75.

Él se fue de la casa rápidamente, azotando la puerta al salir.

—¡Imbécil! —grité cuando escuché el sonido brusco de la puerta de madera.

Cuando corría hacia las escaleras que comunicaban al segundo piso vi a mis hermanos observándome desde arriba.

—¿Por qué pelearon? —preguntó Alessandro.

Subí a toda prisa.

—Qué te importa —escupí y corrí a mi habitación.

Esa tarde no lloré, sentía que si lo hacía le iba a dar gusto a Alessandro. Estaba tan enojada que lo bloqueé en todas mis redes sociales y eliminé su número. Estuve a punto de destruir la maqueta de nuestra casa, pero al tenerla entre mis manos alzadas por encima de mi cabeza, a punto de estrellarla con el piso, me arrepentí.

Una vez se me pasó el enojo, o sea, a la mañana sig

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