–Sugiero que tú te encargues de la despensa –los ojos ambarinos vieron a su amiga con una ceja arqueada, ella le sonrió de lado –tú comes más. Yo sobreviviría con té y galletas durante todo un año.
–Hecho –acepto escribiendo a la vez –entonces tú ocúpate del gas –está vez la mirada fue contraria, pero Asher sin verla se rio aún atento a su teléfono –tardas casi dos horas en el baño, Madi.
–¡Eso no es verdad! –se quejó.
–Claro que sí, te he tomado el tiempo.
–Bien… me ocuparé del gas, pero pagarás la luz –Asher rodo los ojos mientras su amiga se burlaba –eres el que más ocupa la televisión por tus videojuegos.
–Trató; pagarás el agua –un quejido se escuchó.
–De acuerdo
–Y te encargarás de hacer de comer –agregó antes de que su amiga terminara de escribir en su cuaderno.
–¿¡Qué!? ¿¡Porque!? –
–De los dos eres la que sabe hacer de comer.
–¿Y tú de qué te vas a ocupar? El alquiler lo vamos a pagar ambos
–Yo seré quien pague la gasolina para ir hasta la escuela.
–Eso es trampa
–No, claro que no.
Madison iba abrir la boca para protestar cuando la alarma de su gigantesco reloj de muñeca sonó llamando la atención del ambarino.
–¡Rayos! –dijo la muchacha mirando su reloj y corriendo hasta su habitación, Asher la siguió con la vista hasta que la vio salir con una maleta.
–¿Qué es eso?
–Necesito que me lleves al campus –Asher frunció el ceño.
–Pero si son casi las ocho de la noche y las clases comienzan en dos días ¿a qué vas a esta hora? ¿A limpiar?
–No seas tonto –empezaba a rebuscar dentro de la maleta sin verlo –hoy son las pruebas de ingreso a gimnasia –Asher veía curioso como su amiga movía con rapidez el interior de la maleta escuchándose un buen de trastos ahí adentro, sacando un sinfín de cosas y poniéndolas en la mesa –tu mejor que nadie sabes cuánto me… –Pero el silencio de su amigo y la poca atención que le ponía hizo girar su atención hacia él –suéltalo –le dijo.
–¿Qué cosa?
–Lo que me tengas que decir… suéltalo
–No tengo nada que decir, no seas tonta –y ahí estaba la tilde de fastidio en su voz.
–Te conozco como la palma de mi mano y sé perfectamente cuando te pasa algo.
–Pues estás mal, no tengo nada.
–Desde que llegamos andas con una cara y un humor que ni tú solo te aguantas, comienzas a fastidiar.
–¡Estás loca!
–Ni siquiera me estás viendo a la cara –Asher entorno su atención del teléfono a la cara de pocos amigos de Madison. Parecía molesta –¿Qué pasa?
Asher suspiró y se llevó la mano a su frente, masajeándose las cienes con fuerza.
–Victoria… –en cuanto Madison escuchó aquel nombre enrojeció de cólera.
–¿Sabes qué? Mejor me voy en taxi… –todas las cosas que había sacado de la pequeña maleta las volvió a meter pero con violencia.
–¡Oye!... –su amiga cerraba el zíper de la maleta y se la colgaba por el hombro –escucha…
–Eres un tonto, te dije que te causaría problemas, pero puede más tu m*****a calentura que los consejos de tu amiga –dio grandes zancadas hasta la puerta y de un portazo salió de ahí dejando a un Asher pensativo. Su amiga tenía razón.
Asher no era un tonto, era el idiota más grande sobre la faz de la tierra y lo era porque muchas veces le había advertido de las malas intenciones de esa m*****a mujer. Victoria había entrado a su escuela casi a finales del último semestre en la preparatoria, contoneando las caderas y mostrando más piel lo que debería, obvio llamó la atención no solo del platinado sino también de todos los varones; todos y cada uno de ellos postrándose a los pies de la hermosa mujer, todos con excepción de Asher quien siendo un experto conquistador la capturó en la primera platica, unas salidas y unos cuantos regalos finos bastó para adquirir los servicios privados de la cotizada chica sin embargo a Madison nunca le gustó ella y no era solo por celos sino también porque había visto el brillo de la codicia en ella, le advirtió a su amigo más de una vez pero como andaba empalagado por sus encantos no la escucho ¿y qué fue lo qué pasó? Pues como todo juguete usado Asher la desecho después de un tiempo y está, al no querer perder su mina de oro ideo un plan para chantajear a su mejor amigo y aunque supo todo esto por boca del mismo Asher la verdad es que nunca quiso enterarse de con qué lo chantajeaba no obstante al notar la cara de Asher había deducido que el juego de Victoria había dado en el clavo.
–Idiota… –murmuró Madison mientras pegaba su frente al vidrio del taxi.
–¿Dijo algo Señorita? –parecía que el taxista había escuchado lo último, así que con su mejor cara negó.
Fastidiado era poco, enfurecido era la palabra ideal; sentado en la gradas con todo el equipo de basquetbol yacía un moreno de ojos zafiros que movía su pierna en señal de desesperación y no era para más, pues el idiota de su entrenador había elegido ese día para prestarle la cancha a la maestra de gimnasia, de seguro se la andaba cogiendo porque era la primera vez que el entrenador accedía a dicha cortesía y ahora tenían que esperar a que esas niñas escuetas terminaran de hacer las pruebas para poder ocupar la cancha, ni siquiera las veía porque todas eran unas tablas, sin nalgas, ni chichis, aunque sus amigos si se estaban dando un buen taco de ojo porque alguna que otra que pasaba se ganaba el chiflido de alguno de ellos; intentando mantener la postura y el maldito dolor de cabeza, suspiro con fuerza estando a punto de levantarse y marcharse de aquel maldito lugar que le estaba haciendo perder el puto tiempo.
–Ezra –le llamó un compañero junto a él.
–¿Qué?
–Mira eso…
Y rolando sus ojos fijo su atención en la muchacha que ahora subía a la barra, hasta sus amigos habían dejado de cuchichear porque todos los ojos del equipo de basquetbol se centraban en la peli negra que levantaba las manos hacia arriba, la chiquilla tenía un cuerpo de Diosa, un enorme trasero, caderas anchas, una delgada cintura y unas tetas del tamaño de unos melones maduros, no pudo evitar que se le formara agua en la boca porque aquel leotardo negro solo remarcaba aún más cada curva de su cuerpo y de repente el coraje por estar ahí metido, perdiendo el tiempo, se le pasó de golpe al ver a la muchacha girar sobre la barra, voltear su cuerpo y sostener su peso con sus manos, ver subir y bajar sus tetas le provocó una m*****a erección que no pudo controlar ¿Quién demonios era esa mujer? Tenía también una hermosa cara algo que pocas veces se veía en una mujer: blanca, de largas piernas, cabello azabache (porque el perfecto chongo eso mostraba), facciones finas, un largo cuello, toda ella irradiaba sensualidad pura. Definitivamente tenía que hablar con ella y obvio hacerle unas cuantas visitas a su cama que muy seguramente con un par de regalos y uno que otro encanto caería, pues no había mujer que se le resistiera.
–¿Quién crees que sea? –su amigo con la voz casi entrecortada no dejaba de verla al igual que todo el equipo, literalmente con la boca abierta parecía que ni querían respirar porque no habían emitido ningún ruido desde que la muchacha subió.
–Hay que averiguarlo – contesto él con una risa ladina en su rostro.
La vio girar con maestría una y otra vez, tomar la delgada barra colgante y girar como una trapecista experta y cuando sus pies cayeron en la colchoneta con ambas manos hacia arriba un pelotón de alumnos se puso de pie para aplaudirle y chiflarle con fuerza, noto como se sonrojó y miraba al grupo con desconcierto; sonrió de lado porque él también se puso de pie pero con los brazos cruzados queriendo hacerse notorio entre ellos, definitivamente aquel espectáculo había valido la pena el tiempo perdido. Pero el maldito escándalo que sus compañeros habían formado no le permitió escuchar el nombre de la muchacha que era llamada por la maestra. La vio casi correr a los vestidores y fue ahí donde tenía que actuar, sin perder tiempo bajo las gradas con premura con toda la intención de abordarla al salir, se recargó de la pared, acomodó su larga cabellera negra y utilizó su mejor pose esperando a que la deliciosa mujer saliera. Espero paciente como los depredadores que acechan a su presa antes de engullirla, tenía que salir pronto sin embargo las demás niñas comenzaron a entrar al vestidor, pronto se convirtió en el centro de atención de muchas que no tenían recato en pararse cerca de él y murmurar cosas que no escucho porque él alzaba la cabeza con la intención de encontrar a la pelinegra sensual, comenzó a moverse entre ellas cuando un pelotón de mujeres obstruyó la entrada de los vestidores y cuando casi alcanzaba a llegar tropezó con una muchacha muy mal vestida, alcanzó a sujetarla por los hombros para que no cayera pero ni siquiera la vio porque su atención seguía en la m*****a entrada.
–Perdón –la escucho decirle.
–Sí, si muévete vagabunda –no, tampoco no noto como la chica con lentes fruncía el ceño y se daba la media vuelta completamente indignada.
–¡Hey! ¡Ezra vamos a empezar! –el grito de su entrenador sólo lo enfureció.
Entro al departamento casi arrastrando los pies, dejo las llaves en la mesita y se encontró con la espalda de Asher frente al televisor.
–¿Cómo te fue? –le pregunto sin verla.
–Bien, iré a dormir.
–Oye Madi… –le había puesto pausa a su videojuego y se giraba hacia ella.
–Olvídalo… dejemos ese tema, no quiero detalles de tu estupidez –las cejas de Asher se juntaron en señal de reproche –aprende a la mala.
La escucho cerrar la puerta de su habitación y entonces se sintió observando por un par ojos verdes, el maldito gato estaba parado en la barra de la cocina, moviendo su cola de un lado a otro.
–Bájate de ahí –le exigió, pero el gato le contestó mostrando sus dientes en un bostezo, se levantó dispuesto a quitarlo de ahí pero el desgraciado animal no se movió ni un milímetro a pesar de su actitud.
–Asher –la voz de Madison sonó desde su habitación –no molestes al gato sino te quieres quedar sin videojuegos –Asher entrecerró los ojos y apretó los puños, Mustafa desde su sitio se limitó a verlo casi con burla.
–Está vez tuviste suerte, maldito.
–¿Dijiste algo? –otra vez Madison.
–¡Nada! ¡Ya duérmete!
El ingreso a clases fue más caótico de lo que ambos pensaron, porque de mala suerte, ambos habían quedado en diferentes salones y eso conllevaba distintos horarios, apenas si pudo verlo entre clases y obviamente no tuvo mucho éxito en hacer amigos porque todo mundo la evitaba por su forma de vestir, aunque en esa ocasión llevaba una falda beige larga hasta los tobillos con unas calcetas púrpuras y zapatos de charol negros ¿arriba? Una amplia sudadera que le daba por debajo de los glúteos, su típico chongo mal hecho y aquellos gigantescos lentos negros; por otra parte, Asher en un solo día se había convertido en la noticia del día, había escuchado por lo menos a la mitad de las chicas hablar de él, rolo los ojos e hizo caso omiso a los mil y un apodos que su amigo se ganó ese día. Entonces antes de que última clase empezara noto a un muchacho de larga cabellera negra cruzar los pasillos y a pesar de que solo fueron unos instantes, lo reconoció como el tipo que la había llamado: vagabunda.
–Tengo un maldito horario del infierno –le dijo Asher al dejar caer su mochila en la entrada, quitarse los zapatos y caminar hasta el sillón para dejarse caer boca abajo –mis maestros la mayoría son hombres y todos son unos cabrones.–No exageres –Madison escribía en su libreta sin prestarle mucha atención.–¿Y tú?–¿Yo que?–¿Hiciste algún amigo o amiga? –la pregunta de su amigo la hizo dejar su lápiz a un lado, acomodarse las gafas y tomar las pocas de sus cosas de la mesa.–Te compre la cortina de tu habitación –le dijo antes de marcharse –la deje en tu cama.–Si… gracias –se levantó y entonces al verla se frotó las manos en la cara –Madison… esa era nueva –s
Cruzo los pasillos de la escuela y cada vez miraba en los interiores de cada salón, pero nada, la mujer sensual no estaba por ninguna parte y es que hasta aquel punto comenzaba a soñar con esas curvas perfectas, tenía que tenerla.–Ezra –le llamó el entrenador a sus espaldas, este giro con el ceño fruncido –hoy vamos a tener práctica, te quiero a ti y al resto del equipo en la cancha a las 9 de la noche.–¿Por qué a las 9? Las prácticas siempre han sido a las 8 –el entrenador que escribía algo en su tabla de deportes dejó de hacerlo para verlo a la cara.–Porque la maestra de gimnasia ocupará el lugar a las ocho –los ojos azules de Ezra brillaron –el salón que ocupaba está en remodelación y nosotros le prestaremos por unas semanas el nuestro.–
–¿Solo el jugo? –le preguntó el tipo de ojos negros y cabello a juego, Asher asintió.El hombre pasó el jugo por el láser marcando el precio en la caja registradora e Asher buscó su cartera para paga, en eso la campanilla de la tienda sonó.–Hola Killian –saludó la voz de una mujer justo a un lado de él.–Buenas noches señorita Naomi –contestó el sujeto –¿cigarrillos?–Me conoces bien.–En un momento.Entonces Asher dejó de ver su cartera y vio a la hermosa mujer que había hecho fila detrás de él, tuvo que mirarla dos veces y parpadear muchas más al confirmar que se trataba de su vecina, porque había visto lo suficiente para saber que era ella y con eso se refiera al inmenso trasero
Él aura de enfurecido no se le había pasado aún y sus hermanos lo notaron desde que había regresado bateado por esa mocosa, tan enojado estaba que no pudo ni concentrarse en la práctica y ahora llegaba al salón y veía a Asher otra vez sentado en la mesa de su pupitre, el puto colmo del día.–Oye tú, idiota –Asher se giró recibiendo un golpe directamente en su cara, haciéndolo caer de bruces por el impacto –ve a poner tu trasero hediondo en otro lado.–¿¡PERO QUE PUTAS TE PASA!? –bramó Asher poniéndose de pie de inmediato y agarrándose la mejilla golpeada, pero Ezra simplemente lo ignoro y se sentó sin verlo.–A sus lugares –el profesor entraba a prisa tomando asiento en su escritorio, ignorando las caras de los alumnos, hasta que vio a Asher de pie –Se&ntild
–¡MALDITO! ¡VEN ACA! –vocifero Asher al encontrar una de sus camisas favoritas toda rasgada, Madison entraba con la cara como un tomate cuando un ágil Mustafa cayó en sus brazos, mostrándole los dientes a un feroz Asher –¡HIJO DE TU…!–¿¡Porque estas molestando al gato!? –Asher cayó de golpe, dio un paso hacia atrás cuando presintió el miedo recorrer su espalda al notar el semblante maligno de Madison.–Madison… que te…–¡TÚ, LE TOCAS UN SOLO PELO A MUSTAFA, Y YO TE CORTO LOS HUEVOS ASHER! –el platinado abrió los ojos de súbito al escuchar a su amiga, su amenaza era real lo veía en aquel brillo en sus ojos –¡Ahora quítate que quiero ir a bañarme!Asher se hizo a un lado con miedo ¿Por qué
Fingía leer mientras él se aferraba al control de su videojuego, llevaba días planificando como decirle e incluso había ensayado frente al espejo y a pesar de tener días de anticipación para invitarlo lo postergó hasta ese momento.–Asher… –le llamo, cerrando el libro y sacando de entre las páginas el pase rosado.–¿Qué? –le respondió mientras levantaba el control a lo alto sin dejar de ver la televisión.–Mañana es mi competencia –comenzó a decirle mientras se levantaba de la silla con el corazón latir a toda velocidad.–Ajá… ¿y luego?–Bueno… yo quería…–¡Mierda! –exclamó al pararse repentinamente del sofá y lanzar el control a
¿En qué momento había considerado que era buena idea ir? ¿Por qué había accedido al cambio repentino de su ropa? Probablemente fuera porque ese tal Armand le inspiraba confianza, a lo mejor por ser gay o porque de verdad no quería sentirse sola en ese momento, lo cierto era que ahora mismo se movía entre un inmenso mar de gente que bailaba al ritmo de la canción que retumbaba sexy bitch de David Guetta avanzaron hasta detenerse en una mesa circular hasta el fondo del lugar, mesa que ocupaba Ezra y otros miembros del equipo de basquetbol que ya reconocía.–Siéntate en donde tú quieras Madi –le dijo Armand.Mala idea, definitivamente mala idea el llevar ese revelador vestido purpura que sumamente pegado a sus curvas no dejaba nada a la imaginación, se limitó a sentarse junto a Armand que ahora levantaba la mano llamando a un mesero.
Los días transcurrieron según él: normal. Después de aquel evento en la discoteca se limitó a seguir observándola de lejos, sintiéndose victorioso de encontrar en sus mejillas ese rubor que sabía él provocaba cuando se percataba de que la veía y sin proponérselo comenzó a conocerla mejor, había aprendido que cuando se enojaba su nariz se arrugaba un poco, que al reír dos hoyuelos se marcaban en sus mejillas y que el azul cobalto de sus ojos a veces solía confundirse con un gris puro, asimiló que Madison a pesar de llevar todos esos harapos no dejaba de ser una mujer bonita; Asher de verdad era un verdadero idiota al no ver todo lo que su amiga tenía, porque sí, sabía ahora todo acerca de esos dos: compartían el alquiler en uno de los edificios del bulevar, ambos estaban estudiando una carrera contraria a la que sus familias les impusieron, ten&i