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Capítulo 2 Tu piel bronceada

Sábado. 

Al fin mi tan anhelado fin de semana, puedo respirar tranquilidad, días para descansar de toda una estresante semana. Quedé con mis amigos el mediodía ir a la playa, primero pasaríamos por sigo, un supermercado, y luego nos iríamos directo a la playa de Guacuco. Amo la paya así que hoy quedaré como un camarón, rojito, si de por sí ya soy roja, ahora lo seré más. 

Preparo mi gran desayuno, arepitas con tortilla, queso y jugo de manzana mí favorito. Federica dice que soy una tierna manzanita y Arnaldo que soy una sexy fresita, ambos juegan conmigo y lo dicen por el color rojo de ambas. Creo que si pudiera ser algún vegetal sin duda sería el brócoli, sí, a muchos no le gusta, pero a mí me encanta, me fascina, es que es demasiado rico, sobre todo con el pollito sudado, cosita divina del señor. 

Medito mi semana, no me puedo quejar, no fue tan atareada como otras, lo raro fue la presencia de cierto doctor que está de infarto, desde el lunes me lo he conseguido en todos lados, menos ayer, aunque le dio me gusta a la foto que subí con mis padres. El Dr. La Cruz es un bomboncito que está listo para degustar y no empalagarse, y sí, he revisado sus redes sociales como cualquier colegiala lo haría, pero hasta allí, yo no soy mujer de romances ni cursilerías, o bueno eso me hago creer, además sería una ilusa al pensar que tremendo bombón saldría conmigo. 

No es que me esté menospreciando, ni tenga autoestima baja, lo mío sí tengo y me he ejercitado mucho, sé que suelo llamar la atención de algunos hombres por mi cabello, pero no busco amor eterno, solo una aventura, si se dio una noche, se dio, borrón y cuenta nueva. Soy una mujer adulta de 23 años profesional y puedo hacer con mi vida lo que me plazca. 

Veo la hora y son las once de la mañana, hora de ir arreglándome, me comunico con Federica y Arnaldo, acordamos a las doce en sigo, preparo algún que otro bocadillo, la cocina no se me da nada mal, eso lo reconozco. Me voy a bañar faltando media hora para las doce, me coloco un traje de baño azul rey, me encanta, lo amo, me pongo una falda de blue jean con una camisa blanca suelta, unas sandalias blancas y mis lentes de sol, estoy más que lista, ya preparé mi equipaje, ya todo lo demás se comprará en el supermercado. 

A la hora acordada estamos todos, compramos bebidas, refrescos y chucherías, también vinieron los hermanitos de Arnaldo y su mamá, la señora Teo. Nos ama con locura y prácticamente nos adoptó a mí y a mi amiga. Haremos un sancocho en la playa, la familia de Federica tiene varios puestecitos y nosotros ocuparemos uno, terminamos las compras y nos vamos. 

Federica quiere ir en la noche a una discoteca y realmente no sé si ir, tengo semanas que no parrandeo y sí, me gustaría. Me convenzo de ir al notar el comportamiento de mis amigos, entre ellos está pasando algo, aunque lo nieguen, algo pasa, estoy segurísima.   

Llegamos a la playa y la señora Teo se pone manos a la obra con la comida y la ayudo, montamos el sancocho mientras nos tomamos unas cervezas, no soy amante a ella, pero nada más bueno para el calor que una buena cerveza bien fría, en la arena están jugando los hermanitos de Arnaldo con Federica, mientras que Arnaldo está concentrado en su celular.  

Aprovecho de quitarme la camisa y aplicarme bronceador en el cuerpo y protector en la cara para no quedar tan quemada, siento que me están mirando y decido no voltear para restarle importancia. Estamos en una playa, hay ojos en todos lados y seguro es eso, voy a quitarme el pantalón y noto cierto movimiento en la churuata del lado que llama mi atención. 

Volteo y me quedo sin habla, no puede ser posible, ¿señor por qué me haces esto? ¿Quieres hacerme sufrir?

En el puestito del lado está nada más y nada menos que la grandiosa familia La Cruz, padre, hijo, hija y madre. Vaya que estupendo, pienso sarcásticamente. Juan La Cruz me queda viendo de arriba abajo y deja su mirada en mi cara, ese hombre me ha hecho un descaro escaneo y yo me he dado cuenta ¿qué está pasando aquí? Y para más desconcierto mío me ha guiñado el ojo ¿acaso estoy soñando? Federica se acerca a mí y lo ve. 

—Diosito santo, pero que hombretón es este, que me lo como con la mirada —dice aturdida por tanta masculinidad. 

—Sí, no me digas, ya sé que está para comérselo. —gruño.

—Pero bueno Luciana Araujo ¿y a ti que te pasa? —cuestiona un poco confundida. 

—Nada ¿qué ha de pasarme? —me ve con una sonrisita traviesa y eso no es nada bueno.

—Te derrites por los huesitos del bombón La Cruz, alias el doctor bonito, no lo niegues que te conozco como la palma de mi mano. 

De repente escuchamos una voz detrás de nosotras y nos callamos. 

— ¿Se puede saber que tanto cuchichean? —pregunta Arnaldo. Y la rubia a mi lado responde rápidamente. 

—No, no se puede saber, cosas de chicas guapo —y le guiña un ojo dejándolo bloqueado. 

—Está loca, ya lo sabes Naldo. 

— ¿Esos no son los doctores La Cruz? —Pregunta y yo asiento —ya sé que tanto cuchicheaban. 

Decido despejar mi mente viendo el mar y los hermanos de mi amigo jugar. No quiero pensar ni imaginarme a cierto doctor que está en la churruata a mi izquierda. Medito sobre salir esta noche con Federica, creo que es lo mejor. Mis pensamientos son interrumpidos por la voz del doctor La Cruz padre. 

—Mi chica de amarillo favorita, que gusto verte, tan bella como siempre. 

—Dr. La Cruz —saludo amablemente— está usted muy guapo y fresco el día de hoy. 

—No tanto como tú, sabes que puedes llamarme Josías, sino tu padre me mataría, ¿cómo está él? —papá y él se conocieron un día que tuvieron que hacerle unos exámenes de rutina para una operación y desde allí se hicieron amigos, es estúpido que no haya coincidido con su hijo, aunque según tengo entendido, éste trabaja desde hace un año en la clínica y tuvo un semestre haciendo guardias de noche, ahora le toca en la mañana junto a su padre. 

—Me voy a poner celosa por esta jovencita tan bonita — me saluda la doctora Juana— ¿Cómo estás hija? Juan, cariño ven para que conozcas una amiga —volteo y el dueño de mis pensamientos está hablando con mis amigos y Teo, lo que falta es que se junten los dos grupos. 

—Madre ya la conozco, parece que el destino le encanta reencontrarnos Luciana. 

—Dr. sí, eso parece. 

—Luciana que hermoso ese pelo, ya quisiera tenerlo yo así —rezonga la menor de los La Cruz. 

Después de ese incómodo momento, me pongo hablar con la señora Teo. Mi amiga me sonríe pícaramente, esa sonrisa no me gusta, mi amigo por su lado nos observa y niega con la cabeza, ya sabemos lo que él piensa. Trato de hablar seriamente y no soltar la risa por las muecas que me está haciendo Federica. 

A eso de la 2:00pm nos sentamos a comer el sancocho que ha quedado para chuparse los dedos. Me hace gracia ver a los hermanitos de Arnaldo, Albert y Arianna, están en plena adolescencia y dicen cosas tan típicas cuando yo tenía esa edad, y pobre Teo regañándolos a cada rato. 

Pasamos el día entre risas, cervezas y comida, no me cansaré de decirlo amo el mar en todo su esplendor. Volteé varias veces y noté la manera tan descarada de cómo me observaba el doctor.  Al final de la tarde me encontraba como lo predije, como un camarón, rojita. 

Todos empiezan a llevar las cosas al auto para irnos, y yo me quedo para llevar lo último. Cuando escucho detrás de mí unos pasos y me hace saltar de la impresión. 

—Me encanta tu piel bronceada —dice sorprendiéndome— es demasiado tentadora chica fuego. 

Eh… eh… eh… mi cerebro no coordina bien, ¿pero este hombre se ha vuelto loco?

—Disculpe, debo irme, un gusto verle Dr. la Cruz

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