Evanora caminaba de un lado a otro, no iba a permitir que su cuñado Marcel, la intimidara, si bien era cierto que ella tenía más que perder en esta situación, no era de las mujeres que se dejaban vencer tan fácil, una cualidad que Reyna le admiraba.
Se detuvo a admirar a sus sobrinos dormidos, ellos habían sacado el color de cabello castaño de Marcel, pero se parecían a su hermana, sus rasgos físicos, además de que heredaron los ojos grises que caracterizan a los Taylor. No quería dejarlos, eso le supondría un dolor inmenso en el pecho.
Pero si bien era cierto, debía de solucionar los asuntos monetarios que tenía, por lo que habiendo dejado que durmieran, se dirigió al restaurante, temerosa de que se encontrara con Marcel de nuevo, afortunadamente no estaba.
—¿Todo bien, jefa?
La voz de Erin Scott, una chica de estatura mediana, cabello color rubio platino y ojos verdes, su mejor amiga, mesera y quien le ayudaba administrar el restaurante en su ausencia, la sacó de su ensimismamiento.
—Sí, ¿cómo van las ventas el día de hoy? —trató de sonar lo más tranquila.
Erin no era tonta, presentía que algo malo le pasaba, algo que no tenía nada que ver con la muerte de Reyna.
—Mal, la verdad es que estas dos últimas semanas han estado fatal, casi no hay turistas, y el clima tampoco ayuda mucho.
Evanora realizó una mueca.
—Ya encontraré una solución.
Erin bajo la mirada, apenada, sus mejillas se tiñeron de pronto, de un color rojo carmín.
—¿Qué sucede? —inquirió con cautela.
Erin levantó la mirada, sentía pena al decirle lo que realmente ocurría, pero al ser su mejor amiga, su lealtad estaba con ella.
—Escuché que muchos de los empleados ya se cansaron de que no haya paga, algunos incluso trabajaron horas extras, pensando que de esa forma iban a subir las ventas, no los culpes, ellos han puesto todo su empeño en esto, es solo que…
Evanora ya había deducido que muchos empleados estaban insatisfechos, los comprendía, ella en su lugar estaría igual.
—Están cansados, muchos dijeron que cuando cerraras el restaurante, te iban a presentar una denuncia formal —finalizó Erin con el corazón compungido por su amiga.
—Entiendo.
—Si quieres puedo hablar con algunos y tratar de convencerlos.
La idea le parecía egoísta, Evanora sabía que no podía seguir disponiendo de ellos sin un salario, por lo que no iba a detenerlos, al contrario, ella es la que estaba avergonzada por no poder hacer más por ellos ni por el sitio que una vez fue el sueño de sus padres.
—No —negó con la cabeza—. Diles que por la noche quiero hablar con todos ellos.
Por su mente se cruzó la idea de poder ella sola con las labores, estaba segura de que Erin no la dejaría sola, tal vez ellas dos serían suficientes por el momento. Mientras tanto, podría buscar otras opciones, le quedaba hipotecar la casa de sus padres, una opción que en los últimos años había dejado de lado.
Se le partía el corazón, sin embargo, era necesario si quería quedarse con los niños, la cabeza le comenzó a doler y el día transcurrió normal. Hasta que dos horas antes de cerrar, cansada hasta morir, con frío, hambre, y sabiendo que la lluvia seguía sin cesar, un hombre entró al restaurante, vestido de traje.
Frunciendo el ceño y pensando que se trataba de la gente de su cuñado Marcel, se preparó para correrlo, pero estaba equivocada.
—¿Señorita Evanora Taylor? —preguntó el hombre bajito y regordete.
—Soy yo —tragó grueso—. ¿Qué se le ofrece?
El hombre la localizó, su rostro apacible se transformó en una rabia que iba dirigida solo a ella.
—¡Señorita Taylor, he venido porque ya lleva más de dos meses sin pagar la luz que consume, sin contar la deuda que tiene en el banco de quinientos euros, si no paga esta vez, me temo que tendremos que clausurar este sitio y tomar como pago, la casa!
El miedo se apoderó de ella.
—Señor, entiendo su posición, solo necesito un mes más… le prometo que…
—¡No, ya no más, si mañana mismo no tiene el dinero, puede despedirse de esta pocilga! —el hombre la miró con desprecio, a ella y a todo el sitio que estaba casi en ruinas.
El hombre no dijo nada y ella se sintió humillada frente a su gente, quienes se habían amontonado en las esquinas para admirar el penoso encuentro. Evanora se dejó caer sobre la silla frente a la barra de bebidas.
—Bien, como pueden ver, quien se quiera ir, adelante, sin rencores, yo no les puedo pagar, por lo que les pido una disculpa y les agradezco su apoyo, sin ustedes, yo hubiera estado perdida —les dijo a sus empleados, con la voz a punto de quebrarse.
Los empleados, aunque quisieran quedarse más tiempo, lo vieron como un caso perdido, y uno a uno paso, le dieron las gracias, se despidieron de ella y salieron hasta que se quedó sola con Erin, quien la rodeaba por los brazos.
Su mejor amiga estudiaba historia antigua, tenía el sueño de ir a Egipto un día y presenciar algún descubrimiento arqueológico.
—Tú también tienes que irte.
—¿Y dejarte sola? Ni loca, dos cabezas piensan mejor que una, ya se nos ocurrirá algo, escucha, yo tengo un par de ahorros y…
—No, no quiero que uses eso, lo has estado ahorrando para pagar la matrícula de tu último año de maestría, olvídalo.
Una salida fácil, eso era lo que buscaba ella, luego de despedir a su amiga y cerrar el local, se dirigió con los ánimos por el suelo, a su casa, donde ya la estaban esperando sus sobrinos, despiertos, quienes balbuceaban cosas, Dante, el que había nacido primero y por supuesto era mayor, comenzó a llorar y ella lo cargó en brazos, Dorian era más tranquilo.
—Tranquilo, no voy a dejar que nada malo les pase. Lo prometo.
De pronto, sintió que un escalofrío recorría su espina dorsal al recordar la rencilla con el padre de los niños, era tan injusto, luego de tratar así a su hermana, se atrevía a esto.
[...]
Por la mañana, se levantó temprano, la última amenaza de aquel hombre, no le dejó dormir, las cosas empeoraron cuando se dio cuenta de que ya no quedaba fórmula de leche, tampoco pañales, y era tan escaso el dinero, que prefirió quedarse sin comer ella ese día, con tal de conseguir lo que necesitara.
—¡Lo siento, no puedo fiarte más, Evanora, esto es un negocio, no un sitio de caridad! —le gritó el tendero.
Quien hasta hace poco había sido amable con ella, hasta que se enteró de sus verdaderas intenciones hacia ella.
—Por favor, Germán, prometo que te pagaré en cuanto tenga —insistió ella, con los ojos a punto de escocer.
—Ya te dije que no, de la amabilidad no vive el hombre —arguyó aquel hombre con severidad, retirando los pañales del mostrador, no le alcanzaba para eso—. Sin dinero, no hay nada, solo te alcanza para una fórmula de leche, lo siento.
Evanora quería llorar de la rabia.
—Si no vas a comprar nada más, vete, que me ahuyentas la clientela.
Y con esto, Evanora se fue directo a casa, su estómago emite un rugido, con todo lo sucedido con su hermana, se había gastado los últimos ahorros en su funeral, incluso había olvidado desde cuando no probaba alimento.
Llegando a casa, no dejaba de ver la hora, tuvo que improvisar con los pañales, usando un trozo de tela, lo sentía tan medieval, que se dio pena ella misma, No obstante, cuando todo hubo perdido, llegando la hora indicada por aquel hombre, sonó el timbre de la casa.
Las manos le temblaban, el aire colapsó en sus pulmones y los comprimió, se dirigió a la puerta con la intención de tratar de convencer al hombre, solo que al abrir, no era la persona que esperaba, sino Marcel, su cuñado, en compañía de aquel hombre rubio que había visto a su lado en el funeral de su hermana.
—¿Qué haces aquí? Te dejé claro que no iba a ceder —se cruzó de brazos.
Finn detallaba todo con cuidado, mientras Marcel y ella tenían una batalla de gladiadores en silencio.
—Yo bien podría decir lo mismo, sin embargo, vengo con otra intención —respondió él, con gesto adusto.
—¿Qué? —Evanora enarcó una ceja con incredulidad.
Pese a estar muerta de miedo, no iba a dejar que su cuñado viera sus debilidades.
—Vengo a ofrecerte un trato. Una salida fácil.
Y con esto, ambos hombres entraron sin ser invitados por ella.
Evanora se sentía acechada por su cuñado y su abogado, como se acababa de presentar, ella les ofreció café de mala gana, no confiaba en ninguno de ellos, los corrió varias veces hasta que desató la risa cruel de Finn, dejándole en claro, que no se iban a ir hasta que ella los escuchara, solo por eso aceptó que se quedaran. Y ahora estaban delante de ella, ella miraba a Marcel con ojos cargados de odio, desprecio en el más fiero filo, mientras que Finn, advertía las malas condiciones en las que se hallaba viviendo. —¿Y bien? —fue ella quien rompió el silencio—. Hablen, tengo cosas que hacer. Lo cierto es que ella no quería que estuvieran presentes en las negociaciones que quería hacerle a aquel hombre, mirando con impaciencia la hora en su reloj, sin darse cuenta, comenzó con un tic nervioso que le hacía repiquetear la pierna. —Vengo a ofrecerte un trato, a cambio de mis hijos —habló Marcel. Evanora, molesta, triste y aturdida, levantó el mentón con débil orgullo, no iba a dejar
Evanora se sentía confundida, extasiada de poder estar al lado de sus sobrinos, el único recuerdo que le había dejado su hermana mayor por dos minutos, antes de morir, Marcel había cumplido con su palabra, de hecho, el hombre no tardó en pagar las deudas que ella tenía y en comprar el restaurante, de ese modo, ya estaba liberada de las cadenas monetarias que por años, la habían estado a punto de ahorcar, incluyendo con la hipoteca de la casa, así que ahora se sentía libre. Recordó la última plática que tuvo con su mejor amiga, Erin, a quien dejó a cargo de todo mientras ella regresaba, porque tenía la firme convicción de que lo haría. —¿Estás segura de lo que haces? —inquirió Erin con el ceño ligeramente fruncido. Evanora le había confesado todo, con ella nunca tenía secretos. —Sí, es lo mejor, el desgraciado ha cumplido con su palabra, además, aunque quisiera, ya no puedo echarme atrás, está de por medio el contrato que he firmado. —Siento que te has metido en la boca del lobo y
Evanora la reconoció al instante, ella era la mujer que les tendió la trampa, la hermanastra de Marcel, Nicolle Turner. A palabras de su hermana, era una mujer tan superficial y frívola. Jamás quiso a Reyna y ahora lo podía comprobar. Cuando ella posó sus ojos sobre Evanora, creyendo que se trataba de Reyna. —¡¿Qué hace esta zorra aquí?! —la apuntó con el dedo. Evanora tuvo que contener la rabia. —¡Marcel, esta zorra no puede estar aquí, recuerda cómo te engañó! —exclamó Nicolle, fingiendo que le dolía toda aquella situación. Marcel sintió como poco a poco su genio se iba pudriendo, sabía perfectamente que su hermanastra era quien había tenido toda la culpa de su separación con Reyna, ella fue quién pagó al modelo que encontró en la cama con su ex esposa. La rabia comenzaba a consumirlo y eso era algo de lo que se dio cuenta Evanora. «Actúa como Reyna, actúa como tu hermana»Marcelo pudo ver claramente la lucha interna de su cuñada, temeroso de que ella no supiera cómo reacciona
Evanora evitó mirar a Marcel, deseando en el fondo que se apartara de ella. Que la dejara en paz un momento, había muchas cosas que procesar. —Quiero estar sola —le pidió. —Reyna era dulce, amable, inocente, tienes que… Evanora rechinó los molares a tal grado que la fricción le pareció casi dolorosa. —No tienes que repetirme lo que debo hacer. Marcel estudió la expresión en blanco de su cuñada, esto era más difícil de lo que creyó. —La niñera de mis hijos se llama Angela Cirbelle, es una de las mejores capacitadas para este tipo de trabajo, así que tu único trabajo será administrar la casa —Marcel mermó el espacio entre los dos, con la única intención de intimidarla. El problema es que no funcionó. Todo lo tenía planeado, Evanora pensó que su cuñado era un hombre que solía exagerar las cosas, un maníaco del control. —Quisiera trabajar —propuso ella. Estaba de acuerdo a regañadientes con hacer de administradora del hogar, pero el poder aprovechar ese tiempo haciendo algo de pro
En cuanto Evanora sintió la vergüenza, calentando sus mejillas, maldijo el no haberse puesto un par de zapatos con tacón corto, no pensó que fuera necesario, sí, como no, estaba acostumbrada a tratar estos temas con calma, sin embargo, no estaba en su territorio, los nervios la mataron y solo se olvidó de ello, rápidamente intentó dar un paso con la cabeza alta, pero eso no era lo que le preocupaba, sino, el hecho de que su cuñado la estuviera fulminando con la mirada. Por lo que decidió levantar la cabeza y tratar de dar un nuevo paso, no obstante, el dolor se disparó por su columna vertebral, al bajar la mirada, se dio cuenta de que su tobillo estaba teñido de un rojo carmín escandaloso, pero no solo se trataba de eso, sino, que el dolor parecía más una torcedura, al intentar dar un nuevo paso, perdió el equilibrio y casi cayó, de no ser por un par de brazos fuertes que la sostenían. La única razón por la que no le decía nada, era porque tenía que actuar como buen marido frente a t
La alarma del despertador no pudo contra los nervios de Evanora, durmió bien, sin embargo, se despertó demasiado temprano, con dolor de cabeza al recordar las palabras que me dijo Nicolle, ella era una mala persona. Se metió a la ducha, se puso unos de los tantos trajes bien recatados de su hermana, aunque al final, se desabotonó tres ojales más, pensó que eso le daría un toque extra de su buen gusto, luego se dirigió a la habitación de sus sobrinos, en donde Ángela les daba el biberón. —Buenos días, señora Turner —la saludó con la típica sonrisa arrolladora. —Hola —sonrió Evanora. Se acercó a sus sobrinos, les dio un beso a cada uno de ellos en la coronilla, y luego se dirigió a la salida. —Muchas gracias por cuidarlos —le dijo a la mujer, antes de que se marchara. —Pierda cuidado, yo los cuidaré bien. Con esas palabras se salió. No estaba tan segura, veía que ella era buena, pero también sabía que las apariencias engañan, por lo que decidió tomarse las cosas con calma. Justo
Cuando Evanora llegó a su trabajo, se sintió demasiado abrumada, no podía creer lo que había hecho con su cuñado, el hormigueo en sus labios la alteraba, su corazón no dejaba de latir. Molesta, se dirigió a su oficina, donde quiso comenzar su trabajo, ya había llegado tarde. —¡El hecho de que seas la esposa de Marcel, no quiere decir que te dejaré las cosas fáciles! —espetó aquel hombre con firmeza. Sus ojos irradiaban con malicia, una que le causó escalofríos a Evanora, no comprendía por qué el cambio de actitud, cuando estaba con Marcel, él parecía amable, ahora, parecía que la quisiera asesinar. Quiso abrir la boca para decirle unas cuantas cosas, aunque en último momento cambió de idea, ya que Reyna nunca actuaría de frente, su personalidad era más sumisa de lo que ella podría llegar a ser. —Entiendo, siento si le causo alguna molestia, trataré de hacer mi mayor esfuerzo —respondió con una sonrisa de media luna. Bear la volvió a mirar fijo, a él le gustaba intimidar a las mujer
Marcel comenzaba a cansarse de aquella situación, no soportaba la idea de que todos los presentes, no dejaran de adular tanto a su nuevo socio, quien ya había firmado el contrato con supervisión de su abogado. Bebió todo su trago hasta que el gran Leroy le puso atención, desde que Evanora se había marchado, fue como si dejara de existir para Leroy. —Con todo respeto, Marcel —le miró fijo—. Tienes una esposa hermosa. Marcel tensó el cuerpo. Pero se obligó a sonreír rechinando los dientes. —Muchas gracias. —Mujeres como ella, solo hay una vez en la vida, debo admitir que si no estuvieras casado con ella, te la robaría —anunció con un deje de burla en su tono. Marcel se inclinó hacia adelante. —Estoy seguro de ello, el asunto es que Reyna no es cualquier mujer —rechinó los molares—. Ella es mía, es mujer de un solo hombre, y ese soy yo, espero que lo tengas muy claro. —Oh, por supuesto que lo tengo muy claro, solo hablo de lo que es claro para todos. Ambos se quedaron viendo y el