Cap. 2.1

     Una vez en el lugar, José queda impresionado por lo sencillo del lugar, nada que envidiarle a la superficie, un suelo de baldosas pulidas del color del mármol, mesas para cuatro, dos y seis personas, una barra con mostrador de cristal mostrando los diferentes sabores de helados, lámparas actuales funcionando con electricidad con una tonalidad de luz acogedora, dándole un aire cálido y familiar, llevando el ambiente a la época de los noventa.

     ─ Al final no me has dicho que cargo ocupas ─. Comenta José iniciando una conversación en voz baja estando ya en la cola en espera del turno para ordenar, Caroline se acerca a su oído. ─ Soy consejera y escolta real ─. Susurró para que nadie la oyera, quería pasar desapercibida, José queda asombrado ante tal cargo que se quedó sin palabras, espabila un par de veces y agrega. ─ Sabía que tenías un puesto alto, pero no sabía que Tan alto era tu cargo ─. Caroline ríe por lo bajo. ─ Es una gran responsabilidad ─ No se puede esperar menos de alguien como tu ─ ¿Cómo yo? ─ No quiero sonar como esas películas baratas con el típico cliché, pero es la neta verdad, alguien tan linda y valiente, con sus convicciones más allá junto a la lealtad, me gusta eso ─.

     Caroline sintió sus mejillas calentarse tanto que no tuvo remedio que apartar la mirada disimuladamente, nadie le había hecho tal elogio, no en la forma como lo hizo José, jugando con su pie mientras fruncía sus labios para disimular una sonrisa, se concentró en el menú de la parte superior detrás del joven que atendía, recorrió el local con la mirada y… ─ Aquí sirven unos magníficos helados, los mejores que he probado ─. Se apresuró Caroline en cambiar el tema aclarándose la garganta.

     Quien los atendió se veía algo nervioso al darse cuenta de que Caroline Lidell era su clienta, algunos trabajadores cuchichearon entre si, lanzando miradas curiosas a la parejita, Caroline no paraba de dar miradas de advertencia a los trabajadores para que mantuvieran la boca cerrada, cuando fue el turno de pagar, la cajera junto al gerente le ofrecieron los helados por parte de la casa, Caroline sintiéndose ligeramente ofendida insistió en pagarle los helados, la cajera y el gerente se dieron unas miradas y aceptaron la paga con una ligera venia. Una vez servido sus helados se sentaron en una mesa apartada del resto de los clientes, sus pedidos: dos bananas splits, uno con doble chocolate para José y para Caroline con chispas de chocolate y sirope de fresa; conversaron de todo un poco, rieron, compartieron anécdotas de toda clase, compartieron puntos de vistas, todo un debate entre dos.

     Nunca antes para ambos el tiempo se había vuelto nada, no se percataron de que tenían que irse cuando el encargado de la tienda, algo ansioso y apenado les informa de que ya era hora de cerrar, ambos apenados se levantan dando las gracias y disculpándose, desde luego el encargado hace una reverencia, Caroline es quien termina disculpándose nuevamente por no prestar atención al tiempo. Salen de la tienda riendo como tontos.

     ─ ¿Te acompaño hasta tu casa? ─. Se ofrece José. ─ Vivo en el castillo con Lenaya ─. Contesta Caroline con una sonrisa casual agitando un poco su cabello para acomodarlo, en cambio José al no tener otra excusa para pasar un rato más con ella deja caer las manos a los bolsillos con una mueca de resignación. ─ Me gustó mucho pasar tiempo contigo ─. Comenta Caroline ladeando la cabeza con una tierna sonrisa. ─ A mí también me gustó, deberíamos repetirlo ─ Estoy de acuerdo ─.

     Ambos hicieron una pausa mirándose como tontos, José nunca había visto unos ojos negros, tan negros que no sabía donde empezaba la pupila y donde terminaba. ─ Hagamos algo, hoy te acompaño yo hasta tu casa y otro día me acompañas tu ─. Propone Caroline apoyando su peso en una pierna, José al no tener otra idea en mente mejor, acepta.

     Youlin no paraba de farfullar sobre la mala idea de haber bajado a las alcantarillas, no solo por las posibles alimañas, sino por los grandes olores mezclados que inundaban la nariz, a cada animal, bien sea cucaracha o rata que se asomaba, Youlin y las chicas daban un respingo o un gritillo, las tres se escudaban detrás de Darién, éste se mantuvo sereno, en su rostro no mostraba ningún tipo de emociones, ni mucho menos parecía afectado por los malos olores; se detiene un segundo algo pensativo, se gira para escrutarlas a todas.

     ─ ¿Qué?, ¿Qué tenemos? ─. Pregunta Rosa mirándose ella misma, Renata hizo lo mismo revisando el abrigo que Darién le había dado, el mismo abrigo que ella había ajustado a su talla, pasó toda la noche cosiendo el abrigo, se le cruzó por la mente en el momento de partir un día antes, Darién cargaba otro parecido, pero totalmente negro, Rosa y Youlin no paraban de hacerles bromas sobre lo lindos que se veían haciendo juego al estar vestidos casi iguales, Renata no paraba de repetir lo envidiosas que estaban al no tener uno, solo el abrigo de Renata era gris ceniza y rojo sangre en las solapas.

     A Renata se le subieron los colores al rostro, considerando un par de latidos, imaginándose a ella y a Darién siendo algo muy parecidos a una pareja de espías sobrenaturales, o Buffy la caza vampiros con Spike. ─ Toma ─. Era la voz de Darién trayéndola de su ensoñación, éste le ofrecía una de sus pistolas gemelas, una para ella y la otra para Rosa, Youlin protesta a cambio tensando los músculos de su mandíbula mientras fruncía los labios, ella exigía algo con que defenderse.

     ─ ¿Sabes usar un arma? ─. Pregunta Darién, sus ojos azul-plata posados sobre ella, fríos, implacables, Youlin traga saliva, ella no se mostraría intimidada, alzó su barbilla y dijo. ─ No ─ ¿Y una espada? ─. Youlin meditó un poco antes de responder. ─ Hm, no ─ Entonces toma ─. Darién le ofrece una daga, Youlin no supo si sentirse ofendida o fascinada, aquella daga, a pesar que era del largo de su brazo, la hoja era curva y bien pulida, no tenía brocados excéntricos, ni incrustaciones de joyas, pero si un fino acabado en el tallado de la empuñadura, sin contar lo antiguo que se veía, Darién le advierte en tener cuidado por lo afilado de la hoja, Youlin asiente sin dejar de admirar la daga. ─ Vamos ─. Indica Darién encabezando la marcha.

     A solo un par de pasos una, cucaracha se posa en el cabello de Youlin, ésta comienza a dar gritos como loca para que se la quitaran de encima, entre su desespero se tropieza y cae estrepitosamente sobre su trasero encima de algo que parecía ser pantano, o por lo menos ella deseó que lo fuera cuando miró sus manos con total desagrado y grima al ver como aquella cosa viscosa y oscura se resbalaba entre sus dedos, causándole arcadas, no pudo distinguir nada al intentar olfatear ya que tantos aromas pútridos inundaban sus fosas nasales, Rosa le ofrece la vaina de su espada como apoyo para ayudarle a levantarse.

     Youlin no supo en que momento Darién se movió, para cuando se percató ya la tenía a ella y a Rosa tapándoles la boca para que guardasen silencio, Renata afina los oídos acomodando un mechón de su cabello detrás de la oreja, Rosa se queda quieta, atenta y en espera para que Darién quitara su mano, Youlin se mantuvo aferrada a su brazo de igual forma que Rosa, solo que ella le estaba ensuciando el abrigo de aquella cosa asquerosa, no obstante, por la expresión que pudo ver en el Nefilim, parecía no importarle la suciedad.

    

     Darién le indica a Renata en ocultarse detrás de un muro mientras que él se quedaba con su hermana y Youlin, escudándolas con su cuerpo detrás de otro muro, le hace un gesto a Renata con la mano en quedarse en su lugar agachada, luego se lleva el dedo índice a su boca para indicarle que guarde silencio, Darién se asoma a duras penas para inspeccionar el túnel, ¡mierda!, la situación no pintaba nada bien, el túnel estaba invadido por poseídos, no supo cuántos en total, solo que eran muchos, estos miraban a todas partes, olfateando el aire como animales en busca de algo, sus ojos vacuos escrutando cuanta cosa se moviera cerca, Renata temblaba apretando con fuerza su sable contra su pecho dejando los nudillos en blanco, Darién le hace un gesto con su mano en tratar de calmarse.

     ─ ¿Qué pasa? ─. Pregunta Rosa susurrando con una mezcla de intriga y miedo. ─ Poseídos ─. Aclara Darién. ─ ¡¿Qué?! ─. Pregunta Youlin casi exaltada en voz baja, fulminándolo con la mirada. ─ ¡Dijiste que sería seguro! ─ ¡Querías una solución sin sangre, me pareció lo más sensato! ─ ¡Contigo no hay nada sensato cuando expones tus ideas! ─. Refuta Youlin, Darién vuelve a escrutar el túnel y a los poseídos. ─ No hay opción, hay que pelear ─. Propone Darién, Rosa se espanta ante tal propuesta. ─ Descuida, solo dije que hay que pelear ─ Pero… ─ Pero no dije quienes iban a pelear, ustedes quédense aquí ─.

    Darién desaparece, ¿o se hizo invisible?, en realidad las tres chicas no lo supieron, solo comenzaron a escuchar los cuerpos torcerse, golpearse y volar por los aires, cayendo al suelo en un chapoteo de aguas negras, golpeando techos, paredes y tubos, Renata toma el valor de asomarse, un fuerte crack sonó cuando un cuerpo chocó contra el muro donde ella se ocultaba, haciendo que ella se acurrucara aún más, Youlin usó el reflejo de la hoja de la daga para poder ver, y para su asombro, con lo que se podía reflejar, vio cuerpos volar, impactar unos contra otros, otros contorsionarse a ángulos imposibles como si algo los atravesara o los partiera en dos, solo que sus cuerpos seguían intactos, pero muertos, lo supo Rosa al ver otro poseído caer delante de ellas con los ojos dilatados delante de ella, Rosa reprime un grito tapándose la boca, Youlin se aferraba aun más a Rosa, pero Renata, ¿a quién se aferraba ella?, ella mantuvo los ojos cerrados, esperando y deseando con todo su ser que aquella masacre pasara rápido, trató de refugiarse en los recuerdos cuando Darién le estaba enseñando a usar su sable.

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