Capítulo 4

La mañana siguiente fue todo un poco más tranquilo. Alessandra estaba completamente adolorida y sentía como a su cuerpo, que ya estaba frío, le resultaba difícil hacer una tarea tan simple como levantarse. Le ardían los ojos de tanto sollozar en la noche y esperaba profundamente que Collins no se diera cuenta.

Ella siempre había sido ignorada y esperaba que él no también lo hiciera.

Se levantó con la poca fuerza que la caracterizaba. No era débil porque no supiera defenderse, pero hace mucho tiempo, ella se dejó morir. Giró su cabeza hacia el musculoso tirado en el suelo, que parecía estar profundamente dormido. Siguió su camino al baño para darse una ducha fría, por supuesto.

Dereck sí había dormido al inicio, pero los sollozos de su jefa, lo habían mantenido en vela toda la noche. La vió dirigirse al baño y tensó la mandíbula al notar como caminaba. Ella iba con un brazo cubriendo su estómago, y con el otro, intentaba tocar las paredes para mantener el equilibrio.

—¿Se encuentra bien? —se levantó del suelo, para ir hacia ella.

Alessandra se metió al baño y cerró la puerta con la rapidez que le permitió su cuerpo.

—¡Estoy bien! —le respondió acelerada, alejándose de la puerta, se miró en el espejo—. Cada día doy más vergüenza...

—La vi levantarse de la cama con dificultad. ¡Abra la puerta! —le ordenó, interrumpiendo su conversación con ella misma.

—Me voy a bañar, estoy en mis días rojos... eso es todo. Ve a desayunar, no quiero que te pierdas la hora de la comida.

Dereck sonrió por la sugerencia de la mujer que había llorado toda la noche.

—Abre la puerta o llamo a tu hermano. No soy un hombre de paciencia —en ese momento, aunque no la trató como siempre, su voz se escuchó amenazante.

—No me faltes el respeto, Collins. Solo ve a desayunar y no pierdas tiempo. Saldré en un minuto después de bañarme —se sacó la ropa y vió como los golpes estaban marcados en su pálida piel.

El frío del baño era igual al de la habitación y, el agua, Dios, se metía entre sus poros y la hacía temblar. Su padre la odiaba tanto, que si ella moría congelada, le haría un favor a él.

Dereck escuchó el agua correr y movió dos veces más, el picaporte de la puerta. Suspiró, recogió sus cosas y salió de la habitación. Era más cómodo dormir en la calle. La sabana de Alessandra era tan fina, que supo inmediatamente, que no la arropó. Bajó a la cocina y tomó una ducha, al volver a donde Alessandra, tenía una taza de café y un sándwich para ella.

—Traje comida. Salga para comer juntos —le informó, al tocar la puerta del baño—. Señorita, necesito que salga del baño...

No hubo respuesta de su parte y él comenzó a sentirse ansioso. Tocó la puerta tres veces más y siguió sin recibir respuesta.

—¡Alessandra, abre la puerta! —intentó abrirla—. ¡Voy a entrar!

Pateó una sola vez la puerta y logró abrirla. La encontró sentada en la punta de la bañera con los ojos rojos. Su cuerpo titiritaba de frío, mientras su cabello goteaba a su alrededor.

—Entraste... —lo miró con dolor.

—Mierda... —fue hacia ella y le puso su chaqueta encima de la toalla—. Esta habitación de m****a es demasiado fría.

La tomó entre sus brazos y la sacó del baño. Era liviana, muy flaca para su gusto. Parecía que no comía lo suficiente y eso le hizo un nudo en la garganta.

—Es más cálido que cualquiera de las personas de esta mansión. Los únicos que me soportan son Fabrizio y mi hermano... aunque ese último me ignora porque, según él, me ama —se burló.

—Nonna, Bruno y Massimo se preocupan por ti —la miró sacarse la chaqueta y tomar un vestido suelto azul—. Me daré la vuelta para que tenga privacidad.

Lo vió girarse y se puso el vestido, se quitó la toalla, su braga de encaje azul y dejó sus senos libres. Era una ventaja de tenerlos pequeños en esta ocasión. Era eso, o dejar que Collins viera sus moretones.

—Gracias... ya puedes voltear —se levantó de la cama para peinarse y hacerse una cola alta.

Dereck se agachó, le entregó unos tacones y una chaqueta beige.

—Traje el desayuno. Vamos a comer antes de irnos al aeropuerto. Nonna no estaba y...

—No podemos comer nada de eso. Vamos a desayunar en un restaurante en el aeropuerto. No perdamos más tiempo en estando aquí —se puso los tacones y la chaqueta, miró a Dereck como si lo de hace segundos, nunca hubiese sucedido.

—Quieren envenenarnos... —admitió, haciendo que Alessandra sonriera.

—Bienvenido a mi familia, Collins. Salgamos, Massimo debe haber puesto nuestras maletas en el auto —se puso sus gafas oscuras y salió de la habitación como la mujer más empoderada de Europa.

Él la siguió en total silencio, después de tomar su chaqueta. Ambos bajaron por las escaleras de la mansión, con la mirada de todos puestas en ellos. Andrea la miró con desdén y esperó a que ella se desmayara.

Dereck lo miró y se detuvo. Alessandra se tensó y quiso que sus nervios no se notaran. Collins la iba a matar de un infarto.

—Creo que no quedó para nada claro cuál es la situación de ustedes conmigo —miró a la servicio que le entregó el desayuno—. No toquen a la señorita Alessandra, si ustedes tienen el deseo de seguir viviendo. Una comida envenenada no pasará por alto.

—¿Acaso estás amenazando a alguien de mi familia? ¿Con qué derecho? Eres un simple guardaespaldas —Andrea lo apuntó con su dedo.

Dereck ladeó la cabeza y sonrió.

—Esta casa se puede caer a pedazos, pero ninguno tiene derecho de tocar un solo cabello de su hija —su celular sonó y lo atendió, sin importarle el hombre que tenía frente a él—. Señor Alessandro, que bueno que me llama... sí... ah... una sirvienta bajo órdenes de su padre ha envenenado el desayuno de su hermana y el mío.

Los ojos de Andrea se abrieron con terror, la sirvienta cayó de rodillas y Alessandra no podía creer lo que Collins había dicho. El celular de Alessandra empezó a sonar, rompiendo el silencio sepulcral que se había hecho.

—Es Fabrizio... —comentó, al leer el nombre en su pantalla—. ¿Él estaba con mi hermano?

—Sí, justamente ahora están esperando que atienda su llamada —le informó, con una sonrisa.

Andrea dió dos pasos hacia atrás, al darse cuenta de que no había recibido una llamada. Era probable que su muerte tortuosa, acababa de entrar a su casa.

—Fabrizio... está bien... —puso su celular en altavoz—. Ya lo he hecho.

—No lo diré dos veces, Andrea, y lamento demasiado que tengas una posición respetuosa en la organización, pero a mí no me importa. Desde este momento, estás bajo mi juicio. Se abre una investigación a la famiglia De Santis, específicamente, a Andrea. Siempre te lo dije, toca a quien tú quieras, pero a tu hija no —le amenazó, el capo.

—Fabrizio, las cosas no son así y...

—A todos los sirvientes que no están bajo mi mando, en lo que regresemos de Estados Unidos, morirán. Me haces el trabajo más fácil, papá. Así puedo tener gente de mi confianza vigilando tus pasos —intervino, Alessandro.

Una sola llamada de Dereck, había desatado una posible guerra en la organización. Andrea se acercó a Alessandra al terminar ellos la llamada, y la tomó por el brazo para amenazarla.

—Van a matar a mucha gente por tu culpa. Mi muerte estará en tu conciencia...

—Una m****a menos en el mundo, Andrea —le respondió, él la abofeteó, logrando que Dereck sacara el arma de su funda y lo apuntara en la cabeza—. Me matan, y nunca sabrás en dónde están las partes del cuerpo de tu amado, cariño —una risa sádica se le formó en esa horrible boca—. Sácame del juego y olvídate de encontrar al hombre que trajo la desgracia a mi vida.

A Alessandra se le llenaron los ojos de lágrimas y puso la mano en el brazo de Dereck.

Lo necesitaba vivo.

—Deja que mi hermano y Fabrizio se hagan cargo, Collins —lo miró suplicante.

Bajó el arma en silencio y empujó a Andrea, logrando que soltara su brazo. Ellos comenzaron a salir de la mansión, pero no podía irse así.

Necesitaba amenazar a ese hombre.

—Te salvas porque ella me lo ha pedido, pero deberías saber que yo vendré por ti y morirás en manos de las personas que te han advertido que con su hija no —suspiró—, y no, no va a importar la opinión de la que hoy te ha salvado la vida.

Salieron de la casa, Alessandra lo tomó por su brazo y lo miró fijamente. Matarían a su padre y ella no encontraría el cuerpo de Thomas. Quería darle sepultura... él había muerto por su culpa.

—Encontraremos lo que buscas antes de que ellos vengan por tu padre...

—¿Lo juras? —algo dentro de Dereck se movió, recordando lo desagradable que era sentir—. Yo necesito encontrarlo y llevarlo a casa.

—Lo juro. Ahora vamos, que perderemos el vuelo —le abrió la puerta del auto, ella subió en silencio, porque no tenía más nada que decir.

Dereck miró a la puerta de la mansión y entendió, que debía tener más tiempo, para poder saber que secretos tenía Andrea, antes de que lo asesinen.

Una cuenta regresiva se había iniciado y debía informarle a sus superiores.

Algo que no entendió, es por qué Alessandra estaba llorando en el baño.

¿Qué le había hecho Andrea mientras él bajó a buscar el desayuno?

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