II- La Virgen del Mafioso.

Fabrizio no paraba de ver a Aysel y su tranquilidad. Ella, unas horas antes, no paraba de llorar por ver al guardaespaldas muerto. Estaba herido gravemente, pero no tan muerto como para llamar a su familia. Le había declarado la guerra a los americanos y acabaría con ellos cuando tuviera la oportunidad. Debía borrar el rostro de la turca de cualquiera que la vió.

—Nunca me dejaste llamar a mi madre. ¿Puedes decirme mínimo como está ella? —le preguntó, con voz ronca.

Ya el acento turco no se le escuchaba tan fuerte como antes. Ella no tenía una voz fina, pero sí demandante. Miró su mejilla inflamada y el labio roto.

—Eres médico. ¿Por qué no te tratas el golpe en tu cara? Sanas a todo el mundo, pero te olvidas de ti misma —ignoró las preguntas de Aysel.

Ella suspiró y miró hacia la ventana del jet privado.

—¿Qué más puedo hacer? Mi labio partido ya lo traté y mi mejilla, bueno, también estoy en el proceso de evitar el dolor —le enseñó una bolsa de hielo, pero no lo miró.

—¿Por qué n
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