Capítulo 1

En la actualidad...

Sicilia-Italia.

Le había tomado cinco años, con tres meses, catorce días, diecisiete horas y cincuenta y cinco segundos, adaptarse a no tener a Thomas en su vida. Para Alessandra De Santis, la vida le había golpeado durísimo y sin tregua. Muchas noches se preguntó si ella había hecho algo mal, si había hecho enfadar a los dioses y no sé, tal vez, en su vida pasada, se metió con alguien muy malo y ella debía pagar ahora.

Ella había perdido al primer hombre de su vida, el que más amó y le enseñó el arte de amar y ser amado. Alessandra venía de un mundo en donde el cariño es una muestra innecesaria, pero el asesinar te hacía grande.

Lamentablemente, ella se enteró de que sería madre un día antes de la muerte de Thomas, solo que no hubo tiempo para poder decirle. Tampoco quiso hacerlo en el momento de su ejecución porque sabía que él moriría y se llevaría esa pena para la eternidad.

Ella no era la persona más creyente de todas, pero no quería que su gran amor, quedara penando en este mundo cruel.

—Señorita De Santis, debe terminar de ver los perfiles de las jóvenes que su padre traerá a Italia —le informaba su secretaria.

—¿Acaso sabe que quiero destruir su plan? —le preguntó, recostándose en su silla.

—No, solo lo sabe usted, pero el capo está sospechando de sus constantes viajes hacia Alemania.

—Bueno, soy la encargada de todo lo asqueroso que ellos hacen. Ni modo que trabaje desde aquí —dijo con amargura.

La puerta de su oficina es abierta y la silueta de su amigo hizo acto de presencia.

—Te encontré de buen humor, piccola —se burló Fabrizio, sentándose en la silla—. Vete, no tienes nada que hacer aquí ahora.

La secretaria salió lo más rápido que sus pies le permitieron y la sonrisa de Alessandra llamó su atención.

—Deja de asustar a mis empleados, piccolo. El presupuesto no me da para contratar semanalmente a tanta gente —se quejó la castaña—. ¿A qué se debe tu visita por aquí?

—¿Llamaste a Alessandro? Al parecer está nervioso por el compromiso. No entiendo para qué se va a casar si ella no me genera ningún interés en la organización.

—Andrea De Santis —respondió, de solo mencionar ese nombre, todo su interior le producía asco.

Fabrizio la detalló y notó como los ojos llenos de vida que su pequeña amiga tuvo, habían desaparecido después de regresar de Alemania hace cinco años. Dijo que su novio y su hijo habían sido asesinados por su padre, pero lamentablemente, en la organización, cada jefe de familia se encargaba de sus asuntos y el único que podía vengar a su hermana, era Alessandro.

—¿Algún día le dirás? Es tu hermano y merece saber lo que te hizo tu padre. Soy el capo de la organización, pero no puedo intervenir en todos los problemas familiares. Empezaría una guerra y...

—Alessandro admira a mi padre. Es su héroe y no voy a quitarle nada. Que su futura prometida le quite todas las ilusiones con respecto a él. Por mi parte, seguiré atacando a esa inútil para que uno de ellos haga algo.

—¿Qué te asesinen? —la chica asiente, logrando que Fabrizio se ría—. Sobre mi cadáver te ponen un dedo encima. Y confía más en tu hermano. Eres su luz, piccola. Solo estás ciega de odio.

—Mataron a mi famiglia, piccolo. Perdona no poder tener una felicidad rebosante.

Y era cierto, se había amargado desde que regresó a su infierno. Alessandro la protegía al igual que Fabrizio, pero a ella no le importaba.

Solo quería irse de la organización.

Nadie se atrevió a decir, absolutamente nada, sobre su partida y Andrea, su padre, vivía con el miedo constante, de que su hijo o el capo, se enteraran de lo que le había hecho a su protegida.

—Alessandro jamás lo perdonaría por haberte herido, pero es tu decisión —suspiró pesadamente—. ¿Qué hay en Alemania? Vas muy seguido allá y quiero saber que escondes.

—Tengo dos amigas que son médicos. Estoy trabajando con ellas, pero no sé cómo tocar el tema de la mafia. Ya sabes, siempre se van —lo miró resignada—. Llamaré a Alessandro en un rato. Tal vez logremos ir a comer con él.

Ambos siguieron hablando sobre cosas triviales, para mejorar sus ánimos. Fabrizio había perdido a su hermana menor y los hermanos De Santis, se habían convertido en su refugio.

Los tres se cuidaban mucho, solo que la terca de Alessandra, no lograba verlo de esa manera.

***

Habían tomado la decisión de verse en un restaurante ruso muy famoso en la ciudad. Era una zona neutral y no había necesidad de guardaespaldas, pero por precaución, los matones de su hermano y amigo, se hacían pasar por civiles.

—¿Cuándo anuncias el compromiso con la inútil? —bebía de su vino, al ver la molestia de su hermano.

Lo había extrañado mucho.

—¿En serio serás así? Teníamos un mes sin vernos y...

—Mejor pido la cuenta —interrumpió Fabrizio.

—¿Pero estás viendo que es ella? Vine porque estoy preocupado y Alessandra empieza todo, Fabrizio —se quejó el italiano.

—Como lloras, Ale. ¿Eso fue lo mejor que te pudiste conseguir para que fuera tu sottocapo, piccolo? —lo miró con diversión—. Deberíamos hacer una búsqueda de nuevo mano derecha.

—¿Tú crees? —mira al aludido—. Necesito un tipo rudo, no eso. Gracias, piccola. Siempre me salvas de mis desastres.

—¡Oigan, sigo aquí! —se quejó, pero los tres se echaron a reír.

Alessandra los miró con amor, ellos eran su única familia y aunque estaba resentida con su hermano, había momentos de tregua, en donde la vida le dolía menos. Odiaba a su padre a muerte, pero no dañaría a su hermano y le causaría una herida a las múltiples que él ya tiene.

Era una situación difícil para ella porque quería acabar con su padre, pero la única persona que podría hacerlo sin tener problemas, estaba sentado frente a ella, discutiendo tonterías con Fabrizio.

«La vida es tan injusta conmigo», pensó, tomando un trago amargo del vino, para pasar el nudo que se había formado en su garganta.

Ya no lloraba por Thomas ni por su hijo. Se había resignado a estar sola y moriría cuando encontrara venganza o, cuando saliera huyendo de la organización.

—Ale, te presento a uno de mis soldatos. Él desde ahora se va a encargar de la seguridad de la casa. No estoy confiando en mi padre y en las constantes discusiones que tienes con él —le informa su hermano.

Ella alzó la vista al hombre corpulento que se paró frente a ellos. Alessandra alzó una ceja y lo miró despectivamente.

No confiaba en los nuevos y mucho menos si eran para su casa. En esa mansión Alessandra no existía.

—¿Lo contrataste tú o Andrea? —apartó la mirada, cuando le preguntó a su hermano—. No confío en nadie que sea enviado de tu padre, Alessandro.

—¿Cuál es la parte que no entiendes que es mi soldato, Alessandra? No estoy en casa tanto tiempo como tú y él será el encargado de cuidarte mientras estés ahí —ya se había cabreado.

—¿Acaso no tienes nombre? —miró de reojos al hombre.

Él le dió una sonrisa cínica y se presentó.

—Dereck Collins —no extendió su mano y tampoco volvió a hablar.

—Me recuerdas a Bastian... —se levantó de la silla—. Ya es tarde, así que iré a casa. ¿Se viene conmigo o todavía no empieza su turno?

Dereck pudo sentir la burla en la voz de la mujer, pero solo guardó silencio y sí, recordó a su buen amigo, Bastian Zervas.

—Dereck, ve con ella y recuerda todo lo que te dije. Las únicas órdenes que debes obedecer son las mías —Alessandra lo miró mal—, y las órdenes que consideres necesarias de mi hermana.

—Bien —le extiende su mano—. Deme las llaves del auto. Voy a conducir por usted.

—¿Acaso crees que no puedo manejar mi propio auto?

—Puede, pero debo llevarla a su casa y así poder empezar mi turno. Si usted no llega, no me pagan —respondió con sarcasmo.

Ella se enojó y se acercó a él, de manera amenazante. La diferencia de tamaño era abismal, pero eso no la detendría.

—¿Acaso no sabe quién soy yo? Podrías estar cavando tu propia tumba en este instante.

—Alessandra De Santis, hermana menor del sottocapo y protegida del capo de la Cosa Nostra —la miró con tanta frialdad, que ella se sintió extraña—. Sé exactamente a quién me estoy enfrentando. Miedo no tengo y cobarde no soy. Así que si ya se encuentra satisfecha con mi respuesta, deme las llaves del auto para poder llevarla a su casa y así poder empezar mi turno de trabajo.

Ella quiso llorar, pero disimuló para que nadie lo notara. Dereck miró ese pequeño cambio y supo que algo la había afectado.

—Los llamaré si hay algo nuevo. Fue lindo verlos después de tanto tiempo —se despidió de ellos, le entregó las llaves a Dereck y salieron del restaurante.

Las palabras, que le había dicho el insolente soldado, habían despertado un recuerdo olvidado y doloroso.

«Sé a quién me estoy enfrentando», eran las palabras que había dicho Thomas cuando se enteró de su identidad.

Se tambaleó antes de entrar al auto, Dereck la sostuvo, logrando que ella le diera una mirada de odio.

—En tu vida, vuelvas a ponerme una mano encima —le advirtió, soltándose de su agarre—. De lo que veas en esa casa, trata de no decirle todo a Alessandro.

—¿Qué gano yo si guardo silencio? —estaba pálida, pero él intentó que ella recibiera un poco de aire fresco, antes de irse en el auto—. Puedo morir por desleal...

—¿Qué quieres? Te doy algo si tú me das algo. No veo que sea un mal trato... —intentó convencerlo.

—Por lo visto no tienes una buena relación con los tuyos —se acercó y abrió la puerta del auto—. ¿Acaso quieres escapar?

La tensión de Alessandra, lo hizo sonreír. Había dado en el clavo en cuestión de segundos.

—¿Qué quieres?

—Yo tengo conocidos que te pueden ayudar a escapar de lo que no te gusta, Alessandra...

Le cabreó que no la tratara con respeto, pero ya había sido descubierta y necesitaba ayuda para irse y encontrar el cuerpo de Thomas.

—Te doy toda la información de la mafia si me ayudas a escapar —él alzó una ceja—. Ayúdame a guardar el secreto de lo que pasa en esa casa. Te entrego la cabeza de Andrea De Santis si la quieres... Pero ayúdame a escapar y encontrar en donde mi padre tiene escondido a una persona importante para mí.

Dereck ladeó la cabeza y miró a los lados.

—Depende de lo que vea, haré el trato contigo, pero debes prometer que me darás todo lo que te pida de la organización.

—Haremos un contrato... No hoy, pero haremos un contrato —respondió con rapidez.

Muy en el fondo de su amargura y resignación, ella quería escapar y encontrar en donde estaba enterrado Thomas y Dereck, él necesitaba toda la información necesaria sobre ellos.

Alguien iba a vender a la organización y otro, iba a engañarlos.

Una línea imaginaria había sido cruzada y fue directamente hacia la boca del lobo.

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