Cuando Evanora llegó a su trabajo, se sintió demasiado abrumada, no podía creer lo que había hecho con su cuñado, el hormigueo en sus labios la alteraba, su corazón no dejaba de latir. Molesta, se dirigió a su oficina, donde quiso comenzar su trabajo, ya había llegado tarde. —¡El hecho de que seas la esposa de Marcel, no quiere decir que te dejaré las cosas fáciles! —espetó aquel hombre con firmeza. Sus ojos irradiaban con malicia, una que le causó escalofríos a Evanora, no comprendía por qué el cambio de actitud, cuando estaba con Marcel, él parecía amable, ahora, parecía que la quisiera asesinar. Quiso abrir la boca para decirle unas cuantas cosas, aunque en último momento cambió de idea, ya que Reyna nunca actuaría de frente, su personalidad era más sumisa de lo que ella podría llegar a ser. —Entiendo, siento si le causo alguna molestia, trataré de hacer mi mayor esfuerzo —respondió con una sonrisa de media luna. Bear la volvió a mirar fijo, a él le gustaba intimidar a las mujer
Marcel comenzaba a cansarse de aquella situación, no soportaba la idea de que todos los presentes, no dejaran de adular tanto a su nuevo socio, quien ya había firmado el contrato con supervisión de su abogado. Bebió todo su trago hasta que el gran Leroy le puso atención, desde que Evanora se había marchado, fue como si dejara de existir para Leroy. —Con todo respeto, Marcel —le miró fijo—. Tienes una esposa hermosa. Marcel tensó el cuerpo. Pero se obligó a sonreír rechinando los dientes. —Muchas gracias. —Mujeres como ella, solo hay una vez en la vida, debo admitir que si no estuvieras casado con ella, te la robaría —anunció con un deje de burla en su tono. Marcel se inclinó hacia adelante. —Estoy seguro de ello, el asunto es que Reyna no es cualquier mujer —rechinó los molares—. Ella es mía, es mujer de un solo hombre, y ese soy yo, espero que lo tengas muy claro. —Oh, por supuesto que lo tengo muy claro, solo hablo de lo que es claro para todos. Ambos se quedaron viendo y el
Cuando Marcel había llegado a su casa, sintió que había algo diferente en el ambiente, notó a sus empleados distantes, le lanzaban una mirada llena de lástima, como si él estuviese dolido por algo, cosa que le molestaba de sobremanera, no podía creer que ellos pensaran en él como alguien débil y sin futuro. Subió molesto las escaleras, no soportaba la actitud arrogante de Leroy, pero como los dos tenían una gran semejanza en su carácter, pensó que tal vez lo mejor era mantener a Evanora lejos de su campo de visión, le había molestado que hablara de ella, le enfureció que dijera que ella era hermosa. No hacía falta que nadie se lo dijera, lo tenía muy claro, por lo que apartó esos pensamientos de su cabeza, estuvo a punto de dar marcha atrás para regresar a su despacho y aclarar su mente, haciéndole una llamada a Finn, cuando una de sus empleadas, lo interceptó. Ella parecía demasiado nerviosa, tenía la cabeza gacha, como si no quisiera verlo, o mejor dicho, como si al verlo directo
Marcel no dejaba de pensar en su cuñada, mientras firmaba un par de documentos sobre los acuerdos de los nuevos contratos, cuando su móvil comenzó a sonar, se trataba del número de Evanora, no le respondió, pensando que seguro se trataba de una nueva rabieta, siguió con lo suyo, hasta que esta vez fue Angela, la niñera, quien se atrevió a llamarle. Con el ceño fruncido y un mal presentimiento, atendió la llamada, seguro de que si se trataba de ella, era algo importante, y pensó rápido en sus hijos. —¿Qué sucede? —es lo primero que dijo. —Señor Turner, siento llamarlo a esta hora del día, pero le aviso que estoy en el hospital con su esposa, el pequeño Emmet se puso mal, tiene mucha fiebre, su esposa Reyna ya está haciéndose cargo. Marcel sintió como si el piso se le moviera, se puso de pie tan rápido que tiró un par de documentos e incluso el bolígrafo que estaba usando. —Enseguida voy para allá —colgó. Mientras Marcel se dirigía a su auto, en el hospital, Evanora caminaba de un
Evanora estaba tan sorprendida como Marcel, las cosas se les habían salido de control, su mano temblaba y su corazón le latía con fuerza, no podía creer que su primer beso se lo hubiese dado su cuñado, el padre de sus sobrinos, el ex esposo de su hermana, el hombre que Reyna había amado con toda su alma. Ahora se sentía como una persona nefasta. —Lo siento —murmuró ella cuando pudo recuperar la voz. El problema radicaba en que era Marcel quien se encontraba confundido, para empezar, no tenía idea de por qué lo había hecho, pero estaba seguro de que sentía el imperioso deseo de que se volviera a repetir el beso. —Evanora —dijo él con un tono de voz grueso. —No, yo… solo quiero estar sola —mencionó ella con el ceño fruncido. Marcel quiso darle su espacio, por lo que aceptó que ella se fuera sin que él le dijera algo más, Evanora giró sobre sus talones con el corazón latiendo al mil, no sabía qué hacer, estaba tan confundida, desilusionada y alterada, ese había sido su primer beso,
No pudo dormir, Evanora no dejó de pensar en todas las represalias que podría llegar a tener su error, ¿cómo es que pudo ser tan tonta como para no darse cuenta de lo que había hecho? No lo comprendía, y no tenía la mínima intención de salir de la habitación. Pero una de las sirvientas le dijo que su esposo Marcel, la estaba esperando en el comedor para desayunar a solas. Los empleados estaban más que intrigados, hacía muchos años que sus jefes no desayunaban juntos, y es que Marcel siempre estaba ocupado con asuntos de la empresa, y Reyna parecía estar encerrada en su mundo, por lo que sentían cierta intriga hacia ellos. En cambio, otros, no dejaban de mirarla como si ella fuera un enemigo que estaba irrumpiendo en su morada. —Gracias, pero… —Lo siento, señora Turner, el señor ha ordenado que se le llevara al comedor, en caso de que no quiera ir por su propio pie. Evanora maldijo por lo bajo, no podía creer lo lejos que estaba llegando Marcel, por su cabeza se cruzó la idea de q
Nicolle observó el rostro de Marcel, y supo enseguida que su plan estaba funcionando, detalló el rostro de Evanora, ella era más como una caja fuerte, se le dificultaba leerla, algo que no solía pasarle con Reyna, su detective privado estaba a nada de llegar a la verdad, al pasado de Reyna Taylor, toda su vida en un par de hojas en blanco, le pareció la idea más interesante y descabellada a la vez. —Invité a nuestro socio más importante, espero que no les moleste —mencionó Nicolle sonrió ante la idea macabra que se había formulado en la cabeza, no solo sus planes estaban saliendo bien, sino, que al parecer su hermanastro Marcel, estaba actuando tal y como lo había previsto. Mientras que Leroy, observaba a Evanora, ignorando por completo la presencia de Marcel, se acercó con una sonrisa en los labios que iba dirigida solo a ella. —Buenas noches —saludó con educación. —Buenas noches, Leroy —intervino Marcel, para que no lo tuviera que hacer ella—. Mi hermanastra nos ha contado que
Marcel no pudo contener más las ganas que le carcomían las entrañas, cuando Evanora salió con Leroy, los espió todo el tiempo por una de las ventanas, aunque no escuchaba claramente lo que decían, podía ver las intenciones de Leroy, Evanora era demasiado ingenua al creer que podía con Leroy. Marcel entendía que él tenía fama de mujeriego, de la clase de hombres que toma lo que quiere cuando lo desea, no sabía de mujeres casadas, y al parecer, Leroy ya había encontrado en ella, a su primera. Pero no lo iba a permitir. Todo empeoró cuando notó que tocaba un mechón de su cabello, fue ahí que sintió que lava recorría por sus venas. Lo vio marcharse y comenzó a quitarse le saco, aflojando la corbata, luego ella entró con ese aire inocente que de la nada quiso romper. —Marcel. Y ahora la había llevado hasta la cama, en donde le comenzó a desabotonar la blusa. Esta vez la quería desnuda, sin embargo, eran más fuertes sus ganas, por lo que le quitó la blusa, luego el sostén, dejando al de