Isabella Di’Giotanno.Nueve años después.Estamos reunidos en los jardines privados del palacio, disfrutando de un soleado día de pícnic. Cuando veo a los gemelos, Andrew y Edmond correr hacia el bosque.“Eric, anda y busca a tus hijos... me cuesta trabajo moverme. ¡Ayúdame!”“Pero nena, deberías quedarte sentada. El médico ya nos dijo que en cualquier minuto ese trío nacerá.”“No me lo recuerdes. ¡Por un demonio! ¿Por qué me dejé convencer de tener más hijos? Pero no, nunca aprendo. Mellizas, gemelos y ahora trillizos.”Ahora miro a Alec y Eric con total molestia mientras les digo, “¡Les juro a los dos que les cortaré los testículos en señal de protesta si vuelven a embarazarme!”Eric asiente, sonríe en silencio mientras lo veo correr detrás de los pequeños de cinco años. Aryan se ríe también, mientras apoya su cabeza en mi regazo.Mi pequeño guerrero, que ya no lo es, tiene 14 años, recién cumplidos.Es un joven precioso, con sus ojos azules, brillantes y expectantes, extremadamente
Alessia Di’Giotanno. Londres, 4 de noviembre de 1890. Es de noche y la fría brisa golpea mi rostro. Las calles están iluminadas por algunas farolas eléctricas y puedo ver cómo los coches se trasladan tranquilamente. Aún puedo ver cómo las damas son escoltadas por los caballeros de la época. Paseos de cortejo, creo que les llamaban. Nunca presté mucha atención a la historia universal, hasta ahora. Había sido un día agitado, al parecer, debido a la inauguración del primer ferrocarril urbano subterráneo electrificado. Fue un gran evento, según los periódicos. Es por eso por lo que aún es posible ver personas deambulando por las calles. Suspiro, sin saber cuándo podré saltar nuevamente a mi época. Llevo en este lugar, por una semana. Gracias a las diosas por la gargantilla que me obsequió mi papá Alec cuando cumplí 8 años. A esa edad, mi loba vino a mí. Es por eso por lo que papá me dio la gargantilla de regalo. Pude venderla y me dieron bastante dinero para poder alquilar una habita
Isabella Di'Giotanno Siempre creí que era diferente. Es más, siempre tuve la certeza de que así era. La mayoría de nosotros cambiamos por primera vez alrededor de los diez años, pero ese no fue mi caso. Así que, aunque nadie me hizo sentir extraña, sí me sentí como “la rara.” Creo que mi apellido evitó que los demás me rechazaran. Al contrario de lo que ocurre en la mayoría de las manadas del mundo, en esta, mi madre es la beta. Esta manada es originalmente de nuestra Luna, pero ella la transfirió al alfa cuando tuvo a su primer cachorro: Eric. Eric es el hijo mayor del Alfa y es el amado de toda la manada. Es un chico genial. Dulce, inteligente, gracioso y encantador. Es mi mejor amigo y lo quiero muchísimo. Cumplirá diecinueve años el próximo mes. ¿Creerán que es extraño que, con casi diecinueve años, aún esté en preparatoria? No tiene nada de extraño. Cuando cumplió dieciséis y luego de asistir a la Valoración, Eric se fue de intercambio escolar a la manada real. Allí, estuvo
Isabella Di'Giotanno. Desperté con un grito ahogado, bañada en sudor. Esta pesadilla fue más real que las demás. Soñé que todo era arrasado por fuego. La casa de la manada era reducida a cenizas y pícaros nos atacaban por doquier y veía cómo toda la manada luchaba con fiereza. ¡Diosa! ¡Deja de enviarme esas pesadillas! No es la primera vez que sueño cosas así, pero en este último año, se han intensificado. No se han vuelto realidad, así que por lo menos me quedo tranquila. Es muy probable que sea el efecto de mi muy activa imaginación. Me levanté, bajé las escaleras y me dirigí a la cocina por un vaso con agua. Al encender la luz casi pego un grito al ver a Eric sentado en la oscuridad. “¡Qué m****a, Eric! ¡Qué haces ahí en la penumbra! Pareces un vampiro con los ojos brillantes en la oscuridad. ¡Casi me matas del susto! —le digo jadeando. “Perdón, perdón, ¡no quise asustarte!” “Que haces aquí de todos modos. ¿Te ha pasado algo? ¿Por qué no estás durmiendo?” Él me mira extraña
Eric Lafallete. Poder volver a hablar con Isabella, me deja más tranquilo. Sé que la cagué. La dejé por Juliette, pero fue un error. Isabella es a la que amo y eso causó muchos problemas en la relación. Peleábamos continuamente por esa razón. Yo no quería asumir nada entre Isabella y yo porque siempre me aclaraba que éramos solo amigos. Ella me devolvía directamente, sin escalas y sin retorno, a la zona de amistad, cada vez que quería llevar las cosas más lejos. Así que me cansé en seguir insistiendo y ahí fue cuando decidí darle una oportunidad a Juliette. Me desilusioné profundamente cuando cumplí dieciocho y me di cuenta de que Isabella no era mi pareja destinada. Aun mi lobo lo recuerda y se queja. ¡Dándome una gran jaqueca! Anouk, mi lobo negro, es… Hum… como poder ponerlo en buenas palabras. Es un gusto adquirido. Debes conocerlo para saber que es un gran romanticón, con un distintivo sentido del humor, el cual habla como si hubiera nacido en New Jersey. Él me mira molesto
Isabella Di´Giotanno. Como el entrenamiento es de dos horas, yo solo entreno la primera hora en forma humana. Luego, todos se desnudan para transformarse en sus lobos. En las manadas, la desnudez no es gran cosa, ya que constantemente uno se debe desvestir para poder transformarse y no romper la ropa en cada ocasión. Así que mientras voy caminando hacia las graderías, algo no me deja quitarle los ojos encima a Eric. “¡Diablos! ¡Pero qué músculos! ¡Oh por la diosa! ¡Pero qué polla tiene ese hombre! ¿Es mitad elefante o qué? ¡Y ni siquiera está duro! No importa, de igual manera, ¡pasaría mi lengua por cada centímetro de ese cuerpazo!” Dice la voz femenina que no es la mía. “¡Mierda! ¿Pero qué es lo que pasa conmigo hoy? ¡Es Eric por Dios! Es mi amigo, ¡es mi mejor amigo! ¿Por qué mi subconsciente lo ve como si quisiera cogérselo de mil formas posibles? —Me pregunto. “¡Por qué eso es lo que queremos!” Vuelve a hablar la misma voz. “¿Eh? ¡Me estoy volviendo loca! ¡Escucho voces!” Est
Isabella Di'Giotanno. Eric condujo directo a casa. Durante todo el camino a penas hablamos. La verdad es que estaba totalmente absorta en mis pensamientos y el dolor de la caída provocada por la psicótica de Juliette. Me tomé unos calmantes que Eric compró antes de conducir a casa, pero no me hacen mucho efecto la verdad. Mis pensamientos están puestos en la idea de tener a mi loba, ya que me ilusionaba mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir. Al llegar a la casa de la manada, Eric estaciona mi escarabajo, mientras apaga el motor le pregunto, “Eric, ¿cómo es tener un lobo?” “¿A qué te refieres?” “Me refiero a que ¿cómo se siente tener que compartir tu cerebro y tu cuerpo con otro ser?” Él parece pensar por un momento y luego responde, “¡Ah! ¡Eso! Bueno, la verdad es genial. Tengo a Anouk desde mucho antes de cumplir los diez años, así que es más de la mitad de mi vida con él. Tenerlo significa… Grandes dolores de cabeza, honestamente.” Me lo dice dándome una gran sonrisa
Isabella Di'Giotanno. Una semana ha pasado y mi loba se ha vuelto silenciosa. Luego de su última indicación, no me ha vuelto a hablar. Hasta creo que lo soñé, haciendo que toda esta situación me provoqué una profunda ansiedad. ¡Maldita loba! Mi cumpleaños es mañana y hoy es luna llena. Estoy muy nerviosa porque sé que mi vida cambiará drásticamente. Dicen que el primer cambio es muy doloroso y yo, teniendo casi dieciocho, me estoy preparando mentalmente para ese nivel de dolor. “Hoy es luna llena. ¿Estás nerviosa? —dice Eric. “¿Qué es lo crees? ¡Dah!” Le respondo un poco enojada. “WOW, pero qué genio. Ojalá que tu loba sea más simpática que tú," Eric lo dice resoplando. Le blanqueo los ojos a Eric mientras le saco la lengua, a lo que él replica con un tono serio y mirándome fijamente a los ojos, “No me saques la lengua, si no quieres que haga algo travieso con ella.” “¿Qué?”, le pregunto confundida. “Olvídalo.” “¡Aquí estaban!” Dice entrando Luna, Ayme, Alfa, Patrick y mi mad