La insistencia de Carter fue detenida por una risa fría y llena de desdén. —¿Feliz? —repitió René, la palabra sonaba grotesca en su boca—. Tu concepto de felicidad y el mío no son iguales, padre. Para ti, la felicidad es una familia perfecta y un trabajo exitoso. Para mí... Se interrumpió a sí mismo, sus labios se apretaron en una línea dura y sus ojos centellearon con amargura. Se volvió hacia Carter y le dio una sonrisa desgarradora. —Para mí, la felicidad es simplemente despertar sin sentirme como un completo fracaso… no tener esos recuerdos recurrentes que me destruyen, es como si alguien enterrara filosos puñales en mi interior.Carter sintió que las palabras de René lo golpeaban como un puñetazo en el estómago. Esa revelación desnuda e impactante era más de lo que podía soportar. —Hijo no sé qué tanto has sufrido en el pasado, pero si podemos cambiar... —empezó a decir, pero fue interrumpido por René.—No puedes entenderlo ¿Crees que con esas palabras se va a borrar el horr
Las palabras salieron de los labios de René como un susurro, apenas audible, pero para Carter resonaron como un trueno ensordecedor. Cayendo como una tormenta en su interior. Carter se quedó absorto, incapaz de reaccionar, mientras René continuaba llorando, abrazándose a sí mismo como si intentase repeler el recuerdo de aquel horroroso incidente.El mundo se detuvo por un momento, el aire pareció más pesado, y hasta la luz del sol pareció opacarse. —No pude defenderme... —susurró René—. Lo intenté, pero era muy pequeño… tenía tanto miedo.Carter sintió cómo un escalofrío lo recorría. Miró a su hijo y por un momento la imagen de su hijo más pequeño, asustado y confundido, se superponía a la del joven que ahora estaba frente a él. No pudo evitar que su corazón se encogiera en su pecho.No podía dejar de pensar en ese niño asustado y herido que había estado escondido detrás del hombre joven y fuerte. No podía creer que su hijo hubiese sufrido semejante monstruosidad, no pudo evitar la i
—Angie —empezó, sosteniendo su mirada—, me gustas mucho... pero ahora no estoy en condiciones y no puedo pedirte que te quedes a mi lado… no soy capaz de sentenciarte a vivir en zozobra… yo no sé si estaré bien y no quiero hundirte con el peso de mi carga —susurró con pesar sin dejar de mirarla a los ojos.—Yo quiero ayudarte, y eso es mi problema si quiero ayudarte a llevar tu carga —le dijo ella con firmeza, aunque con una expresión de dulzura. Sin él esperarlo, se acercó con suavidad y besó sus labios.Él le respondió con delicadeza, sumergiéndose en el delicioso sabor de la chica, sin embargo, de pronto se quedó estático con otra ráfaga de recuerdos, y tenía que ver cuando Alejandra y él salían, aunque nunca fueron lejos porque ella no lo permitía.Vio a un hombre que escondía su dolor en esa máscara de arrogancia, y que procuraba dañar a los otros para vengarse por lo que le habían hecho, sintió tanta decepción y asco de sí mismo que apartó a Angie de su lado.—Lo siento Angie, d
Los tres subieron al auto, el motor empezó a zumbar cuando Carter introdujo la llave en el contacto, sin dejar de agarrar el volante y arrancó.Alejandra se había acomodado minutos antes en el asiento del copiloto con una gracia silenciosa y la mirada perdida en el paisaje que empezaba a deslizarse por la ventanilla. En el asiento trasero, René sentía el cuero debajo de él, las vibraciones del coche incapaces de apartar el peso alojado firmemente en su pecho.Junto a René, la presencia de Zachary era un silencioso pilar de fuerza, quien se había unido a ellos en el último momento. Los ojos del hombre mayor, que habían visto tanto flujo y reflujo de la vida, estaban fijo al frente, sin embargo, era plenamente consciente de la agitación que se estaba desarrollando a su lado.El silencio en el coche era algo vivo, denso y opresivo, que envolvía a René como una manta sofocante. Sus pensamientos se agitaban, una tempestad de dudas y miedo. Era una especie de barco a la deriva en un mar te
Bauer se retorcía en el suelo, agarrándose el rostro, pero Carter no tenía piedad. Arrastró a Bauer por el cuello de la camisa, levantándolo hasta que sus pies apenas rozaron el suelo. Un gorgoteo de terror y dolor brotó del hombre, pero Carter sólo apretó más.—Me hubiera gustado que fuera en un lugar más digno —dijo Carter con una mueca despectiva—, pero las ratas mueren en cloacas.La mujer aterrorizada observó la escena desde un rincón oscuro de la habitación. Carter giró la cabeza hacia ella y le dirigió una mirada compasiva. —Vete —ordenó, su voz perdiendo algo de su frialdad metálica.La mujer se levantó y huyó como un fantasma, desapareciendo en la penumbra del barrio olvidado por Dios. Carter volvió su atención a Bauer, sus nudillos blanqueados por la fuerza con que sostenía al hombre.Este intentó balbucear algo entre gemidos y arcadas, pero Carter le dio un fuerte golpe en el estómago, se cegó mientras no dejaba de gritarle.—Te gusta abusar de los niños, pero yo te voy a
El ulular de la sirena se desvaneció en la distancia, llevando consigo al herido que ahora era escoltado por la policía hasta el hospital más cercano. Carter lo observaba desde una distancia prudencial, con la mandíbula desencajada por la satisfacción. Pero aún no estaba satisfecho, faltaba por completar su venganza, faltaba un eslabón para hacerlo. Las siguientes fases de su plan tenían que ser perfectas y ya había puesto los engranajes de su cerebro a moverse. —Asegúrate de que tenga la bienvenida que se merece cuando salga del hospital y llegue a la cárcel —ordenó Carter a su contacto a través de una línea segura, con voz baja y firme. —Quiero que por el resto de su vida sepa las razones de su desgracia.Una vez arreglados los detalles, embarcaron en su vuelo de regreso a Los Ángeles. Durante el trayecto, Carter desapareció en el aseo del avión y se transformó en otra persona, no sólo en su atuendo, sino también en su comportamiento. Se colocó unos vaqueros oscuros y una chaqueta
La silueta de Carter giró bruscamente, ahora de espaldas al caos que había orquestado. El chasquido de sus zapatos contra el mugroso cemento, resonó cuando Paul corrió hacia él, con la incredulidad grabada en su rostro cansado. —¿Qué hiciste? ¿Has enloquecido? Prometiste que no le inyectarías ese veneno si te daba información, ¡Y mentiste! —. La voz de Paul sonó sorprendida, porque Carter no había cumplido su palabra.A pesar de que Orestes no se lo merecía, los Hall eran hombres de palabra, y esa actitud de su sobrino, primo, hermano, era desconocido.Una sonrisa jugueteó en la comisura de los labios de Carter, un brillo oscuro en sus ojos reveló un atisbo de satisfacción. —¿Quién te dijo que mentí? —dijo con frialdad, golpeando la jeringa vacía con una despreocupación que contradecía la tensión de sus hombros. —Todo lo que hice fue introducir una solución diluida de cloruro de sodio mezclada con media dosis de hierro en cada jeringa, y eso duele mucho, quema cuando entra de golpe.
Greta se quedó paralizada, su expresión de ira se transformó en una de miedo. Carter soltó su mano y ella se alejó, mirándolo con los ojos muy abiertos.—Así será entonces —dijo ella con la voz temblorosa—. Pero esto no se queda así, Carter. René necesita a su madre...—Una que no eres tú, porque es evidente que nunca lo has querido ni lo has cuidado, si fuera así no se lo habrías entregado a una desconocida en donde lo maltrataron y fue objeto de abuso.Greta se quedó paralizada, ante sus palabras, su expresión de ira se transformó en una de miedo.—¿Cómo sabes eso? —se dio cuenta lo que estaba diciendo y quiso retractarse—, eso no es verdad, no sé de dónde estás sacando eso —dijo ella con la voz temblorosa.—Deja el teatro, no es necesario que sigas fingiendo, René recuperó la memoria por completo y tú nunca viste por él. Así que por tu bien, y si quieres tu muerte natural, mejor vete ahora de esta casa, porque de lo contrario no respondo de mis actos —espetó con la mandíbula apreta