2: La Cena

Con el alba, los empleados de la mansión comenzaron con los preparativos pertinentes para la gran cena de esa noche. Todos conocían perfectamente el mal carácter del abuelo y el padre de Seth: Tarvos y Magnus Winchester. Dos hombres despiadados y sombríos a los que todos les temían. Cuando el reloj marcó la hora de inicio para el banquete y Seth no había aparecido, todos los sirvientes presentes no tardaron en ponerse inquietos ante tal embrollo, conociendo muy bien el caos que se avecinaba.

El reloj marcó las ocho y cinco, cuando Magnus, el padre de Seth abrió su boca para romper el silencio.

—¿Sabes dónde carajos se ha metido tu marido? —Inquirió con autoridad, su voz grave resonando en la habitación.

Amelia bajó la cabeza a la par de su mirada que se posó en sus manos. Ella no se atrevía a mantenerle la mirada ni por un segundo, pero no podía ser descortés, así que respondió como pudo.

—Seth… Él… —Tartamudeó ligeramente—. Él ha estado muy cargado de trabajo estos últimos días.

Magnus frunció el ceño, mirándola con desprecio. Él nunca había aprobado su existencia, era uno más de los que la creían un estorbo para su especie, decía que Mia era un Monstruo de mala suerte, una carga, alguien que jamás debió haber existido. Incluso parecía que en ocasiones la veía como una amenaza para la reputación de su familia.

Mientras que Tarvos, el abuelo de Seth, tenía la misma opinión de ella, pensaba que Mia no servía para nada, que no era capaz de ganarse el corazón de ningún hombre lobo en todo el mundo.

——Eres la peor Luna que he conocido, ni siquiera puedes hacer que tu esposo regrese a casa a tiempo. Seth cometió el peor error al casarse contigo.

Luego se volvió hacia Magnus y dijo:

—Veo que Seth ni siquiera ama a esta mujer, apúrate y consíguele una nueva.

Amelia tragó saliva con brusquedad, recordando como en la última cena familiar, también fue severamente castigada por la ausencia de Seth; Tarvos y Magnus la castigaron obligándola a pasar toda la noche dentro de una tina con agua helada y toneladas de hielo. Con el agua hasta el mentón, cada tanto le empujaban la cabeza dentro del agua y no la sacaban hasta que comenzara a ponerse morada, el agua fría entraba por su nariz, reviviendo en ella esos miedos del pasado que ella misma había encerrado bajo llave en alguna parte de su mente.

A pesar de no tenerle miedo al agua en el pasado, desde aquella noche en que Seth la rescató, ahora le resultaba imposible soportar estar cerca de cualquier río helado. Tal vez, su verdadero miedo no era el de ahogarse, sino que, si caía al agua de nuevo, quizá él ya no la salvaría de nuevo.

—¡Mírame cuando te hablo! —Ordenó Tarvos, dándole un golpe seco a la mesa con su mano abierta.

Todos dieron un respingo al mismo tiempo, Mia alzó su vista mientras su labio inferior temblaba al igual que sus piernas, apretó sus ojos para contener sus lágrimas y en ese momento, Alanys, la misma omega que había hablado con ella la noche anterior, sabía cuánto miedo le tenía la pelirroja al agua, así que dio un paso al frente para intentar defenderla.

—Su alteza, aún quedan algunos platillos por preparar. De inmediato iré a prepararlos, quizá cuando regrese, el alfa Seth ya esté aquí. —Sugirió a media voz.

Sus palabras fueron totalmente nulas para ambos hombres, ninguno de ellos se inmutó.

—¿Por qué intentas defender a esta basura? ¡Guardias, llévensela y ahóguenla en el río! —Farfulló alzando aún más su tono de voz a la par de sus ojos que irradiaron luz roja. —¡Que esto sirva de recordatorio para que no vuelvas a entablar ninguna amistad con ningún empleado! ¡Sabes que eso está prohibido para ti!

Viendo que la situación comenzaba a salirse de control por su culpa, Amelia se levantó decidida y declaró.

—¡Alto! ¡Ella no tiene la culpa de esto! ¡Llévenme a mí! —Suplicó a gritos.

Los guardias sujetaron a Mia por ambos brazos y comenzaron a arrástrala hasta la salida de la mansión, pero en ese preciso momento, Seth cruzó la puerta de entrada, haciendo acto de presencia finalmente; miró a la pelirroja, totalmente confundido por la escena ante sus ojos y preguntó.

—¿Qué sucede aquí? ¿A dónde la llevan? —Cuestionó frunciendo el ceño, con un atisbo de disgusto en su voz.

—Llegas tarde. —Masculló Magnus. —Empecemos la comida. —Ordenó en tono seco.

(***)

Después de cenar, todos se reunieron en la sala de estar para hablar. De pie junto a la ventana, Seth pasó su brazo por detrás de la cintura de Mia y la acercó a su cuerpo, mostrándose repentinamente cercano, al principio ella no lo podía creer, pero luego entendió la intención de Seth: fingir cercanía con ella para ganar la confianza de Magnus y Tarvos.

—¿Puedes dejar de embarrarnos la cara con tu porquería? ¿Realmente amas a esta bestia? ¿Te parece que esta poca cosa es suficiente para ti? —Cuestionó Magnus sin un rastro de piedad en él.

Seth solo se limitó a inhalar profundamente, mientras dejaba escapar un ligero gruñido que solo Amelia pudo escuchar. Sabía que Seth siempre había tenido una mala relación con su familia. Cada palabra que decían podía fácilmente provocar su ira. Tal vez la razón por la que Seth eligió casarse con ella también tenía algo que ver con Magnus y Tarvos, porque ella era el tipo de persona que más odiaban: pobre, débil, y desafortunada.

—Amelia no es como dices, ella es mi asistente más capaz... Seth intentó defender a su esposa, pero rápidamente fue interrumpido por su padre.

—¡No te engañes! ¡Porque a nosotros no nos engañas! ¡No sé por qué sigues con ella! ¡Es obvio que no la amas! —Dijo el hombre, y continuó—. Y no es de extrañar, ¡Ningún hombre puede amar de verdad a una mujer como ella! Tienes que entender que debes casarte con una mujer que te haga entregarte de verdad, y ella... —Gruñó con voz áspera. Pero luego, inesperadamente, bajó el tono—. Ella no tiene derecho... —Añadió a media voz, con su mirada fulminante puesta en los ojos de Amelia.

“Subir al altar”, pensó la pelirroja en su interior, mientras mantenía su expresión de aparente ignorancia. Sabía que este era un secreto ancestral de la manada “Moon Blood”

Hace un siglo, uno de los antepasados de la manada “Moon Blood” había convocado al demonio Aamon para hacer un pacto con él. Los alfas herederos que gobernaban la manada debían entregar su alma y su amor verdadero a cambio del dominio eterno de la manada, poder y longevidad para todos sus miembros. Así, todas las lunas, después de haber dado a luz a un heredero, serían rápidamente sacrificadas, extrayendo su corazón en el altar. Pero era evidente que Seth sentía un amor tan profundo por Lilly, que pensó que podía engañar a Aamon. Entonces proclamó abiertamente su amor por Amelia, e incluso Amelia, al principio, creyó en sus palabras “sinceras”, pensando que sus años de fiel sacrificio hacia él habían valido la pena, siendo finalmente correspondida.

Hasta que, por casualidad, encontró en el ático el diario de la anterior Luna y comprendió toda la verdad, entendiendo que Seth solo quería ponerla en el puesto de Luna, para que ella muriera en lugar de su verdadero amor, Lilly.

Sin embargo, el amor inquebrantable y el miedo a la muerte de la anterior Luna no la habían hecho retroceder. Si no fuera por Seth, ya habría muerto hace mucho tiempo. Ella no sentía apego a este mundo, pero aun así disfrutó de un breve momento de felicidad, lo cual ya era suficiente para ella, comparado con todo lo que había sufrido ya.

—¡Aunque no lo creas, yo amo a Amelia con cada partícula de mi ser! —Proclamó Seth dando voces, mirando a su padre a los ojos con firmeza. Sacando a Amelia de sus pensamientos por sus palabras.

Magnus soltó una fuerte carcajada mientras negaba con la cabeza, demostrando su incredulidad.

—Admito que últimamente he estado demasiado metido en mis labores con la manada y por eso he descuidado a mi preciosa Luna. Pero se lo compensaré pronto… —Explicó para luego inclinarse hacia ella y darle un beso en su mejilla.

Ella bajó la cara y la pegó al pecho del pelinegro, sintiendo la leve vibración de su voz mientras hablaba. Aunque sabía que sus palabras no eran sinceras, ella quiso permitirse a sí misma, disfrutar de ese momento de felicidad ilusoria.

—Entonces… deberían empezar a tener hijos pronto. Criar a un heredero digno lleva tiempo. —Dijo Tarvos finalmente.

—Así será, lo prometo. —Respondió Seth para luego sujetar la mano de Amelia y llevársela a su habitación.

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