¿Si o no?

P.O.V Calem

Después que regresó mi abuelo, me dijo que ya había visitado a la familia de la que, según es mi prometida. Comprendo que cada vez más estoy amarrado a esto.

—¿Todavía sigues pensando? —Escucho la voz de mi abuelo—. Y ya deja de tomar, no vas a arreglar nada con eso.

Me alejo de la mesa donde están las bebidas y volteo a ver a mi abuelo. Viendo su cabellera blanca y su rostro lleno de arrugas.

—Para ti es fácil de asimilar todo, abuelo; no eres el que está obligado a casarse. —Le doy otro trago a mi vaso.

—No te preocupes, ya conocí a tu prometida y estoy seguro de que te va a encantar, es muy bella. —Mi abuelo piensa que con esas palabras me va a motivar, pues está equivocado.

—A mí no me interesa nadie que no sea mi Clara —se lo digo firmemente.

—Pues a mí no me importa si tienes a tu Clara como amante; a mí solo me importa cumplir mi palabra y, además, será una unión muy beneficiosa.

Ahora, ¿de qué está hablando mi abuelo?

—¿A qué te refieres con beneficios? ¿Para quién? —le preguntó, pero eso solo me hace pensar que soy como un animal en venta.

—Pues tu prometida es hija de una de las familias más poderosas de Rusia. —Sé a qué se está refiriendo mi abuelo.

—Los Antonov —le digo tranquilamente.

—Exactamente, así que espero que no lo vayas a arruinar —me dice en tono de amenaza.

—¿Y qué pasa si la mujer no acepta? —Todavía existe esa posibilidad de que ella no acepte y yo poder ser un hombre libre.

—Tu prometida se llama Bela Larissa Antonov, así que empieza a llamarla por su nombre y sé que ella aceptará; no creo que sea tan tonta como para sacrificar a alguien más de su familia. —Tiene razón, mi abuelo no recordaba esa parte del contrato que obviamente ya leí.

—Si me disculpas, abuelo, me tengo que ir —mencionó—; no quiero seguir hablando.

—Mañana iré por la respuesta de tu prometida y a fijar la fecha para pedir su mano. —Me cuenta, pero no me interesa y me voy de ahí.

Subo a mi habitación, me acerco a la ventana, observo el paisaje. Pero mi mente está en mí, Clara. Escucho que mi teléfono comienza a timbrar. Lo tomo y es ella, mi Clara. Contestó su llamada.

—Hola, mi amor, ¿cómo estás? —Intentó fingir. No quiero que sepa lo que está pasando.

—Hola, ¿por qué no me has marcado, Calem? ¿Pasó algo? —Ella es muy lista; sabe que siempre estoy al pendiente de ella.

—No ha pasado nada, solo he estado muy ocupado y no he tenido tiempo —le digo tranquilamente.

—Está bien, negocios son negocios. ¿Y ya le dijiste a tu abuelo de lo nuestro? —Esas palabras me causan algo de pánico; siento que empiezo a sudar frío.

—Mi Clara, no puedo mentirte. —Tiene que saber la verdad.

—¿Qué pasó? ¿Dijo que no? —Escucho su voz algo diferente. Sé que está triste; es mejor no decirle por teléfono. Le diré cuando regrese a Escocia.

—Así pasó, dijo que no, que era muy rápido y que había negocios pendientes. —Le digo una pequeña mentira.

—Bueno, eso me suena como una pequeña esperanza; quizá después le decimos los dos juntos y acepté. —Escuchó su voz de tener esperanza. Pero no la hay.

—Sí, mi amor, bueno, me tengo que ir, mi abuelo me está hablando. —Digo otra mentira; no me gusta decirle mentiras.

—Está bien, amor. Te quiero. —Me gusta escuchar esas palabras.

—Y yo a ti también te quiero.

Escucho que me manda un beso y eso me saca una sonrisa y termino la llamada.

Me quedo viendo el teléfono, pensando en cómo va a reaccionar mi Clara cuando le diga que no podré casarme con ella y que me casaré con otra mujer.

P.O.V Larissa

Han pasado los dos días. Hoy vendrá ese hombre de nuevo por mi respuesta. Y sé que es lo que debo hacer. Veo por la ventana, esperando a que ese hombre llegue.

Observó mi reloj: son las 3:30 de la tarde; ese hombre no tarda en aparecer. Veo entrar a tres autos oscuros. Se detienen en la puerta, veo bajar a ese hombre y se meten en la casa.

Minutos después escucho que tocan la puerta y sé muy bien que son mis últimos momentos.

—Señorita Larissa, el señor Dunne está aquí. —Escucho a la sirvienta decirme eso.

—Gracias —dijo en un tono bajo. Escuchó cómo se comenzaba a alejar de la puerta.

Me pongo mis botas negras que tanto me encantan. Me voy acercando a la puerta, la abro y salgo de ahí.

Llego a la sala, veo a toda mi familia reunida; mis padres están sentados junto al señor Dunne y mis hermanos ven a ese hombre con ganas de matarlo.

Todavía recuerdo la reacción de mis hermanos al enterarse de que estoy comprometida con un hombre que no conozco y que soy hija de otro hombre. Mi hermano Garald se lo tomó algo dramático; quería ir a matar a ese hombre y también matar al hombre que, según él, es el que me engendró.

Pero mi hermano Dimitry se lo tomó mucho más dramático; me dijo que él se sacrificaba por mí. Es muy loco e impulsivo; sé que, si tiene oportunidad, lo haría.

—Hola, señorita Larissa, qué gusto verla de nuevo —me dice ese hombre sacándome de mis pensamientos.

—Hola, señor Dunne, perdón por hacerlo esperar —mencionó toda profesional. Llego y tomo mi asiento al lado de uno de mis hermanos.

—Bien, entonces podemos comenzar —dice el señor Dunne.

—Bueno… —Dice mi padre, pero lo interrumpo.

—Creo que soy yo la que debe de hablar; soy a la que se refiere el contrato. —Veo que el señor Dunne me mira atentamente, sorprendido.

—Está bien. Y ahora compruebo cada vez más que tomé la mejor decisión —dice ese hombre.

—Como sea. Primero que nada, ¿dónde está el que según es mi prometido? ¿Por qué creo que él es el que debe de estar aquí hablando conmigo? —noto cómo se sorprende el hombre mayor escocés, pero levemente.

—Él está indispuesto, pero si quieres lo puedes conocer cuando quieras —me responde muy profesional.

—No, así está bien. ¿Este contrato no tiene otro objetivo? —Quiero saber toda la verdad.

—No, mi familia es de palabra y de honor. Así que todo lo que dice el contrato es lo que se va a cumplir. Pero también si no aceptas, haremos cumplir las consecuencias. —Sé que dice eso para intimidarme. —Pero también espero que leyera la parte donde dice que usted debe de ser pura, porque si no lo es, también tendrá consecuencias.

—¡Qué demonios dice este hombre! —Se levanta mi hermano Dimitry, molesto.

—¿Y a usted por qué tanto le interesa eso de mi hija? —Se levanta también mi padre.

—Cálmense. —Ellos me miran y me hago una seña para que se vuelvan a sentar—. Sí, ya leí esa parte y creo que no necesito contestarle; estoy segura de que usted sabe, porque si tuviera alguna duda no estaría aquí tranquilo sentado.

—Eres una mujer muy lista y claro que sí. —Me responde muy tranquilo.

—Bien, como sea, entonces, para responder a este estúpido contrato… —Doy un respiro de frustración—. Sí, acepto.

—Hija, no… —Escucho la voz de mi madre. Veo como toda mi familia me mira sorprendida y frustrada.

—Pero tengo dos condiciones —le digo a ese hombre.

—¿Qué condiciones? —Me mira ese hombre. Veo que no aparta la vista de mí.

—La primera, no quiero que le toquen ni un pelo a mi familia. —Lo miro sin apartar la vista de él.

—Está bien. Además, como aceptaste, ellos tendrán muchos privilegios por parte de la familia Dunne; tendrán todo nuestro apoyo y poder.

Piensa este hombre que con eso hace que me sienta feliz por aceptar. Pues está equivocado, pero no quiero que le pase nada a mi familia.

—Bien. La segunda condición es que no quiero que la familia Ferrara no sepa nada y no quiero que esté en la boda. —Él me mira atentamente.

—Está bien. Se hará como tú pidas —acepto ese hombre.

—Entonces, si ya mi hija aceptó, creo que ya se puede ir —dice mi padre.

—Falta algo —agregó ese hombre.

—¿Qué pasa? —preguntó mi hermano Garald. Volteo a ver a mi madre que está llorando.

—Mañana en la noche vendremos mi nieto y yo para pedir la mano de Larissa, así que será decisión de ustedes si hacen una fiesta o solo nosotros solos, y mañana fijaremos la fecha de mi boda. —Veo cómo se levanta ese hombre. —Si me disculpan, me tengo que retirar.

Vemos cómo se va ese hombre, escuchamos cómo la puerta se cierra.

—¿Por qué aceptaste, Lari? —me cuestiona mi hermano Dimitry.

—Sí, ¿por qué aceptaste? —también preguntó Garald. Todos me miran atentamente.

—Porque no permitiré que nadie se sacrifique por mí; además, ya soy una mujer, ya puedo decidir mis cosas —les digo y me levanto de la mesa—. Si me permiten, tengo que descansar. Mañana regresarán, espero, y ustedes estén preparados y, madre, haz una pequeña cena solo entre nosotros.

—¿Quieres que invite a tu prima Kira? —me preguntó mi madre. Pienso un momento; no sé si sea lo correcto, pero son mi familia.

—Está bien, hazlo, que sepa mi tía Laura, que soy hija de su hermano. Que me vendió como un animal. —Me voy rápidamente a mi habitación. Y pienso que en tan solo unos días estaré amarrada a ese hombre. ¿Qué vida me espera?

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