VI- La Virgen del Mafioso.

Aysel lloró y lloró hasta que se durmió en los brazos de su hermano mayor. A Emir le dolía ver lo triste que se encontraba su hermana, pero no podía hacer nada. La decisión de su madre fue esa y tuvo que respetar su voluntad hasta el final. Le hubiese gustado que compartieran más durante el último año, pero ya no podía cambiar la situación y la seguridad de su hermana era lo principal en la mansión.

Fabrizio se quedó con ella y dejó que Emir se fuera de su oficina. Él la vió dormir plácidamente en su regazo, porque, por supuesto, no permitiría que ella durmiera sola en el sofá. Sus hermosos ojos estaban inflamados y su voz era más ronca de lo normal. Fabrizio mentiría si decía que Aysel tenía una voz fina. Era melodiosa, pero fuerte.

A diferencia de cómo se veía en ese momento, mientras acariciaba su cabello.

—Anne... —murmuró Aysel, mientras dormía.

La vida no había sido fácil para ninguno de los dos, pero esa mujer turca, no merecía sufrir así.

Uno de los hombres de Fabrizio tocó
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