—¿Qué acabas de decir mamá? —Le pregunta Ares a su madre, quien considera no está bien al querer casarlo con la torpe de Adriana.
—¡Lo que escuchaste! Adriana es la mujer que he escogido para que sea tu esposa. —¡Esto es ridículo! ¡Ridículo! —Refuta una y otra vez, ofuscado. —¿Ridículo por qué?… Te dije que te conseguiría una esposa, y lo hice. Adriana pertenece a una de las familias con mayor historia y dinastía de este país. —Pero si tu misma lo acabas de decir… Ella no es la legítima Hermswort. En caso dado con quien debería casarme sería con la bola de trapos que está a su lado… —Ares señala a Aurora, y esta se asusta de inmediato. —¡Ella no puede!, es una novicia, y pronto se convertirá en monja. —Interviene de inmediato, Adriana, a pesar del desprecio que acaba de recibir de parte de Ares, insinuando que no lleva el apellido Hermswort. Ares se acerca a Adriana, observándola fríamente. —Pues mil veces, prefiero casarme con ella, antes que contigo. —¿Por qué me menosprecia tanto? —Finalmente estalla, Adriana. Cansada de tantos desprecios. —Yo no le he hecho nada. Simplemente quiero agradarle. —¿Respóndeme una cosa Adriana?… Mi madre, de seguro, te dijo que estoy enamorado de otra mujer, y que esto es solo un matrimonio por conveniencia. —Adriana asiente, y Ares continúa hablando. —Y si analizamos la situación, tú eres la hijastra de una familia prestigiosa, trabajas en mi empresa, y ganas muy bien. Eres una chica guapa y joven… Entonces, ¿qué te ha ofrecido mi madre para que aceptes casarte conmigo? —Ares no sabía de la bancarrota de los Hermswort, y a veces podía ser despistado, porque no le importaba estar pendiente de la vida de los demás, pero cuando se trataba de su vida, era muy observador, y no dejaba escapar absolutamente nada, o eso creía él. Que Adriana aceptara ser su esposa, aun sabiendo que estaba enamorado de otra, y no obtener ningún beneficio, le hizo pensar en la actitud de ella, y lo torpe que era cada vez que estaba cerca a él. Como lo miraba, siempre con dulzura a pesar de los regaños y desprecios que él le hacía a diario. Incluso ahora, le preguntaba con dolor, porque la trataba de esa forma, pero no desistía de ese matrimonio. —¡Nada!, me casaré con usted porque así lo quiero. Es mi mayor deseo. —Responde Adriana, con los ojos aguados por finalmente expresar sus afectos, y Aurora no puede evitar sentir pena, al verla tan frágil, mientras Ares, sigue mirándola con frialdad, como si no le importaran sus sentimientos. —Estás interesada en mí… ¡Ja!, ¡pero qué tonta! —Le da la espalda, y se centra en su madre. Mientras Adriana se ve triste y devastada. —Con mayor razón mamá, ella no debería ser mi esposa. ¡En este trato, los sentimientos no se deben mezclar! —¡Ella sabrá controlarse, confío en que así sea! —Dice Jazmine, quien no está dispuesta a retractarse. —¡Pues no!, ¡me opongo rotundamente! Jazmine, mantiene como siempre una postura inquebrantable, pero la realidad es que su hijo ya comienza a irritarla. Observa su reloj. —La junta ya va a empezar. —Camina en dirección a su hijo, y cuando está a su lado, le dice una última cosa, antes de salir. —Me importa muy poco que estés de acuerdo o no. Te casarás con Adriana, por qué la única decisión de valor, es la que yo, ya tomé. Sale Jazmine de la oficina, dejando a Ares muy enojado, y furioso. Sabe que debe asistir a la junta, pero antes debe ajustar cuentas con Adriana. Se gira hacia ella, y asustadas las dos mujeres por lo que tenga que decir Ares, esperan petrificadas. —Adriana… —Escuchar que Ares dice su nombre de forma tan tranquila, la pone aún más nerviosa. —Que sepas que yo no tengo nada en contra tuyo. Pero no sería Justo que te cases conmigo, sabiendo que amo a otra persona, y más si tienes sentimientos hacia mí. ¡No actúes como una tonta enamorada! ¡Ya madura! Ni yo soy un príncipe azul, ni tú una princesa que va a cumplir la fantasía del cuento de hadas. Si me obligan a casarme contigo, solo harán que te desprecie. —No tiene por qué ser así. Si usted me da la oportunidad, yo sé que se puede enamorar de mí. ¡Yo lo sé! —Adriana agarra a Ares de la manga de su saco, y este se suelta de forma un poco brusca. —Ese es el punto. La esposa que yo necesito, debe estar dispuesta a no esperar nada de mí, por qué planeo seguir con Vanesa. La mujer que amo. ¿Tú estarías dispuesta a aceptar eso? —¡Jamás! —Responde Adriana sin vacilar. —Entonces no me sirves como esposa. Ares sale de la oficina, dejando a Adriana devastada, llorando a mares. Aurora, intenta consolarla, pero todo parece inútil. —¿Aún planeas casarte, después de lo que te ha dicho? —Le pregunta Aurora a su hermana, que no deja de gimotear. —¡No lo sé! —Finalmente responde Adriana… —¡Yo lo amo!, es el hombre de mis sueños. —Hermana, mira cómo te trata. Él no te quiere y te lo está dejando claro. No puedes decir que amas a alguien, que jamás te ha dado una sola esperanza. Esto no es amor… es un capricho. No puedo entender cómo puedes dejarte tratar así. —Le expresa Aurora que no entendía que era realmente lo que sentía su hermana, por aquel hombre. —¡No me regañes!… Más bien… acompáñame a mi oficina, no quiero que nadie me vea llorando. —Esta vez le dice Adriana, limpiando sus lágrimas, y controlándose. … En su oficina, Adriana no deja de caminar de un lado a otro, intentando pensar en que decisión tomará. Ella quería casarse con Ares, pero no estaba dispuesta a verlo con otra. ¿Qué haría?… ¡Si tan solo alguien lo hiciera entrar en razón! No sabía que camino tomar o que hacer. Se fija en Aurora, que está sentada en la silla, con un rosario en la mano, y los ojos cerrados. —¿Qué haces? —Le pregunta, y Aurora tarda un momento en contestar. —Orar por ti. Solo Dios puede ayudarte en este momento. —Eso es… —Le brillan los ojos a Adriana, al escuchar las palabras de su hermana. Si su madre no podía con Ares, obligándolo, tal vez si persuadiéndolo. Y quien más que Aurora que era una novicia. Ella siempre inspiraba paz y tranquilidad, y solía calmar a las personas con su dulce voz. —Tal vez, si tú hablas con él, y le explicas lo malo que es desde tu perspectiva religiosa, todo lo que dice y hace, podrías convencerlo… —¿Qué?, ¡no!… ¡Claro que no!… ¡Ese hombre jamás me escucharía! Y tampoco pienso usar a Dios como excusa para convencer a alguien de que se case con quien no quiere. —Por favor hermanita… ¡No seas mala! ¡Hazlo por mí! —Adriana, no sé si no lo notaste. Pero Ares Walton, prácticamente me ignoró, y los pocos segundos que notó mi existencia, me llamo “bola de trapo” —Eso es por qué estaba muy ofuscado. Pero estoy segura de que si hablas con él, podrás convencerlo de que se case conmigo, y de que no me sea infiel con la tal Vanesa. —Solo decir el nombre de la mujer que se había robado el corazón de Ares, le causaban náuseas. —No... Lo siento hermana, pero no me quiero involucrar. —Le dice Aurora, a quien realmente le parecía una locura la petición de su hermana. Además, no quería tener que lidiar nuevamente con la mezcla de sensaciones que sentía su cuerpo al ver a ese hombre. —No lo puedo creer. Ni siquiera tú, mi propia hermana, quiere ayudarme. —Empieza a llorar nuevamente Adriana, buscando la manera de manipular a Aurora. Pues aunque quizás no serviría de mucho lo que ella pudiera hacer, el peor intento era el que no se hacía. Y Adriana estaba tan desesperada, que cualquier idea que viniera a su cabeza en este momento le parecía sensata. Y si Aurora por lo menos podía aplacar la ira de Ares, con sus palabras, o sirviendo de comodín para que él se desquitara con ella, era algo que Adriana agradecería eternamente. —¡Está bien!, pero por favor ya no llores. Hablaré con él, pero no te prometo nada. No intentaré convencerlo de nada. Solo intentaré apaciguar la situación como mediadora. De inmediato, Adriana se limpia las lágrimas, y abraza a su hermana, y de la nada se aparta y la empuja hacia fuera. —Ahora ve… tienes que esperarlo en su oficina, antes de que la junta termine. De lo contrario no te recibirá. —¿Qué? —Aurora intenta refutar, pero su hermana no deja de empujarla hacia la oficina de Ares, que está muy cerca a la de ella. —Bien, su secretaria no está. Debe estar con él en la junta. Entra y espéralo, y no dudes en hablarle bien de mí. —No… si entro a su oficina sin su permiso, seguramente se enojará, Adriana. —No seas cobarde Aurora. —Adriana hace que entre prácticamente a empujones, y sale rápidamente dejando allí a la ingenua Aurora. La joven novicia tarda un poco en entender la situación, pero reacciona, y sabe que no debería estar allí. Es arbitrario. Se dirige rápidamente a la puerta, pero apenas la abre, se topa de frente con un ancho torso, vestido de traje, que la hace mirar hacia arriba, y ver el rostro sombrío de Ares, que se había salido de la junta, después de un enfrentamiento con su madre, al haberlo retado frente a todos, inclusive frente a Daniel, su hermanastro. —¿Qué carajos crees qué haces aquí?, ¿acaso buscas algo? —¡No, por supuesto que no!, es más, ya me iba, lamento la intromisión, señor… —Intenta irse Aurora, pero Ares la toma por el brazo y la arrastra hacia adentro, mientras cierra con seguro la puerta. —¿Pero qué cree que está haciendo? —Le pregunta con voz débil la joven Aurora. —Matando mi curiosidad. ¿Quiero saber por qué te atreviste a entrar aquí, bola de trapo? —M-mi nombre es Aurora. —Le afirma con voz temblorosa, muy temerosa de las intenciones de Ares. —Pues para mí no eres más que una bola de trapo, y por lo visto con muchas mañas. Entrando a espacios ajenos sin permiso. —Ares mientras habla se agacha para intimidar a Aurora, pero, en cambio, el que se intimida es él, al ver fijamente esos ojos de color azul, que lo hacen sentir frágil, algo parecido a lo que le pasa Aurora, y es algo que no le agrada, así que de inmediato se aparta de esa mujer a la que ni siquiera le había visto el rostro. —Entonces… ¿Me vas a decir qué hacías como una polizona en mi oficina? —Solamente quería esperarlo para hablar… —¿Hablar?, ¿y sobre qué podríamos hablar tú y yo? —Se pone Ares tras su escritorio, y la mira con una ceja levantada. Aurora realmente estaba nerviosa, y por momentos sentía que las palabras jamás saldrían de su boca. Pedía a Dios que le diera el don de la oratoria. —Sobre mi hermana. No es justo que, por una decisión de su madre, la trate tan mal. —¡Vaya!, pero quien diría que la monjita salió entrometida… —Se burla Ares de ella, mientras se sienta en su silla. —Discúlpeme si lo corrijo, señor. Pero no soy monja. Soy novicia. —¿Y cuál es la diferencia? —Que llevo un hábito, pero aún no he profesado. —Explícate —Por alguna razón se interesa Ares. —El noviciado es el periodo de preparación para saber si es o no mi vocación servir a Dios. —Ósea, que es algo como un periodo de prueba, eso quiere decir ¿qué sigues siendo una mujer normal, que puede casarse y tener hijos? —Si renuncio a tomar los votos para convertirme en monja. Si… —¿Y que te cubras de pies a cabeza hace parte de tu preparación? —¡Así es, señor! —¿Por qué siempre me llamas, señor? —Por respeto. Es lo que se me exige en mi congregación, respetar y obedecer son los principios básicos para vivir en un claustro. —Le explica Aurora, que no entiende en que momento la conversación se volteó sobre su vida. —Respetar y… obedecer —Repite en voz baja Ares, mientras a su mente viene un plan brillante. Debía casarse si o si, si no quería perder todo, y Jazmine había decidido que emparentaran con los Hermswort, por eso había escogido a Adriana, de quien él no estaba seguro, porque podría traerle muchos problemas con Vanesa, al estar enamorado de él, pero, ¿y si en vez de casarse con Adriana, se casaba con Aurora? Esta chica era justo el títere que él necesita para complacer a su madre, seguir con Vanesa, y obtener su herencia. Aurora, viendo que Ares guarda silencio, considera que no quiere seguir molestándolo, pues ya es lo bastante incómoda la situación como para seguir allí. —Señor, yo solo vine a pedirle que por favor sea más amable con mi hermana. Ella es una buena chica, y la única razón por la que aceptó ser su esposa, es por los sentimientos que alberga hacia usted. Ares se levanta de su silla, y se acerca lentamente a Aurora. La chica empieza a retroceder, y entonces él sigue caminando hasta que la tiene acorralada contra la puerta con una mirada de halcón. «Parece que he encontrado la solución a mis problemas, y es esta chica. Solo tendré que explicarle la situación y mi plan a Vanesa.» A quien no había querido molestar, contándole todo lo sucedido con su madre, sin antes tener una solución. —Es cierto, tu hermana, tiene sentimientos hacia mí, y es precisamente eso lo que me hace rechazarla. ¿O es qué acaso no quieres a tu hermana?—Muy intimidada Aurora mira al piso. —¡Claro que la quiero! —Entonces, ¿por qué obligarla a casarse conmigo, cuando sabes que la haré infeliz? Aurora, de inmediato, piensa las palabras de Ares y sabe que tiene razón. —En cambio, tú… —¿Eh?… —Exclama, curiosa, y levanta un poco la cabeza, sin mirarlo a los ojos, expectante a lo que tiene que decir. —Tú, eres obediente, respetuosa, eres la legítima heredera Hermswort, aún puedes casarte según me explicaste por qué apenas eres novicia, y lo más importante, no tienes sentimientos hacia mí… —No entiendo, señor… Aurora, intenta sacarle el seguro a la puerta para salir, pero apenas puede abrir la puerta, Ares la cierra de un manotazo. —S-señor… M-me asusta… —No tienes por qué… simplemente estoy esperando una respuesta… —Le Dice Ares muy confiado, pues estaba seguro de que ella había entendido sus palabras. —¿A qué se refiere? —¡Offf!, parece que eres más tonta que tu hermana. —Ares toma una gran bocanada de aire, porque jamás pensó que le diría las siguientes palabras a otra chica que no fuera Vanesa. —Aurora… —Escuchar por primera vez su nombre en la boca de Ares hacía que todo el cuerpo de la chica se tambaleara. —¿Sí? —¡Cásate conmigo!De pronto suena el teléfono de Ares, y al ver que es Vanesa, se aleja de inmediato de Aurora, y ella aprovecha para salir… Nerviosa, y sudorosa, se va a casa sin siquiera despedirse de su hermana, pues lo único que quiere es huir de ese lugar. No entendía por qué ese hombre se burlaba de ella de aquella manera, pero la ponía muy nerviosa, y por su mente habían cruzado tantos pensamientos inequívocos, e inaceptables para una novicia, como el de poder ser realmente su esposa, lo que le hacía sentir que traicionaba a su hermana. Al llegar a casa, sube de inmediato a su habitación, pero su madrastra se da cuenta de su llegada, y va a su encuentro. —¿Qué pasa?, ¿por qué has llegado sin saludar?, ¿y Adriana?, ¿todo ha ido bien? —La inunda de preguntas Eloise, al irrumpir en su habitación. —¿Eh? ¡Madre! —Se asusta la joven —¿Qué tienes?, ¿por qué estás tan nerviosa? —Se acerca sigilosamente a su hijastra, mirándola con los ojos entrecerrados, presintiendo que algo malo ha pasado, y n
Todos, a excepción de Jazmine, están sorprendidos ante lo que acaba de decir Ares. Adriana se acerca a él totalmente desconcertada. —¿Qué acaba de decir? —Lo que escuchaste. Vine a pedirle a Isaías la mano de su hija, Aurora. Adriana se gira de inmediato hacia su hermana, que está pálida, y temblorosa, pues no solo los ojos de Adriana están sobre ella, también los de Eloise, que la mira con desprecio, mientras su padre camina de un lado a otro sin entender la situación. Sin saber qué hacer… —Jazmine, tú fuiste clara cuando dijiste que sería Adriana la que se casaría con Ares. —Le dice Isaías, a la señora Walton, que le da un sorbo a su té, y lo ignora. —¡No le pueden hacer esto a mi hija! —Grita enojada Eloise, que está que se hala de los cabellos. —¡Esto es depravado!, ¡es una monja por Dios!, ¿cómo pretenden que sea tomada en matrimonio? ¡Es insensato! No para de gritar Eloise —No lo es. Aurora es solamente una novicia. Aún no ha decidido se
Esa noche, Adriana no hizo más que llorar desconsolada, sola en su habitación. Tenía rabia consigo misma, y con la vida que le tocó. Rabia por sentir un amor no correspondido, rabia por tener que ser la hija de una madre ambiciosa y sin sentimientos, rabia por qué aunque quisiera rebelarse y luchar por ser la esposa de Ares, jamás podría ir en contra de los deseos de su padre, y menos culpar a su hermana. Ella sabía que debía llorar en silencio, y mostrarse tranquila ante los demás, pues ya suficiente tenía la pobre Aurora con tener que casarse con alguien a quien le tenía miedo. … Al día siguiente, muy temprano en la mañana. Aurora escribe una carta, dirigida a la madre superiora, indicando, que rechaza los hábitos, y que declina su interés de convertirse en monja. Sale y la pone en el buzón, y regresa a la casa pensativa, de lo que de ahora en adelante será su nueva vida. —¿Qué haces ahí de pie tan pensativa? —Le pregunta Adriana, quien al salir de la habitación, para d
Completamente desconcertado, por la mujer que acaba de ver, Ares se encierra en su oficina, y se toma unos minutos, para pensar, ¿por qué salió huyendo como si fuera un cobarde? Él era Ares Walton, y jamás en sus años de vida, había actuado tan ridículamente. Sin embargo, no podía evitar estar aterrado, al saber que esa chica de la parada de autobús, era real. Lo que jamás imaginó, es que sería su prometida. —¿Pero qué me pasa? No puedo actuar como un tonto. No puedo sentirme intimidado por una simple mujer. Ella es quien debe sentirse intimidada por mí. Sale nuevamente hacia la oficina de su madre, dispuesto a enfrentar a esa chica, que no era más que un juguete que serviría de distracción para su madre, mientras él se quedaba con la mujer que en realidad amaba, Vanesa. Decidido a demostrar quien manda. Entra nuevamente sin ser anunciado a la oficina de su madre, y observa como la mujer se despide de su progenitora. —¡Has vuelto! —Comenta Jazmine, que lo observa con
Muy pensativa está Vanesa, caminando de un lado a otro, viendo sobre el lavamanos la caja con la prueba de embarazo, que acaba de comprar al darse cuenta de que aún no ha llegado su periodo, y la cual no está muy segura de hacerse, pues si confirma sus sospechas, ¿de quién es ese bebé? Por fin se arma de valor, y se realiza la prueba en orina, que sin demora, muestra dos líneas rojas, confirmando un embarazo, que termina por no sorprenderla tanto como ella esperaba, pues un retraso de más de 20 días, no era algo que le pasara muy seguido. Asustada, intentaba recordar cuál era la fecha de su última menstruación, y así deducir cuál era el padre del niño que llevaba en su vientre. Sin embargo, sus cuentas no eran seguras, así que decidió hacerse una ecografía vaginal, que pudiera darle las semanas exactas de embarazo. Luego de salir del ginecólogo, se sintió, aún más asustada, tenía apenas 9 semanas, y con esos datos la certeza de que ese niño podía ser de cualquiera de los do
De pronto, se abren las puertas del ascensor y aparece Ares, quien se acerca al ver a las mujeres tan nerviosas. —¿Qué hacen allí? —Pregunta y Adriana temerosa, se queda sin habla, mientras que Aurora, como puede señala en dirección a Vanesa. —L-la la señorita Vanesa… —Balbucea y Ares se asoma, viendo a su amada que está tirada al final de las escaleras y corre despavorido hacia ella. —¿Qué paso?, ¿qué le hicieron?, ¡Auxilio!, ¡Vanesa! —Yo… Yo… —Tartamudea Adriana muy nerviosa sin poder explicar que lo que pasó fue sin intención. —¿Quién le hizo esto? Vanesa empieza a reaccionar… —Amor… Nuestro bebé… —Está adolorida, pero eso no le impide que use su inteligencia. Esa caída era la excusa perfecta para justificar la pérdida del bebé, y de paso vengarse de Aurora, que sentía era una amenaza. Pues no era tan fácil de manejar como ella creía, y un regalo tan costoso de parte de Ares a una mujer que decía no importarle, no era buena señal. —¿Qué paso?
De camino a la clínica, va Jazmine, después de llamar a Ares y enterarse de lo sucedido con Vanesa. Apenas va en el auto, llama a su secretario personal, y le pide que contrate al mejor investigador del país y que se encargue de averiguar todo lo que pueda el día de hoy sobre Vanesa Ramírez, la mujer con la que anda su hijo, pues Jazmine es una mujer muy astuta, y le parece muy extraño que justo a unos días antes de realizar la prueba de paternidad, Vanesa pierda al bebé accidentalmente. Para Jazmine, había algo que la hacía desconfiar, y era momento de averiguar de una vez por todas, que era, y así resolver todas sus dudas. Al llegar ve a Ares bastante desencajado en la sala de espera de la urgencia del hospital. No puede evitar sentir algo de vergüenza y pena, por quién es su único hijo y el futuro heredero de Walton's Car. Se sienta a su lado, y no dice una sola palabra, intentando
—¿Estás seguro de lo que estás diciendo? Por qué con una información recolectada en tan poco tiempo, no creo que sea de fuentes verificadas. —¡Lo es! El investigador que contraté es el mejor, y lo primero que hizo fue buscar antecedentes judiciales y penales. Allí descubrió que la señora Vanesa de Grint ha estado dos veces en la cárcel, por cómplice de robo. —Josué, explícate mejor. Primero me dices que está casada y ahora ¿qué ha estado en la cárcel acusada de robo? —Si señora. Ella está casada desde hace 7 años, con el señor Joseph Grint, quién es un ladrón muy peligroso. —Y si es tan peligroso, ¿por qué está suelto? —Jamás se le ha podido comprobar nada. —Josué, necesito que llames al investigador y que corrobore toda la información que me has dado. No quiero equivocaciones. —¡Si señora! —Jazmine cuelga el teléfono, completamente fuera de sí. Observando a la mujer que dormía plácidamente en la mejor sala VIP del hospital que estaba siendo pagada por su hijo, los h