Capítulo 002

Amaya se despertó en un lugar completamente desconocido y supo entonces que había hecho una estupidez. No era como si hubiera estado inconsciente la noche anterior, pero su estado de desesperación la había guiado por un camino sin retorno.

Acababa de entregarle su virginidad a un completo extraño.

«Maldición», pensó, mirando a la mesita de noche, dónde un fajo de billetes le recordaba su pésima decisión.

Con piernas temblorosas se puso de pie, encontró su ropa limpia en uno de los muebles y se vistió rápidamente. En ese momento se percató del sonido de la regadera que provenía del baño de la habitación.

Ese hombre se estaba duchando. Lo último que necesitaba era verlo antes de irse.

Se terminó de organizar la ropa, recogió sus zapatos y caminó de puntillas hasta llegar a la puerta de salida, dónde sin detenerse a dar un último vistazo, salió del lugar, convencida de enterrar lo sucedido para siempre…

[…]

Amaya regresó a su casa, cerca de las diez de la mañana. Esperaba encontrar a su madre completamente enfurecida debido a su desaparición, pero en su lugar halló a una mujer que no paraba de derramar lágrimas.

—¡Gracias al cielo, Amaya! —chilló al verla cruzar la puerta de entrada.

Se quedó congelada, sintiendo los brazos de su madre, envolverla en un abrazo. No quedaba rastro de la mujer que la había golpeado, esa versión deplorable había desaparecido.

Le entregó el dinero y le explicó que había tenido un accidente. Su madre siguió llorando, asegurándole que su vida no tendría sentido si la perdía a ella también.

Isaura estaba sumergida en deudas, así que le prometió a su hija que las cancelaría, después de todo el dinero era más que suficiente para pagarlas.

La vida de Amaya pareció mejorar después de ese incidente, pero aquello no era más que una ilusión.

Su madre recayó rápidamente en la adicción y sus deudas se multiplicaron.

—Ese muchacho está loco por ti —le dijo la mujer en una tarde, mientras fumaba un cigarro—. Tráelo a casa.

—Es solo un compañero de clase —se negó Amaya, ante el tono sugerente de su madre.

—¿Y qué? —se encogió de hombros, restándole importancia—. Me dijiste que provenía de una familia rica. Aprovecha la oportunidad. No tomes decisiones pésimas como lo hice yo.

—No tengo la intención de usarlo. No lo amo —le aclaró, tratando de dar por finalizado el tema.

Sí, Ben le agradaba, era un buen amigo, pero no lo veía como algo romántico.

—Hay algo más importante que el amor —le atajó su madre, cuando pretendía escabullirse a su habitación para seguir estudiando—: La estabilidad. Piensa en ello, querida hija.

Amaya desechó el consejo de su madre y continuó con su vida como si nada. Sin embargo, el destino tenía otros planes y lo supo cuando una mañana se despertó vomitando. Aquel evento se repitió por varios días, al punto en que la situación se volvió preocupante.

Una tarde, Amaya se encerró en el baño de la universidad y se dispuso a hacerse una prueba de embarazo.

Un minuto después, sus manos no paraban de temblar, mientras leía el enorme “POSITIVO” que marcaba el aparato. Sentía que el mundo acababa de paralizarse, su cabeza palpitaba cada vez más fuerte al ritmo de su corazón acelerado.

—No puede ser —murmuró en medio de la conmoción. Su vida acababa de arruinarse.

Las palabras de su madre regresaron a su mente, a medida que las lágrimas mojaban todo a su paso.

“Estabilidad”, sentía que aquello se repetía como un mantra.

Necesitaba asegurar su futuro y el de ese niño que venía en camino, así que tomó la segunda decisión más estúpida de toda su vida.

[…]

—Ben —llamó al muchacho, quien caminaba presuroso hacia la biblioteca.

—Ah, Amaya, ¿dónde estabas? Te perdiste una clase —comentó respecto a su desaparición de última hora.

—Yo no me sentía bien —mintió.

—¿Qué te ocurre? ¿Necesitas que te lleve al médico? —se ofreció con preocupación.

—No es importante, solamente se trató de un dolor de cabeza.

—Oh.

—Ben, necesito confesarte algo —soltó sin rodeos, sabía que Ben estaba perdidamente enamorado de ella, así que esa era su oportunidad de asegurar su futuro para siempre. Justo como lo había dicho su madre.

—¿De qué trata? —la postura del joven se volvió más seria.

—Yo estoy enamorada de ti. Necesitaba decírtelo —confesó sin más, aunque en el fondo únicamente lo quería como un amigo.

Ben se quedó con la boca ligeramente abierta, mientras procesaba su confesión. Amaya acababa de lanzarle una bomba y su corazón no lo estaba soportando.

—Oh, Amaya, yo… yo —titubeó sin saber cómo decirle que la había amado en silencio todo este tiempo.

Pero Amaya no lo dejó continuar y se lanzó a sus brazos, robándole un beso que marcó el principio del fin. Ese mismo día tuvieron relaciones sexuales y un mes después, le dio la noticia de su embarazo.

A los pocos días de la revelación, Ben asumió las consecuencias llegando a su casa con un anillo de compromiso y pactaron entonces casarse dentro de un par de semanas.

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