Cuando el taxi se detiene en la entrada, salen a recibirla las chicas nuevas de servicio, le paga al taxista y entra a su lugar favorito en el mundo. Allí se encuentra todo igual que hace tres años, excepto por algunas imágenes nuevas.
A las fotografías de su madre biológica y las de la boda de sus padres, se le han sumado las de sus hermanos menores, su graduación y cada logro de los cinco hijos de los Finnick, porque en aquella familia no hay un tesoro más grandes que ellos.
Sube a su habitación y la encuentra tal como la dejó.
—Se nota que me extrañaron…
De otra manera, esa habitación sería muy diferente, más apegada a su carácter y sus gustos. Pero no los culpa, se fue siendo muy joven. Saca algunas de aquellas cosas que adornan el espacio y las coloca en una caja que encuentra en el closet, hasta hace cinco años era fanática de los peluches, pero ya no es algo que le guste tener en su habitación.
El único que se queda allí es el elefante enorme que le regaló Matías en su cumpleaños trece.
Deja todo al lado de la puerta, se va a su closet y la ropa que allí tiene sigue siendo su estilo, aunque ahora deberá agregar los trajes de oficina.
Busca algo que le quede, aunque solo creció unos cuantos centímetros más, quedando casi en el metro setenta. Se mete a la ducha para quitarse el viaje del cuerpo, se cambia de ropa y decide hacer una visita sorpresa a la oficina de sus padres.
Toma uno de los autos de la casa y se va en dirección a la oficina, decide escribirle a su amiga Ava, con la que mantuvo contacto, para salir por la noche y la acompañe a beber algo por ahí, aunque no tiene mucho sentido, porque no tiene la edad para beber aún.
Por estar en eso, no se da cuenta que se pasa un semáforo en rojo y una patrulla comienza a seguirla. El hombre en ella es nada más ni nada menos que el sargento, a quien no le gusta que se salten las señales de tránsito.
—Relájate, Méndez, el vehículo ni siquiera va rápido, para mí que es un conductor distraído —le dice su compañera.
—Como sea, pudo provocar un accidente.
Le hace las señas para que se detenga, pero el vehículo no lo hace, va a adelantar para obligarlo a detenerse, pero desde la central les llega la notificación de un disturbio en una gasolinera y que requieren de refuerzos urgentemente, porque la situación de está tornando hostil.
—Me temo que esto es más importante, de todas maneras tenemos la patente y le llegará la notificación a casa.
Matías desiste de perseguir al infractor y dobla en una intersección para ir a apoyar al otro incidente.
Charlize, al llegar a Finnick & Abbot, se baja sin dejar de ver el edificio, recordando la primera vez que fue con Luz y pensando si trabajará con sus padres o hará algo por cuenta propia. Todo dependerá de las ofertas que tenga.
Se acerca a la recepción, donde se encuentra a un chico bastante guapo, que se la queda viendo descaradamente y la saluda coqueto.
—Buenas tardes, señorita, ¿en qué puedo ayudarle?
—Busco a los señores Finnick —le responde con tranquilidad, tratando de aguantar la risa.
—Ellos se encuentran en una reunión, ¿tiene cita?
—La verdad es que no la necesito — le dice ella, sonriendo porque el chico no tiene idea de quién tiene en frente —.
—Me temo que no la puedo dejar subir —le responde él con estudiada educación —, pero podría anunciar que vino y…
—Mmm… Robert — dice mirando su gafete —. Verás, soy Charlize Finnick, la hija de los señores Finnick y llegué de sorpresa, ¿me puedes ayudar? —el muchacho se la queda viendo unos segundos y luego abre los ojos.
—¡Oh, por supuesto! No diré nada, solo pase, por favor… —salta del asiento y corre para llamar el ascensor —. Deben estar en la sala de juntas.
—Sé dónde es, gracias… —se lleva un dedo a la boca en señal de que guarde silencio y él hace el gesto de que no la abrirá —, que no lo sepan.
Sube al ascensor y en cuanto se abren las puertas puede sentir ese aroma que le encanta, a documentos recién impresos, ese bullicio entre llamadas y problemas. Camina pensando en todos los cambios que haría ella, porque el sistema de su padre es bueno, pero podría ser mejor.
Se acerca a la sala de juntas, cuidando que no la vean, y decide que mejor espera en la oficina de su padre, porque lo que allí se está hablando parece bastante serio.
La oficina está perfectamente ordenada, excepto por el escritorio, que está lleno de papeles y carpetas. Toma uno de los libros de su padre y se sienta a leer en uno de los sillones que da la espalda a la entrada. El tiempo se pasa sin que se dé cuenta, hasta que escucha a sus padres entrar.
—No puedo creer lo que ese idiota me dijo — escucha a su madre alegar —. «Usted no puede opinar, porque ni siquiera ha crecido lo suficiente», ¡imbécil!
—Tranquila, mi amor… yo sé cómo quitarte esa frustración… — Charlize abre los ojos cuando escucha un jadeo de su madre y se pone de pie con los ojos cerrados —.
—¡Alto, hija mayor presente! — grita, haciendo que Gerard se suba la cremallera del pantalón y Luz se baje el vestido —.
—¡Hija! — grita él todo sonrojado —. No… no nos dijiste que vendrías, mi amor…
—Porque era una sorpresa — dice ella sin abrir los ojos —. Pero casi me la llevo yo, no puedo creer que hagan eso en el trabajo…
Luz se acerca a ella y la abraza. Sin abrir los ojos, Charlize se deja llevar por ese dulce aroma de mamá y sonríe.
—Te extrañe, mami.
—Y yo a ti, mi niña — se apartan, pero Gerard las abraza a las dos juntas —. ¿Al fin podremos tenerte aquí?
—Eso creo, mientras termino mi maestría al menos, voy a necesitar de toda su ayuda.
—Lo que quieras, mi preciosa niña — le dice Gerard, dejando un beso en su cabello —. Ahora vuelvo a ser un hombre completo, con toda mi familia reunida otra vez.
—Hace un minuto no estabas tan triste —Charlize levanta una ceja divertida.
—No querrás hablar de eso — Charlize se ríe y Gerard ve la hora —. Se nos pasó la hora de comer, vamos por algo y luego vamos a buscar a tus hermanos al colegio, estarán felices.
De camino al restaurante, hablan del vuelo, de las cosas que Charlize quiere hacer y de la salida de la noche. Pero nada de eso la lleva a saber de lo que realmente le interesa.
—Uno de los guardaespaldas te acompañará —sentencia Gerard y Charlize se cruza de brazos.
—Ni lo sueñes. Sobreviví perfectamente sin uno estos cinco años lejos de casa, no me vas a cuidar ahora que ya cumplí veinte — Gerard se pone nervioso y ella abre la boca escandalizada —. ¡Sí lo hiciste!
—Eres mi niña preciosa, no podía dejar que nada te pasara… —trata de conciliar, pero Charlie frunce el ceño.
—Haré de cuenta que no oí eso, pero desde ya te digo, aquí no quiero niñeras —lo amenaza con el tenedor —. Hoy me iré a divertir con una amiga y no quiero que me estén vigilando.
—Pero si te asaltan o… —trata de insistir Gerard, pero la respuesta de su hija lo deja en silencio.
—Papi, llegué a cinturón rojo… no me subestimes.
—Ok — dice él levantando las manos y Luz se ríe —. Tú no te rías, mujer, ustedes me tienen por completo dominado.
—Pero te gusta que así sea — le dice Luz acercándose a él para darle un beso y Charlize mira a otro lado —.
Se para al baño y su madre la sigue, mientras se lavan las manos, Charlize le pregunta por Matías.
—¿Sigue solo?
—Tan solo como siempre, con sus conquistas de una noche —le dice ella con desesperanza—. Me temo que mi hermano se quedará para vestir santos.
—Lo dudo… los santos le huirían en seguida.
Luz se ríe de las ocurrencias de su princesa, la mira a través del espejo y ella solo asiente a esa pregunta que le ha hecho en silencio.
Sí, todavía lo quiere y no deja de soñar con que pueda llegar a conquistarlo.
Se reúnen con Gerard y deciden ir por los más pequeños de la familia a la escuela, quienes se alegran de ver a su hermana mayor, hasta el punto de tirarla al césped. Ella solo ríe feliz, porque ese es el calor de familia que extrañó y que tanto le gusta.
Así, disfrutan las horas de una tarde familiar, hasta que llega la hora de la cena, donde Charlize se excusa del postre, para ir a prepararse para su primera noche neoyorquina como mayor de edad.
Sin imaginar con quién podría encontrarse por allí…
Charlize se mira al espejo, le sonríe a su reflejo y se guiña un ojo. Lleva un pantalón de tela que cae desde su cintura, una blusa ancha que se esconde dentro de la pretina, una chaqueta ligera de color negro, y unos zapatos de tacón bajo.Por maquillaje, ojos delineados y labios con un brillo rosa traslúcido, el cabello suelto, pero se asegura de guardar una goma para el cabello, por cualquier cosa.Al bajar, su madre la abraza orgullosa, mientras que Gerard la mira de pies a cabeza y mueve la cabeza de manera negativa.—¿Pasa algo, papá?—Esa no es manera de vestir para salir, deberías ponerte algo más… cerrado… —pero solo una mirada de Luz lo calla al instante —. Estás hermosa, princesa.—No le hagas caso, está celoso, porque apenas tienes unas pocas horas y vas a salir, pero él no entiende que esta es tu primera salida de adulta.—¡Pero no puedes hacer cosas de adulta! —le advierte Gerard —. Recuerda que eres menor para beber y para…—Papá, solo iré con una amiga a la que no veo
—¿Está bien señorita? —ese simple pregunta hace que Charlize se moleste más aún con Matías, porque ni siquiera la reconoce. Lleva cinco años pensando en él, en cómo sería ese reencuentro tras ese beso, en que se lanzaría a sus brazos y él le respondería, diciéndole lo mucho que la extrañó… ¡Pero él ni siquiera la reconoce! Así que, sin pensarlo mucho, se acerca a él, le da una patada en la pantorrilla y en el momento que Matías se agacha por el dolor, aprovecha de darle con la palma en la nariz. —¡¿Pero qué te pasa loca de…?! —¡Primero te olvidas de mí y ahora soy una loca! —Matías enfoca bien y abre los ojos. —¿Cha-Charlize…? —pregunta con una mezcla de sorpresa y miedo, porque frente a él no está la princesa, más bien es una fiera y que no está dispuesta a ser domada… Matías salió del trabajo cansado y solo quería distraerse, aquella noche no quería problemas, solo quería beber algo, buscar alguna mujer para pasar un momento agradable y luego cada quién por su lado. Pero al ir
Charlize se despereza y abre los ojos con una sonrisa, pero justo frente a ella se encuentra esos ojos castaños que la miran con intensidad, y bajo ellos una sonrisa seductora que le produce un escalofrío.—Matías…—Supongo que ahora no me vas a golpear, ¿verdad?—¿Cómo llegaste aquí?Pero Matías no le responde, solo lleva sus labios a su cuello y luego baja por su cuerpo, haciéndola jadear. Justo cuando llega a esa zona de su cuerpo, un ruido la sobresalta.Abre los ojos asustada, se sienta en la cama con la respiración agitada, mojada y no precisamente de sudor, se encuentra sola en su habitación, con la alarma que olvidó quitar. Se deja caer en la cama otra vez y se tapa hasta la cabeza.Otra vez ese sueño.Desde que vio a Matías hace tres días, ese sueño se le volvió recurrente y no es su culpa, con semejante voz y ese cuerpo, nadie podría culparla de soñarlo de esa manera.Hoy es sábado, el primero en años en casa y la tradición de hacer algo familiar sigue intacto. Se gira para
Charlize da un respingo y Luz le sonríe. —Tu padre quiere que entres aprendiendo como abogada junior, pero confía en que te ganarás tu propio lugar. Me advirtió que no sería delicado, ya sabes… la firma tiene un prestigio y debemos mantenerlo. —Sabes que esa es la razón por la que estudié —le responde Charlize con sinceridad y emoción —. Aunque no tenía claro dónde empezar, porque quería hacerme mi propia reputación y no una bajo la de ustedes, pero siempre quise seguir lo que mi abuelo inició. —Me gusta saber que quieres continuar el legado, pero… deja eso de la reputación a un lado —le da unos golpecitos en las manos y se pone de pie —. Cuando yo empecé a trabajar, era la esposa de Gerard Finnick y muchos me consideraban buena en lo que hacía. Pero cuando demostré lo que realmente podía hacer, tu padre pasó a ser el esposo de Luz Finnick. «Él mismo cree que la firma lleva el nombre por mí más que por él, no hay un caso que perdiera, porque mis causas son justas. Con Dan a medio t
Luz, como en el pasado, le sonríe a través del espejo a Charlize luego de terminar de peinarla.—Estás hermosa, mi vida.—Me encanta —se pone de pie y se mira el vestido negro, ajustado al cuerpo, de escote reina Ana y hasta las rodillas —. Así no me veo de veinte, ¿verdad?—No, para nada.Mientras ella quisiera verse de veinte otra vez, su niña solo quiere verse mayor para dejar en claro que creció. Pero el asunto ahora es cómo hacer para que Gerard no bote espuma por la boca y quiera matar a alguien, solo por la apariencia de Charlize.—Creo que deberíamos llamar a la policía —le dice Luz a Charlize cuando se calza los zapatos de diez centímetros.—Se supone que Matías lo es, ¿no?—Pero él no podrá levantar su propio cuerpo, porque si tu padre lo pilla mirándote, lo mata.—No lo hará, te lo aseguro, mami. Matías no me verá esta noche ni ninguna vez que nos reunamos en familia.—Entonces, ¿para qué todo esto?—Para que a mi padre le quede claro que crecí y que debo hacer mi vida de a
Los tres Finnick entran al edificio como el mejor equipo, y lo son.Cuando pasan por la recepción, Robert se queda con la boca abierta al ver a Charlize, por la cierra en cuanto Gerard se gira distraído y lo ve, le pone mala cara enseguida y el chico se entierra en la pantalla del computador, revisando las citas de ese día.Para cuando llegan al piso, todos los presentes se quedan en silencio.Por supuesto, algunos no ven con buenos ojos que Charlize sea parte del equipo, porque hasta ahora su único mérito es ser la hija del dueño, es más, hay quienes aún no aceptan a Luz como una igual, pero eso lo guardan muy bien.—Buenos días, espero a todos los abogados senior en la sala de juntas en cinco minutos.—¡Sí señor! —se oye al unísono y ellos siguen el camino hacia la sala.—Vi algunas caras que no estaban muy contentas —le dice Charlize a sus padres y Gerard se sienta a un costado de la cabecera de la mesa, porque su esposa ocupa el lugar principal —. Ya no sé si esto es lo mejor.—¿D
—Méndez… ¡Méndez!—¡¿Qué pasa Dalton?! —le dice Matías a su compañera, sin dejar de perder de vista a la princesa.—Oye, parece que viste a tu ex con un nuevo novio… —él la mira con los ojos abiertos y ella se ríe—. Espera, tú no tienes ex.—No digas tonterías —continúa la marcha y los ve entrar a un restaurante —. ¿Tienes hambre?—¿Me vas a invitar?—Sí, vamos.Su compañera no se lo puede creer, esta es la primera vez que Matías tiene ese detalle con ella, así que aprovecha la invitación. Se estaciona cerca de la entrada, dentro de él hay un debate enorme de si eso está bien o no, pero se baja de todos modos.—¿No me vas a ofrecer el brazo, como todo un caballero? —se burla ella y Matías le gruñe.—No exageres, Allison.—Ok, ok… —levanta las manos en señal de rendición y se ríe bajito.Matías le abre la puerta y ella entra rápidamente, Matías busca con la mirada a Charlize, la encuentra en un lugar que no se ve desde la calle, halla una mesa que está cerca de ellos y se lleva a Allis
Aquella primera semana pasó volando para Charlize, entre ayudar a Allan y otros dos abogados de la firma, ni siquiera se enteró que ya era viernes, hasta cuando Darling se pone de pie en medio de la sala en donde están todos los novatos y grita feliz.—¡Hoy hay iniciación! —los demás aplauden y silban, haciendo que Charlize se ría —. McSorley’s nos espera, cariño.—¡Comida y cerveza! —gritan todos al unísono, Charlize se pone de pie y los calma un poco.—Les agradezco la invitación y créanme que iré feliz… pero nada de alcohol para mí, porque no tengo los veintiuno —les dice con expresión de resignación —.—No te preocupes por eso, estarás rodeada de adultos responsables, que se beberán todo lo que tú no —le dice Antoine y todos estallan en carcajadas.Se dedican a guardar todos los archivos, ordenar los escritorios y apagar los ordenadores, mientras que Charlize se pregunta cómo hará para quitarse a sus padres de encima. Hasta que se le ocurre lo mejor que puede hacer en ese momento,