Los nervios y la paciencia de Evanora, se habían evaporado con esas sencillas palabras, sus piernas no le respondían a sus súplicas mentales. Tomó una larga bocanada de aire, ¿cómo le hizo para enterarse de todo?
—No tengo idea de lo que hablas, aquí no hay nada tuyo, mucho menos hijos —exclamó ella con voz queda.
—¡Sé que estás mintiendo, no te atrevas a esconder a mis hijos! —Marcel mermó el espacio entre los dos, haciendo que ella se sintiera más pequeña—. ¡Podría demandarte por esto! ¿Acaso no lo ves? No tienes caso que sigas escondiendo la verdad que ya salió a la luz.
—¿Ver? —ella perdió la batalla con la cordura y lo empujó, aunque no le movió ni un solo milímetro—. Lo que veo es… ¡Qué ellos no necesitan un padre como tú!
Las lágrimas se le acumulaban en el rostro a Evanora, él pudo ver que ella no estaba dispuesta a perder. Él tampoco.
—¡A un hombre que trató a mi hermana como zorra, cuando ella el único pecado que cometió, fue enamorarse de un hombre sin corazón! —señaló a Marcel con el dedo, contra el pecho—. Sabiendo lo que hiciste, ¿todavía tienes el descaro de venir a reclamar algo que rechazaste desde el principio? Qué poco hombre eres, Marcel Turner.
—No sabía que ella…
—Es demasiado tarde, ¿no te parece? Así que date la vuelta y regresa a tu maldito mundo, que estos niños están mejor sin ti en sus vidas —musito Evanora quedando sin aliento.
Marcel se quedó sin argumentos a su favor, cuando detalló el rostro de su cuñada, uno tan idéntico al de Reyna, excepto por los ojos llenos de vida, de fuego, de odio dirigido hacia él, la mueca y sus labios fruncidos, recordó la noche en la que llena de lágrimas, Reyna le suplicaba que le creyera, que no la corriera, que la escuchara.
Sin embargo, él se dejó guiar por la traición, la mentira, no le hizo caso y ahora ella ya no estaba en el mundo. No obstante, no podía vivir sabiendo que una parte de ella estaba vagando sin él.
—Son mis hijos —dijo, esta vez en un tono más serio, pero sin dejar de mostrar su hostilidad hacia su cuñada—. Tengo todo el derecho, te guste o no, soy su padre, ellos deben estar a mi lado.
—¡Qué no, vete, no te los voy a entregar! Ellos son todo lo que me queda de Reyna y no pienso dejarlos a la suerte de un padre tan cruel como tú —finalizó ella.
—Son mi sangre, entiende eso de una vez por todas, ¡me los voy a llevar por las buenas o por las malas!
—¡¿Y crees que con eso me vas a intimidar?! —Evanora soltó una risita histérica—. No lo pienso repetir dos veces, Marcel, regresa por donde viniste, ¿no se supone que creías que mi hermana te engañó? Bueno, pues estos niños, no tienen nada que ver contigo, no me hagas perder más el tiempo.
Marcel sintió que su paciencia había llegado al límite, también estaba consciente de que nada de lo que le dijera a la irrazonable de su cuñada, le iba a dar un buen resultado, por lo que soltando un suspiro exasperante, lleno de enfado, miró una vez más a Evanora.
Ella traía unos jeans que se ajustaban a su cuerpo dándole una figura de sirena, una sudadera azul cielo, que aunque holgada, dejaba ver su buena figura.
—¿Qué me ves, depravado? No me mires —agregó ella con voz desdeñosa.
—No es lo que parece —dijo Marcel por lo bajo.
—Escucha, Evanora, ¿cierto? —Marcel trató de mantener la calma, no pensaba irse sin sus hijos—. Ellos son mis hijos, a mi lado, estarían viviendo en mejores condiciones, ¿acaso no quieres su bienestar?
—¿Y a mí qué me importa lo que quieras tú? Me he asesorado y planeo ser la tutora legal de mis sobrinos, mantendrán solo el apellido de su madre; ellos son unos Taylor, como nosotras.
—Legalmente, soy el único tutor o representante que tendrán, ellos son míos.
Evanora se quedó el silencio por un segundo, uno que aprovechó Marcel para pensar en una salida temporal, ya había perdido demasiado tiempo en ese lugar.
—Podemos llegar a un acuerdo.
—No me vendo, lo siento, Turner —negó ella.
—Nadie te está comprando —replicó Marcel.
—Es lo que hacen los hombres poderosos como tú, pero permite que te deje claro algunas cosas, ni mis sobrinos ni yo, tenemos precio.
—Si vas por el asunto legal, tienes todo a perder, no tienes dinero para llevar a cabo esto en un juicio, tendrías que pagar abogados y sería desgastante, no pienso dejarte a mis hijos, y tú no quieres que me los lleve, ¿por qué no hacemos algo al respecto?
Evanora lo miraba con recelo.
—Sé que cuidaste de mi ex esposa en todo su embarazo, pienso darte una gratificación por eso, imagino que debes necesitar el dinero —Marcel observó aquella casa con pintura desgastada—. Y por haber sido la niñera de mis hijos en este tiempo.
Si la rabia de Evanora ya se había calmado, ahora era como un volcán a punto de estallar.
—¿Niñera? ¿Por quién me tomas? Te dije que no me vendía.
—Vamos, no seas tonta, necesitas el dinero, estoy enterado de la situación económica tan precaria que llevas, el dinero te vendría bien, además…
Marcel se acercó al fregadero que estaba detrás de ella, detallando lo escasa que estaba en raciones para los bebés.
—Ni siquiera tienes el dinero para la fórmula de leche que necesitan mis hijos, seguro ya no tienes ni pañales, ¿crees que esto es todo lo que necesitan? No puedes darles la vida que merecen.
Los colores se le subieron al rostro a Evanora, él estaba en lo correcto, pero jamás lo iba a aceptar delante de él, la verdad es que el restaurante estaba pasando por una mala temporada, estaba a un solo paso de estar al borde de la quiebra, incluso no había podido pagar el sueldo de muchos de los empleados, estaba el hecho de los niños también.
Pero dejar ir a los niños, sería como cortar el único lazo que la unía a su hermana. No importaba la adversidad, aunque tuviera que fregar platos, no renunciaría a ellos.
—Tienes razón en eso, aun así, ¡no voy a dejar que hagas de mis sobrinos, hombres tan crueles como tú! Eso no habría querido mi hermana.
Evanora tomó las fuerzas que le quedaban y sin más que agregar, empujó a Marcel a las afueras de la casa.
—¡Largo, Marcel, vete y no vuelvas nunca más!
Y con esto, cerró la puerta de un enorme portazo, sabiendo que su cuñado no parecía ser un hombre que se rindiera fácilmente.
[...]
Cuando Marcel llegó al hotel en el que se estaba hospedando, vio a su amigo en el minibar, sirviéndose un trago. Mientras escuchaba el relató de su mejor amigo, Finn Hughes, era no solo su colega en los negocios, sino, su mejor amigo desde la infancia, y por supuesto su abogado, también ayudaba en las finanzas de la empresa.
Con apenas treinta años, ya se había hecho de un nombre en el mundo de las leyes, por lo cual, era respetado, aunque conservaba su vena oscura y letal a la hora de fijar un objetivo.
—Así que eso fue lo que pasó —Finn soltó a reírse—. Por lo visto, la hermana menor de Reyna, es una fiera, alguien de carácter brutal.
Marcel seguía enfadado, definitivamente ella no era como su ex esposa. Pese a ser gemelas, ambas eran polos opuestos, Reyna era tranquilidad y paz, mientras que Evanora… bueno, ella era una explosión, una bomba de tiempo.
—Cállate —refutó mirando a su amigo de mala gana.
—Tranquilo, hombre de las cavernas, ¿acaso no ves que tienes todo a tu favor? Ella es la que sale perdiendo.
—Lo sé.
—Escucha, sabemos que el restaurante que le heredaron sus padres antes de morir, está en quiebra, el personal no ha cobrado dos salarios y solo la ayudan porque la conocen desde que ella era una niña, además, por el cariño, respeto y toda esa m****a —comentó Finn en tono burlón, pero con un brillo en los ojos—. ¿Por qué no compras el restaurante?
Marcel pensó que su amigo había perdido la cabeza.
—No pensarás que voy a hacer eso ¿verdad? —lo asesinó con ojos sádicos—. ¿Qué haría yo con esa pocilga que se está cayendo a pedazos?
—Vamos, piénsalo del modo amable, puede que ella esté agradecida y te deje llevar a los niños, está hasta el tope de deudas, no tardan incluso de que le corten la luz, por lo que investigó tu detective, no va a durar ni unos días más.
—No voy a comprar a mis hijos de esa manera.
—Pues no es muy diferente a lo que le querías hacer a ella, al pagarle por los cuidados a tu ex esposa.
Marcel se pensó las cosas.
—No, no lo haré, Finn, soy un hombre de negocios, no un jodido filántropo, mi fortuna no se basa en hacer inversiones que no me vayan a generar dinero, sabes como son las cosas —tajó Marcel con dolor de cabeza.
—Como veo las cosas, entonces tienes que pensar en algo, porque Evanora Taylor no te va a soltar a los niños tan fácil —canturreó Finn, metiéndose a la boca un par de saladitos que había en la encimera.
Entonces, una idea se le vino a la cabeza a Marcel, algo que lo ayudaría no solo a mantener la buena imagen familiar que buscaba demostrar frente a los inversionistas, sino, para mantener cerca a sus hijos y que su cuñada le ayudara sin rechistar.
—Finn, prepara un contrato, tengo una idea.
Su mejor amigo levantó la mirada.
—¿Qué es lo que tramas?
Sonriendo, Marcel respondió:
—Ya lo verás, Evanora no me va a ganar.
Evanora caminaba de un lado a otro, no iba a permitir que su cuñado Marcel, la intimidara, si bien era cierto que ella tenía más que perder en esta situación, no era de las mujeres que se dejaban vencer tan fácil, una cualidad que Reyna le admiraba. Se detuvo a admirar a sus sobrinos dormidos, ellos habían sacado el color de cabello castaño de Marcel, pero se parecían a su hermana, sus rasgos físicos, además de que heredaron los ojos grises que caracterizan a los Taylor. No quería dejarlos, eso le supondría un dolor inmenso en el pecho. Pero si bien era cierto, debía de solucionar los asuntos monetarios que tenía, por lo que habiendo dejado que durmieran, se dirigió al restaurante, temerosa de que se encontrara con Marcel de nuevo, afortunadamente no estaba. —¿Todo bien, jefa? La voz de Erin Scott, una chica de estatura mediana, cabello color rubio platino y ojos verdes, su mejor amiga, mesera y quien le ayudaba administrar el restaurante en su ausencia, la sacó de su ensimismamie
Evanora se sentía acechada por su cuñado y su abogado, como se acababa de presentar, ella les ofreció café de mala gana, no confiaba en ninguno de ellos, los corrió varias veces hasta que desató la risa cruel de Finn, dejándole en claro, que no se iban a ir hasta que ella los escuchara, solo por eso aceptó que se quedaran. Y ahora estaban delante de ella, ella miraba a Marcel con ojos cargados de odio, desprecio en el más fiero filo, mientras que Finn, advertía las malas condiciones en las que se hallaba viviendo. —¿Y bien? —fue ella quien rompió el silencio—. Hablen, tengo cosas que hacer. Lo cierto es que ella no quería que estuvieran presentes en las negociaciones que quería hacerle a aquel hombre, mirando con impaciencia la hora en su reloj, sin darse cuenta, comenzó con un tic nervioso que le hacía repiquetear la pierna. —Vengo a ofrecerte un trato, a cambio de mis hijos —habló Marcel. Evanora, molesta, triste y aturdida, levantó el mentón con débil orgullo, no iba a dejar
Evanora se sentía confundida, extasiada de poder estar al lado de sus sobrinos, el único recuerdo que le había dejado su hermana mayor por dos minutos, antes de morir, Marcel había cumplido con su palabra, de hecho, el hombre no tardó en pagar las deudas que ella tenía y en comprar el restaurante, de ese modo, ya estaba liberada de las cadenas monetarias que por años, la habían estado a punto de ahorcar, incluyendo con la hipoteca de la casa, así que ahora se sentía libre. Recordó la última plática que tuvo con su mejor amiga, Erin, a quien dejó a cargo de todo mientras ella regresaba, porque tenía la firme convicción de que lo haría. —¿Estás segura de lo que haces? —inquirió Erin con el ceño ligeramente fruncido. Evanora le había confesado todo, con ella nunca tenía secretos. —Sí, es lo mejor, el desgraciado ha cumplido con su palabra, además, aunque quisiera, ya no puedo echarme atrás, está de por medio el contrato que he firmado. —Siento que te has metido en la boca del lobo y
Evanora la reconoció al instante, ella era la mujer que les tendió la trampa, la hermanastra de Marcel, Nicolle Turner. A palabras de su hermana, era una mujer tan superficial y frívola. Jamás quiso a Reyna y ahora lo podía comprobar. Cuando ella posó sus ojos sobre Evanora, creyendo que se trataba de Reyna. —¡¿Qué hace esta zorra aquí?! —la apuntó con el dedo. Evanora tuvo que contener la rabia. —¡Marcel, esta zorra no puede estar aquí, recuerda cómo te engañó! —exclamó Nicolle, fingiendo que le dolía toda aquella situación. Marcel sintió como poco a poco su genio se iba pudriendo, sabía perfectamente que su hermanastra era quien había tenido toda la culpa de su separación con Reyna, ella fue quién pagó al modelo que encontró en la cama con su ex esposa. La rabia comenzaba a consumirlo y eso era algo de lo que se dio cuenta Evanora. «Actúa como Reyna, actúa como tu hermana»Marcelo pudo ver claramente la lucha interna de su cuñada, temeroso de que ella no supiera cómo reacciona
Evanora evitó mirar a Marcel, deseando en el fondo que se apartara de ella. Que la dejara en paz un momento, había muchas cosas que procesar. —Quiero estar sola —le pidió. —Reyna era dulce, amable, inocente, tienes que… Evanora rechinó los molares a tal grado que la fricción le pareció casi dolorosa. —No tienes que repetirme lo que debo hacer. Marcel estudió la expresión en blanco de su cuñada, esto era más difícil de lo que creyó. —La niñera de mis hijos se llama Angela Cirbelle, es una de las mejores capacitadas para este tipo de trabajo, así que tu único trabajo será administrar la casa —Marcel mermó el espacio entre los dos, con la única intención de intimidarla. El problema es que no funcionó. Todo lo tenía planeado, Evanora pensó que su cuñado era un hombre que solía exagerar las cosas, un maníaco del control. —Quisiera trabajar —propuso ella. Estaba de acuerdo a regañadientes con hacer de administradora del hogar, pero el poder aprovechar ese tiempo haciendo algo de pro
En cuanto Evanora sintió la vergüenza, calentando sus mejillas, maldijo el no haberse puesto un par de zapatos con tacón corto, no pensó que fuera necesario, sí, como no, estaba acostumbrada a tratar estos temas con calma, sin embargo, no estaba en su territorio, los nervios la mataron y solo se olvidó de ello, rápidamente intentó dar un paso con la cabeza alta, pero eso no era lo que le preocupaba, sino, el hecho de que su cuñado la estuviera fulminando con la mirada. Por lo que decidió levantar la cabeza y tratar de dar un nuevo paso, no obstante, el dolor se disparó por su columna vertebral, al bajar la mirada, se dio cuenta de que su tobillo estaba teñido de un rojo carmín escandaloso, pero no solo se trataba de eso, sino, que el dolor parecía más una torcedura, al intentar dar un nuevo paso, perdió el equilibrio y casi cayó, de no ser por un par de brazos fuertes que la sostenían. La única razón por la que no le decía nada, era porque tenía que actuar como buen marido frente a t
La alarma del despertador no pudo contra los nervios de Evanora, durmió bien, sin embargo, se despertó demasiado temprano, con dolor de cabeza al recordar las palabras que me dijo Nicolle, ella era una mala persona. Se metió a la ducha, se puso unos de los tantos trajes bien recatados de su hermana, aunque al final, se desabotonó tres ojales más, pensó que eso le daría un toque extra de su buen gusto, luego se dirigió a la habitación de sus sobrinos, en donde Ángela les daba el biberón. —Buenos días, señora Turner —la saludó con la típica sonrisa arrolladora. —Hola —sonrió Evanora. Se acercó a sus sobrinos, les dio un beso a cada uno de ellos en la coronilla, y luego se dirigió a la salida. —Muchas gracias por cuidarlos —le dijo a la mujer, antes de que se marchara. —Pierda cuidado, yo los cuidaré bien. Con esas palabras se salió. No estaba tan segura, veía que ella era buena, pero también sabía que las apariencias engañan, por lo que decidió tomarse las cosas con calma. Justo
Cuando Evanora llegó a su trabajo, se sintió demasiado abrumada, no podía creer lo que había hecho con su cuñado, el hormigueo en sus labios la alteraba, su corazón no dejaba de latir. Molesta, se dirigió a su oficina, donde quiso comenzar su trabajo, ya había llegado tarde. —¡El hecho de que seas la esposa de Marcel, no quiere decir que te dejaré las cosas fáciles! —espetó aquel hombre con firmeza. Sus ojos irradiaban con malicia, una que le causó escalofríos a Evanora, no comprendía por qué el cambio de actitud, cuando estaba con Marcel, él parecía amable, ahora, parecía que la quisiera asesinar. Quiso abrir la boca para decirle unas cuantas cosas, aunque en último momento cambió de idea, ya que Reyna nunca actuaría de frente, su personalidad era más sumisa de lo que ella podría llegar a ser. —Entiendo, siento si le causo alguna molestia, trataré de hacer mi mayor esfuerzo —respondió con una sonrisa de media luna. Bear la volvió a mirar fijo, a él le gustaba intimidar a las mujer