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Capítulo 4. Voces.

Isabella Di´Giotanno.

Como el entrenamiento es de dos horas, yo solo entreno la primera hora en forma humana. Luego, todos se desnudan para transformarse en sus lobos.

En las manadas, la desnudez no es gran cosa, ya que constantemente uno se debe desvestir para poder transformarse y no romper la ropa en cada ocasión.

Así que mientras voy caminando hacia las graderías, algo no me deja quitarle los ojos encima a Eric. “¡Diablos! ¡Pero qué músculos! ¡Oh por la diosa! ¡Pero qué polla tiene ese hombre! ¿Es mitad elefante o qué? ¡Y ni siquiera está duro! No importa, de igual manera, ¡pasaría mi lengua por cada centímetro de ese cuerpazo!” Dice la voz femenina que no es la mía.

“¡Mierda! ¿Pero qué es lo que pasa conmigo hoy? ¡Es Eric por Dios! Es mi amigo, ¡es mi mejor amigo! ¿Por qué mi subconsciente lo ve como si quisiera cogérselo de mil formas posibles? —Me pregunto.

“¡Por qué eso es lo que queremos!” Vuelve a hablar la misma voz.

“¿Eh? ¡Me estoy volviendo loca! ¡Escucho voces!” Estoy asustándome.

“¡Qué no te estás volviendo loca chica!... ¡Soy yo! ¡Déjame pasar! —dice la voz.

“¿Qué? ¿Quién? ¿Aló? ¿Qué está pasando?” Comienzo a hiperventilar.

“¡¿Por qué está tan estrecho aquí?! ¡Ahhh! No se puede, no puedo rasgar el velo, aún es muy pronto, demasiado pronto. Isabella, prepárate para la luna llena.” Termina de hablar la mandona voz femenina.

En el instante en que escucho todo eso, me pongo de pie y doy un grito, asustada de mí misma, cuando me doy cuenta de que todos los ojos están puestos en mí.

Salgo corriendo lejos de las miradas curiosas, mientras busco desesperada el aire. Respiro entre cortadamente, mientras pienso, ¿qué m****a me está pasando? Necesito respuestas.

Corro a la biblioteca y pido en el mostrador todo tipo de libros que contengan las referencias de “oír voces” y “hombres lobo”.

Comienzo por leer anatomía básica de un hombre lobo, y luego paso a los libros obligatorios de la preparatoria. A la mitad de la lectura me siento como una completa idiota. Todos los libros apuntan a que es posible que mi loba esté viniendo a mí.

Olvidé completamente que cumplo dieciocho años la próxima semana, debido a todo el drama con Eric y Juliette. La voz dijo, "Prepárate para luna llena.”

Así que quizás vendrá ese día. ¡Mi sueño de tener a mi loba por fin se hará realidad! ¡Alguien con quien podré compartir mi vida! ¡Debo contárselo a mamá!

Guardo todos los libros y se los devuelvo a la señora Thompson, la bibliotecaria de la escuela. Esta mujer siempre es muy cariñosa conmigo, me regalonea con todos los nuevos libros que llegan allí.

Soy la primera a la que se los entrega, y siempre está pendiente de darme recomendaciones para leer. Sí, lo admito. Soy una nerd.

Salgo de la biblioteca y corro al estacionamiento con dirección hacia mi auto cuando soy interceptada por un puñetazo que me desestabiliza y me lanza un par de metros y me deja tirada en el suelo.

Me giro para ver a mi atacante cuando veo a Juliette de pie frente a mí, la cual poseía una mirada de furia y un atisbo de malicia en sus ojos. “Hasta que lo lograste, puta... ¡Me dejo! ¡Tú siempre planeaste esto!”

“Tú querías que Eric terminara conmigo, ¡siempre lo supe! Pero ¡no permitiré que sea tuyo! ¡No lo permitiré! ¡Eric, es mío zorra! ¡Es mi nombre el que grita por las noches! ¡Tú jamás podrás darle lo que yo soy capaz de darle!”

Yo replico: “Y a ti, ¡qué m****a te pasa, loca! ¡Estás paranoica! ¡Tú lo engañaste! ¡Fuiste tú quien arruinó su relación! Y por la diosa, qué asquerosa eres… De todos los chicos de la escuela, ¿tu primo? ¿Es en serio? ¿Y tienes el descaro de venir y sacarme en cara algo en lo que yo no tengo nada que ver? ¿Acaso eres así de idiota?”

Veo sus labios moverse cuando ambas nos congelamos en nuestro puesto al escuchar el más estruendoso rugido que venía desde la puerta del gimnasio.

Eric se lanza sobre Julie a una velocidad que a penas logró captar... ¡No en vano tiene rango nivel oro! Él le dice: “¿Qué fue lo que te dije, Juliette? ¡Déjanos en paz! ¿Por qué la golpeaste? ¿Quién te crees que eres? ¡No eres nada!"

Julie mira con ojos llorosos a Eric, tratando de acariciar su cara estando bajo de él en el suelo, a lo que Eric le toma su mano, inmovilizándola completamente, diciéndole: “¡Ni de coña, Juliette! La oportunidad se fue. ¡La próxima vez que te vea haciendo algo así, no será una advertencia! ¡Vete de aquí!”

Luego, ella dice “Pero Eric…”

“¡QUE TE VAYAS DE AQUÍ DIJE JODER!” Dice Eric.

Y así fue como Juliette se levantó del piso, nos miró a ambos con sus ojos llenos de lágrimas y corrió hacia su auto, desapareciendo por completo de nuestra vista.

“¿Estás bien?” Me pregunta Eric.

“Sí, lo estoy. Solo un poco magullada.” Le digo.

“Lo siento mucho, Isabella. Jamás pensé que Juliette sería capaz de hacerle daño a alguien. ¡Y mucho menos a ti! De haberlo sabido, jamás te habría dejado sola. Me habría quedado contigo.”

“No, tranquilo, está bien. De todas formas, no es tu culpa. No teníamos cómo saber que Juliette perdería la cabeza, pero, por favor, Eric. ¡Aléjate de las locas! ¿Amo mi vida, está bien? Y, al parecer, para ser tu amiga debería venir con una tarjeta de advertencia.”

Eric me regala su hermosa y perfecta sonrisa a lo que acabo de decirle, mientras me dice, “Juro que intentaré permanecer alejado de las locas.”

Mientras me lo dice, me ayuda a ponerme de pie mientras revisa mis heridas. Tengo un par de moretones en mi cadera y en mi cintura, debido a que aterricé en el suelo de costado. Demonios, qué fuerza tiene esa loca...

¿Quién creería que la señorita perfección es una total lunática y psicópata? ¡Rayos! Al no tener un lobo, mi proceso de curación básicamente es comparable al de un ser humano. Superlento y muy doloroso.

“¡Demonios Isa! “Déjame llevarte con Scott”, me replica Eric.

Scott es el médico jefe de la manada. Un estupendo ser humano, que se encuentra en sus cuarenta y algo, y se rumorea que él con la señora Thompson “son algo”. Si es así, aplaudo la relación. ¡Bien por ellos!

“¡Que no, te digo! Si me llevas, mamá lo sabrá y ya no quiero más dramas con nadie. Solo quiero ir a casa. ¿Me puedes llevar a casa? No quiero conducir así.” Le digo.

Él resopla y luego dice, “Está bien. Solo si prometes tomarte algún calmante para el dolor.”

“¡No tienes que decírmelo dos veces!” Yo replico.

Él suspira y dice, “Está bien, vámonos a casa.”

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