—Quiero que sepas, que no me importa lo que diga tu padre. Tomarás los hábitos, contra viento y marea. No se para qué regresaste, si al final vas a ser monja, debiste quedarte en el convento de por vida. —Le dice Eloísa a Aurora, mientras espera que su esposo esté de vuelta a la mesa, y Aurora, sin poder refutar o decir nada, simplemente asiente, para evitar que su madrastra sufra un disgusto, que podría resultar muy perjudicial para ella, quien lo único que deseaba era que a su regreso, todo estuviera bien.
Preocupado e inseguro de las palabras de Jazmine, Isaías regresa a la mesa, donde todas, menos Aurora, parecen expectantes. —Papá, ¿qué te ha dicho la señora Jazmine?, ¿acaso te ha hablado de mí? —Le pregunta Adriana, muy inquieta, pensado que tal vez, Ares, por la imprudencia de llamarlo anoche, le pidió a su madre que la despidiera. —¡Sí! —Se limita a responder de manera cortante, Isaías, mientras piensa en las palabras correctas para preguntarle a Adriana, sobre la propuesta de Jazmine. —¿Y qué es? —Reacciona impaciente Eloise, que se muere de la curiosidad por saber. —Adriana… —La toma de la mano, y observa a su hija con dulzura. —Sí, papá… —Jazmine ha llamado para pedir tu mano. ¿Tú quieres casarte con Ares Walton? —¿¡Que!? —Gritan al unísono madre e hija, que parecen emocionadas, mientras Aurora, apenas e intenta entender lo que ha dicho su padre. —¡Si papá!, ¡claro que sí! —Responde eufórica Adriana, sin dudarlo. —¿De verdad? —Pregunta Isaías sorprendido, porque jamás esperó esa reacción. —¡Si papá!, es como un sueño hecho realidad para mí. —Entonces… ¿Si estás interesada en el joven Walton? —¿Interesada?, es más que eso, padre… ¡Estoy enamorada de él! —Las palabras de su hija preocupan a Isaías, que debía ser claro con ella. —Debo aclararte, que esto será una matrimonio por conveniencia. Él no te ama, fuiste elegida por su madre, y si aceptas, él se enterará apenas hoy, y deberás reunirte con Jazmine en su oficina antes de la junta. Además, ofreció resolver todos nuestros problemas económicos si te casas con su hijo. —De inmediato, se alegra Eloise al escuchar estas palabras, pero su esposo no había terminado de hablar. —Sin embargo, quiero que sepas, que por más que necesitemos el dinero, jamás te sometería a un matrimonio sin amor. —Esto último se lo decía su padre, con la intención de que entendiera la situación, pero Adriana estaba tan feliz, que no entendía de razones. —Padre, ¿por qué diría que no? ¡Me han propuesto casarme con el amor de mi vida! —Es la mejor noticia que hemos recibido en mucho tiempo. No hagas caso a tu padre, él solo se preocupa por ti. El amor es algo que llega con el tiempo. Ese chico de seguro no podrá resistirse a tus encantos, mi niña. —Interviene Eloísa, alimentando las esperanzas de su hija. Mientras su esposo la mira con desagrado, al recordar que le ha estado buscando esposo a su hija por conveniencia, a sus espaldas. —Debo arreglarme, no puedo ir así al encuentro como mi futura suegra. —Se levanta ansiosa de la mesa, Adriana, imaginando mil cosas en su cabeza, de cómo sería vivir al lado de Ares por siempre. Su madre se levanta, y le ofrece su ayuda. Mientras las dos mujeres suben a que Adriana se cambie de ropa, Aurora observa los ojos de su padre, y puede notar su preocupación. —¿No estás de acuerdo con este matrimonio, papá? —Le pregunta Aurora, que por un momento, mientras su hermana recibía la noticia, imagino cómo sería casarse, tener hijos, y vivir la vida de una chica normal. —No es que no esté de acuerdo, es que me preocupa un poco, Ares no es un hombre que se destaque por ser tierno y cariñoso. Siempre ha sido un chico difícil, de carácter fuerte, con una mirada fría como el hielo, muy parecido a su madre. Y Adriana es una joven muy soñadora, me preocupa que su interés en él, no la deje ver más allá de sus deseos. —¡Te entiendo, papá!, pero vamos… Ares no es tan malo. Aún recuerdo cuando estaba pequeña, y mientras mama vivía, él y Jazmine solían visitarnos. —Sí… Y ni siquiera hablaba. Desde entonces, se creía muy superior. Y Jazmine, no es una mujer que de puntada sin dedal. Discúlpame, si dudo de sus intenciones, pero es lo más normal. —¡Ya veo!, y entiendo el porqué de tu preocupación, pero, aun así, es lo que Adriana quiere. Es su elección. Por lo menos ella tiene la posibilidad de elegir lo que quiere hacer con su vida. —Comenta cabizbaja, y su padre apenas y lo nota, pues a pesar de sus preocupaciones, no puede dejar de pensar en que ese matrimonio traerá de nuevo la riqueza a su vida. Era como una mezcla de sentimientos encontrados, que lo hacían sentirse bien y mal al mismo tiempo. … Muy nerviosa, en el ascensor de la empresa, está Adriana junto a su hermana Aurora, quien la ha acompañado por orden de su padre, con la excusa de saludar a Jazmine, pero en realidad es para que Adriana no se sienta sola, en este momento tan importante para su vida. —Y entonces… ¿Te casarás con tu jefe? —Le pregunta Aurora, intentando romper el incómodo silencio. —Sí… —Responde muy cortante su hermana. Se notaba lo inquieta que estaba. —¡Tranquila!, todo irá bien. Si realmente estás enamorada de ese chico, ¿no entiendo por qué estás tan nerviosa? —No conoces a Ares… —Sí, lo conozco. En más de una ocasión coincidimos cuando mi madre vivía. Luego se fue a estudiar al exterior, y para cuando regresó yo me había ido al convento. No recuerdo que fuera malo. —Adriana, voltea los ojos de inmediato, ante la ingenuidad de su hermana. —¡No es malo!. Ademas, eso que dices, pasó hace mucho tiempo. Quizás en esa época no era tan prepotente como lo es ahora. —Y si te parece prepotente, ¿por qué aceptas casarte? —¡Porque estoy enamorada de él!, pero tú no puedes entenderme. Jamás has sentido ese amor, que te vuelve loca, y eres capaz de hacer lo que sea por esa persona. Aunque te trate mal. —¿Él te trata mal? —Le pregunta de inmediato, Aurora. Confundida, por el conflicto de sentimientos que expresa su hermana. —¡Claro que no! —Adriana, peina su cabello con las manos, acomoda su blusa, y le sonríe a Aurora. —¿Me veo bien? —¡Estás preciosa! —¿De verdad? —¿Crees que sería capaz de mentirte? —No, pero no estoy segura de que veas bien, con toda esa tela en la cara. —¡Jajajaja! —No pueden evitar reírse las dos. Se abren las puertas del ascensor. Al salir, muchas personas se fijan en Aurora, y ella sabe que es por llevar su rostro tapado, pero no le incomoda. Al llegar a la oficina de presidencia, son anunciadas por la secretaria, y las hacen pasar de inmediato. Extrañada las mira la mujer detrás del escritorio. —Aurora… ¿Eres tú? —Le pregunta de inmediato Jazmine, que se levanta del escritorio solo para abrazarla, lo que causa incomodidad en Adriana, a quien ignora, y la cual, nunca ha sido tratado de la misma manera, por quien ya imaginaba, muy pronto sería su futura suegra. —¡Sra. Jazmine!, que gusto volverla a ver. —Le dice tímidamente Aurora. —Lamento haber venido sin avisar, pero quise acompañar a mi hermana, para poder saludarla. —¡Oh, cariño!… No sabes cuánto me alegra que estés aquí. Pero, ¿por qué tienes todo eso en la cara?. ¡No, no!, ¡quítate eso!, déjame verte —Le ordenó Jazmine. —¡Lo siento!, pero no puedo, debo seguir las reglas de mi congregación. Me disculpo por eso. —¡Oh, mi niña! ¡Tú siempre tan educada y obediente! —Comenta Jazmine, con tanto cariño, lo que no podía evitar, al ser, Aurora, la hija de su gran y única amiga, y eso en serio molesta a Adriana, quien carraspea para llamar su atención. —¡Ejem, ejem! —Ah… Adriana… —Exclama, casi con fastidio. —Me imagino que vienes por qué has aceptado mi propuesta. —Si señora. Estoy muy feliz de que pensara en mí, para ser la esposa de su hijo. —No te confundas niña. Ares no te ama, y yo te escogí porque creo que puedes ser mi aliada. —No se preocupe, Señora. Haré todo lo que está en mis manos para que Ares pronto se enamore de mí. —¡Jajajaja! —Jazmín suelta una risa chillona mientras regresa a su escritorio, al escuchar semejante comentario tan ingenuo de parte de Adriana. —¡No seas tonta!, mi hijo no se enamora de cualquiera, y menos si ya está enamorado. Tu único trabajo será mantenerlo a raya de la vagabunda con la que anda. Si no crees poder hacerlo, es mejor que hables ahora. Las duras palabras de Jazmine, hacen que se le rompa el corazón a Adriana. ¿Podría casarse con alguien que amaba a otra? Una cosa era pensar que se ganaría su amor, pero otra era competir con alguien más. Aurora nota la decepción en los ojos de su hermana, y se acerca a ella para calmarla. —¡Tranquila!, si no deseas hacer esto, podemos irnos. —Le susurra a su hermana, mientras la abraza fuertemente, pero Adriana, no estaba dispuesta a perder la oportunidad de su vida. Aparta a Aurora con un suave movimiento, y se dirige a Jazmine, quien mira su reloj impaciente. —¡Lo haré!, me casaré con su hijo y seré su mayor aliada. —Muy bien, entonces no hay nada más de que hablar, apenas termine la reunión te quedas para que juntas le demos la noticia a Ares. —Justo en ese momento, cuando está terminando de hablar, irrumpe Ares en la oficina de su madre. —¿Qué noticia mamá?… —Pregunta, con rostro inexpresivo, Ares, mientras mira con desprecio a Adriana, que le sigue pareciendo una tonta, y a la chica que se cree árabe, cubierta de pies a cabeza, con una ropa que le parecía haber visto antes. Aurora, por el contrario, está impresionada, jamás había visto a alguien tan imponente, guapo y con ese aire de misterio. Lo recordaba muy diferente, y por alguna razón su corazón, al ver esos ojos negros, e inexpresivos, quería salirse de su pecho. Agacha de inmediato su mirada, intentando no ver a ese hombre, y sentir todo lo que sentía. Eso no estaba bien, en su congregación podía ser considerado incluso lujuria, y debía abstenerse de esos sentimientos. —¿Ahora atiendes tú sola a los clientes extranjeros, madre? —Le pregunta refiriéndose a Aurora. —¿De qué hablas? —La mujer… es árabe, ¿no?, ¿ha venido como cliente? Jazmine, suelta una carcajada, e incluso Adriana reprime una risa. —¡No seas tonto Ares! —Le dice su madre. —Acaso no te das cuenta de que es un hábito. Es Aurora, la hija de Isaías Hermswort, la legítima. —Comenta despiadadamente Jazmine, haciendo sentir, una vez más, muy mal a Adriana. —¿Te acuerdas de ella? Aurora de inmediato levanta la mirada para verlo, y ofrecerle su saludo. Aunque tartamudea un poco, pues no puede evitar sentirse nerviosa, ante aquel hombre, que ni siquiera la miraba. —H-hola, Sr. Walton. Es un gusto volver a saludarlo. —Le dice, intimidada, y afligida, por aquella presencia majestuosa y a la vez temible, rogándole a Dios, que apartara esa sensación que tenía dentro de su pecho. Pero Ares, la ignora por completo, restándole importancia a la amable chica que solo le causa incomodidad, al estar totalmente cubierta de esa forma. Ni siquiera podía imaginarse, que había bajo toda esa tela, para cubrirse de tal manera. —¡Como sea! —Dice y sigue derecho hacia su madre. —¿Dime, de que hablaban hace un momento?, ¿de qué me tengo que enterar? —¡No es nada, señor!, pronto lo sabrá. —Interviene Adriana, que de inmediato es fulminada por la mirada de Ares. —¿Quién te preguntó?, Ahora además de torpe, ¿eres imprudente? —Lo que hace que Adriana de inmediato baje la cabeza avergonzada, por el contrario, de Aurora, que le molesta mucho como trata a su hermana, pero, aun así, no se atreve a decir nada. —No es necesario que trates a la chica así Ares. Deberías aprender a ser más respetuoso con ella. Después de todo, ¡no puedes ser grosero con quien será tu esposa! —¿¡Que!?—¿Qué acabas de decir mamá? —Le pregunta Ares a su madre, quien considera no está bien al querer casarlo con la torpe de Adriana. —¡Lo que escuchaste! Adriana es la mujer que he escogido para que sea tu esposa. —¡Esto es ridículo! ¡Ridículo! —Refuta una y otra vez, ofuscado. —¿Ridículo por qué?… Te dije que te conseguiría una esposa, y lo hice. Adriana pertenece a una de las familias con mayor historia y dinastía de este país. —Pero si tu misma lo acabas de decir… Ella no es la legítima Hermswort. En caso dado con quien debería casarme sería con la bola de trapos que está a su lado… —Ares señala a Aurora, y esta se asusta de inmediato. —¡Ella no puede!, es una novicia, y pronto se convertirá en monja. —Interviene de inmediato, Adriana, a pesar del desprecio que acaba de recibir de parte de Ares, insinuando que no lleva el apellido Hermswort. Ares se acerca a Adriana, observándola fríamente. —Pues mil veces, prefiero casarme con ella, antes que contigo. —¿Por qué me menospr
De pronto suena el teléfono de Ares, y al ver que es Vanesa, se aleja de inmediato de Aurora, y ella aprovecha para salir… Nerviosa, y sudorosa, se va a casa sin siquiera despedirse de su hermana, pues lo único que quiere es huir de ese lugar. No entendía por qué ese hombre se burlaba de ella de aquella manera, pero la ponía muy nerviosa, y por su mente habían cruzado tantos pensamientos inequívocos, e inaceptables para una novicia, como el de poder ser realmente su esposa, lo que le hacía sentir que traicionaba a su hermana. Al llegar a casa, sube de inmediato a su habitación, pero su madrastra se da cuenta de su llegada, y va a su encuentro. —¿Qué pasa?, ¿por qué has llegado sin saludar?, ¿y Adriana?, ¿todo ha ido bien? —La inunda de preguntas Eloise, al irrumpir en su habitación. —¿Eh? ¡Madre! —Se asusta la joven —¿Qué tienes?, ¿por qué estás tan nerviosa? —Se acerca sigilosamente a su hijastra, mirándola con los ojos entrecerrados, presintiendo que algo malo ha pasado, y n
Todos, a excepción de Jazmine, están sorprendidos ante lo que acaba de decir Ares. Adriana se acerca a él totalmente desconcertada. —¿Qué acaba de decir? —Lo que escuchaste. Vine a pedirle a Isaías la mano de su hija, Aurora. Adriana se gira de inmediato hacia su hermana, que está pálida, y temblorosa, pues no solo los ojos de Adriana están sobre ella, también los de Eloise, que la mira con desprecio, mientras su padre camina de un lado a otro sin entender la situación. Sin saber qué hacer… —Jazmine, tú fuiste clara cuando dijiste que sería Adriana la que se casaría con Ares. —Le dice Isaías, a la señora Walton, que le da un sorbo a su té, y lo ignora. —¡No le pueden hacer esto a mi hija! —Grita enojada Eloise, que está que se hala de los cabellos. —¡Esto es depravado!, ¡es una monja por Dios!, ¿cómo pretenden que sea tomada en matrimonio? ¡Es insensato! No para de gritar Eloise —No lo es. Aurora es solamente una novicia. Aún no ha decidido se
Esa noche, Adriana no hizo más que llorar desconsolada, sola en su habitación. Tenía rabia consigo misma, y con la vida que le tocó. Rabia por sentir un amor no correspondido, rabia por tener que ser la hija de una madre ambiciosa y sin sentimientos, rabia por qué aunque quisiera rebelarse y luchar por ser la esposa de Ares, jamás podría ir en contra de los deseos de su padre, y menos culpar a su hermana. Ella sabía que debía llorar en silencio, y mostrarse tranquila ante los demás, pues ya suficiente tenía la pobre Aurora con tener que casarse con alguien a quien le tenía miedo. … Al día siguiente, muy temprano en la mañana. Aurora escribe una carta, dirigida a la madre superiora, indicando, que rechaza los hábitos, y que declina su interés de convertirse en monja. Sale y la pone en el buzón, y regresa a la casa pensativa, de lo que de ahora en adelante será su nueva vida. —¿Qué haces ahí de pie tan pensativa? —Le pregunta Adriana, quien al salir de la habitación, para d
Completamente desconcertado, por la mujer que acaba de ver, Ares se encierra en su oficina, y se toma unos minutos, para pensar, ¿por qué salió huyendo como si fuera un cobarde? Él era Ares Walton, y jamás en sus años de vida, había actuado tan ridículamente. Sin embargo, no podía evitar estar aterrado, al saber que esa chica de la parada de autobús, era real. Lo que jamás imaginó, es que sería su prometida. —¿Pero qué me pasa? No puedo actuar como un tonto. No puedo sentirme intimidado por una simple mujer. Ella es quien debe sentirse intimidada por mí. Sale nuevamente hacia la oficina de su madre, dispuesto a enfrentar a esa chica, que no era más que un juguete que serviría de distracción para su madre, mientras él se quedaba con la mujer que en realidad amaba, Vanesa. Decidido a demostrar quien manda. Entra nuevamente sin ser anunciado a la oficina de su madre, y observa como la mujer se despide de su progenitora. —¡Has vuelto! —Comenta Jazmine, que lo observa con
Muy pensativa está Vanesa, caminando de un lado a otro, viendo sobre el lavamanos la caja con la prueba de embarazo, que acaba de comprar al darse cuenta de que aún no ha llegado su periodo, y la cual no está muy segura de hacerse, pues si confirma sus sospechas, ¿de quién es ese bebé? Por fin se arma de valor, y se realiza la prueba en orina, que sin demora, muestra dos líneas rojas, confirmando un embarazo, que termina por no sorprenderla tanto como ella esperaba, pues un retraso de más de 20 días, no era algo que le pasara muy seguido. Asustada, intentaba recordar cuál era la fecha de su última menstruación, y así deducir cuál era el padre del niño que llevaba en su vientre. Sin embargo, sus cuentas no eran seguras, así que decidió hacerse una ecografía vaginal, que pudiera darle las semanas exactas de embarazo. Luego de salir del ginecólogo, se sintió, aún más asustada, tenía apenas 9 semanas, y con esos datos la certeza de que ese niño podía ser de cualquiera de los do
De pronto, se abren las puertas del ascensor y aparece Ares, quien se acerca al ver a las mujeres tan nerviosas. —¿Qué hacen allí? —Pregunta y Adriana temerosa, se queda sin habla, mientras que Aurora, como puede señala en dirección a Vanesa. —L-la la señorita Vanesa… —Balbucea y Ares se asoma, viendo a su amada que está tirada al final de las escaleras y corre despavorido hacia ella. —¿Qué paso?, ¿qué le hicieron?, ¡Auxilio!, ¡Vanesa! —Yo… Yo… —Tartamudea Adriana muy nerviosa sin poder explicar que lo que pasó fue sin intención. —¿Quién le hizo esto? Vanesa empieza a reaccionar… —Amor… Nuestro bebé… —Está adolorida, pero eso no le impide que use su inteligencia. Esa caída era la excusa perfecta para justificar la pérdida del bebé, y de paso vengarse de Aurora, que sentía era una amenaza. Pues no era tan fácil de manejar como ella creía, y un regalo tan costoso de parte de Ares a una mujer que decía no importarle, no era buena señal. —¿Qué paso?
De camino a la clínica, va Jazmine, después de llamar a Ares y enterarse de lo sucedido con Vanesa. Apenas va en el auto, llama a su secretario personal, y le pide que contrate al mejor investigador del país y que se encargue de averiguar todo lo que pueda el día de hoy sobre Vanesa Ramírez, la mujer con la que anda su hijo, pues Jazmine es una mujer muy astuta, y le parece muy extraño que justo a unos días antes de realizar la prueba de paternidad, Vanesa pierda al bebé accidentalmente. Para Jazmine, había algo que la hacía desconfiar, y era momento de averiguar de una vez por todas, que era, y así resolver todas sus dudas. Al llegar ve a Ares bastante desencajado en la sala de espera de la urgencia del hospital. No puede evitar sentir algo de vergüenza y pena, por quién es su único hijo y el futuro heredero de Walton's Car. Se sienta a su lado, y no dice una sola palabra, intentando