Comprometida

P.O.V. Calem

Después de una noche muy larga. Me desperté con un ligero dolor de cabeza. Todo ese día me la pasé pensando en qué podría hacer con respecto a lo de que estoy comprometido con una mujer que no conozco.

Pero también estuve pensando en esa mujer tan testaruda y desobediente que conocí. Me alegra que mi Clara no sea así. No podría convivir con ella si fuera así.

Me alegra no tener que lidiar con una mujer así, porque no sé qué haría.

Pero después de todo un día de pensar en muchas cosas, hoy estoy dispuesto a hablar con mi abuelo e intentar arreglar eso.

Busco a mi abuelo y veo que se está preparando para salir. Pero él no me había dicho que saldría.

—¿Vas a salir, abuelo? —le preguntó.

—Vamos a salir, tú tienes que ir conmigo, vamos a ir por tu prometida. —Eso hace que me moleste.

—¡Yo no iré, abuelo! —protestó molesto.

—Ya te he dicho que no me levantes la voz. —Mira, si no quieres ir, no vayas, pero tú te vas a casar con ella —me regaña y veo cómo se marcha.

Cuando mi abuelo se ha ido, me voy a grandes zancadas hacia el jardín trasero, tiro todas las cosas de la mesa, rompo todas las macetas.

—¿Qué puedo hacer? No quiero casarme y mucho menos perder a mi linda Clara. Eso es en lo único que pienso. No sé qué hacer, mi abuelo me tiene contra la pared.

P.O.V. Larissa

Después de un día con una resaca y una plática con mi prima Kira, me siento mejor. Bueno, siempre mi prima Kira me hace que cuestione el porqué no he querido tener relaciones. Pero la verdad no lo sé, me he enfocado demasiado en mi entrenamiento, que no había pensado en eso. Quizá algún día tome la decisión de tener mi primera vez, aunque debo de decir que eso me aterra un poco.

Salgo de la habitación para irme a dar un paseo cuando en eso veo a mi madre alejándose con una de las sirvientas a toda velocidad.

Las sigo de cerca hasta que escucho voces; me comienzo a acercar a la sala, pero escucho que esas voces se van hacia el despacho de mi padre.

Oigo las voces de mis padres y la de otro hombre; su voz es algo ronca. Escucho a ver qué es lo que está pasando.

—Esto no es posible, mi hija Lari no se casará con nadie a la fuerza. —Escucho la voz de mi madre diciendo eso. Me hace actuar rápidamente.

—¡QUÉÉ! —Abro las puertas, veo a mis padres y a un hombre alto, pelirrojo; por lo que veo, es un hombre algo mayor. Todos voltean a verme.

—Ella debe de ser Larissa. —Me mira ese hombre pelirrojo.

—¿Y usted quién carajos es? —le preguntó enojada.

—Déjame presentarme: soy Bernard Dunne, el abuelo de tu prometido. —Oigo eso y me hace enojar.

—Usted está loco, yo no estoy comprometida con nadie y menos con su nieto —le respondo, negando los murmullos que por semanas he oído.

—Pues aquí tengo un trato que hizo tu padre, donde me entregaba a su hija para casarse con mi nieto. —Veo cómo toma un papel de la mesa y me lo da. 

Sostuve el informe de ADN con manos temblorosas: "Vladímir no es mi padre… Soy hija de Dante Ferrara”. Decía ese documento. La firma de Bernard al final del documento brillaba como una amenaza.

Tengo sobre mis manos la confirmación de lo que temía, pero aquí dice que ese nombre vive en España. Y de momento la ira se apodera de mí.

Arrojó el contrato al suelo.

—España… ¿Y qué importa? ¡Nunca seré una Ferrara! —digo molesta, teniendo la mirada de todos sobre mí.

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