José suspira en melancolía, dejando que sus pensamientos lo llevaran nuevamente a sus viejas vidas juntos en el apartamento, cuantas risas, cuantas vivencias. Cuantos recuerdos. Ahora todo era parte del pasado, un pasado desmoronado; con las manos en los bolsillos prosigue su melancólico andar cruzando una avenida con la mirada perdida sumido en sus pensamientos, ¿Qué debería hacer de ahora en adelante?, ¿Qué estarán haciendo sus amigos?, ¿Darién las estará cuidando bien?, lo más seguro es que si, Darién y Renata están juntos, y hasta donde él había visto, Darién cuidaría de ellas muy bien.
─ ¿Por qué tan pensativo?─. La pregunta de una voz femenina muy familiar lo trajo de su ensimismamiento espabilando entre parpadeos. ─ Caroline, hm, hola… eh… linda sorpresa, ¿Qué haces por aquí? ─ Esa es mi pregunta─. José se encoge ligeramente de hombros al no tener una respuesta apropiada, Caroline esboza una sonrisa casual. ─ ¿De paseo? ─ Si, algo así, ¿Y tú? ─. Caroline agacha la mirada ampliando su sonrisa, una sonrisa algo tímida, se acomoda un mechón de cabello detrás del oído y vuelve a cruzarse de miradas con José sin dejar de sonreír. ─ De paseo ─. Contestó al fin.
Una propuesta de José le hizo ampliar aun más su sonrisa, mostrando sus hermosos y blancos dientes. ─ Nos podemos hacer compañía mientras paseamos, claro si estás de acuerdo ─ Me gusta la idea ─ ¿A dónde quieres ir? ─ ¿A dónde tenías pensado? ─. Por un segundo José quería responder algún sitio en particular, pero debido a que no conocía muy bien la ciudad decidió ser honesto. ─ A decir verdad tenía la mente en blanco, pero… ─. Miró a varias direcciones. ─ ¿Me aceptarías un helado? ─. Preguntó algo apenado por no tener un mejor plan en mente.
Caroline se prende del brazo de José con una sonrisa entusiasmada, respuesta más que suficiente y la que tanto esperaba, ambos se enfilan en busca de un lugar donde comer helados.
Para José no se cansaba de admirar todo a su alrededor caminando silencioso entre las bulliciosas calles subterráneas, nunca había visto algo tan… vivo bajo tierra, era un nuevo mundo para él o era debido que ahora contaba con la mejor compañía del mundo y Caroline se dio cuenta de ello porque lo miraba fijamente durante un buen trayecto del paseo.
─ ¿Qué? ─. Pregunta José cuando repara en Caroline que lo miraba con curiosa picardía. ─ Nada ─. Contesta ella apartando la mirada, después de allí solo hubo un par de segundos para que José comentara algo que quería decirle hace tiempo. ─ Quiero darte las gracias ─. Dijo José posando su vista sobre sus pasos, Caroline se detiene pensativa ante el comentario. ─ ¿Agradecerme?, ¿Por qué? ─ Por, (carraspeo), cuidar de Harley, a Lenaya quiero decir ─ Es mi deber, es normal que cuide de ella, es parte de mi juramento y porque le debo mucho a ella ─.
Por un segundo la mirada de José se entristece, aunque trató de disimularlo, no pasó desapercibida ante la mirada perspicaz de Caroline; ladeando la cabeza con curiosidad le formula una pregunta. ─ ¿Ella significa mucho para ti? ─ Es… una gran amiga ─ Es más que eso para ti… ¿Verdad? ─ No, ya no. El lugar donde ella está… no es un lugar donde se pueda llegar, mucho menos alguien como yo, y dime… ¿Qué papel tienes al lado de Lenaya? ─ ¿Por qué preguntas? ─. José se encoge ligeramente de hombros con un mohín, dando a entender que su pregunta era algo sin importancia. ─ Solo curiosidad ─ ¿Es todo? ─ ¿Qué otra razón puede haber? ─ (sonrisa apenada), Disculpa es que… ─ Es porque soy un bendecido ─ Perdona yo no… de verdad ─.
José enarca las cejas prosiguiendo su camino con una expresión de no haberle sorprendido en lo más mínimo sus conclusiones, total, él era un bendecido que se encontraba en un lugar que no le correspondía, y ella… era, era alguien que debía cuidar los intereses de Lenaya.
Caroline acelera el paso para alcanzarle, disculpándose por su desconfianza, José sin mirarla acepta sus disculpas sin muchas ganas. ─ ¿No me perdonas?, ¿Así son todos los bendecidos? ─.
Ya José no le gustaba la situación, mostrándose algo incómodo que lo llamasen bendecido, que lo estereotiparan. Suspira profundamente para aclarar las cosas, pero Caroline se le adelanta cortando su protesta. ─ Perdona no fue mi intención, creo que empezamos con el pie equivocado ─. José se mantuvo inexpresivo por unos segundos hasta que por fin asintió en estar de acuerdo en empezar de nuevo. ─ Te puedo decir donde queda una buena heladería por aquí cerca ─ Te sigo ─Yo invito, quiero decir, en gesto de disculpas ─ No tienes porque pedir disculpas, yo fui quien te invitó así que yo pago ─ ¿Sabes cuál es la moneda que usamos aquí? ─.
José deja su expresión en blanco al no tener ni idea, Caroline ríe por lo bajo con travesura. ─ Es broma, aun usamos la moneda común, pero no te niego que si tenemos nuestra propia moneda, pero la usaremos cuando partamos de éste mundo ─ Así que es verdad que se van ─.
Caroline se vuelve a detener apoyando su peso en una pierna colocando sus manos en sus caderas, deja la mirada en blanco con una sonrisa plasmada en su rostro. ─ ¿Cuántas veces te lo diremos?, Lenaya no esta interesada en lo más mínimo en éste mundo ─ ¿Y para dónde irán? ─ Ella ya tiene algo más en otro lugar muy lejos de aquí y ya todo está listo, solo falta algo ─ ¿Qué? ─ Que su esposo, nuestro rey, regrese, ella no quiere irse sin él ─.
Caroline prosigue su andar tirando de la mano de José, al sentir el contacto con la piel de José al tomar de su mano, se sintió algo intimo, cercano y eso le gustaba, José sintió la calidez de sus suaves manos y la cercanía de ella preguntándose si se cuidaba demasiado bien las manos para ser alguien que posiblemente a matado a cientos de enemigos. ─ Ven ya estamos cerca ─. Dijo dando zancadas, José se dejó llevar por ella.
Una vez en el lugar, José queda impresionado por lo sencillo del lugar, nada que envidiarle a la superficie, un suelo de baldosas pulidas del color del mármol, mesas para cuatro, dos y seis personas, una barra con mostrador de cristal mostrando los diferentes sabores de helados, lámparas actuales funcionando con electricidad con una tonalidad de luz acogedora, dándole un aire cálido y familiar, llevando el ambiente a la época de los noventa. ─ Al final no me has dicho que cargo ocupas ─. Comenta José iniciando una conversación en voz baja estando ya en la cola en espera del turno para ordenar, Caroline se acerca a su oído. ─ Soy consejera y escolta real ─. Susurró para que nadie la oyera, quería pasar desapercibida, José queda asombrado ante tal cargo que se quedó sin palabras, espabila un par de veces y agrega. ─ Sabía que tenías un puesto alto, pero no sabía que Tan alto era tu cargo ─. Caroline ríe por lo bajo. ─ Es una gran responsabilidad ─ No se puede esperar menos de
─ Si te paras así para pelear, declárate muerta ─ Pero así lo vi en una película ─ Esos idiotas no saben lo que hacen, solo idioteces y exhibicionismo, párate como te enseñé ─. Renata cambia su postura, una postura básica, su mano izquierda tendida hacia el frente con la mano abierta y relajada, el sable a la altura de su cadera, un pie delante del otro, sus rodillas ligeramente flexionadas y firmes, Darién se colocó delante de ella con espada en mano. ─ ¿Preparada? ─. Renata asiente. Luego otro recuerdo se coló en su mente. ─ Solo ten en cuenta Rena, los enemigos no avisan, así que tienes que estar preparada y atenta en todo momento ─. Por un segundó pensó. ─ ¿Desde cuándo pasé de ser una simple peluquera a una guerrera? ─. Escuchando aquella aterradora batalla no le importaba tanto esa pregunta, ya no; solo podía sentir aquellas cosas volar y morir bajo el asedio de Darién. Solo quedó un poseído y Darién aparece delante de aquel ser con una sonrisa sádica, llena de diversi
Youlin nunca se había sentido tan limpia en su vida, el baño le sentó de maravilla, ¿después de cuánto?, ¿cuatro horas?, si, claro, después de haber pasado casi cuatro horas bañándose, las chicas no se acordaban de cuándo fue la última vez que habían tomado un baño así de agradable, así que decidieron disfrutarlo a sus anchas, ¿y la comida?, ni hablar, Youlin sintió la gloria en cada bocado, no más intentos arriesgados de probar una extraña comida preparada por Darién. Rosa y Renata se encargaron de arreglar sus cabellos después del baño, desde luego los peinados no quedaron de revista, pero se podían apreciar, un trenzado sencillo; aun el pequeño grupo no había sido entrevistado por quien mandaba en el lugar y fueron atendidos por Luciano y otras personas más que Luciano presentó al grupo. Por otra parte, las chicas no hallaron forma de cómo buscar o encontrar indicio alguno del sello, así que decidieron quedarse un poco más, a Darién no le gustó en lo más mínimo la
Bruno y Darién se van conversando sobre las diversas tareas en las que podría ayudar, Rosa y Youlin halan por un brazo a Renata, reclamándole lo lenta en captar las señas, Renata protesta por el fuerte tirón, segundos después entran en cuenta…. ─ ¿Crees que sea buena idea que Darién…? ─. La pregunta de Rosa queda al aire al ver la expresión de Renata, definitivamente dejar solo a Darién era un desastre seguro, aunque la palabra desastre sonaría leve, como para darle un sentido decente a sus resultados, y más si ya sospechaban que sea un Nefilim. ─ Será mejor que busquemos ese sello rápidamente y salgamos corriendo de aquí ─. Propone Youlin abriendo el diario de Lenaya. ─ Yo iré a asegurarme que Darién no se meta en problemas ─. Propuso Renata enfilándose sin esperar opinión por parte de su hermana o de la arqueóloga. Por más que intentaron darle vueltas al acertijo, Youlin no pudo entenderlo o no quería ya que para ella le resultaba algo inquietante. ─ *El circulo guerrero
Volutas de calor emanan del cuerpo de Bruno, formando en éste una armadura romana bruñida en oro, rasgando su ropa y brotando de él una alas que parecían ser metálicas, la gente se va apartando, no solo con algunas expresiones de miedo y perplejidad, sino en adoración en servir a un emisario de Dios. Un cuchillo se posa en el cuello de Youlin, la arqueóloga empalidecida se estremece ante el contacto frío de la hoja y se percata de que no era nada más y nada menos que Luciano, ésta vez sin su expresión amable o alegre, otros hombres las despojan de sus armas, Bruno o mejor dicho Gabriel, como lo había llamado Darién, comienza a pasearse por el cuadrilátero, saboreando el triunfo, la venganza de haber sido burlado por el Nefilim varios siglos atrás, en varios encuentros debido a las misiones del Nefilim, humillando la moral del arcángel. Recordó haber llevado a un testigo para la corte del concilio para ser interrogado, Darién tenía la orden de ejecutarlo antes de llegar a di
Estruendos y derrumbes nuevamente comenzaron a estremecer todo el coliseo, ésta vez con más fuerza, dando a entender que la lucha comenzó nuevamente, Rosa, Renata y Youlin nunca supieron que tanto habían corrido, solo querían estar lo más lejos posible de aquel caos, como pudieron, se ocultaron dentro de un taller a unas cuantas cuadras. ─ Al fin a salvo─. Comenta Youlin después de haber revisado los alrededores, y haber sellado toda posible entrada. ─ Dime que ese no fue Darién ─. Masculló por fin Renata entristecida, acurrucándose en un rincón abrazando sus rodillas. ─ Hey, no es para tanto ─. Consolaba Rosa. Rosa había consolado en varias ocasiones a su hermana por las rupturas de sus relaciones, hombres sin corazón jugando con el de su hermana, Renata era la que más buscaban por ser tan inocente y llena de esperanza en encontrar un verdadero amor, siempre con la fe de saber que en algún lugar había un hombre honesto y bueno que aceptara su amor, pero debido a los
Rosa trataba de consolar a su hermana, Renata no quería aceptar que su amado Nefilim estuviese muerto, Youlin miraba desde la parte superior del taller, por la ventana, las calles ni tan desoladas, en espera por alguna señal del Nefilim, solo algunas personas o lo que una vez fueron se comenzaron a aglomerar, caminando en dirección al Coliseo. ─ Chicas, esto no pinta nada bien ─. Comenta Youlin en voz baja. ─ ¿Qué pasa ahora?, ¿No ves lo destrozada que está mi hermana? ─ Eso lo entiendo, y de verdad no sé qué decir al respecto, pero esto me inquieta más ─. Youlin traga saliva con fuerza. ─ Que no huelan tu miedo, que no huelan tu miedo, que no huelan tu miedo ─. Se repetía mentalmente la arqueóloga una y otra vez, una pequeña gota de sudor corrió su sien pasando por su mejilla, alguien o algo olfateó el aire y giró rápidamente en dirección a Youlin, ésta se oculta detrás de una pared, la cosa muestra sus dientes amarillos y pútridos, y desvía su caminar para ir directo al ta
─ Darién… ─. Comenzó Renata limpiando las heridas con mucho cuidado. ─…¿Qué pasó con el arcángel? ─. Darién trató de dar un bufido, pero sus heridas se quejaron, dejando que éste siseara de dolor. ─ Escapó ─ ¡¿Escapo?!, ¿Cómo que escapó? ─. El tono de voz con que Youlin hizo la pregunta demostró lo indignada que se encontraba, sobre todo lo preocupada sabiendo que Gabriel podría atacar nuevamente en cualquier momento. ─ Lo que escuchaste, come libros, escapó ─ Pero… no entiendo ─ ¿Qué no entiendes? ─ El acertijo ─ ¿Cuál? ─. Pegunta Darién, su cabeza apoyada en el regazo de Renata. ─ Decía algo sobre un derramamiento de sangre y…─. Explicaba Youlin. En ese instante Rosa interrumpe abriendo los ojos como platos. ─ Era como tu decías ─ ¿Qué yo decía? ─ Sobre el Coliseo, ¿Recuerdas?, que romper el sello era derrumbando el Coliseo ─ ¡Ah!, bueno, si ─. Youlin cuadra sus hombros, ampliando una sonrisa e hinchando su pecho en orgullo. ─ Siempre lo supe ─. ─ ¿Cuánto tiempo crees