La ansiedad carcomía a cada segundo a Marcel, necesitaba saber que Evanora estaría bien, los doctores no les daban buenas esperanzas, la policía seguía en busca de Bear, quien se había dado a la fuga y era cómplice de Nicolle al intentar no solo robar el dinero y violar el sistema de seguridad, sino, de ser el culpable del déficit de toda una fortuna. Y no conforme con todo lo que le estaba pasando, estaba el hecho también de que Leroy no había querido moverse del hospital, argumentando que no iba a irse hasta saber que ella estaría bien, lo que convertía la sala de estar en un campo minado en el que ambos se lanzaban miradas llenas de amenazas. Finn había ido con Erin para saber que los niños estaban bien, su amiga quería venir pero no podía. Marcel se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro, hasta que la voz gruesa de Leroy, lo hizo detenerse. —Todo esto es tu culpa —espetó con rencor—. Si ella muere, serás el único culpable de todo. Marcel se le quedó viendo con odio. —¿
Han pasado dos semanas desde que Evanora entró en coma, uno que le ponía de mal humor a Marcel, porque no solo tenía que lidiar con sacar su empresa a flote con ayuda de los pocos socios que aún creían en él, sino, porque Leroy hacía visitas constantes, ya había ordenado que no se le dejara pasar, pero él era astuto y compraba a las enfermeras en guardia para que le dieran acceso a sus espaldas. Los minutos pasan, sus hijos estaban a cargo de Erin, la mejor amiga de Evanora, y a quien Finn acosaba en secreto, sabía bien que lo único que quería con ella era una follada de una noche, ya que su vida tenía un plan de seguimiento que debía cumplir, y por si no bastaba con soportar la dura presencia de su amigo, él le pagaba por cuidar de sus hijos. —¿Señor Turner? La voz del doctor lo sacó de su ensimismamiento, giró para encontrarse con su mirada, la cual solo denotaba preocupación, dejando de lado la máquina de comida. —¿Sucede algo? —Me temo que sí, su cuñada, la señorita Tylor, ha
Evanora sintió una punzada aplastante en su pecho cuando eligió estar con Leroy, pero rápidamente soltó su mano, el tacto no era el mismo, lo sentía… frío, distante, diferente, nada de esto era especial para ella, y, sin embargo, todo esto le parecía demasiado confuso. —Quisiera hablar un momento a solas contigo —susurró ignorando a Marcel. —Evanora —dio un paso adelante a sabiendas de que estaba caminando sobre terreno desconocido. Ella le miró una última vez antes de tomar una bocanada de aire profunda. —Solo quiero hablar con él. —¿Y por qué no conmigo? —inquirió él con desespero. Evanora no supo qué responder al instante, era cierto que sentía que conocía más a Marcel, pero por alguna razón sentía al mismo tiempo un poco de recelo, mirando a Leroy, supo que era sincero. —No lo sé —musitó por lo bajo. —Ya la oíste, Marcel. Él la miró una última vez antes de salir de la habitación echo una furia, odiaba la idea de que Leroy pudiera contarle las cosas desde su manera y no co
Marcel se sentía aturdido, no sabía qué decir o cómo actuar, hacía más de dos semanas que Evanora se estaba comportando de un modo extraño, distante, poco a poco recordaba algunas cosas vagas, en su mayoría sobre su infancia, en general tenía la intuición de que estaba ocultando algo. Cuando sus miradas se encontraban, era solo para enfocarse en algo que había hecho mal, luego se apartaba, se alejaba y se encerraba en ese caparazón duro y hostil. Leroy había estado visitando la casa y pasaba horas encerrada en su despacho, luego se iba y todo volvía a ser como antes. La cuestión es que no había estado intentando algo nuevo, debido a que quería darle espacio, no se imaginaba lo que era tener la mente en blanco, que todos te dieran una parte de su versión, pero que ni con eso, pudieras reconstruir toda la verdad. Una vida entera perdida gracias a su hermanastra, Nicolle. Bear seguía en fugas y su empresa iba mejorando, con la ayuda de Evanora había vuelto a recuperar la confianza de
Evanora tomó una bocanada de aire profundo, mientras intentaba lentamente abrir los ojos, el olor a antiséptico le picó la nariz, poco a poco una luz cegadora la hizo querer volver a la oscuridad en la que se había hundido estas últimas semanas, los recuerdos había llegado de golpe, era como si la película de su vida hubiese pasado delante de sus ojos. Al abrir los ojos y darse cuenta de que se encontraba dentro de una habitación de hospital, se incorporó, recordaba todo, Nicolle disparándole, Bear como cómplice, luego el impacto de bala, todo le daba vueltas, el ácido estomacal se le subió por la garganta y sin poderlo evitar, salió de la cama y comenzó a vomitar, no pudo contenerse. Vio su reflejo en el espejo y sintió deseos de llorar, se veía demacrada, cuando regresó a la cama, la puerta ya estaba abierta y Marcel entraba con un vaso de café. —Despertaste. —Marcel —frunció el ceño—. Recuerdo todo. El alma le regresó al cuerpo a él en cuanto dijo esas palabras, dejó el café s
MINUTOS ANTESMarcel se encontraba ansioso por terminar la reunión con Alejandra cruz, la mejor amiga que cualquier hombre pudiera tener, pero que tiene la fortuna de que sea él quien lo sea, una rubia de ojos azules tan hermosa, que hacía voltear a cualquiera que se cruzara a su paso, una lástima para ellos, porque ella era lesbiana. La había conocido hace muchos años, en la universidad, cuando eran muy cercanos y la gente incluso pensaba que terminarían juntos en medio de un feliz matrimonio, no podían estar más alejados de la realidad. Si no fuera por su orientación sexual, probablemente él hubiera pensado lo mismo e incluso hubiese intentado algo con ella, no es el caso. —No puedo creer que tantas cosas hayan pasado en mi ausencia. La voz de Alejandra lo hizo salir de sus pensamientos y se concentró en ella, ya habían firmado el contrato que ahora los convertía en socios, había sido un duro trabajo, pero gracias a ella y algunos que creían en él todavía, su empresa se recuperab
—¡Evanora!... Por… Por favor, te lo ruego, toma a mis hijos con... con su padre, ¡me estoy muriendo… Y esta…… es mi última petición! —una lágrima resbaló por el rabillo del ojo de la pálida mujer mientras, con sus últimas fuerzas, cogía la mano de su hermana Evanora y le suplicaba que encontrara al verdadero padre del niño después de su muerte. —Reyna, no, ¡No morirás!, no permitiré que me dejes así a mis sobrinos! Ellos necesitan a su madre, y yo te necesito a ti mi hermana, ¡tendríamos un futuro brillante! —Por favor Eva, sé cómo me va a pasar. Me moriré… quiero que perdones a mi esposo, tu cuñado, como si nunca le hubiera guardado rencor, y deja que los niños lo reclamen como padre, y yo me contentaré con rezar por todos vosotros todos los días en el cielo... —No me dejes, eres mi última familia en este mundo, ¡por favor! Noooo. —Más que yo, tienes a mis dos bebés… Solo para ver que mis hijos puedan volver con su padre, eso es todo lo que pido, después de mi muerte. […] Bajo
Los ojos de Marcel no se apartaban de Evanora, quien le daba el último adiós a su hermana, mientras observaba el oscuro lugar al que estaba siendo bajado el ataúd, él pensó que eso no le gustaría a Reyna, ella odiaba la oscuridad, y de pronto se sintió culpable de que ella pudiera estar aterrada por estar toda la eternidad en un sitio tan frío. Hace una semana que se había enterado de todo, y ahora la culpa iba mermando todas sus energías, cada una de ellas. Aún saboreaba con amargo sabor, la noticia que fue el detonante de que esta situación le estremeciera las entrañas. —¿Qué avances tienes? —le preguntó Marcel con tono hosco, al detective privado que había contratado. Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, uno que sin duda le incomodó a Marcel. —Desde que encontramos al adúltero hace una semana, ha estado jurando que no le ha hecho absolutamente nada importante a tu mujer, pero no fue hasta que yo hubiera descubierto que el traficaba con drogas, cuando admitió que hab