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Capítulo 2. ¡ Usted es un peligro, una salvaje!

¡Está bien, Dra.!- dijo Valentina encogiéndose de hombros. Observando a todos los presentes caminó por el gran y elegante salón, buscando la salida, todos la miraban, ella simplemente quería alejarse de aquella gente de apariencia pulcra, pero que en el fondo eran verdaderas aves de rapiña.

De camino a la oficina, en un taxi que había tomado en la calle, pensaba en ¿Como hacer para pagar todo el dinero que debía a la Dra. Carolina?, no quería seguir aguantando más humillaciones y malos tratos.

Todo comenzó aquella tarde en que fue a inscribirse a la facultad de medicina, tenía ansias de estudiar, pero no le alcanzaba el dinero, su padre era un humilde jardinero y su madre estaba enferma de cáncer y en este momento no podía darse el lujo de pagar un semestre tan costoso. Se había sentado en el restaurante de la universidad para tomar un café, cuando escuchó a Carolina y a otros estudiantes que tenían que hacer muchas tareas y buscaban a alguien que se las hiciera y le pagaban muy bien por estos trabajos, Valentina se ofreció a realizarles todas las tareas por dinero, le estaba yendo muy bien, ganaba suficiente dinero, pero el tratamiento de su madre, se hizo más costoso y pidió dinero prestado a la Dra. y así, pidiendo y pidiendo más, cuando se dio cuenta le debía unos buenos millones. Ahora debía trabajar muchas horas para poder pagar esta gran deuda, además estaba terminando su carrera de medicina y quería de inmediato iniciar una especialización.

Llegó hasta la clínica, pagó la carrera al amable taxista y subió hasta la oficina de la gerente para tomar unos documentos y llevarlos a su casa y realizar el informe.

Al salir del ascensor hasta su piso, vio a una de las chicas del aseo, sentarse en el piso y se tocaba el abdomen, Valentina corrió hasta ella para ver qué le ocurría.

- ¿Qué te sucede?- preguntó angustiada

- ¡Dra., tengo fuertes dolores, pero tengo que continuar, apenas está comenzando mi jornada de trabajo!

- ¡Voy a ayudarte, no te preocupes, haré el trabajo de limpieza!.- Valentina tomó el trapeador y el balde, necesitaba ayudar a su compañera a terminar su trabajo y que no fuera regañada por la supervisora. Ya eran las 6 de la tarde y no quería que se le hiciera tarde para llegar a casa, el tráfico a esta hora era muy pesado.

Augusto Carranza, le había enviado muchos mensajes al móvil de su hija Carolina, pero esta no los veía y tampoco contestaba sus llamadas, necesitaba pedirle algo muy importante y la necesitaba con urgencia. Insistiendo estaba con su móvil en la mano, que no se percató que, enérgicamente de espaldas, venía la señora del aseo con trapero en mano y al parecer con prisa, llevándose consigo al distraído señor Carranza, quien dejó caer su teléfono móvil y su maletín al piso.

- ¡Pero, por Dios, es usted un animal!.- Dijo Augusto Carranza, enfadado.

- ¡Más animal es usted!, ¿acaso no vio que estaba de espalda?- Contestó Valentina, sin percatarse de quién era.

- ¡Ayúdeme a levantar todo este desorden, pero hazlo rápido!

- ¡No, señor, usted solito puede encargarse de recoger sus cosas! ¡Es usted un descarado! ¿Qué tal este?.- Valentina, continuó con sus labores de aseo, sin prestar atención a este señor.

- ¡Usted no sabe con quién está hablando, señorita! - dijo Augusto, más que enojado.

- ¡No me interesa saber quién es usted, y así venga el mismo Dr. Carranza, lo obligo a que limpie lo que ha ensuciado! -dijo Valentina muy segura de sus palabras.

- ¡Eso quiero verlo! - Contestó el mismo Dr. Carranza.

- ¡Ahora, si me disculpa, tengo mucho por hacer! - Valentina tomó su trapeador y continuó su limpieza, dejando al Dr. de pie sin saber qué hacer o decir.

- …………………… ¡Padre, disculpa, ayer no pude contestar tus llamadas! ¿Qué era eso tan importante que tenías para decir?

Antes que nada, ¡necesito que despidas a la empleada de servicio del turno de la noche!, ¡No hace bien su trabajo!. - Augusto se encontraba sentado en su cómodo escritorio.

- ¡Papá, la empleada del turno de la noche es Carmen! ¿Cómo voy a despedirla?- Carolina conocía muy bien a Carmen y era muy buena trabajadora, pero su padre era el jefe y tenía que cumplir sus órdenes.

Al día siguiente, Valentina, llegó a la clínica y encontró a Carmen llorando, estaba muy triste y desconsolada porque había sido despedida de su empleo, empleo que necesitaba, ya que era su única fuente de ingresos.

¿No entiendo por qué el Dr. Augusto despidió a Carmen? ¡Ella es una excelente trabajadora!- Dijo Valentina sorprendida.

- ¡Papá, dice que fue muy grosera con él!- Respondió Carolina, sin importancia.- Valentina se había dado cuenta del error que había cometido, ¡ese hombre a quien había amenazado de ponerlo a limpiar, era nada más y nada menos que Augusto Carranza, el dueño y señor de la Clínica!. Debía arreglar las cosas, Carmencita no podía quedarse sin empleo.

- ¡Yo creo que ella debe pedirle disculpas! ¿Dónde está tu padre en este momento?

- Papá, está en la sala de juntas, está reunido con el ministro de salud. ¡No quiere ser molestado y menos para hablar con las señoras del aseo!

Valentina corrió hacia la sala de juntas, necesitaba hablar con el Dr. Carranza y pedirle que por favor le devolviera el trabajo a Carmencita, quiso tomar el ascensor y subir solo dos pisos, pero estaba lleno, subió por las escaleras con cierta prisa, ya en el pasillo se dirigió hasta la oficina, intentó abrir la puerta, pero parecía estar atorada, la empujó con fuerza, con tan mala suerte que el Dr. Augusto, se encontraba detrás y lo golpeó con fuerza, haciendo que este soltara los documentos que traía en una de sus manos.

- ¡Lo siento, lo siento, señor, disculpe! - Valentina se había puesto nerviosa, nuevamente se encontraba en problemas con su jefe.

-¿Usted nuevamente? ¡Usted es un peligro, una salvaje! ¿Acaso quiere matarme? - El Dr. Carranza estaba muy enojado con ella.

- ¡No quiero matarlo, solo quiero que me escuche! .- Valentina lo había tomado por una mano y lo estaba apretando para que no pudiera huir. Mientras que los demás, lo miraban preguntándose ¿por qué le había gritado a esta joven?

¿Está bien, le daré solo un minuto, tengo cosas muy importantes que hacer? - le dijo entre dientes. Se alejaron un poco de los presentes y de inmediato, Valentina comenzó a hablar.

- ¡Dr., le pido que por favor no despida a Carmencita, la señora del aseo!

- ¡No despedí a Carmencita, la despedí a usted!.- contestó Augusto con prisa.

- ¡Yo no hago aseo, yo…!

- ¡Señora, si no tiene nada más para decirme, tengo prisa, así que ...!

- ¡Si tengo más para decirle, usted no tiene corazón, es una mala persona, un mal ser humano…!

- ¡Ahora están despedidas las dos, usted y esa tal carmencita!.- Dijo augusto aún más enojado, ya que todos los presentes los observaban y más ahora que le había dicho que era una mala persona. Se marchó al recibir los documentos que uno de sus empleados había recogido del suelo.

¿Qué iba a hacer ahora?, no tenía empleo, tenía deudas y no podía dejarle toda la carga económica a su padre y peor aún, también había dejado a Carmencita, sin empleo.

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