Habíamos tenido que quedarnos a causa de que los papeles aún no estaban listos.
Amir aún dormía, y casi lo prefería así, no quería que mi hijo sufriese más, y yo caminaba por los jardines junto a su hermana…
Mientras tanto Fatima entraba en la habitación de Amir, con un enorme peluche de un delfín bajo el brazo y una caja de sus dulces favoritos en la otra.
Los dejó sobre la mesilla de noche y miro hacia él, arrepentida, ya que lo último que había querido había sido dañar a aquel ni
La despedida para Amir fue insoportable, no dejaba de llorar y patalear, de decir a grito vivo que era injusto y que no quería marcharse de allí.Llegué al aeropuerto de Granada hacía más de media hora, pues la dirección que Ali me había dado pertenecía a un barrio de la ciudad, un barrio que no estaba lejos del centro histórico de la ciudad.Agarré la mano de mi pequeño príncipe, justo después de dejar las maletas en una de las taquillas de la estación, y cruzamos hacia la parada de taxi, para acto seguido entregarle la nota que Ali me había dado y observar como el hombre ponía rumbo al Albaicín, el antiguo barrio moro de la ciudad.Pagué al taxi y nos bajamos del auto, observando entonces la hermosura de aquel barrio. Agarré la mano
Nos quedamos unos días en Granada, en casa de mi suegra, Zuleima, una mujer que era todo un ejemplo de superación. Se había casado con Farah su esposo y vivían juntos en aquella casita, junto a sus dos pequeños. Pero aún así, parecía que ella no había olvidado a su antigua familia, y recibía noticias de un informante al que no quería mencionar, sobre sus hijos, cada año, por medio del correo.Era mi último día allí, y estaba sentada en la plaza, junto a mi suegra, mientras ambas mirábamos hacia nuestros hijos, que jugaban en la fuente. Parecían haberse hecho grandes amigos, y eso lo agradecí bastante, pues él no solía relacionarse con otros niños. Le costaba mucho confiar en los demás.Mi teléfono móvil comenzó a s
Esa noche me quedé en la mansión, pues Fatima no quería que me marchase tan pronto, quería que al menos esperase al día siguiente.Somos sus esposas – aseguraba en la cena, frente al resto de la familia. Aunque Ali no estaba, debía guardar reposo absoluto al menos aquella noche – debemos cuidar de él.Fatima tiene razón – añadía mi cuñada – deberías quedarte hasta que Ali se recupere.¿dónde está Amir? – preguntó mi compañeraLo he dejado con su abuela.No sabía que tu madre aún viviese, creo que Ali me dijo que ella…Con su abuela paterna.
Capítulo 23Unos años más tarde -Caminaba por la playa, sintiendo la suave brisa con olor a sal sobre mi rostro, mientras mis cabellos se movían hacia atrás, volando libres con el viento, con pies descalzos, sintiendo la esponjosa espuma de las olas sobre mis pies y los granitos de arena bajo ellos. Levanté la vista para ver a mi pequeño Amir, que ya no era tan pequeño, cabe destacar, tenía catorce años, y era lo único que me ayudaba a luchar cada día, era mi fuerza, mi razón de ser, la única esperanza que aún poseía.Amir está echo todo un hombre – dijo él, justo a mi lado, mientras yo asentía – era tan sólo un niño la última vez que le vi – aseguró, para luego agarrarme de la mano, impidiéndome que pudiese avan
Zuleima pegó un grito de alegría cuando Rashid entró en la cocina, y se echó a sus abrazos, aferrándose a él con fuerza.¿Cuándo has llegado? – preguntaba con curiosidad, justo después de besarle reiteradamente en la mejilla.Hace un rato, ¿mi hermano no te ha dicho nada? – preguntó con curiosidad, ya que él ya había estado allí, incluso había dejado las maletas en el otro cuarto de invitados, pues mi padre, se estaba quedando unos días con nosotros, justo después de una larga temporada en el norte de la península con el camión.¿Qué huele tan bien? – preguntaron los gemelos, entrando en la cocina, dirigiéndose hacia la olla en la que su madre estaba preparando la comida.Tajín &n
Amir había caído rendido en su litera justo igual que sus tíos, tan sólo los mayores bebían animadamente en el salón, mientras yo intentaba no pensar demasiado en lo que pasaría en cuanto Amir se marchase a Madrid a estudiar periodismo, sabía que aún quedaban algunos años, pero, aun así, me aterraba la idea de quedarme sola.Eh – me llamó Rashid, entre susurros, haciendo que me limpiase las lágrimas y mirase hacia un lado, no quería que él me viese en aquel estado – Aurora…Dime que pase lo que pase tú no me dejaras – rogué, egoístamente, haciendo que él sonriese, para luego cederme la mano, admirando como la cogía y me dejaba llevar hacia el salón, donde nadie pudiese escucharnos.Te lo dije aquel dí
Amir jugaba al fútbol junto a sus tíos, Rashid y Ali, mientras Zuleima y yo pelábamos las habas para hacer la comida.Estaba sentada sobre una silla, junto a la puerta de la casa de la abuela de Amir, mientras ellos jugaban frente a nosotras, en medio de la calle.Ali se quedará hasta finales de mes – aseguró la mujer, haciéndome salir de mis pensamientos y prestarle atención – así que no tienes que preocuparte por Amir mientras estés fuera.Gracias por todo, Zule… - comencé, pero ella me agarró del brazo, intentando reconfortarme, justo como solía hacer cuando estábamos a solas.Rashid es un buen hombre – aseguró, haciéndome sonreír al darme cuenta de que era lo que pretendía – y es guapo.No es as&ia
Por supuesto que no seguí el consejo de Rashid sobre comprobar si aún amaba a Ali, yo sabía perfectamente que era así, que le amaba, pero eso no arreglaría nada. Al llegar a mi habitación aquella noche, Ali ya no se encontraba allí, y yo me fui a la cama entonces.A la mañana siguiente, me despedí de la familia y de mi hijo, para luego emprender el viaje en el turismo de Rashid.Al llegar a Gibraltar, nos hospedamos en el mismo hotel en el que él solía quedarse, todos parecían conocerlo, y me hicieron sentir fuera de lugar desde el momento uno.Debes darte prisa – me decía él, mientras me ponía los pendientes con forma de estrella, al mismo tiempo que él se anudaba los zapatos – el coche vendrá a recogernos en cinco minutos.Asentí, mentalmente, intentando relajarme, ya que hac&i