Me duelen todas las extremidades, mi noche fue muuuyyy placentera, demasiado diría yo, ya mi cuerpo lo echaba de menos. Juan La Cruz tiene lo suyo si antes medio lo afirmaba, ahora lo afirmo completamente. Coge como los dioses, te hace sentir que tienes el mundo a tus pies, te hace volar y en definitivo ese hombre te enloquece con sus besos y sus miradas, pero no repetiré, no, no, no.
Debo tener mano dura, nada puede llegar más allá de doctor a empleado y de empleado a doctor, por mi salud mental ruego que sea así. En la madrugada mientras me hacía suya por tercera vez me di cuenta que cualquiera se podía enamorar de semejante Dios. Su mirada transmitía mil emociones, sus labios profesaban mil cosas y su cuerpo te hacía vibrar mil maneras.
Sí, vaya que es bueno el doctor en la cama.
Me debo levantar y lo que me provoca es seguir en cama… ¿por qué tuve que
Ha pasado una semana desde que se presentó en mi departamento y ni me ha dirigido la palabra, solo para aparentar frente a los demás. No sé si sentirme agradecida o dolida. ¿Quién carajos me entiende? Solo me quedan tres días contando el de hoy en ese servicio y realmente no sé cómo sentirme.Estoy frustrada, mis sueños en la madrugada no me ayudan a nada, cada vez se hace más presente como recorrió mi cuerpo con sus besos y sus dedos, vuelvo en si al darme cuenta que estoy en la oficina de los médicos radiólogos buscando un estudio.—Me comentó mi padre que viaja el viernes —volteo con el corazón acelerado, no lo sentí caminar.—Así mismo es doctor, con permiso —dije indiferente para pasar por su lado. Sutilmente tocó mi brazo y se acercó a mí hasta dejar sus labios cerquita de los
Jueves... Jueves... Jueves. El juernes de la semana, el que tanto es esperado. Fuese perfecto si me tocase quedar en casita, pero no, me toca trabajar después de haber pasado cinco días por fuera.Con el ánimo por el piso preparo de almuerzo, pollo al horno sazonado con mostaza, papas y trocitos de zanahoria, una ensalada de huevo, remolacha y brócoli, y arroz frito, y de tomar me compraré un refresco de uva en el cafetín. Veo la hora y son las seis y media.En la mañana me costó un poco levantarme, dado que los días anteriores me despertaba a las ocho de la mañana, bostezo mientras me acomodo y doy chance que se haga la hora para salir, mientras tanto, ordeno un poco mi departamento. Federica lo hizo en mi ausencia, pero no es igual. Digamos que soy maniática.Me rio al recordar como me recibió en el aeropuerto.—Por fin llegas, pensé qu
Sábado 21 y el Sol está en su máximo potencial, decido broncearme un rato. Me pongo un bañador de color vino tinto después de haber desayunado unas tostadas con queso y jamón.Le mando un mensaje a mis padres, agarro mis lentes, las llaves del departamento y bajo al área de la piscina.En la zona de la playa veo a las amiguitas de Giovanna La Cruz y le pido a todos los santos que ella no ande cerca y mucho menos su hermano.La mañana se pasa volando y yo ya estoy como un camarón, hidrato mi piel para que no se maltrate. Decido subir a la hora del almuerzo y me sorprendo al verlo en mi puerta.—Doctor La Cruz ¿Se le ofrece algo?Tiemblo, me siento tan indefensa con semejante hombre al frente y yo con tan poca ropa.Me recorre de arriba a abajo y juro por Dios que ya me calentó hasta el alma con esa mirad
Me despierto al sentirme presionada como si me estuviesen asfixiando. ¡Dios! Me duele todo el cuerpo... Me siento como si no hubiese dormido nada. Suspiro y me doy cuenta del brazo que me tiene presionada. Me quedo un rato admirándolo. El doctor La Cruz es un hombre muy atractivo, mandíbula cuadrada, mirada azulada y pelo negro. Sus labios apetecibles me incitan a besarlo, a comérmelo como anoche, y de repente me entra aquel calor, aquella necesidad de sentirme llena por él. Con una sonrisa traviesa paso mis dedos por su cuerpo como si lo estuviese haciendo la obra de arte más hermosa. Bajo mis dedos hasta su pene y noto como poco a poco va levantándose. Se me hace agua la boca al verlo así. Acerco mi boca y primero le doy una lamida para después llevármelo completo a la boca y saborearlo. Siento su mano en mi cabeza y me ve con cara de picardía. ¡Se estaba haciendo el dormido el muy sinvergüenza! Lo saboreo unas veces más hasta colocarme
El martes me despierto bien temprano con unas ganas tremendas de vomitar, salgo directo al baño y siento que voy a dejar mi vida en el retrete. Cuando me logro calmar un poco lavo mis dientes. Camino a la cocina y mi estómago gruñe, agarro lo más sano para que no me vaya a caer mal. Me siento de la patada, considero la opción de quedarme, pero no puedo, debo ir a trabajar. Decido no hacer almuerzo y comprarme un caldito de pollo para que no me caiga pesado en el estómago. Con los ánimos por el piso me visto y me echo brillo en los labios para no parecer un muertito. Me canso al bajar el primer piso y tomo el ascensor. Dios mío ¿Será un virus que anda por allí? pienso mientras voy de camino a la clínica. Al llegar me dirijo al cafetín por un jugo natural y me voy a sentar en un banco cerca de la fuente que se encuentra entre el ala de hospitalización a y hospitalización b. Leo en mi teléfono unas noticias con respecto a la situa
El sábado me despierto con un brazo rodeando mi cintura y la presión en la espalda. Sonrío como una estúpida y suspiro. Juan de verdad que es un hombre exquisito en casi todo, en físico, en la cama. Solo espero no estrellarme muy rápido. Me aprieta contra sí y siento en mis nalgas su erección, su mano pasea por mi brazo izquierdo produciéndome cosquillas y haciendo reír. —¡Juan! —Chillo entre risas, me doy la vuelta para quedar frente a frente. Veo lo hermoso que es, como el azul de su mirada se torna brillante, sus labios, uff, sus labios regordetes formando una sonrisa de lo más provocativa encendiéndome la sangre. Me mira, se relame los labios y nos acerca. Estoy a escasos centímetros de sus tentadores labios, sus ojos me examinan como si no hubiese un mañana, delicadamente roza nuestras narices, luego la pasa por mis mejillas y me es imposible no suspirar. —¿Qué deseas hacer hoy? —pregunta con la voz ronca, esa voz que me puede, que me hace
—¿Conoces la Isla de Coche? —me pregunta mientras esperamos para bajar del ferry. Aún no pisamos el puerto, pero sería cuestión de minutos atracar. Lo miré de reojo, su cabello se encontraba despeinado por el viento, y mentiría si no me gustaba verlo así, natural, carismático, pícaro, sensual, entre otras muchas, muchas cualidades del doctor bonito. Miro a mi alrededor y todo parece tan familiar, cerca del puente se podían ver los puestos con ventas de empanadas, arepas, pastelitos, tequeños, perros calientes. Es como si momentáneamente me hubiese trasladado a Punta de Piedras. —Sí, bueno conocerla como tal no, solo playa El Amor, hace un año aproximadamente vine con Arnaldo y Federica. —dije mientras veía como poco a poco bajaba la compuerta. —Mi padre nació aquí y años después mis abuelos se trasladaron a Margarita, aunque actualmente están viviendo aquí —hace una pausa mientras bajamos—, te diría para fuésemos a visitarlos, pero ya sé tu resp
Lo desnudo sin premura, poco a poco. Primero la camisa mientras recorro con mis dedos y boca su más que delicioso abdomen, para excitarlo rasguño las zonas sensibles y su respuesta no se hace esperar, gruñe. —Luciana por favor me estas matando —lo miro y tiene los ojos cerrados, su pecho sube y baja, y su pantalón parece estallar en cualquier momento. Me dirijo hacia donde está el tarro de chocolate y los destapo. Sonrío, lo que se me ocurre con esto. —Doctor La Cruz —murmuro atrapando su labio inferior—, dejémonos llevar por la lujuria, saciemos esta necesidad de tenernos, hagamos de este lugar nuestro Edén e inmortalicémoslo en nuestras memorias. Su respiración cada vez está más agitada, sus manos se tensan en mis caderas, él sigue con los ojos cerrados, meto un dedo en el chocolate y se lo llevo a la boca. Trata de lamer mi dedo, pero lo retiro rápidamente. —Tranquilo Juan. Vuelvo a pasar mis dedos por sus labios llenándolo del rico