Me despierto al sentir una patada en mi estómago, que me ha dejado sin aire, joder como me duele, a mi lado está Federica y a su lado Arnaldo, como que no he asimilado bien lo que estoy viendo que vuelvo a ver. Pero… pero… si hemos dormido los tres en la misma cama, la tortícolis que va tener mi amigo va ser monumental, si su cabeza está colgando de la cama.
Uy… que feo que me expresado.
Ya va… detengo mi mirada en sus vestimentas, pero, pero y vuelvo a decir, pero si estos dos están desnudos.
¿QUE ES ESTO? ¿Se han liado conmigo durmiendo?
Si serán guarros, los dos. Me paro de la cama y voy a la nevera, necesito urgentemente un juguito de naranja. Me siento y apoyo las manos en la isla, resaca no tengo, no siento que la cabeza me vaya a estallar, pero confusión, sí, mucha. Primero ¿cómo es que he llegado a mi departamento? Segundo, ¿Cómo es que no escuché los gemidos de esos dos guarros? Y tercero ¿CÓMO DEMONIOS SE LES OCURRE ACOSTARSE EN MI CAMA?
Los mataré, los enterraré y no dejaré evidencias.
No doy crédito a la situación, parece de telenovelas, bostezo y me pongo hacer el desayuno, seguro necesitarán provisiones, para lo que vendrá después que peguen el grito en el cielo cuando se encuentren desnudos en mi cuarto y en mí cama. Es pensar en eso y escucho el grito de Federica, voy a mi cuarto antes que se convierta en un campo de batalla.
—ARNALDO MATA ¿QUÉ SIGNIFICA ESTO? ¿QUÉ HACES DESNUDO EN LA CAMA DE LUCIANA? ¿POR QUÉ ESTAMOS ASÍ? —grita como una posesa, Dios, mi tímpano.
—Será porque jugaron a la mamá y el papá —digo sarcásticamente—. Ni que fueras mojigata, para sumar uno más uno, que claramente da dos y un tres en el medio de ustedes dos sinvergüenzas.
La cara de ambos es un poema, mi indignación baja a cero al ver ambas caras de arrepentimiento, oh, oh, como que vienen las lamentaciones.
—Luci discúlpanos, la hemos cagado hasta el fondo Federica, ¿Cómo pudimos hacer esto? Y con Luciana a nuestro lado —mi amigo da vueltas por toda la habitación agarrándose los cabellos, y se les ha olvidado un pequeñísimo detalle, aunque no es para nada pequeño viniendo de Arnaldo, ambos siguen desnudos.
—Joder Federica ya veo por qué Naldo te trae babeando, bien guardadito que te lo tenías picarona —digo con guasa, ambos quedan estupefactos y después la rubia chilla para que Arnaldo tape su miembro, vaya que tiene un buen amigote—. Mi niño pero no te tapes que yo también quiero deleitarme con tu masculinidad —comento mientras río a carcajadas.
—No te pases de lista Luciana, que yo no fui la que llegó al orgasmo pensando que sus dedos eran el pene del doctor bonito —me espanto, pero ¿qué está diciendo ésta? De seguro quiere jugarme una broma porque los he pillado—. ¿Por qué no sigues riendo guapa?
—Federica, no te pases —le dice mi amigo al ver mi cara—. Luciana estaba muy ebria para saber lo que hacía.
Pero… pero… joder (como diría mi adorada Judith) perdí la cuenta de cuántos peros he dicho en menos de una hora.
— ¿QUÉ YO QUÉ? —grité sin importarme si todo el edificio me escuchaba.
—Tranquila cariño que Arnaldito y yo te hemos traído al cuarto al ver que ya estabas satisfecha —sonríe la muy descarada.
—Se van los dos de mi departamento ¡YA! No los quiere ni ver —vuelvo a gritar— que me quiero morir, que estas cosas no pasan en la vida real. ¿A qué estoy soñando?
Me doy tremendo pellizco que hasta me he hecho un morado y no, no estoy soñando, pero ¿cómo le voy a ver la cara Arnaldo sin acordarme que lo he visto desnudo, y peor aún que me ha visto masturbándome? Lloraré y comeré helado hasta hartarme, en definitiva, eso haré.
Para la una de la tarde estoy más tranquila, después de una plática por más de dos horas con mis amigos. Acordamos en que jamás en la vida mencionaríamos algo al respecto, es más nos haríamos de cuentas que nunca pasó, nada de nada. Sin duda ayer fue un día pesadito.
El domingo estoy de lo más relajada tomando sol en la piscina del edificio mientras termino de leer uno de los tantos libros de Megan Maxwell, Pídeme lo que quieras, Diosito lindo como quiero mi Bjorn Hoffman, que hombre más divino, y está soltero, solito para mí. Todos los libros de la española me han atrapado, en particular este, tal vez es por el contenido adulto que en ellos hay, sé que existen esos tipos de clubes aquí, aunque lo tengan tapado por todo el revuelo que eso representa, muchos lo consideran como una depravación, nunca lo he experimentado… en fin, cada quien es capaz de llevar su vida como mejor le plazca.
Cada persona es autosuficiente para decidir lo que le parece y lo que no, admito que cuando empecé a leerlo me quedé perpleja, ¿cómo pueden permitir que otros toquen a sus mujeres de esa manera? Y ojo que no es machismo, hasta que poco a poco fui entendiéndole, muchas parejas disfrutan así y nadie puede criticarle ni juzgarle lo que hacen en su intimidad.
Adoro tanto mi Jud y sus peleas con Iceman.
—Leyendo cositas subidas de tono ¿quién lo pensaría? —Esto es una broma, seguro que sí—. La angelical y dulce Luciana Araujo leyendo libros eróticos al aire libre ¿quién se lo imaginaría?
¿Por qué diosito? ¿Es que te encanta torturarme con este hombre? ¿Por qué no otro más guapetón?
¿Qué más guapo Luciana? si todas en la clínica babean por él, incluida tú, zanahoria.
—Vaya, estoy pensando seriamente que tiene tendencias de acosador doctor La Cruz, ¿qué pensarán sus padres al saberlo? —suelto con mucha inocencia.
—Juguemos señorita Araujo ¿o me tiene miedo? —indaga coquetamente, no voy a caer en sus encantos, no voy a caer y no voy a caer.
—Para jugar se necesitan por lo menos dos personas —sonrío con picardía mientras le clavo mi mirada— y yo, Juan La Cruz no estoy dispuesta a jugar.
Me levanto, cierro el libro, lo acomodo entre mis cosas, desato mi cabello, camino a la piscina contoneando mis caderas y doy un clavado perfecto, al salir a la superficie lo miro y me rio, no da crédito a lo que acabo de hacerle, escucho a mis espaldas.
—Juan has venido a vigilarme no ha buscar una mujer con que pasar la noche —gruñe una vocecita que reconozco, volteo y sí, es la hermana menor—. ¡Luciana!
A partir de ese momento la hija menor de los doctores La Cruz no me deja ni respirar un rato, veo que la intensidad es cosa de hermanos. No entiendo para qué la mandaron a custodiar con el hermano si ella tiene diecisiete años, dentro de poco tendrá 18 años y no podrán impedirle que tenga un novio, observo al doctor bonito gruñir, celos de hermano.
A las seis de la tarde todos se van y yo me quedo todavía en el área de la piscina, ya solo van quedando alguna que otra parejita, las amigas de Giovanna, viven dos pisos más arriba que yo, que vivo en el cuarto, vaya casualidad…
A las siete el ambiente se hace más íntimo y de reojo observo como una pareja se tocan mientras la otra pareja los observa, el hombre le susurra cosas a su mujer en el oído, seguramente cosas muy excitantes para que ésta ponga cara de satisfacción, siento que estoy atrapada en las narraciones de Megan Maxwell. Me pone el ver como se miran con tantas ganas, a eso de las siete y media las parejas salen y sin duda pasaran una noche colosal mientras yo dormiré para ir mañana a trabajar.
—Eso que deseas lo puedes tener esta noche, si aceptas estar conmigo —brinco del susto, ¿cómo se acercó? Ni he sentido sus pasos.
—Doctor La Cruz lo de usted en serio me está aterrorizando, ¿por qué me persigue? Si yo no quiero nada con usted.
—Te vi Luciana, vi como tus ojos se paseaban por el cuerpo de ambas parejas ¿y sabes? —preguntó—. Leí en tus ojos anhelo. ¿Por qué mejor no subimos y nos dejamos llevar?
Y estaba dispuesta a decir que no, y le iba a cantar sus cuatro cositas bien dichas al doctorcito, pero a último momento el deseo me pudo y subimos.
Entre caricias y miradas apasionadas entramos a mi departamento, cierro la puerta y me dedico a observarlo, mejor dicho, nos dedicamos a comernos con la mirada, madre día que hombre más caliente, que me muero solo con su mirada azulada, vaya noche la que me espera.Se acerca… se acerca y termina con los espacios que hay entre los dos, sus ojos están brillosos, parecen el purito fuego cuando está ardiendo y yo me quedo viendo como ese hombre con sus dedos recorre mis hombros descubiertos, se me eriza la piel ante su contacto. Recoge mi cabello en una mano mientras que con la otra suelta las tiras del bañador, éstas ceden poco a poco hasta dejar mis pezones expuestos a su vista y se endurecen.Me muero por besarlo, digo en mi mente y parece leer mis pensamientos.—Créeme Luciana, yo también me muero por probar esa boquita tuya —susurra en mi oído y casi jadeo.
Me duelen todas las extremidades, mi noche fue muuuyyy placentera, demasiado diría yo, ya mi cuerpo lo echaba de menos. Juan La Cruz tiene lo suyo si antes medio lo afirmaba, ahora lo afirmo completamente. Coge como los dioses, te hace sentir que tienes el mundo a tus pies, te hace volar y en definitivo ese hombre te enloquece con sus besos y sus miradas, pero no repetiré, no, no, no.Debo tener mano dura, nada puede llegar más allá de doctor a empleado y de empleado a doctor, por mi salud mental ruego que sea así. En la madrugada mientras me hacía suya por tercera vez me di cuenta que cualquiera se podía enamorar de semejante Dios. Su mirada transmitía mil emociones, sus labios profesaban mil cosas y su cuerpo te hacía vibrar mil maneras.Sí, vaya que es bueno el doctor en la cama.Me debo levantar y lo que me provoca es seguir en cama… ¿por qué tuve que
Ha pasado una semana desde que se presentó en mi departamento y ni me ha dirigido la palabra, solo para aparentar frente a los demás. No sé si sentirme agradecida o dolida. ¿Quién carajos me entiende? Solo me quedan tres días contando el de hoy en ese servicio y realmente no sé cómo sentirme.Estoy frustrada, mis sueños en la madrugada no me ayudan a nada, cada vez se hace más presente como recorrió mi cuerpo con sus besos y sus dedos, vuelvo en si al darme cuenta que estoy en la oficina de los médicos radiólogos buscando un estudio.—Me comentó mi padre que viaja el viernes —volteo con el corazón acelerado, no lo sentí caminar.—Así mismo es doctor, con permiso —dije indiferente para pasar por su lado. Sutilmente tocó mi brazo y se acercó a mí hasta dejar sus labios cerquita de los
Jueves... Jueves... Jueves. El juernes de la semana, el que tanto es esperado. Fuese perfecto si me tocase quedar en casita, pero no, me toca trabajar después de haber pasado cinco días por fuera.Con el ánimo por el piso preparo de almuerzo, pollo al horno sazonado con mostaza, papas y trocitos de zanahoria, una ensalada de huevo, remolacha y brócoli, y arroz frito, y de tomar me compraré un refresco de uva en el cafetín. Veo la hora y son las seis y media.En la mañana me costó un poco levantarme, dado que los días anteriores me despertaba a las ocho de la mañana, bostezo mientras me acomodo y doy chance que se haga la hora para salir, mientras tanto, ordeno un poco mi departamento. Federica lo hizo en mi ausencia, pero no es igual. Digamos que soy maniática.Me rio al recordar como me recibió en el aeropuerto.—Por fin llegas, pensé qu
Sábado 21 y el Sol está en su máximo potencial, decido broncearme un rato. Me pongo un bañador de color vino tinto después de haber desayunado unas tostadas con queso y jamón.Le mando un mensaje a mis padres, agarro mis lentes, las llaves del departamento y bajo al área de la piscina.En la zona de la playa veo a las amiguitas de Giovanna La Cruz y le pido a todos los santos que ella no ande cerca y mucho menos su hermano.La mañana se pasa volando y yo ya estoy como un camarón, hidrato mi piel para que no se maltrate. Decido subir a la hora del almuerzo y me sorprendo al verlo en mi puerta.—Doctor La Cruz ¿Se le ofrece algo?Tiemblo, me siento tan indefensa con semejante hombre al frente y yo con tan poca ropa.Me recorre de arriba a abajo y juro por Dios que ya me calentó hasta el alma con esa mirad
Me despierto al sentirme presionada como si me estuviesen asfixiando. ¡Dios! Me duele todo el cuerpo... Me siento como si no hubiese dormido nada. Suspiro y me doy cuenta del brazo que me tiene presionada. Me quedo un rato admirándolo. El doctor La Cruz es un hombre muy atractivo, mandíbula cuadrada, mirada azulada y pelo negro. Sus labios apetecibles me incitan a besarlo, a comérmelo como anoche, y de repente me entra aquel calor, aquella necesidad de sentirme llena por él. Con una sonrisa traviesa paso mis dedos por su cuerpo como si lo estuviese haciendo la obra de arte más hermosa. Bajo mis dedos hasta su pene y noto como poco a poco va levantándose. Se me hace agua la boca al verlo así. Acerco mi boca y primero le doy una lamida para después llevármelo completo a la boca y saborearlo. Siento su mano en mi cabeza y me ve con cara de picardía. ¡Se estaba haciendo el dormido el muy sinvergüenza! Lo saboreo unas veces más hasta colocarme
El martes me despierto bien temprano con unas ganas tremendas de vomitar, salgo directo al baño y siento que voy a dejar mi vida en el retrete. Cuando me logro calmar un poco lavo mis dientes. Camino a la cocina y mi estómago gruñe, agarro lo más sano para que no me vaya a caer mal. Me siento de la patada, considero la opción de quedarme, pero no puedo, debo ir a trabajar. Decido no hacer almuerzo y comprarme un caldito de pollo para que no me caiga pesado en el estómago. Con los ánimos por el piso me visto y me echo brillo en los labios para no parecer un muertito. Me canso al bajar el primer piso y tomo el ascensor. Dios mío ¿Será un virus que anda por allí? pienso mientras voy de camino a la clínica. Al llegar me dirijo al cafetín por un jugo natural y me voy a sentar en un banco cerca de la fuente que se encuentra entre el ala de hospitalización a y hospitalización b. Leo en mi teléfono unas noticias con respecto a la situa
El sábado me despierto con un brazo rodeando mi cintura y la presión en la espalda. Sonrío como una estúpida y suspiro. Juan de verdad que es un hombre exquisito en casi todo, en físico, en la cama. Solo espero no estrellarme muy rápido. Me aprieta contra sí y siento en mis nalgas su erección, su mano pasea por mi brazo izquierdo produciéndome cosquillas y haciendo reír. —¡Juan! —Chillo entre risas, me doy la vuelta para quedar frente a frente. Veo lo hermoso que es, como el azul de su mirada se torna brillante, sus labios, uff, sus labios regordetes formando una sonrisa de lo más provocativa encendiéndome la sangre. Me mira, se relame los labios y nos acerca. Estoy a escasos centímetros de sus tentadores labios, sus ojos me examinan como si no hubiese un mañana, delicadamente roza nuestras narices, luego la pasa por mis mejillas y me es imposible no suspirar. —¿Qué deseas hacer hoy? —pregunta con la voz ronca, esa voz que me puede, que me hace