Trece años después…Luego de que Alma naciera, pasaron seis meses y Charlize esperó a Matías con una deliciosa cena que compró, porque la que ella le hizo se quemó, para darle una noticia que lo haría desmayarse de la silla… serían padres otra vez.Y hasta allí llegaría la familia Méndez, con el nacimiento de Matías Gerard.Ambos decidieron que por la edad de Matías y por las metas de Charlize, dos hijos eran suficientes para darles amor. Y fue una decisión muy acertada, porque para cuando Alma cumplió los cinco años, le diagnosticaron trastorno del espectro autista leve, eso la hacía diferente en muchos sentidos y su padre solo quería que tuviera la vida más normal posible.Pero eso, era imposible.Alma, además, tenía un coeficiente intelectual de doscientos ochenta, muy por sobre los doscientos veinte de su madre.Era por esa razón que se encuentra toda la familia en la graduación de la chica, en medio de todos sus compañeros de la escuela. Sonreía feliz, porque había sido aceptada
Todo en la mansión Finnick es una locura, hay dos decenas de personas en el jardín, moviendo todo, acomodando sillas y mesas. Arreglos de dulces, globos y una mesa lista para recibir los regalos que le llevarán ese día a la princesa. Es el cumpleaños número trece de Charlize, pero para Gerard es como si fuera ayer que la tuvo entre sus brazos. —No es justo que crezcan tan rápido —dice Gerard, mientras abraza a su esposa por la espalda. —Es la ley de la vida, ¿qué podemos hacer? —Lo dice la mujer que corretea la pequeña novia de su hijo —ella frunce el ceño y se enfrenta a su esposo —. Oye, Ethan ya tiene siete años, es hora que lo asumas. —¡Yo no asumo nada! Es muy pequeño, cuando sea mayor podrá buscar nuevas opciones. —Pero sabes que no lo hará… —Así como no lo hará Charlize. —Ese es un golpe bajo, mujer. Por respuesta, Gerard recibe un beso de su mujer y la ve caminar a la cuna en donde descansa su pequeña Lianna, de casi un año. Los dos se quedan viendo a la pequeña dormir
Dos años después… Todo gira en torno a la fiesta de los quince años de la princesa, quien luce como una en verdad, Luz se preocupó de mandar a hacer el vestido con una reconocida diseñadora de Europa. La ayuda a terminar de peinarse, dejando algunos mechones caer libres por su rostro, está realmente hermosa, pero lo que más la emociona es saber que después de esto, su pequeña se irá de casa a cumplir sus sueños a Boston. —No llores, mami. Vendré a casa para cada fiesta. —Esto no es sencillo, mi niña. Pero al menos podremos festejarte y estoy segura que serás la quinceañera más linda de toda la ciudad. Charlize se ríe de las exageraciones de su madre, pero al final se dan un abrazo fuerte. Esas dos mujeres crearon un vínculo fuerte, que nada podría romper. Las dos se dan la mano y caminan a la puerta, antes de abrirla, Charlize mira a su madre. —¿Vendrá? —No lo sé, cariño… —¿Le dijiste que quiero que mi baile sea con él? —Sí, pero sabes que a veces le salen imprevistos. Charli
Cuando el taxi se detiene en la entrada, salen a recibirla las chicas nuevas de servicio, le paga al taxista y entra a su lugar favorito en el mundo. Allí se encuentra todo igual que hace tres años, excepto por algunas imágenes nuevas. A las fotografías de su madre biológica y las de la boda de sus padres, se le han sumado las de sus hermanos menores, su graduación y cada logro de los cinco hijos de los Finnick, porque en aquella familia no hay un tesoro más grandes que ellos. Sube a su habitación y la encuentra tal como la dejó. —Se nota que me extrañaron… De otra manera, esa habitación sería muy diferente, más apegada a su carácter y sus gustos. Pero no los culpa, se fue siendo muy joven. Saca algunas de aquellas cosas que adornan el espacio y las coloca en una caja que encuentra en el closet, hasta hace cinco años era fanática de los peluches, pero ya no es algo que le guste tener en su habitación. El único que se queda allí es el elefante enorme que le regaló Matías en su cump
Charlize se mira al espejo, le sonríe a su reflejo y se guiña un ojo. Lleva un pantalón de tela que cae desde su cintura, una blusa ancha que se esconde dentro de la pretina, una chaqueta ligera de color negro, y unos zapatos de tacón bajo.Por maquillaje, ojos delineados y labios con un brillo rosa traslúcido, el cabello suelto, pero se asegura de guardar una goma para el cabello, por cualquier cosa.Al bajar, su madre la abraza orgullosa, mientras que Gerard la mira de pies a cabeza y mueve la cabeza de manera negativa.—¿Pasa algo, papá?—Esa no es manera de vestir para salir, deberías ponerte algo más… cerrado… —pero solo una mirada de Luz lo calla al instante —. Estás hermosa, princesa.—No le hagas caso, está celoso, porque apenas tienes unas pocas horas y vas a salir, pero él no entiende que esta es tu primera salida de adulta.—¡Pero no puedes hacer cosas de adulta! —le advierte Gerard —. Recuerda que eres menor para beber y para…—Papá, solo iré con una amiga a la que no veo
—¿Está bien señorita? —ese simple pregunta hace que Charlize se moleste más aún con Matías, porque ni siquiera la reconoce. Lleva cinco años pensando en él, en cómo sería ese reencuentro tras ese beso, en que se lanzaría a sus brazos y él le respondería, diciéndole lo mucho que la extrañó… ¡Pero él ni siquiera la reconoce! Así que, sin pensarlo mucho, se acerca a él, le da una patada en la pantorrilla y en el momento que Matías se agacha por el dolor, aprovecha de darle con la palma en la nariz. —¡¿Pero qué te pasa loca de…?! —¡Primero te olvidas de mí y ahora soy una loca! —Matías enfoca bien y abre los ojos. —¿Cha-Charlize…? —pregunta con una mezcla de sorpresa y miedo, porque frente a él no está la princesa, más bien es una fiera y que no está dispuesta a ser domada… Matías salió del trabajo cansado y solo quería distraerse, aquella noche no quería problemas, solo quería beber algo, buscar alguna mujer para pasar un momento agradable y luego cada quién por su lado. Pero al ir
Charlize se despereza y abre los ojos con una sonrisa, pero justo frente a ella se encuentra esos ojos castaños que la miran con intensidad, y bajo ellos una sonrisa seductora que le produce un escalofrío.—Matías…—Supongo que ahora no me vas a golpear, ¿verdad?—¿Cómo llegaste aquí?Pero Matías no le responde, solo lleva sus labios a su cuello y luego baja por su cuerpo, haciéndola jadear. Justo cuando llega a esa zona de su cuerpo, un ruido la sobresalta.Abre los ojos asustada, se sienta en la cama con la respiración agitada, mojada y no precisamente de sudor, se encuentra sola en su habitación, con la alarma que olvidó quitar. Se deja caer en la cama otra vez y se tapa hasta la cabeza.Otra vez ese sueño.Desde que vio a Matías hace tres días, ese sueño se le volvió recurrente y no es su culpa, con semejante voz y ese cuerpo, nadie podría culparla de soñarlo de esa manera.Hoy es sábado, el primero en años en casa y la tradición de hacer algo familiar sigue intacto. Se gira para
Charlize da un respingo y Luz le sonríe. —Tu padre quiere que entres aprendiendo como abogada junior, pero confía en que te ganarás tu propio lugar. Me advirtió que no sería delicado, ya sabes… la firma tiene un prestigio y debemos mantenerlo. —Sabes que esa es la razón por la que estudié —le responde Charlize con sinceridad y emoción —. Aunque no tenía claro dónde empezar, porque quería hacerme mi propia reputación y no una bajo la de ustedes, pero siempre quise seguir lo que mi abuelo inició. —Me gusta saber que quieres continuar el legado, pero… deja eso de la reputación a un lado —le da unos golpecitos en las manos y se pone de pie —. Cuando yo empecé a trabajar, era la esposa de Gerard Finnick y muchos me consideraban buena en lo que hacía. Pero cuando demostré lo que realmente podía hacer, tu padre pasó a ser el esposo de Luz Finnick. «Él mismo cree que la firma lleva el nombre por mí más que por él, no hay un caso que perdiera, porque mis causas son justas. Con Dan a medio t