Familia Ferrara

P.O.V Dante

Veo a una mujer, con unos lindos ojos azules, un cabello oscuro, una piel blanca y unos labios hermosos. Pero ¿por qué me mira tan molesta? Trae un arma en sus manos. Observó que presionaba el gatillo. Siento la sangre saliendo de mí.

Despierto completamente asustado con la respiración agitada, me toco el pecho donde me disparo, siento como estoy sudando.

—Solo fue una pesadilla. —Respiró más tranquilamente. Me levanto de la cama y me voy al baño. Me tomo una ducha y me veo en el espejo. Observo mis cicatrices en el pecho de los disparos.

¿Por qué no recuerdo todavía nada? Solo recuerdo pequeñas cosas casi insignificantes. ¿Quién es esa mujer? ¿Por qué no puedo ver su rostro? ¿Por qué se me hace tan familiar? Porque siento que esa mujer lleva algo de mi pasado.

Dejo mis pensamientos de lado. Termino de vestirme. Bajo las escaleras. Llego a la mesa y veo a mi familia sentada, desayunando.

—Buenos días, madre, padre y hermano —les digo muy amablemente.

—Buenos días, hermano. Estás listo para ir al negocio de hoy —me dice mi hermano Aarón.

—Claro, sabes que es un negocio importante. Tenemos que hacerlo para que nuestro padre esté orgulloso —menciono y veo como mi padre sonríe.

—Qué bueno que mis dos hijos ya sean responsables y puedan manejar bien el negocio familiar —nos dice nuestro padre.

—Yo también estoy orgullosa de ustedes, hijos. Son todos unos hombres de negocios listos para manejar el negocio —añade mi madre.

—Pues ustedes saben que yo no estoy muy interesado en ser el líder, pero tengo que aprender por si algún día mi hermano está indispuesto —responde Aarón.

—Gracias por tenerme la confianza después del atentado que sufrí y por enseñarme de nuevo el negocio —les digo a todos.

—Ya, hijo, no recuerdes eso —declaro mi madre.

—Claro que necesito saber quién fue el que me atacó, pero por lo que me contaron que hubo la disputa con los Accardi, estoy seguro de que fueron ellos, pero no tengo pruebas para poder hacer algo.

—Ya olvídate de eso, hijo; mejor piensa en buscar a una mujer para casarte y tener hijos —agrego mi madre.

—Madre, ya habrá tiempo para eso. Pero bueno, ya estoy un poco viejo —les digo a todos.

—Bueno, hermano, vámonos, tenemos cosas que hacer —me despido y nos vamos.

Después de todo el día con mi hermano arreglando negocios. Nos vamos los dos a un club.

Llegamos al club, tomamos una mesa y nos sentamos. Pedimos una botella de vodka. Cada quien toma su vaso; comenzamos a ver a muchas mujeres bailando.

—Hermano, me gustaría preguntarte algo. —Mi hermano voltea a verme.

—Sí, dime. —Me mira atentamente.

—¿Por qué nunca te has casado? —Me mira confundido.

—No me digas que te interesa si me caso o no —me dice en tono de burla.

—Lo digo de verdad, hermano —le respondo más seriamente.

—Bueno, no me he casado porque espero a una mujer que hace tiempo perdí por culpa de alguien y no pierdo la esperanza de volver a verla —menciona.

—Espero y la encuentres, hermano —lo consoló.

—Ahora dime por qué no te has casado tú. Han pasado dieciocho años y solo veo que has tenido aventuras por todos lados —me dice y tiene razón.

—Bien. —Le doy un trago a mi vaso—. Yo no me he casado porque desde que me sacaron del hospital sueño con una mujer y siento que ella es algo importante para mí.

—¿Cómo es esa mujer? —Veo que me mira con más curiosidad.

—No veo su rostro bien. Solo veo que tiene unos ojos azules, cabello negro, piel blanca y unos lindos labios. Es lo único que veo de esa mujer. —Noto cómo me mira atentamente.

—¿Y qué hace ella? —No sé por qué le interesa saber; quizá él sepa quién es.

—Cada vez que la sueño, ella me está apuntando con un arma y me dispara. —Veo que en su rostro no hay ninguna expresión. —¿Sabes quién es?

—No. —Es lo único que me dice, pero me suena raro.

—Espero, algún día, encontrar a esa mujer y casarme con ella —le digo todo emocionado.

—Ja, ja, ja! —Se burla de mí y esa reacción me sorprende.

—¿Por qué te ríes? —le preguntó algo molesto.

—Porque, escúchate, es tan cursi. ¿Cómo te vas a casar con una mujer que no existe? —manifiesta y no sé, siento que dentro de mí esa mujer sí existe.

—Está bien, ríete, pero yo sé que esa mujer existe —le digo y los dos volteamos a ver a las mujeres.

En eso dos mujeres se nos acercan. Una se va con mi hermano y la otra se va conmigo. Veo cómo mi hermano se va con esa mujer. Yo hago lo mismo.

Vamos entrando a una de las habitaciones. Esa mujer entra antes que yo. Cierro la puerta y volteo a ver un rincón de la habitación.

Siento un pequeño dolor de cabeza y una imagen llega a mi mente: veo una mujer tirada en el piso, con una bata puesta; tiene el cabello mojado. Pero no le veo el rostro, solo veo su cabello negro y su piel blanca.

—Hey, ¿estás bien? —Me habla esa mujer y me saca de ese trance.

—Sí, claro. Desvístete —le ordenó y ella hace lo que le digo.

¿Será la misma mujer? ¿Pero si es la misma, por qué está en el piso? Nuevas preguntas invaden mi mente.

—Estoy lista —me dice esa mujer.

Comienzo a desabrocharme la camisa, acercándome a esa mujer. Pero mi mente no está del todo concentrada; necesito saber quién es esa mujer porque me atormenta.

P.O.V Aarón.

Después de tener una noche de pasión con esta mujer, me siento un poco mejor, pero siempre en mi mente estará Anabela.

No sé qué puedo hacer para que ella se separe y venga a mí. Pero si hago eso y mi hermano la ve, estoy seguro de que la reconocerá de inmediato.

Aunque ya es muy sospechoso que la esté comenzando a recordar. Él no tiene que recordarla. Sé que, si lo hace, es capaz de volverla a buscar. Y si se entera de que tiene una hija, será peor; lo motivará a buscarla con más desesperación.

Voy caminando por el corredor de la casa; busco a mis padres. Los veo en el jardín tomando su té. Llego hasta ellos y me siento a su lado.

—Tenemos un problema. Está comenzando a recordar a la señorita Accardi. —Los dos escupen el té y me miran.

—Eso no puede ser. Si eso pasa, todo el esfuerzo de enseñarle desde cero se vendrá abajo —agregó mi padre.

—Lo sé, pero es su mente; ¿qué podemos hacer si él empieza a recordar más cosas? —les hablo a ambos.

—¿Qué fue exactamente lo que te dijo? —me interrogó mi madre.

—Solo me dijo que soñaba con una mujer, esa mujer es ella, y que me disparaba, pero todavía no la reconoce; eso es bueno —les cuento a los dos.

—Esperemos y no recuerde nada. La hija de esa mujer, estoy segura, acaba de cumplir la mayoría de edad; ya no tarda en que el escocés vaya por su nieta. Primero se tienen que casar para poder tener más poder y así vengarnos —dice mi padre.

—¿Y si ella no acepta? Saben bien que si eso pasa, alguno de nosotros tendrá que ir al matadero —les digo a ambos y solo me miran.

—Eso no pasará, hijo. Pero si tu hermano te vuelve a decir algo de su pasado, invéntale lo que sea, pero que no recuerde nada, o eso arruinará nuestros planes —declaró mi madre.

—Está bien, madre. —Me levanté de la silla y me voy. Solo pienso en Anabela, cómo es que está de hermosa; todavía la recuerdo. Y ahora sé que fui un tonto en dejarla ir y no pelear por ella, pero si la vuelvo a ver, no seré tan cobarde.

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