Evanora se sintió morir, no quiso hacer más problemática la situación, pero de algo estaba segura, y es que no iba a permitir que su relación con Marcel la estuviera afectando de nueva cuenta, así que se puso manos a la obra y como pudo, se soltó del agarre de su cuñado, para después salir con toda la ropa empapada. —Lo siento —murmuró por lo bajo. —No tienes por qué sentirlo, Evanora —mencionó él con el deseo latente corriendo por sus venas, sin embargo, no quiso insistir más. —Había olvidado que estabas aquí —las palabras de Eva sonaron balbuceantes—. No lo volverá a ocurrir. No espero a una respuesta de su parte, solo se dirigió a su habitación, esperando a que Marcel se alejara, dejando pasar un poco más de tiempo, este llamó a la puerta de su habitación, dudosa abrió y lo encontró con un traje, pero sin saco, como si apenas estuviese saliendo de la empresa. —Ya está listo en baño —le dijo en un tono casi despectivo—. Los niños siguen dormidos, pero me preguntaba sí… El cuer
El hormigueo del cuerpo de Evanora no la abandona, ha perdido la noción del tiempo, pero aun con los ojos cerrados, sus recuerdos comienzan a recobrar forma, hasta que de la nada, ella comenzó a abrir los ojos, lento, el corazón le palpitaba con rabia contenida hasta que detalló su entorno, no se encontraba en un lugar seguro, se trataba de una especie de bodega abandonada que olía a humedad. La boca la tenía seca, la garganta por igual, carraspeó un par de veces hasta intentar incorporarse, un escalofrío recorrió su cuerpo hasta el punto en el que la piel se le erizó, la luz apenas le dejaba ver algo hasta que las luces se encendieron. Ella se puso de pie, ya que estaba acostada en el suelo, sobre una colchoneta únicamente, el sonido de un par de pasos delicados y precisos, la hizo levantar la mirada para encontrarse con Nicolle, quien vestía una gabardina negra. —Hola, Evanora —dijo ella con un tono lleno de resentimiento. —Nicolle —susurró—. ¿Qué haces? —¿Qué es lo que parece?
La ansiedad carcomía a cada segundo a Marcel, necesitaba saber que Evanora estaría bien, los doctores no les daban buenas esperanzas, la policía seguía en busca de Bear, quien se había dado a la fuga y era cómplice de Nicolle al intentar no solo robar el dinero y violar el sistema de seguridad, sino, de ser el culpable del déficit de toda una fortuna. Y no conforme con todo lo que le estaba pasando, estaba el hecho también de que Leroy no había querido moverse del hospital, argumentando que no iba a irse hasta saber que ella estaría bien, lo que convertía la sala de estar en un campo minado en el que ambos se lanzaban miradas llenas de amenazas. Finn había ido con Erin para saber que los niños estaban bien, su amiga quería venir pero no podía. Marcel se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro, hasta que la voz gruesa de Leroy, lo hizo detenerse. —Todo esto es tu culpa —espetó con rencor—. Si ella muere, serás el único culpable de todo. Marcel se le quedó viendo con odio. —¿
Han pasado dos semanas desde que Evanora entró en coma, uno que le ponía de mal humor a Marcel, porque no solo tenía que lidiar con sacar su empresa a flote con ayuda de los pocos socios que aún creían en él, sino, porque Leroy hacía visitas constantes, ya había ordenado que no se le dejara pasar, pero él era astuto y compraba a las enfermeras en guardia para que le dieran acceso a sus espaldas. Los minutos pasan, sus hijos estaban a cargo de Erin, la mejor amiga de Evanora, y a quien Finn acosaba en secreto, sabía bien que lo único que quería con ella era una follada de una noche, ya que su vida tenía un plan de seguimiento que debía cumplir, y por si no bastaba con soportar la dura presencia de su amigo, él le pagaba por cuidar de sus hijos. —¿Señor Turner? La voz del doctor lo sacó de su ensimismamiento, giró para encontrarse con su mirada, la cual solo denotaba preocupación, dejando de lado la máquina de comida. —¿Sucede algo? —Me temo que sí, su cuñada, la señorita Tylor, ha
Evanora sintió una punzada aplastante en su pecho cuando eligió estar con Leroy, pero rápidamente soltó su mano, el tacto no era el mismo, lo sentía… frío, distante, diferente, nada de esto era especial para ella, y, sin embargo, todo esto le parecía demasiado confuso. —Quisiera hablar un momento a solas contigo —susurró ignorando a Marcel. —Evanora —dio un paso adelante a sabiendas de que estaba caminando sobre terreno desconocido. Ella le miró una última vez antes de tomar una bocanada de aire profunda. —Solo quiero hablar con él. —¿Y por qué no conmigo? —inquirió él con desespero. Evanora no supo qué responder al instante, era cierto que sentía que conocía más a Marcel, pero por alguna razón sentía al mismo tiempo un poco de recelo, mirando a Leroy, supo que era sincero. —No lo sé —musitó por lo bajo. —Ya la oíste, Marcel. Él la miró una última vez antes de salir de la habitación echo una furia, odiaba la idea de que Leroy pudiera contarle las cosas desde su manera y no co
Marcel se sentía aturdido, no sabía qué decir o cómo actuar, hacía más de dos semanas que Evanora se estaba comportando de un modo extraño, distante, poco a poco recordaba algunas cosas vagas, en su mayoría sobre su infancia, en general tenía la intuición de que estaba ocultando algo. Cuando sus miradas se encontraban, era solo para enfocarse en algo que había hecho mal, luego se apartaba, se alejaba y se encerraba en ese caparazón duro y hostil. Leroy había estado visitando la casa y pasaba horas encerrada en su despacho, luego se iba y todo volvía a ser como antes. La cuestión es que no había estado intentando algo nuevo, debido a que quería darle espacio, no se imaginaba lo que era tener la mente en blanco, que todos te dieran una parte de su versión, pero que ni con eso, pudieras reconstruir toda la verdad. Una vida entera perdida gracias a su hermanastra, Nicolle. Bear seguía en fugas y su empresa iba mejorando, con la ayuda de Evanora había vuelto a recuperar la confianza de
Evanora tomó una bocanada de aire profundo, mientras intentaba lentamente abrir los ojos, el olor a antiséptico le picó la nariz, poco a poco una luz cegadora la hizo querer volver a la oscuridad en la que se había hundido estas últimas semanas, los recuerdos había llegado de golpe, era como si la película de su vida hubiese pasado delante de sus ojos. Al abrir los ojos y darse cuenta de que se encontraba dentro de una habitación de hospital, se incorporó, recordaba todo, Nicolle disparándole, Bear como cómplice, luego el impacto de bala, todo le daba vueltas, el ácido estomacal se le subió por la garganta y sin poderlo evitar, salió de la cama y comenzó a vomitar, no pudo contenerse. Vio su reflejo en el espejo y sintió deseos de llorar, se veía demacrada, cuando regresó a la cama, la puerta ya estaba abierta y Marcel entraba con un vaso de café. —Despertaste. —Marcel —frunció el ceño—. Recuerdo todo. El alma le regresó al cuerpo a él en cuanto dijo esas palabras, dejó el café s
MINUTOS ANTESMarcel se encontraba ansioso por terminar la reunión con Alejandra cruz, la mejor amiga que cualquier hombre pudiera tener, pero que tiene la fortuna de que sea él quien lo sea, una rubia de ojos azules tan hermosa, que hacía voltear a cualquiera que se cruzara a su paso, una lástima para ellos, porque ella era lesbiana. La había conocido hace muchos años, en la universidad, cuando eran muy cercanos y la gente incluso pensaba que terminarían juntos en medio de un feliz matrimonio, no podían estar más alejados de la realidad. Si no fuera por su orientación sexual, probablemente él hubiera pensado lo mismo e incluso hubiese intentado algo con ella, no es el caso. —No puedo creer que tantas cosas hayan pasado en mi ausencia. La voz de Alejandra lo hizo salir de sus pensamientos y se concentró en ella, ya habían firmado el contrato que ahora los convertía en socios, había sido un duro trabajo, pero gracias a ella y algunos que creían en él todavía, su empresa se recuperab