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Libro 2. Alessia: Guardiana del Tiempo. Capítulo 1. Primer salto al pasado.

Alessia Di’Giotanno.

Londres, 4 de noviembre de 1890.

Es de noche y la fría brisa golpea mi rostro. Las calles están iluminadas por algunas farolas eléctricas y puedo ver cómo los coches se trasladan tranquilamente.

Aún puedo ver cómo las damas son escoltadas por los caballeros de la época. Paseos de cortejo, creo que les llamaban. Nunca presté mucha atención a la historia universal, hasta ahora.

Había sido un día agitado, al parecer, debido a la inauguración del primer ferrocarril urbano subterráneo electrificado. Fue un gran evento, según los periódicos. Es por eso por lo que aún es posible ver personas deambulando por las calles.

Suspiro, sin saber cuándo podré saltar nuevamente a mi época. Llevo en este lugar, por una semana. Gracias a las diosas por la gargantilla que me obsequió mi papá Alec cuando cumplí 8 años.

A esa edad, mi loba vino a mí. Es por eso por lo que papá me dio la gargantilla de regalo. Pude venderla y me dieron bastante dinero para poder alquilar una habitación en un hotel decente.

Los viajes en el tiempo cada vez se vuelven un dolor de cabeza. Por más que Sonya, la amiga bruja de mamá, me esté enseñando a controlarlo, hay ocasiones en que simplemente no puedo. Pero esta vez, mi don se pasó 3 cambios.

Por lo general, los viajes han sido cortos y dentro de mi mismo tiempo, es decir, han sido saltos sobre algunos días atrás u horas. Nada como esto.

El problema de no poder controlarlo es que me lanza en el tiempo sin esperarlo, como ahora. Un momento estoy mirando al horizonte en el bosque del palacio, con 9 años, y al siguiente minuto estoy aquí. En Londres. Siendo toda una mujer.

¡Rayos! Todo suena como sacado de un libro de ficción moderno.

“No eres la única que está cansada de esto, Alessia. Yo también estoy viajando contigo.” Me dice molesta Anja, mi loba.

Suspiro y le digo, “¡Diosas! Si no fuera por las historias de papá Alec, juro que estaría aterrada en este lugar. Nota mental: Prestar atención a las clases de historia universal.”

“Sí, esa es una buena nota mental. Ambas prestaremos atención a todas las clases, Alessia. El conocimiento es poder. Y nosotras necesitamos llevar ese poder donde quiera que nos lleve esta maldición.”

“Deja de decirle maldición, Anja… Es un don que debemos aprender a controlar.  Así como nuestros padres tuvieron que aprender a manejar sus dones.”

Veo cómo se sienta, resoplando, molesta.

“Sabes que tengo razón. Eso pasa por nacer en una familia de lobos legendarios. No nos queda de otra, sino que aprender y elevarnos a la ocasión, como dice mamá. Recuerda qué es lo que se espera de la próxima reina suprema. Es difícil vivir bajo las expectativas de tus padres cuando los tres son reyes.”

“Alessia… ¿Cómo estará mamá? La extraño demasiado.”

“Yo también, Anja. Espero no aparecer mucho tiempo después de que dé a luz a los trillizos.”

“¿Crees que nosotras también tendremos tantos cachorros?”

“Por nuestro bien, espero que no.”

Anja asiente en silencio. Volví a suspirar, mientras ingresamos al restaurante del hotel. Pido una mesa pegada a la ventana. Si bien, hay muchas cosas que no entiendo de esta época, hay algo que me tiene completamente fascinada: la ropa.

Mientras permanezco sentada en la silla del restaurante, mirando por la ventana los distintos atuendos que aparecen por delante de mi vista, perdida en mis pensamientos, una voz masculina, ronca y aterciopelada, me dice, “Disculpe, señorita. ¿Le puedo hacer compañía?”

Frunzo el ceño, molesta, por la persona que me saca de mis pensamientos. Giro la cabeza y ahí lo veo. El olor a menta y lavanda me golpea aturdiéndome y, junto con Anja, gritando en mi cabeza, lo único que puedo decir es “pareja.”

Él me sonríe galante y se sienta en frente de mí. Me observa con la ceja levantada y dice, “¿Qué haces aquí, Alessia? No deberías estar aquí.”

Me quedé totalmente aturdida. Anja me dice, “¿Sabe tu nombre? ¿Cómo es eso posible?”

Él se ríe y dice, “Puedo escucharlas a ambas, Anja.”

Ambas nos quedamos en silencio. Ninguna quiere ni siquiera pensar en algo por miedo a ser invadida tan descaradamente.

Anja levanta una ceja mientras dice, “Pues no es educado escuchar conversaciones ajenas, Jean Paul.”

Veo cómo él abre la boca en asombro, sin decir nada. Yo aprovecho de salir de mi propio estado de asombro y le digo, “¿Sorprendido? Pues no eres el único que puede escuchar conversaciones ajenas, pareja.”

Una sonrisa se forma en sus labios mientras dice, “Veo que hay mucho que debo aprender de ti, pequeña pareja luchadora. Pero ahora no es el tiempo de hacerlo.”

Frunzo el ceño mientras digo, “¿y cuándo será eso?”

“En otra época y en otro tiempo, Alessia. Te encontraré y por fin podremos estar juntos. Llevo océanos de tiempo esperándote.”

Suspira y continúa diciendo, “verte ahora, convertida en una mujer, me hace tener la certeza de que en verdad existes, me da el empuje para continuar esperando a que nazcas y a que el destino nos vuelva a reunir.”

Entrecierro los ojos observándolo. No es como nadie de mi tiempo. Solo lo escucho, al igual que Anja, sin compartir ningún comentario.

Él sonríe y dice, “Pues creo que ya es hora de que partas. Debes volver con tu madre.” Suspira y continúa diciendo, “Recuerda mis palabras Alessia. Te encontraré.”

Toma mi mano, y puedo sentir las chispas de las que todos hablan. La besa y en un segundo más tarde, siento que soy arrancada de esta realidad.

Mi cuerpo se retuerce entre el espacio y tiempo a una velocidad que mi cerebro no puede decodificar y sin siquiera notarlo, estoy de vuelta en mi realidad

Me río por lo que acaba de pasar cuando escucho, “¿Dónde te habías metido? Desapareciste ante mi vista, nena. ¡No me hagas eso de nuevo!”

Observo a mamá y estoy tan agradecida de que esta vez, en esta realidad, no ha pasado el tiempo. Fui devuelta en el momento exacto en el que partí.

Suspiro y le digo, “Estaba con mi pareja, mamá.”

Veo como abre mucho los ojos y en un susurro dice, “¿Qué?”

Intento responderle de la forma más natural del mundo, “Si mamá. Lo conocí. Es más, hablé con él y me dijo, pequeña pareja, debes volver con tu madre. Aún no es tiempo de estar juntos. Pero no te preocupes. Yo te encontraré.”

Continúo diciéndole, “Después, beso mi mano y yo ya estaba aquí de nuevo.” Sin ganas de tener que ahondar en lo que pasó, ya que nadie sabe de este don, excepto por Sonya, le digo, “¿Puedo volver a la casa, mama? Estoy cansada.”

Mamá solo se queda viéndome y sé que tiene mil preguntas, sin embargo, solo responde, “Sí, cariño, ve.”

Camino lentamente hacia la casa, intentando idear un plan para poder lidiar con mi familia, con sus preguntas y con este don, el cual intuyo, será un verdadero dolor en el trasero.

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