70.

Rápidamente corro a ella y hago que vuelva a meter los objetos en el delantal. Suelto una risa nerviosa.

—Mejor quédatelos, te los regalo —digo.

—Oh… ¿cómo se le ocurre? —comenta, aunque despliega una sonrisa y sus mejillas blanquísimas se le ruborizan.

—Estoy segura de que a tu esposo le va a encantar —suelto.

Ella deja salir una risita traviesa y después se va, caminando como una gata que acaba de atrapar una buena presa.

En la reunión con el grupo Bacheli noto que Alessandro no le está prestando mucha atención a lo que está exponiendo el programador sobre las actualizaciones de la nueva aplicación. Él le presta más atención a las fotos que le envié a primera hora de la mañana, cuando decidí probarme la nueva lencería. Por momentos baja la mirada al cel

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