría al resto, como un monstruo de la mala suerte. En el pueblo, todos la maltrataban, la humillaban, le escupían la cara cuando se la cruzaban o incluso la golpeaban y le lanzaban cosas a la cabeza. Amelia jamás se quejó, ni se defendió, eligió tragarse su orgullo para poder conseguir en ocasiones las sobras de comida que unos pocos le daban, así que cuando era golpeada en alguno de los callejones del pueblo, solo se acurrucaba en posición fetal, mientras que en su mente rogaba porque le lanzaran algo de comida que no estuviera tan echada a perder.
Al llegar a su mayoría de edad, su lobo nunca apareció, lo cual la convirtió en un completo fracaso para la manada. En una noche fría, a inicios del invierno, un grupo de personas llenas de odio la persiguió hasta un río y la empujaron al agua helada que comenzaba a congelarse. Amelia comenzó a perder fuerza conforme pataleaba por no saber nadar, sumándole la asfixia por estar cada vez más al fondo del rio, resignada a la muerte, cerró sus ojos, rogándole a la diosa Luna que la perdonara y que en su próxima vida no tuviera que sufrir tanto.
En ese momento, como un sol que vence a la oscuridad, Seth llegó al lugar y saltó al agua sin dudar y la sacó de allí. Frente a las miradas expectantes de todos, le dio respiración boca a boca hasta reanimarla.
—¡¿Qué demonios les ocurre a todos ustedes?! —Gritó encolerizado. —¡Recen para que la diosa Luna tenga misericordia de ustedes! —Declaró. —¡Desde hoy, esta chica estará a mi lado, será mi mano derecha! ¡Ay de aquel que ose tocarle uno solo de sus cabellos! ¡Porque yo mismo me comeré su corazón!
Esas palabras seguían grabadas en la mente de la pelirroja, como un pacto de su amor hacia él. Desde ese momento, Seth se convirtió en la única razón por la que ella seguía viviendo. Estaba dispuesta a entregarle todo lo que tenía, incluso su vida si fuera necesario.
Sin embargo, Seth nunca se había dado cuenta de sus sentimientos, Para él, Mia era solo una subordinada valiosa con un nefasto pasado, alguien que cumplía cada una de sus órdenes sin chistar, Por eso, cuando Seth le pidió matrimonio, ella sintió una gran alegría, pero también una gran duda. Claramente, sus sentimientos por la “magia” no eran simples, y él nunca le había mostrado ningún tipo de afecto. Entonces…
¿Por qué ella era su esposa si no sentía lo mismo que ella?
Pero pronto, la respuesta a esa pregunta llegó, y aunque la verdad la sumió en una profunda tristeza, al menos obtuvo una respuesta.
Con el alba, los empleados de la mansión comenzaron con los preparativos pertinentes para la gran cena de esa noche. Todos conocían perfectamente el mal carácter del abuelo y el padre de Seth: Tarvos y Magnus Winchester. Dos hombres despiadados y sombríos a los que todos les temían. Cuando el reloj marcó la hora de inicio para el banquete y Seth no había aparecido, todos los sirvientes presentes no tardaron en ponerse inquietos ante tal embrollo, conociendo muy bien el caos que se avecinaba.El reloj marcó las ocho y cinco, cuando Magnus, el padre de Seth abrió su boca para romper el silencio.—¿Sabes dónde carajos se ha metido tu marido? —Inquirió con autoridad, su voz grave resonando en la habitación.Amelia bajó la cabeza a la par de su mirada que se posó en sus manos. Ella no se atrevía a mantenerle la mirada ni por un segundo, pero no podía ser descortés, así que respondió como pudo.—Seth… Él… —Tartamudeó ligeramente—. Él ha estado muy cargado de trabajo estos últimos días.Magn
Desde de llevar a Amelia a su habitación, Seth finalmente tuvo un momento de paz y silencio, la indiferencia de Magnus y Tarvos, como siempre, lo hartaba. “No permitiré que mis futuros hijos crezcan en este ambiente tan desprovisto de amor”, pensó hastiado. Estaba dispuesto a romper el pacto y si era posible, trataría de salvar a Mia de la muerte.Con la imagen de Amelia en su cabeza, levantó la vista y la vio salir del baño en ese momento. Con su cabellera rojiza húmeda, y su cuerpo pálido, curvilíneo, pero a la vez frágil y delgado; era su esposa, cuidadosamente seleccionada por él. Mia era la mejor opción para él. Ella era tonta y sumisa, necesitada de amor, no tenía familia o amigos cercanos, y cualquier muestra de bondad, por más pequeña que fuera, era suficiente para manipularla.Hasta el momento, parecía seguir creyendo sinceramente que su matrimonio era una unión de amor. Por eso, había estado esforzándose al máximo para agradar a su familia y a los miembros de la manada. A ve
Amelia sacó de su bolso la comida que había preparado para Seth y se la entregó, luego se preparó para irse. Sabía que Seth odiaba comer con otras personas, y Magnus y Tarvos siempre imponían ceremonias y protocolos en la mesa que podían hacer que hasta la comida más deliciosa se volviera desagradable. Comer con Seth era, de alguna manera, un privilegio de Lilly. Pero al ver la figura decidida de Amelia alejándose, Seth no pudo evitar fruncir el ceño.—¿A dónde vas? ¿Por qué no te quedas? Como su esposa, aparte de en las reuniones familiares, nunca había comido a solas con él. No era de extrañar que su padre y los demás empezó a sospechar. Pero Amelia malinterpretó sus palabras.—Hay cosas que hacer en casa, padre dijo que las ventanas necesitan limpieza. Si empiezo por la tarde, debería poder terminar antes de la noche. Los soldados pueden devolverme los utensilios. Amelia no comprendía el repentino cambio de actitud de Seth, pero como una Luna no reconocida, tenía demasiadas preocup
Llegó la noche del festival del pueblo, aunque más bien era de madrugada porque la celebración debe llevarse a cabo a las tres de la madrugada, el demonio Aamon era muy exigente y desde luego que nadie en el pueblo quería provocar su ira.Amelia se puso el atuendo tradicional de Luna y, junto con Seth, se dirigió a la plaza central del clan. Allí, algunos ancianos que parecían muy jóvenes, pero en realidad habían vivido durante mucho tiempo, se despedían de sus familias, listos para partir hacia el eterno lugar sin preocupaciones ni tristezas. Esta era una tradición del clan Bllod Moon, y cada anciano debía cumplirla. En unos pocos años, Tarvos también llegaría a su momento.Seth se subió a una plataforma elevada, donde pronunció unas palabras de bendición para los ancianos y anunció el embarazo de Amelia, informando que la manada tendría un nuevo heredero. Al escuchar esto, la multitud estalló en vítores, y todos comenzaron a cantar y bailar para celebrar la ocasión. De repente, una
En el callejón que daba al bosque, luego de que Seth y Lilly ya se habían ido, Amelia, escondida detrás de una roca, soltó un bufido desganado al tiempo que se secó las lágrimas con el dorso de sus manos, estaba tan absorta de sí misma que ni siquiera notó cuando comenzó a llorar. Se levantó de la roca con las piernas entumecidas, se sacudió el musgo que se le había pegado en sus rodillas, para luego prepararse para regresar a casa. Pero justo cuando salió de la sombra de la roca, bajo la luz de la luna, una voz joven sonó detrás de ella saliendo de la oscuridad del denso bosque.—No quiero ser entrometido… Pero, parece que tú eres la otra protagonista en esa conversación, ¿Cierto…? —Comentó un joven apuesto y musculoso que saltó desde un árbol con ramas frondosas.—¿Qué? ¿De qué hablas? Yo no… ¿Qué conversación? —Farfulló ella confundida por su repentina aparición, intentando ocultar los secretos de la manada, pero ella era pésima mintiendo y su torpe intento por hacerlo solo empeor
Seth llegó a la casa de Lilly y como de costumbre, entró por la puerta trasera para que nadie lo viera llamando a la puerta, al entrar fue directo a su habitación en la segunda planta de la casa y le sonrió al abrir la puerta y verla esperándolo en la cama con su sensual pijama puesta.—Allí estás… —Comentó Seth esbozando una amplia sonrisa.Lilly solo se cruzó de brazos y volteó su cara, soltando un bufido cargado de celos.—Oye, preciosa. No me digas que estás celosa de nuevo… —Comentó el pelinegro en tono divertido mientras se subía encima de ella.—Como no estarlo si últimamente pasas más tiempo con ella que conmigo. —Refutó la rubia frunciendo el ceño.—Cariño. Te aseguro que mi amor por ti jamás cesará. Eso tenlo por seguro… —Respondió Seth con firmeza. —¡Es más! Te prometo que nunca me enamoraré de Amelia.—Claro, por eso es que la proteges tanto ¿No? —Insistió ella fulminándolo con la mirada.—Si lo dices porque paso más tiempo con ella, lo hago porque es mi deber, está embara
Capítulo 8Demonio LoboSeth tragó saliva con brusquedad, bajó su cabeza, ruborizado por la vergüenza y se acercó a Mía, pero cuando estuvo a punto de levantarla, Lilly, de repente se lanzó a sus brazos, llorando desconsoladamente.—¡Mi amor, no sabes cuánto lo siento! —Farfulló entre sollozos ahogados.—Lilly, por favor… Cálmate. —Exigió con firmeza, sin apartar la vista de los ojos de su padre, quien lo miraba con desprecio.—¡Te juro que no quería causar todo esto! ¡Yo solo quería verte y hablar contigo porque te extraño muchísimo y ayer luego de echarte me sentí muy mal! ¡Por favor, perdóname! —Explicó la rubia apartándose un poco para mirarlo a los ojos.Seth al verla a los ojos, los cuales estaban inundados de lágrimas, de inmediato se convenció con su lamento, nunca la había visto así y no puedo evitar que su corazón se estrujara ante la imagen de su amada tan quebrantada, así que la envolvió con sus brazos, pegándole a su cuerpo con pesar.Mientras tanto, Magnus, furioso, cami
Talvez fue porque los gritos de Lilly durante el castigo de Seth fueron tan doloroso y exagerados, que Magnus y Tarvos aceptaron rápidamente su posición, Lilly fue convertida en Luna ante los ojos de todos los habitantes del pueblo, disfrutando de un trato repleto de lujos que Amelia nunca había recibido. Hasta hicieron una fiesta en su nombre, celebrando su nuevo título.Todos con excepción de Amelia asistieron a esa celebración, por órdenes de Magnus y Tarvos ella debía permanecer en la habitación del castillo, bajo llave sin derecho a salir. Pero Seth necesitaba hablar con ella. Podía imaginar la expresión de su esposa, débil y sumisa, en ese momento. Seguramente estaba tan destrozada que ni siquiera podía respirar. Abrió la puerta que la aprisionaba y bajó las escaleras de piedra para encontrarse con ella.—¿Qué haces aquí? —Preguntó Amelia a media voz a penas al verlo.—Quiero hablar contigo, necesito que sepas cuanto siento todo esto. —Respondió lastimero mientras caminaba hacia