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Capítulo 3: ¡No Necesitan Un Padre Como Tú!

Los nervios y la paciencia de Evanora, se habían evaporado con esas sencillas palabras, sus piernas no le respondían a sus súplicas mentales. Tomó una larga bocanada de aire, ¿cómo le hizo para enterarse de todo? 

—No tengo idea de lo que hablas, aquí no hay nada tuyo, mucho menos hijos —exclamó ella con voz queda. 

—¡Sé que estás mintiendo, no te atrevas a esconder a mis hijos! —Marcel mermó el espacio entre los dos, haciendo que ella se sintiera más pequeña—. ¡Podría demandarte por esto! ¿Acaso no lo ves? No tienes caso que sigas escondiendo la verdad que ya salió a la luz.

—¿Ver? —ella perdió la batalla con la cordura y lo empujó, aunque no le movió ni un solo milímetro—. Lo que veo es… ¡Qué ellos no necesitan un padre como tú! 

Las lágrimas se le acumulaban en el rostro a Evanora, él pudo ver que ella no estaba dispuesta a perder. Él tampoco. 

—¡A un hombre que trató a mi hermana como zorra, cuando ella el único pecado que cometió, fue enamorarse de un hombre sin corazón! —señaló a Marcel con el dedo, contra el pecho—. Sabiendo lo que hiciste, ¿todavía tienes el descaro de venir a reclamar algo que rechazaste desde el principio? Qué poco hombre eres, Marcel Turner. 

—No sabía que ella… 

—Es demasiado tarde, ¿no te parece? Así que date la vuelta y regresa a tu maldito mundo, que estos niños están mejor sin ti en sus vidas —musito Evanora quedando sin aliento. 

Marcel se quedó sin argumentos a su favor, cuando detalló el rostro de su cuñada, uno tan idéntico al de Reyna, excepto por los ojos llenos de vida, de fuego, de odio dirigido hacia él, la mueca y sus labios fruncidos, recordó la noche en la que llena de lágrimas, Reyna le suplicaba que le creyera, que no la corriera, que la escuchara. 

Sin embargo, él se dejó guiar por la traición, la mentira, no le hizo caso y ahora ella ya no estaba en el mundo. No obstante, no podía vivir sabiendo que una parte de ella estaba vagando sin él. 

—Son mis hijos —dijo, esta vez en un tono más serio, pero sin dejar de mostrar su hostilidad hacia su cuñada—. Tengo todo el derecho, te guste o no, soy su padre, ellos deben estar a mi lado. 

—¡Qué no, vete, no te los voy a entregar! Ellos son todo lo que me queda de Reyna y no pienso dejarlos a la suerte de un padre tan cruel como tú —finalizó ella. 

—Son mi sangre, entiende eso de una vez por todas, ¡me los voy a llevar por las buenas o por las malas! 

—¡¿Y crees que con eso me vas a intimidar?! —Evanora soltó una risita histérica—. No lo pienso repetir dos veces, Marcel, regresa por donde viniste, ¿no se supone que creías que mi hermana te engañó? Bueno, pues estos niños, no tienen nada que ver contigo, no me hagas perder más el tiempo. 

Marcel sintió que su paciencia había llegado al límite, también estaba consciente de que nada de lo que le dijera a la irrazonable de su cuñada, le iba a dar un buen resultado, por lo que soltando un suspiro exasperante, lleno de enfado, miró una vez más a Evanora. 

Ella traía unos jeans que se ajustaban a su cuerpo dándole una figura de sirena, una sudadera azul cielo, que aunque holgada, dejaba ver su buena figura. 

—¿Qué me ves, depravado? No me mires —agregó ella con voz desdeñosa. 

—No es lo que parece —dijo Marcel por lo bajo. 

—Escucha, Evanora, ¿cierto? —Marcel trató de mantener la calma, no pensaba irse sin sus hijos—. Ellos son mis hijos, a mi lado, estarían viviendo en mejores condiciones, ¿acaso no quieres su bienestar? 

—¿Y a mí qué me importa lo que quieras tú? Me he asesorado y planeo ser la tutora legal de mis sobrinos, mantendrán solo el apellido de su madre; ellos son unos Taylor, como nosotras. 

—Legalmente, soy el único tutor o representante que tendrán, ellos son míos. 

Evanora se quedó el silencio por un segundo, uno que aprovechó Marcel para pensar en una salida temporal, ya había perdido demasiado tiempo en ese lugar. 

—Podemos llegar a un acuerdo. 

—No me vendo, lo siento, Turner —negó ella. 

—Nadie te está comprando —replicó Marcel. 

—Es lo que hacen los hombres poderosos como tú, pero permite que te deje claro algunas cosas, ni mis sobrinos ni yo, tenemos precio. 

—Si vas por el asunto legal, tienes todo a perder, no tienes dinero para llevar a cabo esto en un juicio, tendrías que pagar abogados y sería desgastante, no pienso dejarte a mis hijos, y tú no quieres que me los lleve, ¿por qué no hacemos algo al respecto? 

Evanora lo miraba con recelo. 

—Sé que cuidaste de mi ex esposa en todo su embarazo, pienso darte una gratificación por eso, imagino que debes necesitar el dinero —Marcel observó aquella casa con pintura desgastada—. Y por haber sido la niñera de mis hijos en este tiempo. 

Si la rabia de Evanora ya se había calmado, ahora era como un volcán a punto de estallar. 

—¿Niñera? ¿Por quién me tomas? Te dije que no me vendía. 

—Vamos, no seas tonta, necesitas el dinero, estoy enterado de la situación económica tan precaria que llevas, el dinero te vendría bien, además… 

Marcel se acercó al fregadero que estaba detrás de ella, detallando lo escasa que estaba en raciones para los bebés. 

—Ni siquiera tienes el dinero para la fórmula de leche que necesitan mis hijos, seguro ya no tienes ni pañales, ¿crees que esto es todo lo que necesitan? No puedes darles la vida que merecen. 

Los colores se le subieron al rostro a Evanora, él estaba en lo correcto, pero jamás lo iba a aceptar delante de él, la verdad es que el restaurante estaba pasando por una mala temporada, estaba a un solo paso de estar al borde de la quiebra, incluso no había podido pagar el sueldo de muchos de los empleados, estaba el hecho de los niños también. 

Pero dejar ir a los niños, sería como cortar el único lazo que la unía a su hermana. No importaba la adversidad, aunque tuviera que fregar platos, no renunciaría a ellos. 

—Tienes razón en eso, aun así, ¡no voy a dejar que hagas de mis sobrinos, hombres tan crueles como tú! Eso no habría querido mi hermana. 

Evanora tomó las fuerzas que le quedaban y sin más que agregar, empujó a Marcel a las afueras de la casa. 

—¡Largo, Marcel, vete y no vuelvas nunca más! 

Y con esto, cerró la puerta de un enorme portazo, sabiendo que su cuñado no parecía ser un hombre que se rindiera fácilmente. 

[...]

Cuando Marcel llegó al hotel en el que se estaba hospedando, vio a su amigo en el minibar, sirviéndose un trago. Mientras escuchaba el relató de su mejor amigo, Finn Hughes, era no solo su colega en los negocios, sino, su mejor amigo desde la infancia, y por supuesto su abogado, también ayudaba en las finanzas de la empresa. 

Con apenas treinta años, ya se había hecho de un nombre en el mundo de las leyes, por lo cual, era respetado, aunque conservaba su vena oscura y letal a la hora de fijar un objetivo. 

—Así que eso fue lo que pasó —Finn soltó a reírse—. Por lo visto, la hermana menor de Reyna, es una fiera, alguien de carácter brutal. 

Marcel seguía enfadado, definitivamente ella no era como su ex esposa. Pese a ser gemelas, ambas eran polos opuestos, Reyna era tranquilidad y paz, mientras que Evanora… bueno, ella era una explosión, una bomba de tiempo. 

—Cállate —refutó mirando a su amigo de mala gana.

—Tranquilo, hombre de las cavernas, ¿acaso no ves que tienes todo a tu favor? Ella es la que sale perdiendo. 

—Lo sé. 

—Escucha, sabemos que el restaurante que le heredaron sus padres antes de morir, está en quiebra, el personal no ha cobrado dos salarios y solo la ayudan porque la conocen desde que ella era una niña, además, por el cariño, respeto y toda esa m****a —comentó Finn en tono burlón, pero con un brillo en los ojos—. ¿Por qué no compras el restaurante?

Marcel pensó que su amigo había perdido la cabeza. 

—No pensarás que voy a hacer eso ¿verdad? —lo asesinó con ojos sádicos—. ¿Qué haría yo con esa pocilga que se está cayendo a pedazos? 

—Vamos, piénsalo del modo amable, puede que ella esté agradecida y te deje llevar a los niños, está hasta el tope de deudas, no tardan incluso de que le corten la luz, por lo que investigó tu detective, no va a durar ni unos días más. 

—No voy a comprar a mis hijos de esa manera. 

—Pues no es muy diferente a lo que le querías hacer a ella, al pagarle por los cuidados a tu ex esposa. 

Marcel se pensó las cosas. 

—No, no lo haré, Finn, soy un hombre de negocios, no un jodido filántropo, mi fortuna no se basa en hacer inversiones que no me vayan a generar dinero, sabes como son las cosas —tajó Marcel con dolor de cabeza. 

—Como veo las cosas, entonces tienes que pensar en algo, porque Evanora Taylor no te va a soltar a los niños tan fácil —canturreó Finn, metiéndose a la boca un par de saladitos que había en la encimera.  

Entonces, una idea se le vino a la cabeza a Marcel, algo que lo ayudaría no solo a mantener la buena imagen familiar que buscaba demostrar frente a los inversionistas, sino, para mantener cerca a sus hijos y que su cuñada le ayudara sin rechistar. 

—Finn, prepara un contrato, tengo una idea. 

Su mejor amigo levantó la mirada. 

—¿Qué es lo que tramas? 

Sonriendo, Marcel respondió: 

—Ya lo verás, Evanora no me va a ganar. 

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