Dos años después…
Todo gira en torno a la fiesta de los quince años de la princesa, quien luce como una en verdad, Luz se preocupó de mandar a hacer el vestido con una reconocida diseñadora de Europa.
La ayuda a terminar de peinarse, dejando algunos mechones caer libres por su rostro, está realmente hermosa, pero lo que más la emociona es saber que después de esto, su pequeña se irá de casa a cumplir sus sueños a Boston.
—No llores, mami. Vendré a casa para cada fiesta.
—Esto no es sencillo, mi niña. Pero al menos podremos festejarte y estoy segura que serás la quinceañera más linda de toda la ciudad.
Charlize se ríe de las exageraciones de su madre, pero al final se dan un abrazo fuerte. Esas dos mujeres crearon un vínculo fuerte, que nada podría romper. Las dos se dan la mano y caminan a la puerta, antes de abrirla, Charlize mira a su madre.
—¿Vendrá?
—No lo sé, cariño…
—¿Le dijiste que quiero que mi baile sea con él?
—Sí, pero sabes que a veces le salen imprevistos.
Charlize baja la mirada unos segundos, esperando que Matías llegue a la fiesta y baile con ella, como es la tradición.
Abren la puerta y se encuentran a Gerard parado allí, se queda con la boca abierta en cuanto ve a su hija y Charlize le da un abrazo antes de que llore.
—Más tarde, papi, ahora hay que bajar.
Caminan por el pasillo hasta las escaleras y escoltada por sus dos padres, Charlize baja a su fiesta de cumpleaños que será en el jardín. Cuando llegan, todos aplauden y gritan felicidades, pero ella solo quiere saber una cosa.
Sus ojos recorren el lugar y allí lo ve, a Matías, metido dentro de un traje negro de tres piezas y con una corbata del mismo color de su vestido.
Mira a su madre y ella le guiña un ojo.
Pero a Gerard no le hace mucha gracia, pero por ahora solo puede empuñar una mano, porque no quiere arruinar la fiesta de cumpleaños de su princesa. Los invitados se acercan para saludarla, la abrazan y las amigas de Luz, a las que ella ve como tías, le alaban el vestido.
Pero para Charlize solo importa una cosa. Él… él está ahí, llegó.
Después de algunos compañeros de la escuela, entre ellos su mejor amiga Ava, Matías finalmente se acerca para saludarla y le da un pequeño obsequio que ella mira con alegría.
—Espero que te sirva en Boston.
—¿Puedo abrirlo? —le pregunta ella y Matías le sonríe.
—Es tu cumpleaños, puedes hacer lo que quieras.
Ella sonríe feliz, abre el pequeño paquete y se encuentra un lápiz de acero inoxidable, con su nombre gravado en él.
—Cuando se le acabe la tinta, solo debes decirme, se puede recargar…
Pero ella no lo deja terminar. Se lanza a su cuello para abrazarlo y darle las gracias.
—Eres a quien más voy a extrañar.
—No lo hagas, ve y cumple tus sueño, princesa.
Charlize se separa de él y solo puede ver el cariño de un adulto a una niña. Pero algún día él la vera con amor, de verdad, de ese que dura para siempre.
La fiesta comienza, todos lo pasan bastante bien, hasta que llega el momento del vals de la princesa. Se queda bajo un arco de flores, la pista se despeja y mira a Matías con ilusión, uno de sus compañeros, que fue a quien Gerard eligió para que bailara con ella, se acerca para sacarla a la pista, pero ella niega.
—Lo siento, pero quien bailará conmigo será otra persona.
Luz le hace un gesto a Matías, quien no quiere acercarse mucho, porque Gerard lo mira con la clara intención de matarlo, pero entre morir por darle gusto a la princesa o vivir rompiéndole su ilusión de los quince… es mejor la muerte.
Camina hasta ella y Charlize toma su mano de inmediato, la lleva por toda la pista, bailando suavemente un vals exquisito y suave. Poco a poco se comienzan a unir más parejas y ellos quedan en medio.
Luego de que termina, la pareja se separa, todos aplauden y cada quien comienza a bailar con quien se le antoja. Luz lo abraza para pedirle un favor, pero también para agradecerle.
—Gracias por hacer esto —le susurra Luz cuando él camina al interior de la casa para buscar unas golosinas.
Pero cierta señorita lo ve y lo sigue, nadie está en la casa, solo ellos. Matías se gira para salir de la cocina y se la encuentra allí, hermosa y lista para vivir su vida casi como una adulta.
—Mati… quiero darte las gracias, este día no habría sido igual sin ti.
—Es un gusto poder estar aquí, sabes que te tengo mucho cariño princesa.
—¿Solo cariño? —le dice ella acercándose y a Matías se le encienden las alarmas.
—Sí, princesa…
Pero ella no lo deja continuar, se lanza colgándose de su cuello y lo besa.
Es el beso de una adolescente que nunca ha besado antes a un hombre experimentado, pero para ella es lo mejor del mundo, sentir aquellos labios suaves contra los de ella.
Matías consigue reaccionar y la aparta de él.
—Charlize, esto no está bien. Tú eres mi sobrina…
—No, no lo soy. Eres el hermano de quién considero mi madre, pero no eres mi tío… yo te he amado desde que soy una niña.
—Princesa… yo lo lamento, pero lo nuestro no se puede, entiende que tú tienes quince años y yo treinta y dos, podría irme a la cárcel solo por este beso.
—Yo no lo permitiría.
—Será mejor que me vaya —Matías le dedica una sonrisa y sale de allí rápidamente, dejando a Charlize acariciando sus labios.
En el auto, aquel hombre mira la casa antes de salir y se queda pensando en lo que acaba de suceder. Se toca los labios y niega con la cabeza.
—No, Matías, no está bien… es una niña, merece un hombre de su edad que le dé vida y seguridad.
Pero sin duda ese beso le afectó, porque algo se movió en alguna parte de él.
Con lo que ninguno de los dos contaba es que alguien más vio lo que sucedió y tomaría cartas en el asunto, pero eso solo haría que las cosas se volvieran más intensas en el futuro y mucho más complicadas.
Llaman a Charlize para partir el pastel, ella llega con su sonrisa calmada. Aunque Matías se fue, al menos pudo robarle un beso, inocente y suave, sin nada más que su amor sincero de por medio.
Le cantan el cumpleaños feliz y al apagar las velas vuelve a pedir lo mismo de siempre, el mismo deseo, de que su Matías se enamore de ella en unos años más.
***
Cinco años después…
Charlize deja el lápiz que recibió en sus quince a un lado del examen, cierra los ojos y levanta la cabeza, sonriendo con suficiencia.
Después de cinco años lejos de casa, al fin puede regresar con su familia, a disfrutar de sus hermanos, de sus padres, a pensar qué hacer con su vida…
Ese mismo día parte a Nueva York para estar con su familia. En el taxi, se dedica a mirar la ciudad, sin dejar de pensar en que son muchas las cosas que dejó atrás para cumplir con su sueño, ser abogada igual que sus padres. Lo logró, al fin pudo hacerlo y ahora solo le queda terminar su maestría para alcanzar otro logro más.
De pronto la detiene un atochamiento y se le escapa un suspiro. Saca su cuaderno de dibujo, busca una hoja libre y comienza a trazar líneas al azar, terminando como siempre en el rostro de él.
A pesar de los años, de la distancia, de no verlo desde hace siete años… nada se lo quitó del corazón.
Se queda mirando ese boceto y decide que es tiempo de buscarlo.
—Ahora ya no me pueden decir que soy una niña — se dice a sí misma —. Ya no tendrás excusas para huir de mí, sargento Méndez.
Unos cuantos minutos después, el guardia de la casa le da la bienvenida, sin poder ocultar su sorpresa y ella le pide que no diga nada a nadie.
—Al fin… en casa, en mi ciudad… en mi hogar —mira uno de los dibujos y sonríe —. Y también cerca de ti, mi sargento Matías.
Cuando el taxi se detiene en la entrada, salen a recibirla las chicas nuevas de servicio, le paga al taxista y entra a su lugar favorito en el mundo. Allí se encuentra todo igual que hace tres años, excepto por algunas imágenes nuevas. A las fotografías de su madre biológica y las de la boda de sus padres, se le han sumado las de sus hermanos menores, su graduación y cada logro de los cinco hijos de los Finnick, porque en aquella familia no hay un tesoro más grandes que ellos. Sube a su habitación y la encuentra tal como la dejó. —Se nota que me extrañaron… De otra manera, esa habitación sería muy diferente, más apegada a su carácter y sus gustos. Pero no los culpa, se fue siendo muy joven. Saca algunas de aquellas cosas que adornan el espacio y las coloca en una caja que encuentra en el closet, hasta hace cinco años era fanática de los peluches, pero ya no es algo que le guste tener en su habitación. El único que se queda allí es el elefante enorme que le regaló Matías en su cump
Charlize se mira al espejo, le sonríe a su reflejo y se guiña un ojo. Lleva un pantalón de tela que cae desde su cintura, una blusa ancha que se esconde dentro de la pretina, una chaqueta ligera de color negro, y unos zapatos de tacón bajo.Por maquillaje, ojos delineados y labios con un brillo rosa traslúcido, el cabello suelto, pero se asegura de guardar una goma para el cabello, por cualquier cosa.Al bajar, su madre la abraza orgullosa, mientras que Gerard la mira de pies a cabeza y mueve la cabeza de manera negativa.—¿Pasa algo, papá?—Esa no es manera de vestir para salir, deberías ponerte algo más… cerrado… —pero solo una mirada de Luz lo calla al instante —. Estás hermosa, princesa.—No le hagas caso, está celoso, porque apenas tienes unas pocas horas y vas a salir, pero él no entiende que esta es tu primera salida de adulta.—¡Pero no puedes hacer cosas de adulta! —le advierte Gerard —. Recuerda que eres menor para beber y para…—Papá, solo iré con una amiga a la que no veo
—¿Está bien señorita? —ese simple pregunta hace que Charlize se moleste más aún con Matías, porque ni siquiera la reconoce. Lleva cinco años pensando en él, en cómo sería ese reencuentro tras ese beso, en que se lanzaría a sus brazos y él le respondería, diciéndole lo mucho que la extrañó… ¡Pero él ni siquiera la reconoce! Así que, sin pensarlo mucho, se acerca a él, le da una patada en la pantorrilla y en el momento que Matías se agacha por el dolor, aprovecha de darle con la palma en la nariz. —¡¿Pero qué te pasa loca de…?! —¡Primero te olvidas de mí y ahora soy una loca! —Matías enfoca bien y abre los ojos. —¿Cha-Charlize…? —pregunta con una mezcla de sorpresa y miedo, porque frente a él no está la princesa, más bien es una fiera y que no está dispuesta a ser domada… Matías salió del trabajo cansado y solo quería distraerse, aquella noche no quería problemas, solo quería beber algo, buscar alguna mujer para pasar un momento agradable y luego cada quién por su lado. Pero al ir
Charlize se despereza y abre los ojos con una sonrisa, pero justo frente a ella se encuentra esos ojos castaños que la miran con intensidad, y bajo ellos una sonrisa seductora que le produce un escalofrío.—Matías…—Supongo que ahora no me vas a golpear, ¿verdad?—¿Cómo llegaste aquí?Pero Matías no le responde, solo lleva sus labios a su cuello y luego baja por su cuerpo, haciéndola jadear. Justo cuando llega a esa zona de su cuerpo, un ruido la sobresalta.Abre los ojos asustada, se sienta en la cama con la respiración agitada, mojada y no precisamente de sudor, se encuentra sola en su habitación, con la alarma que olvidó quitar. Se deja caer en la cama otra vez y se tapa hasta la cabeza.Otra vez ese sueño.Desde que vio a Matías hace tres días, ese sueño se le volvió recurrente y no es su culpa, con semejante voz y ese cuerpo, nadie podría culparla de soñarlo de esa manera.Hoy es sábado, el primero en años en casa y la tradición de hacer algo familiar sigue intacto. Se gira para
Charlize da un respingo y Luz le sonríe. —Tu padre quiere que entres aprendiendo como abogada junior, pero confía en que te ganarás tu propio lugar. Me advirtió que no sería delicado, ya sabes… la firma tiene un prestigio y debemos mantenerlo. —Sabes que esa es la razón por la que estudié —le responde Charlize con sinceridad y emoción —. Aunque no tenía claro dónde empezar, porque quería hacerme mi propia reputación y no una bajo la de ustedes, pero siempre quise seguir lo que mi abuelo inició. —Me gusta saber que quieres continuar el legado, pero… deja eso de la reputación a un lado —le da unos golpecitos en las manos y se pone de pie —. Cuando yo empecé a trabajar, era la esposa de Gerard Finnick y muchos me consideraban buena en lo que hacía. Pero cuando demostré lo que realmente podía hacer, tu padre pasó a ser el esposo de Luz Finnick. «Él mismo cree que la firma lleva el nombre por mí más que por él, no hay un caso que perdiera, porque mis causas son justas. Con Dan a medio t
Luz, como en el pasado, le sonríe a través del espejo a Charlize luego de terminar de peinarla.—Estás hermosa, mi vida.—Me encanta —se pone de pie y se mira el vestido negro, ajustado al cuerpo, de escote reina Ana y hasta las rodillas —. Así no me veo de veinte, ¿verdad?—No, para nada.Mientras ella quisiera verse de veinte otra vez, su niña solo quiere verse mayor para dejar en claro que creció. Pero el asunto ahora es cómo hacer para que Gerard no bote espuma por la boca y quiera matar a alguien, solo por la apariencia de Charlize.—Creo que deberíamos llamar a la policía —le dice Luz a Charlize cuando se calza los zapatos de diez centímetros.—Se supone que Matías lo es, ¿no?—Pero él no podrá levantar su propio cuerpo, porque si tu padre lo pilla mirándote, lo mata.—No lo hará, te lo aseguro, mami. Matías no me verá esta noche ni ninguna vez que nos reunamos en familia.—Entonces, ¿para qué todo esto?—Para que a mi padre le quede claro que crecí y que debo hacer mi vida de a
Los tres Finnick entran al edificio como el mejor equipo, y lo son.Cuando pasan por la recepción, Robert se queda con la boca abierta al ver a Charlize, por la cierra en cuanto Gerard se gira distraído y lo ve, le pone mala cara enseguida y el chico se entierra en la pantalla del computador, revisando las citas de ese día.Para cuando llegan al piso, todos los presentes se quedan en silencio.Por supuesto, algunos no ven con buenos ojos que Charlize sea parte del equipo, porque hasta ahora su único mérito es ser la hija del dueño, es más, hay quienes aún no aceptan a Luz como una igual, pero eso lo guardan muy bien.—Buenos días, espero a todos los abogados senior en la sala de juntas en cinco minutos.—¡Sí señor! —se oye al unísono y ellos siguen el camino hacia la sala.—Vi algunas caras que no estaban muy contentas —le dice Charlize a sus padres y Gerard se sienta a un costado de la cabecera de la mesa, porque su esposa ocupa el lugar principal —. Ya no sé si esto es lo mejor.—¿D
—Méndez… ¡Méndez!—¡¿Qué pasa Dalton?! —le dice Matías a su compañera, sin dejar de perder de vista a la princesa.—Oye, parece que viste a tu ex con un nuevo novio… —él la mira con los ojos abiertos y ella se ríe—. Espera, tú no tienes ex.—No digas tonterías —continúa la marcha y los ve entrar a un restaurante —. ¿Tienes hambre?—¿Me vas a invitar?—Sí, vamos.Su compañera no se lo puede creer, esta es la primera vez que Matías tiene ese detalle con ella, así que aprovecha la invitación. Se estaciona cerca de la entrada, dentro de él hay un debate enorme de si eso está bien o no, pero se baja de todos modos.—¿No me vas a ofrecer el brazo, como todo un caballero? —se burla ella y Matías le gruñe.—No exageres, Allison.—Ok, ok… —levanta las manos en señal de rendición y se ríe bajito.Matías le abre la puerta y ella entra rápidamente, Matías busca con la mirada a Charlize, la encuentra en un lugar que no se ve desde la calle, halla una mesa que está cerca de ellos y se lleva a Allis