Piadosa

El aire me daba una ventaja que era adictiva, el bajar los pies a la tierra no me tentaba en lo absoluto. Podía moverme con una ligereza tan habitual, como si tuviera un entrenamiento de toda la vida. Los lobos no podían contra el vuelo, eso los asustaba y los tomaba por sorpresa. No mataba a nadie, no obstante, no iba a convertirme en una asesina porque esa no era mi naturaleza.

El fuego que brotaba de mi pecho era tan intenso que el poder salía sin problema. Liberarlos era el primer paso y la estrategia de Robert estaba dando frutos, el era bueno planeando y lo estaba demostrando.

—Abran los ojos para ver los engaños a los cuales los forzaron a asimilar. —empezó a decir Robert, el llevaba su armadura, la más antigua de todos los presentes y refulgía con la luz de la luna.

La voz de Robert intentaba retumbar y sacar el bullicio de los gruñidos y gritos de guerra. El intentaría salvar a los que pudiera del control del lobo de cobre, era su principal objetivo.

Kal puso a salvo a Iker y
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