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Corazón sin ley
Corazón sin ley
Por: Rosanny Fermín
Capítulo 1. Si usted es el postre.

Lunes, lunes, lunes. De nuevo a la rutina, de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, así ha pasado mi vida los últimos tres años. Miro la hora y son las 6:20 am, mis días menos deseados son los lunes y los martes, después de un sábado y un tranquilo domingo lo que provoca es seguir descansando y no arreglarse para ir a trabajar. 

Trabajo en Centro Clínico Virgen del Valle como asistente contable desde hace dos años, no es la mejor paga del mundo, pero algo es algo y eso me ayuda a mantenerme y cubrir mis gastos. Soy margariteña, aunque nací en Cumaná, resulta que estaba muy ansiosa por salir de la barriguita de mi madre que me adelanté dos meses, gracias a Dios era una niña muy sana y no tuve riesgos según mis padres. 

Me vuelvo a fijar en la hora y casi salto al darme cuenta que son las 6:50. En los siguientes minutos me aseo, saco el almuerzo de la nevera y me preparo para ir a trabajar, agarro una manzana y salgo de mi apartamento. Vivo como a unos 15 minutos de mi trabajo, a las 7:20 voy rumbo a mi tortura. Hay días buenos como hay días malos, pero en estas últimas semanas mis días han sido pésimos. 

Voy tan ensimismada en mis pensamientos que ya he llegado a la clínica, espero tener suerte hoy y que mi jefe no esté tan insoportable. En la puerta del personal coincido con mis amigos Federica y Arnaldo, saludo al señor de vigilancia y se juega conmigo por mi cabello. Sí, es rojo, parece fuego; hazte la idea como debo verme con una camisa manga larga amarilla mostaza y mi cabello. Hay veces que está aceptable como en otros que no, para mi suerte hoy está aceptable. 

Los tres vamos hablando de nuestro fin de semana sobre todo mi amiga, mi amigo igual como yo, estar en su apartamento cerca de la playa, a mitad de camino éste último nos deja, dadas las mil y una remodelaciones que ha tenido el centro hospitalario partes de las oficinas administrativas se encuentran por el área de retén, y las otras cerca de la puerta principal, en pocas palabras esto es un laberinto a veces me pierdo, aunque nunca lo digo, es vergonzoso admitirlo.

—Míralo Luciana, no me niegues que es hermoso —suspira Federica— por un hombre así hago de todo, es el Dr. Más guapo de la clínica. 

Volteo y la verdad es que sí, el doctor bonito es de ojos azules, alto, pelo castaño oscuro con una barba sexy, que haría babear a cualquiera, es uno de los doctores más lindos de Centro Clínico El Valle; a pesar de no tener trato con él, sí conozco a sus padres y hermana. 

—El Dr. La Cruz tiene lo suyo, eso no se niega —dije mirándolo disimuladamente mientras que mi amiga babea a mi lado. 

—Es que... uff que hombretón tan divino, me alegré la mañana.

Me carcajeo por su comentario, ella es increíble, sus comentarios me alegran el día ya que ni sobrinos tengo, bueno ¿cómo voy a tener sobrinos si no tengo hermanos? Creo que hemos llamado la atención del protagonista de muchos sueños húmedos, voltea y sonríe en forma de saludo. Por lo menos es amable, muchos doctores nos pasan por el lado como si fuésemos poca cosa delante de ellos. 

—Te ha saludo —chilla Federica, sorprendida por la sonrisa sexy y el guiño coqueto. 

—Corrección, nos ha saludado a las dos —digo haciendo énfasis con los dedos—. Buenos días Mariana, puerta por favor. —saludo a la recepcionista que nos permite el paso a las demás oficinas administrativas. 

Para entrar en mi huequito primero tengo que pasar por un laberinto, cruce a la izquierda, cruce a la derecha y luego a la izquierda. A medida que voy pasando voy saludando, creo que todos me conocen más por mi cabello que por mi nombre. Si hay algo que me encanta de mí, ese es mi cabello lo saqué de mi madre. 

—Te traje un súper sándwich que va a levantarte todos los ánimos por ser un día lunes—interrumpe mis pensamientos Federica—. Además, así no me odias tanto. 

—Si eres tonta, muchas gracias. -Dije dándole un mordisco— dentro de un rato iba al cafetín. 

—Ningún cafetín te va alimentar mejor que tu amiga querida y adorada —así como apareció en mi cubículo, así desaparece. 

Paso toda la mañana procesando las cajas y verificando el cierre de cada caja y punto de venta, factura por factura, esto es sumamente fácil, como es sumamente tedioso, hay que estar muy pendiente de cada factura, cierre de lote y todo lo que ello implica. Es asombrosa la cantidad de personas que trabajan aquí, pobre de mi amigo Arnaldo que trabaja como analista en el departamento de Recursos Humanos, mejor conocido aquí como Recursos Inhumanos, todos le temen a ese departamento y yo en cierta parte los entiendo. 

A media mañana me llaman mis padres, todos los días lo hacen. Desde hace un año se fueron a México y por allá les ha ido muy bien, mi madre tiene una floristería y mi padre tiene varios restaurantes en Jalisco, sobra decir que es el mejor Cheff del mundo y no es porque sea mi padre. He pensado en irme, pero no sé qué me retiene aquí, aun no quiero cambiar mi cotidianidad, estoy tan acostumbrada estar todo el tiempo ocupada o viendo el mar. Las cosas están comenzando a tornarse un poco complicadas aquí en Venezuela, pero me cobijare hasta donde me lo permita la cobija. Estoy estupendamente, amigos, trabajo e independencia ¿qué más puedo pedir? 

Suena el teléfono de mi extensión y descuelgo, no me ha dado chance decir buenos días cuando la otra persona está hablando. 

—Gabriel amigo te habla Juan La Cruz para consultarte lo de mi prima. En estos días te la mandaré para allá, trátamela como si fuese tu mamá con mucho cuidado. 

—Disculpe Dr. La Cruz, se ha equivocado de extensión —respondo, su voz es tan sexy y es la segunda vez que lo escucho, razón tiene mi amiga al decir que haría de todo por ese hombre—. Ya lo comunico a la unidad de cardiología. 

—Disculpe mi confusión, ¿con quién tengo el gusto de hablar?

—Luciana Araujo doctor, ya le comunico la llamada doctor. 

Después de ese incidente seguí trabajando tranquila hasta la una cuando es la hora de almuerzo para este departamento. Tengo un hambre voraz, no soy ni muy gordita ni muy flaquita, término medio, o así quiero considerarme yo. Según mi madre y mis amigos destacaría mucho en el mundo del modelaje por mi altura y piernas. 

Sí, me ejercito mucho, pero tampoco soy una amante de las pesas y mucho menos me la paso en un gimnasio todas las mañanas, adoro ejercitarme sin que me estén mandando, así me siento sofocada, buscan algo en mí que no se si pueda retribuir. 

—Planeta tierra llamando a Luciana —comenta Arnaldo— Planeta tierra llamando a Luciana, cambio. 

—Ya la hemos encontrado, abortar la misión, repito, abortar la misión —dice Federica. 

Sonrío por sus comentarios, estamos en el comedor en nuestra mesa favorita, un poco aislada de los demás. 

—¿Estabas otra vez en tu mundo? —pregunta mi amigo 

—Obvio que lo estaba, ¿no le viste la cara de pendeja que tenía?

—Tú siempre tan querida —respondo—. Vamos a comer, me muero de hambre. Por cierto, tuve una pequeñísima llamada con el Dr. que moja tus braguitas. 

Les cuento lo sucedido y mi amiga casi pega brinquitos, en cambio Arnaldo me comentó que tenga cuidado porque me puede traer problemas con su departamento ya que una de las normativas establece no mantener una relación más allá de lo cordial con los doctores o con cualquier otra persona del centro hospitalario. 

Sé que lo dice por algo, esto sucede muy a menudo, aunque no lo creamos. Les aclaro que fue una equivocación y así queda. Se termina la hora del almuerzo y cada uno se retira a sus distintos puestos de trabajo. Ya solo quedan tres horas para irnos, siempre anhelo las horas de la tarde, se pasan más rápido, eso no se puede negar. 

A punta de 3:30 me dan ganas de comer dulces, chucherías, de todo. De vez en cuando me da ansiedad. Me voy a la farmacia y compro un pepito, un chocolate y una malta, con eso pasaré la hora y media restante. Hoy fue un día tranquilo sin mucha novedad, al final de la tarde reviso mis redes sociales, ya dejé mi trabajo al día, así que puedo darme unos minutos de descanso. En I*******m me aparece en personas que quizás conozcas, al doctor bonito, me quedo en la indecisión de seguirlo o no, no es algo malo, y por lo tanto lo hago, otra cosa es que permita que lo siga y el comience a seguirme a mí. Eso sería mucho pedir.

Recojo mis cosas y cierro la oficina ya todos vamos saliendo a eso de las cinco de la tarde, es hora de partir a casa y reponer fuerzas para mañana. Me despido de todos y agarro rumbo a mi hogar, pero antes paso por un supermercado a comprar ciertas cositas, que me han provocado en el camino. Hago mercado los días sábados, pero el pasado no pude, así que aprovecho. Agarro una que otras frutas y verduras, leche, huevos, pollo, carne y cuando me doy cuenta tengo el carrito full con todo tipo de cosas, creo que saqué lo compradora compulsiva de mi madre. La chica de la caja me sonríe y factura, ya me ha visto varias veces por aquí. Se puede decir que soy una de los clientes fijos de Sigo, S.A. 

Ordeno todo en la nevera y finalmente a las 8:00pm me pongo hacer el almuerzo de mañana, una vez termino, lo meto en el congelador y me voy a mi habitación. Hablo un rato con las chicas de un grupo de lectura, una vez más reviso I*******m y me llevo la grata sorpresa que el doctor bonito aceptó mi solicitud y me sigue.

No sé en qué momento me quedé dormida, pero en la madrugada me despierto por la mala posición, me acomodo y me vuelvo a dormir. 

Martes.

Suena el despertador y de vuelta a la rutina, me cuesta tanto levantarme los dos primeros días de la semana, por más que lleve tres años levantándome temprano mi cuerpo no se acostumbra. Me arreglo rápidamente y voy a mi trabajo. Al llegar saludo como es costumbre, subo a mi oficina y después bajo al cafetín por una dosis de café, lo necesito, me duele un poco el cuello, menos mal me levanté en la madrugada si no hubiese amanecido con tortícolis. 

Compro un latte de vainilla y cuando voy saliendo me topo con cierto doctor bonito de ojos azules, cejas tupidas y labios jodidamente besables. 

—Buenos días señorita Araujo. —saluda y estoy en shock, ¿Cómo sabe mi nombre? Segundos después reacciono, si seré ridícula, obvio que lo sabe porque lo comenzaste a seguir. 

—Buenos días Dr. La Cruz. 

Conmocionada me voy a mi cubículo y me encierro en el trabajo, mis padres llaman como todos los días, la jornada de trabajo termina por este día y vuelvo a mi hogar. 

Miércoles. 

Ya miércoles es más de lo mismo, el tan anhelado miércoles es señal del ombligo de la semana unos días menos para el fin de semana tan esperado por todos los que trabajamos duro. Esta vez me doy chance de preparar mi desayuno con calma, me hago un omelette con jugo de naranja y una ensalada de frutas para no perder la costumbre, salgo antes de la hora a mi trabajo. 

He llegado media hora antes lo que significa que hoy me toca a mí abrir nuestra oficina, salgo del auto en el estacionamiento, y noto que a mi lado se acaba de estacionar una Four Runner azul marino, me encantan las camionetas, y quiero una así, mi auto es un Mitsubishi Lancer Touring 2.0 en blanco. Me quedo tan ensimismada en mis pensamientos que no noto la persona que se bajó de la camioneta. 

—Señorita Araujo, buenos días, muy madrugadora usted —sonríe y yo me sentí morir, Dios mío, que hombre más sexy—. Que tenga un buen día. 

—Igualmente Dr. La Cruz. 

Y me encaminé a la puerta del personal, hice todo mi recorrido como todas las mañanas, me encontré con la transcriptora de Rayos X, saludé amablemente, aunque no la conozco mucho, pero en unos días tendré que bajar a buscar los resultados de un vecino, eso es lo malo cuando tus vecinos o allegados se enteran que trabajas en una clínica comienzan a pedir favores como estos, y creen que no tienes más nada que hacer, siempre y cuando no entorpezca mi jornada diaria los hago con mucho gusto. 

Jueves. 

Un día menos, digamos que soy de esas locas que cuentan los días que faltan para que llegue sábado y domingo. Hoy me arreglo mesuradamente, en vez de llevar el cabello suelto lo llevo en un moño alto, le hago pequeños bucles para que se vea natural su caída en mis hombros y espalda, maquillo mis ojos y los delineo negros, en los labios me echo un labial rosado para que se vea natural y aplico brillo, le doy un poco de color a mis mejillas. Me gusta el resultado, me siento guapa, me coloco el uniforme que consiste en una camisa manga larga amarillo mostaza y un pantalón negro de vestir y hago juego con mis sandalias de tacón negras. 

Listo. He quedado hermosa lo reconozco, amo el maquillaje, es mágico, transforma completamente a una persona y cuando la ves sin él no se puede reconocer. Estoy feliz con el resultado súper natural y neutro, me siento emotiva y con actitud positiva me voy al trabajo. Falta menos de un mes para el cumpleaños de mi madre y ella está en México, quiero darle una sorpresa, he pensado y pensado, y no se me ocurre nada. Llegando a la clínica me viene a la mente viajar a México, hoy tendría que la solicitud de permiso para los días que estaría por fuera. 

En la puerta del personal, saludo al seguridad que está de guardia este día, comenta algún que otro chiste y me encuentro con mis amigos que parecen discutir y eso sí que es raro en ellos. Me les acerco sin hacer ruido, pero igualmente notan mi presencia. 

—Buenos días chicos, ¿qué pasa? —inquiero con curiosidad. Ellos no suelen discutir si se la llevan mejor, tienen más tiempo conociéndose, y después ellos me acogieron a su grupo desde el primer día que empecé a trabajar para la clínica.  

—Nada, que este tarado se enoja por todo —responde rápidamente Federica. 

—¿Arnaldo todo bien? —pregunto al verlo no muy conforme con la respuesta de la rubia. 

—Sí, Luci son tonterías de Fede, sabes cómo es ella que no piensa muy bien de vez en cuando —responde, pero noto algo más, soy muy intuitiva en ciertas cosas y este par le pasa algo. 

—¿algunas veces? —Cuestiono con burla para aligerar el momento—. Será todo el tiempo, querido —los tres sonreímos, los adoro tanto. Me trataron tan bien desde el primer momento que crucé las puertas del comedor y no me vieron como un bicho raro como los demás. Y por eso les estaré agradecida.  

Mi amigo se va su oficina y nosotras seguimos caminando, saludo a Mariana y minutos después ya cada una estaba en su cubículo trabajando, a las 9:00am me como un cambur y aclaro un poco mis ideas para la sorpresa de cumpleaños de mi madre, me iría a México el viernes 13 de febrero en el vuelo de la noche, su cumpleaños cae martes 17, estaría abordando el 18 a primera hora; pediría permiso por tres días, lunes martes y miércoles. 

Toda la mañana me la paso adelantando el trabajo, redacté la solicitud de los días de permiso y busqué en alguna aerolínea boletos para esa fecha, ya una vez que tengo todo listo decido hablar con papá para darle la noticia, aún no sé qué regalarle, madre estará cumpliendo 50 años, debe ser algo especial. Antes de bajar al comedor me llama Emilia la operadora de la caja de emergencia de adulto para que fuese a buscar algunas cosas, reviso que mi aspecto esté bien y bajo.

Voy caminando y paso por el área de Rayos x, mi corazón se acelera al ver el doctor bonito hablando con su padre, paso por su lado y saludo amablemente. 

—Pero miren a quién tenemos por estos lados, nada más y nada menos que la chica del cabello de fuego —me saluda sonriente el Dr. La Cruz padre, me siento incómoda por la forma en como su hijo me queda viendo—. Está muy bonita hoy mi chica de amarillo favorita. 

—Gracias por el cumplido doctor La Cruz, con permiso. —digo torpemente. 

—Le presento a mi hijo por si no lo conoce.

—Ya la conozco padre —responde el hijo—. Está usted muy bonita hoy. Padre ya déjela, seguramente tiene cosas que hacer que estar hablando con dos radiólogos —dijo mirándolo— disculpe, mi padre y yo ya no le quitamos tiempo —me ve de arriba abajo y por último dice—, que tenga buen provecho señorita Araujo. 

Si usted es el postre de seguro que lo tendré, cuidado y no termino intoxicada por tanto dulce, pienso para mí.

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