Carter cuando vio a su hijo marcharse corrió hacia él, pero no le dio alcance, tenía la impresión de que había recordado algo que lo había lastimado. Cuando regresó a la casa, Alejandra lo estaba esperando.—¿Qué ocurre? ¿Dónde se fue René? —preguntó ella mirando hacia atrás, como si esperara verlo aparecer en cualquier momento.—Se fue, dice que no tiene cabida en nuestra perfecta vida —pronunció con un suspiro—, no pude detenerlo, pero hay algo extraño que está ocurriendo con él —dijo con preocupación.—Entonces búscalo o manda por él, no lo dejes solo, Carter —dijo con recelo—. Sabes, cuando recuerdo con tranquilidad mi relación con tu hijo, me doy cuenta de que muchas veces tuvo comportamientos extraños, cambiaba de humor, a veces parecía otra persona… es cómo si él no sé … se drogara y me pregunto ¿Sabes si tu hijo era adicto a las drogas antes de que tuviera el accidente? Carter miró a Alejandra con incredulidad, sin poder creer lo que estaba insinuando. Sabía que René había s
Los ojos de Carter se detuvieron en la figura demacrada que se desplomaba contra la fría pared de hormigón, una sombra de su hijo, tan solo unas horas atrás, vibrante. A medida que se acercaba, el hedor del sudor asaltó sus sentidos, pero fue la visión de René con los ojos hundidos y ajeno al mundo, lo que provocó una aguda punzada en el pecho de Carter. Una agitación de emociones amenazaba con abrumarle: dolor por el niño perdido en aquel abismo, vergüenza por sus propios fallos y un agudo sentimiento de culpa que le arañaba las entrañas. Este era el legado de su abandono, una herida que se había infligido no solo a sí mismo, sino a su propia carne y sangre.—Por favor, sáquenlo de aquí —se quebró la voz de Carter mientras hacía un gesto al guardia, con su súplica apenas por encima de un susurro. El guardia asintió secamente, abriendo la pesada puerta y guiando a René hacia la luz mortecina del pasillo.Cuando salieron, Carter tendió la mano tímidamente y cogió a René por el braz
La insistencia de Carter fue detenida por una risa fría y llena de desdén. —¿Feliz? —repitió René, la palabra sonaba grotesca en su boca—. Tu concepto de felicidad y el mío no son iguales, padre. Para ti, la felicidad es una familia perfecta y un trabajo exitoso. Para mí... Se interrumpió a sí mismo, sus labios se apretaron en una línea dura y sus ojos centellearon con amargura. Se volvió hacia Carter y le dio una sonrisa desgarradora. —Para mí, la felicidad es simplemente despertar sin sentirme como un completo fracaso… no tener esos recuerdos recurrentes que me destruyen, es como si alguien enterrara filosos puñales en mi interior.Carter sintió que las palabras de René lo golpeaban como un puñetazo en el estómago. Esa revelación desnuda e impactante era más de lo que podía soportar. —Hijo no sé qué tanto has sufrido en el pasado, pero si podemos cambiar... —empezó a decir, pero fue interrumpido por René.—No puedes entenderlo ¿Crees que con esas palabras se va a borrar el horr
Las palabras salieron de los labios de René como un susurro, apenas audible, pero para Carter resonaron como un trueno ensordecedor. Cayendo como una tormenta en su interior. Carter se quedó absorto, incapaz de reaccionar, mientras René continuaba llorando, abrazándose a sí mismo como si intentase repeler el recuerdo de aquel horroroso incidente.El mundo se detuvo por un momento, el aire pareció más pesado, y hasta la luz del sol pareció opacarse. —No pude defenderme... —susurró René—. Lo intenté, pero era muy pequeño… tenía tanto miedo.Carter sintió cómo un escalofrío lo recorría. Miró a su hijo y por un momento la imagen de su hijo más pequeño, asustado y confundido, se superponía a la del joven que ahora estaba frente a él. No pudo evitar que su corazón se encogiera en su pecho.No podía dejar de pensar en ese niño asustado y herido que había estado escondido detrás del hombre joven y fuerte. No podía creer que su hijo hubiese sufrido semejante monstruosidad, no pudo evitar la i
—Angie —empezó, sosteniendo su mirada—, me gustas mucho... pero ahora no estoy en condiciones y no puedo pedirte que te quedes a mi lado… no soy capaz de sentenciarte a vivir en zozobra… yo no sé si estaré bien y no quiero hundirte con el peso de mi carga —susurró con pesar sin dejar de mirarla a los ojos.—Yo quiero ayudarte, y eso es mi problema si quiero ayudarte a llevar tu carga —le dijo ella con firmeza, aunque con una expresión de dulzura. Sin él esperarlo, se acercó con suavidad y besó sus labios.Él le respondió con delicadeza, sumergiéndose en el delicioso sabor de la chica, sin embargo, de pronto se quedó estático con otra ráfaga de recuerdos, y tenía que ver cuando Alejandra y él salían, aunque nunca fueron lejos porque ella no lo permitía.Vio a un hombre que escondía su dolor en esa máscara de arrogancia, y que procuraba dañar a los otros para vengarse por lo que le habían hecho, sintió tanta decepción y asco de sí mismo que apartó a Angie de su lado.—Lo siento Angie, d
Los tres subieron al auto, el motor empezó a zumbar cuando Carter introdujo la llave en el contacto, sin dejar de agarrar el volante y arrancó.Alejandra se había acomodado minutos antes en el asiento del copiloto con una gracia silenciosa y la mirada perdida en el paisaje que empezaba a deslizarse por la ventanilla. En el asiento trasero, René sentía el cuero debajo de él, las vibraciones del coche incapaces de apartar el peso alojado firmemente en su pecho.Junto a René, la presencia de Zachary era un silencioso pilar de fuerza, quien se había unido a ellos en el último momento. Los ojos del hombre mayor, que habían visto tanto flujo y reflujo de la vida, estaban fijo al frente, sin embargo, era plenamente consciente de la agitación que se estaba desarrollando a su lado.El silencio en el coche era algo vivo, denso y opresivo, que envolvía a René como una manta sofocante. Sus pensamientos se agitaban, una tempestad de dudas y miedo. Era una especie de barco a la deriva en un mar te
Bauer se retorcía en el suelo, agarrándose el rostro, pero Carter no tenía piedad. Arrastró a Bauer por el cuello de la camisa, levantándolo hasta que sus pies apenas rozaron el suelo. Un gorgoteo de terror y dolor brotó del hombre, pero Carter sólo apretó más.—Me hubiera gustado que fuera en un lugar más digno —dijo Carter con una mueca despectiva—, pero las ratas mueren en cloacas.La mujer aterrorizada observó la escena desde un rincón oscuro de la habitación. Carter giró la cabeza hacia ella y le dirigió una mirada compasiva. —Vete —ordenó, su voz perdiendo algo de su frialdad metálica.La mujer se levantó y huyó como un fantasma, desapareciendo en la penumbra del barrio olvidado por Dios. Carter volvió su atención a Bauer, sus nudillos blanqueados por la fuerza con que sostenía al hombre.Este intentó balbucear algo entre gemidos y arcadas, pero Carter le dio un fuerte golpe en el estómago, se cegó mientras no dejaba de gritarle.—Te gusta abusar de los niños, pero yo te voy a
El ulular de la sirena se desvaneció en la distancia, llevando consigo al herido que ahora era escoltado por la policía hasta el hospital más cercano. Carter lo observaba desde una distancia prudencial, con la mandíbula desencajada por la satisfacción. Pero aún no estaba satisfecho, faltaba por completar su venganza, faltaba un eslabón para hacerlo. Las siguientes fases de su plan tenían que ser perfectas y ya había puesto los engranajes de su cerebro a moverse. —Asegúrate de que tenga la bienvenida que se merece cuando salga del hospital y llegue a la cárcel —ordenó Carter a su contacto a través de una línea segura, con voz baja y firme. —Quiero que por el resto de su vida sepa las razones de su desgracia.Una vez arreglados los detalles, embarcaron en su vuelo de regreso a Los Ángeles. Durante el trayecto, Carter desapareció en el aseo del avión y se transformó en otra persona, no sólo en su atuendo, sino también en su comportamiento. Se colocó unos vaqueros oscuros y una chaqueta